En Bakú
La noche sobre Chile se rodó en Bakú (1) por parte de un Sebastián Alarcón que por aquel entonces contaba con apenas 28 años de edad. Para reconstruir Santiago de Chile se emplearon diferentes técnicas en las que se incluyo la colocación de carteles (podemos ver de la marca de refrescos Pepsi), construcción algunos edificios especialmente para la película y por supuesto atrezzo para el vestuario de soldados y militares chilenos. Lo cierto es que a pesar de la extravagancia inicial, la película da totalmente el pego.
El Golpe de Estado
La noche sobre Chile arranca con una secuencia en la que vemos a nuestro personaje principal interpretado por Grigore Grigoriu, siendo despertado por sus compañeros. "Golpe de estado" susurran. Él no parece entender nada. Le vuelven a repetir "golpe de estado". Poco a poco empieza a comprender. Allende ha caído y la represión puede ser brutal. Ya con este arranque, que recuerda a las películas de Costa Gavras que combinan la realidad social política con el tono de Thriller, se marca una huella personal que no se abandonara durante todo el metraje.
Poco después, el ejército atrapará a nuestro protagonista, enviándolo al centro de detención del Estadio Nacional, en lo que podríamos decir que se encuentra el nudo de la película. Todo ello, a pesar de que él es una persona con nula implicación en la política, y detenido de manera arbitraria. Es precisamente por esa combinación entre thriller y drama social que La noche sobre Chile consigue engancharnos desde el primer minuto. A pesar de que alguien pueda entender poco el contexto histórico, prontamente se sentirá atraído por una historia en la que la adrenalina se va acumulando en los primeros compases y va en constante aumento.
La Cámara es un reportero de guerra
La noche sobre Chile es formalmente una delicia. Parece que Alarcón y Kosarev tomaron buena nota de las nuevas corrientes cinematográficas que estaban sacudiendo el cine en los años setenta. La noche sobre Chile está pensada como si fuera un reportaje de guerra, como un documental en el que se toma partido de manera totalmente consciente. Incluso en cierto momento, durante una secuencia en la que los militares están deteniendo civiles en la calle, uno de los militares mira directamente a la cámara y pide que dejen de grabar. Es muy acertado este detalle. Los directores apuestan por romper la cuarta pared cinematográfica, e ideológicamente quieren mostrar su compromiso político. El cine es un actor más en el juego político.
Por otra parte, este efecto también consigue recrear una extraña sensación de verosimilitud. El pacto de ficcionalidad nos hace creer que lo que estamos viendo en realidad no es solo una película, sino un testimonio documental ficcionado. Para ello el filme también combina elementos reales, como fotografías auténticas de los detenidos durante el estadio, y de los despliegues del ejército durante aquellas jornadas.
Grandes secuencias
La noche sobre Chile cuenta con grandes secuencias que dejan huella. Podemos citar dos. La primera es la que nos enseña como nuestro personaje principal, porque sabe escribir, tiene que realizar una lista de los compañeros que se encuentran detenidos con él y preguntarles por su profesión y afiliación política. Todos parecen no pertenecer a ningún partido, quieren salvar su pellejo (sin partido, contestan todos). En estas aparece un campesino. El pobre hombre, como afiliación política, contesta también campesino. La secuencia revela uno de los grandes dramas de Latinoamérica de esos años, como fue la extrema pobreza de un sector de la población, el rural, que era analfabeto.
Y también podríamos citar la secuencia en la que finalmente nuestros protagonistas son liberados del estadio. Son acompañados por una multitud popular que se detiene ante un grupo de militares. Las miradas entre los dos grupos son violentas. Uno de los soldados simula disparar mientras se ríe. La película termina.
Conclusión de 'La noche sobre Chile'
La noche sobre Chile es una de las grandes películas políticas de los años setenta. Por la frontera lingüística y política, en Occidente apenas ha tenido repercusión. Sin embargo, es un deber obligado para todo aquel cinéfilo que tenga a Konstantin Costa-Gavras como uno de sus referentes cinematográficos.
(1) V.V.A.A, Latinskaya America, Ed. Nauka, Moscú 1995, p.58
Guillermo Sánchez Ferrer
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