martes, 17 de agosto de 2021

45 AÑOS DE LA "BIENAL ROJA" DE VENECIA

Picasso, Joan Miró, Josep Renau, Julio González, Eusebio Sempere, Antonio Saura, Antoni Tàpies, el Equipo Crónica, Estampa Popular, Jordi Teixidor, Eduardo Arroyo, Alexander Calder, Alberto Corazón y Andreu Alfaro. Son artistas que participaron en la exposición «España. Vanguardia artística y realidad social: 1936-1976», inaugurada el 18 de julio de 1976 en el pabellón central de la Bienal de Venecia, en los Giardini di Castello. La Bienal no cursó invitación oficial al Estado español -el pabellón oficial de España permaneció cerrado-, como forma de rechazo a la dictadura; aunque Franco había muerto en noviembre, hacía menos de un año que se produjeron los fusilamientos -los últimos del franquismo- de tres miembros del FRAP y dos de ETA.

De la exposición se hizo cargo una Comisión independiente, formada por críticos de arte y autores españoles que militaban en el antifranquismo. La Bienal de Venecia apostaba así por el compromiso político. Desde 1974 estaba presidida por Carlo Ripa di Meana, quien había pasado de la militancia en el PCI a las filas del Partido Socialista Italiano; la institución cultural ya dedicó parte de la edición de 1974 a la solidaridad con Chile, un año después del golpe militar de Pinochet.

Formaban parte de la Comisión los críticos e historiadores del arte Tomás Llorens y Valeriano Bozal, además de artistas como Antoni Tàpies, Antonio Saura, miembros del Equipo Crónica, Agustín Ibarrola, Oriol Bohigas y Manuel García, entre otros (sólo figuraba una mujer, Imma Julián, en el grupo de personas colaboradoras). Las salas del edificio central de la Bienal acogieron, durante tres meses, pinturas, dibujos, esculturas, carteles, documentos y diseños gráficos que relacionaban la vanguardia cultural y el contexto político durante 40 años de franquismo. En paralelo, la Bienal organizó la muestra «España 1936-1939. Fotografía e Información de guerra».

Los periódicos de la época informaron con profusión del certamen. Valeriano Bozal aclaraba los objetivos, en junio de 1976, en la revista Triunfo: «La Bienal no quiere ser una gran galería, tampoco un museo»; ni «un almacén donde en aras de una falsa -por oportunista- reconciliación, estén todos». Se trataba de contribuir a la cultura alternativa -que se estaba gestando en España- «a la oscuridad y la censura, el mercantilismo, el elitismo y la burocracia». También en Triunfo, el pintor Antonio Saura destacó que el punto de partida era el Pabellón español de la Exposición Internacional de París, celebrada en 1937, que acogió entre otras obras el «Guernica» de Picasso, «La Montserrat» del escultor Julio González y el gran mural de Joan Miró «El campesino catalán en rebeldía».

En la entrevista realizada por el periodista Ramón Chao, Saura resumía el contenido de la muestra española en Venecia: «Una exposición desmitificadora». Bozal y Llorens subrayaron la idea de «analizar y ‘corregir’ la imagen de la vanguardia española que la antigua Bienal había ofrecido hasta su crisis en 1972», que calificaron de «ideológica (en el peor sentido) y falsa». Una de las razones era la ocultación del contexto político.

En julio de 1976, el redactor y crítico de arte Daniel Giralt-Miracle informó en el periódico Avui de una «importante» representación de la oposición española (cerca de 50 personas) en el acto inaugural de la exposición veneciana; entre otros se hallaban Marcelino Camacho, Joaquín Ruiz Jiménez, Rafael Calvo Serer, Narcís Serra, Solé Barberà, Miquel Roca Junyent, Pere Portabella y Doro Balaguer. En marzo de 1976 se había constituido Coordinación Democrática (la «Platajunta»), producto de la unión entre la Junta Democrática de España -integrada por el PCE y otras organizaciones- y la Plataforma de Convergencia Democrática, con el PSOE como partido mayoritario. Del mundo cinematográfico estuvieron presentes en la Bienal Jaime de Armiñán y Tino Calabuig; Lola Gaos, en representación de los actores; Teddy Bautista de la música y J. Vélez de los poetas.

El certamen no estuvo exento de polémica, en parte por la selección de obras y artistas, la representatividad de la Comisión organizadora, las discrepancias ideológicas o incluso el espacio disponible para la exposición. Los críticos de arte José María Moreno Galván y Vicente Aguilera Cerni presentaron un proyecto alternativo, rechazado por la dirección de la Bienal. Una semana antes del estreno, la periodista Rosa María Pereda escribía en el diario El País: «La discusión reviste particular virulencia. Y, por una vez (…), la polémica está exclusivamente en la izquierda». En mayo Santiago Amón se refería, también en las páginas de El País, a la posición de «dos grupos (‘oficialmente no oficiales’) que han defendido a ultranza sus puntos de vista, sin admitir mediaciones».

La crónica de Daniel Giralt-Miracle en Avui describe, el día de la inauguración, una «tumultuosa cola» de españoles en las puertas de acceso, que tuvieron que afrontar los filtros de «seguridad antifascista». En cuanto al contenido, los visitantes pudieron acercarse al cartel «Aidez l’Espagne», diseñado en 1937 por Joan Miró y en el que un campesino catalán con el puño en alto pide ayuda para la II República; uno de los fines de esta imagen, impresa en sellos de un franco, era contribuir a la financiación del Gobierno republicano. También hubo un espacio para la serie de 18 viñetas «Sueño y mentira de Franco», que Picasso realizó en 1937; en estos grabados, «el artista se mofa abiertamente de Franco y del bando nacional-católico», subraya la Biblioteca Artium; se trata, según el catálogo del Museu Picasso de Barcelona, de una sátira en forma de cómic contra el golpe militar (en la primera estampa aparece la figura grotesca del dictador a caballo).

Cerca de las dos obras se escenificó la «Mesa de los Ausentes», una idea del pintor Eduardo Arroyo concretada en una sencilla mesa y mantel con platos, cubiertos, pan, vino, aceite y los nombres de personajes derrotados por el fascismo, como Manuel Azaña, Miguel Hernández, Pau Casals, Carles Rahola y Luis Araquistáin. En la rotonda de entrada se ubicaba la «Fuente de Almadén» (1937), del escultor estadounidense Alexander Calder, en la que además del hierro y el aluminio hizo uso del mercurio, que circulaba con fluidez en la obra; las minas de azogue de Almadén fue uno de los objetivos militares de Franco durante la guerra del 36 (el proyecto «Mapas de Memoria» de la UNED y la Diputación informa de 3.887 muertes por la represión franquista en la provincia de Ciudad Real).

En «Ronda de noche con porras» (1975) Eduardo Arroyo se inspira en la obra de Rembrandt -«La ronda de noche»-, para hacer de ésta un pastiche de grandes dimensiones que denuncie el final de la dictadura. El recorrido por la exposición podría continuar en los «Retratos imaginarios» de Antonio Saura, que comenzó en 1958 con la serie dedicada a la actriz Brigitte Bardot (también pintó «Retratos imaginarios» de Goya, Rembrandt y Felipe II); durante cuatro décadas, hasta su muerte en 1998, el artista abordó también la «Crucifixión». El Guggenheim de Bilbao resalta -sobre el óleo dedicado a este motivo que acoge el museo- los «garabatos frenéticos» y la trascendencia de la obra, que apela -más allá de la significación religiosa- a la «tragedia de la condición humana». Del Equipo Crónica, fundado en 1964 por Rafael Solbes, Manuel Valdés y Juan Antonio Toledo, la Bienal veneciana incluía la serie «El Paredón», diez telas de 140×140 centímetros que los autores dedicaron a los cinco ejecutados por el franquismo en septiembre de 1975; el Equipo Crónica señaló los elementos que se repetían en las piezas: un muro, una paleta quebrada, una hoja de calendario y una figura con los ojos tapados por un rectángulo negro.

 Fuente: Rebelión

                                                   Aidez l’Espagne», de Joan Miró 

 El Paredón 4, de Equipo Crónica

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