lunes, 12 de febrero de 2018
120 AÑOS DEL NACIMIENTO DE BERTOLT BRECHT
SELECCIÓN DE POEMAS INCLUIDOS EN EL LIBRO "POEMAS Y CANCIONES", DE BERTOLT BRECHT, PUBLICADO POR ALIANZA EDITORIAL
A los hombres futuros
1
Verdaderamente, vivo en tiempos sombríos.
Es insensata la palabra ingenua. Una frente lisa
revela insensibilidad. El que ríe
es que no ha oído aún la noticia terrible,
aún no le ha llegado.
¡Qué tiempos estos en que
hablar sobre árboles es casi un crimen
porque supone callar sobre tantas alevosías!
Ese hombre que va tranquilamente por la calle,
¿lo encontrarán sus amigos
cuando lo necesiten?
Es cierto que aún me gano la vida.
Pero, creedme, es pura casualidad. Nada
de lo que hago me da derecho a hartarme.
Por casualidad me he librado. (Si mi suerte acabara, estaría
perdido.)
Me dicen: «¡Come y bebe! ¡Goza de lo que tienes!»
Pero ¿cómo puedo comer y beber
si al hambriento le quito lo que como
y mi vaso de agua le hace falta al sediento?
Y, sin embargo, como y bebo.
Me gustaría ser sabio también.
Los viejos libros explican la sabiduría:
apartarse de las luchas del mundo y transcurrir
sin inquietudes nuestro breve tiempo.
Librarse de la violencia,
dar bien por mal,
no satisfacer los deseos y hasta
olvidarlos: tal es la sabiduría.
Pero yo no puedo hacer nada de esto:
verdaderamente, vivo en tiempos sombríos.
2
Llegué a las ciudades en tiempos del desorden,
cuando el hambre reinaba.
Me mezclé entre los hombres en tiempos de rebeldía
y me rebelé con ellos.
Así pasé el tiempo
que me fue concedido en la tierra.
Mi pan lo comí entre batalla y batalla.
Entre los asesinos dormí.
Hice el amor sin prestarle atención
y contemplé la naturaleza con impaciencia. Así pasé el tiempo
que me fue concedido en la tierra.
En mis tiempos, las calles desembocaban en pantanos.
La palabra me traicionaba al verdugo.
Poco podía yo. Y los poderosos
se sentían más tranquilos sin mí. Lo sabía
Así pasé el tiempo
que me fue concedido en la tierra.
Escasas eran las fuerzas. La meta
estaba muy lejos aún.
Ya se podía ver claramente, aunque para mí
fuera casi inalcanzable.
Así pasé el tiempo
que me fue concedido en la tierra.
3
Vosotros, que surgiréis del marasmo
en el que nosotros nos hemos hundido,
cuando habléis de nuestras debilidades,
pensad también en los tiempos sombríos
de los que os habéis escapado.
Cambiábamos de país como de zapatos
a través de las guerras de clases, y nos desesperábamos
donde sólo había injusticia y nadie se alzaba contra ella.
Y, sin embargo, sabíamos
que también el odio contra la bajeza desfigura la cara.
También la ira contra la injusticia
pone ronca la voz. Desgraciadamente, nosotros,
que queríamos preparar el camino para la amabilidad
no pudimos ser amables.
Pero vosotros, cuando lleguen los tiempos
en que el hombre sea amigo del hombre,
pensad en nosotros
con indulgencia.
(1938)
Canción alemana
Otra vez se oye hablar de tiempos de grandeza.
(Ana, no llores.)
El tendero nos fiará.
Otra vez se oye hablar del honor.
(Ana, no llores.)
No nos queda ya nada en la despensa.
Otra vez se oye hablar de victorias.
(Ana, no llores.)
A mí no me tendrán.
Ya desfila el ejército que ha de partir.
(Ana, no llores.)
Cuando vuelva
Volveré bajo otras banderas
Canción de una madre alemana
Camisa parda y botas altas,
hijo mío, te regalé.
Mejor habría sido ahorcarme
de haber sabido lo que sé.
Al verte levantar la mano, hijo,
y a Hitler saludar,
¿sabía yo que aquellas manos
todas se habrían de secar?
Cuando de una estirpe de héroes,
hijo mío, te oía hablar,
que tú serías su verdugo
no lo podía imaginar.
Y detrás de aquel mismo Hitler,
hijo mío, te vi marchar,
sin saber que quien le siguiera
no regresaría jamás.
Alemania, tú me decías,
hijo, no se conocerá.
Ceniza y piedra ensangrentada,
¿quién conoce a Alemania ya?
Con la camisa parda un día
te fuiste y yo no me negué.
Con ella puesta morirías:
yo no sabía lo que hoy sé.
Catón de guerra alemán
PARA LOS DE ARRIBA
hablar de comida es bajo.
Y se comprende porque
ya han comido.
Los de abajo tienen que irse del mundo
sin saber lo que es
comer buena carne.
Para pensar de dónde vienen
y a dónde van,
en las noches hermosas
están demasiado cansados.
Todavía no han visto
el vasto mar y la montaña
cuando ya su tiempo ha pasado.
Si los que viven abajo
no piensan en la vida de abajo,
jamás subirán.
EL PAN DE LOS HAMBRIENTOS HA SIDO COMIDO
La carne ya ni se huele. En vano
se ha derramado el sudor del pueblo.
Los laureles
han sido talados.
De las chimeneas de las fábricas de municiones
sale humo.
EL PINTOR DE BROCHA GORDA HABLA DE GRANDES
TIEMPOS VENIDEROS
Los bosques crecen todavía.
Los campos son fértiles todavía.
Las ciudades están en pie todavía.
Los hombres respiran todavía.
EN EL CALENDARIO AÚN NO HA SIDO SEÑALADO EL DÍA
Todos los meses, todos los días
están libres aún. A uno de los días
le harán una cruz.
LOS TRABAJADORES GRITAN POR EL PAN
Los comerciantes gritan por los mercados.
Padecía hambre el parado. Ahora
padece hambre quien trabaja.
Las manos que colgaban inútiles vuelven a moverse:
tornean granadas.
LOS QUE ROBAN LA CARNE DE LA MESA
predican resignación.
Aquellos a los que están destinados los dones
exigen espíritu de sacrificio.
Los hartos hablan a los hambrientos
de los grandes tiempos que vendrán.
Los que llevan la nación al abismo
afirman que gobernar es demasiado dificil
para el hombre sencillo.
LOS DE ARRIBA DICEN: LA PAZ Y LA GUERRA
son de naturaleza distinta.
Pero su paz y su guerra
son como viento y tormenta.
La guerra nace de su paz
como el hijo de la madre.
Tiene
sus mismos rasgos terribles.
Su guerra mata
lo que sobrevive
a su paz.
CUANDO EL PINTOR DE BROCHA GORDA HABLA DE PAZ POR
LOS ALTAVOCES,
los trabajadores miran el grueso firme
de las autopistas que están haciendo,
y ven
que es para tanques pesados.
El pintor de brocha gorda habla de paz.
Irguiendo sus espaldas doloridas,
las grandes manos apoyadas en cañones,
le escuchan los fundidores.
Los pilotos de los bombarderos aminoran la marcha de los
motores
y oyen
hablar de paz al pintor de brocha gorda.
Los leñadores están a la escucha en los bosques silenciosos,
los campesinos dejan los arados y se llevan la mano a la oreja,
se detienen las mujeres que les llevan la comida:
hay un coche con altavoces en el campo de labor. Por ellos
se oye al pintor de brocha gorda exigir la paz.
CUANDO LOS DE ARRIBA HABLAN DE PAZ
el pueblo llano sabe
que habrá guerra.
Cuando los de arriba maldicen la guerra,
ya están escritas las hojas de movilización.
LOS DE ARRIBA
se han reunido en una sala.
Hombre de la calle:
abandona toda esperanza.
Los gobiernos
firman pactos de no agresión.
Hombre pequeño:
escribe tu testamento.
HOMBRE DE CHAQUETA RAÍDA:
en las fábricas textiles
están tejiendo para ti un capote
que nunca romperás.
Hombre que vas al trabajo caminando durante horas
con tus zapatos destrozados: el coche
que te están fabricando
llevará una coraza de hierro.
En tu hogar hace falta un envase de leche
y estás fundiendo una gran botella, fundidor,
que no será para leche. ¿Quién
beberá en ella?
ES DE NOCHE
Las parejas
van a la cama. Las mujeres jóvenes
parirán huérfanos.
EN EL MURO HABÍAN ESCRITO CON TIZA:
quieren la guerra.
Quien lo escribió
ya ha caído.
LOS DE ARRIBA DICEN:
éste es el camino de la gloria.
Los de abajo dicen:
éste es el camino de la tumba.
LA GUERRA QUE VENDRÁ
no es la primera. Hubo
otras guerras.
Al final de la última
hubo vencedores y vencidos.
Entre los vencidos, el pueblo llano
pasaba hambre. Entre los vencedores
el pueblo llano la pasaba también.
LOS DE ARRIBA DICEN: EN EL EJÉRCITO
todos somos iguales.
Por la cocina sabréis
si es verdad.
En los corazones
debe haber el mismo valor.
Pero en los platos hay
dos clases de rancho.
LOS TÉCNICOS ESTÁN
inclinados sobre las mesas de dibujo:
una cifra equivocada, y las ciudades del enemigo
se salvarán de la destrucción.
DE LAS BIBLIOTECAS
salen los asesinos.
Estrechando contra sí a los niños,
las madres vigilan el cielo con terror
a que aparezcan en él los descubrimientos de los sabios.
EN EL MOMENTO DE MARCHAR, MUCHOS NO SABEN
que su enemigo marcha al frente de ellos.
La voz que les manda
es la voz de su enemigo.
Quien habla del enemigo,
él mismo es enemigo.
GENERAL, TU TANQUE ES MÁS FUERTE QUE UN COCHE
Arrasa un bosque y aplasta a cien hombres.
Pero tiene un defecto:
necesita un conductor.
General, tu bombardero es poderoso.
Vuela más rápido que la tormenta y carga más que un elefante.
Pero tiene un defecto:
necesita un piloto.
General, el hombre es muy útil.
Puede volar y puede matar.
Pero tiene un defecto:
puede pensar.
CUANDO EMPIECE LA GUERRA,
quizá vuestros hermanos se transformen
hasta que no se reconozcan ya sus rostros.
Pero vosotros debéis seguir siendo los mismos.
Irán a la guerra, no
como a una matanza, sino
como a un trabajo serio. Todo
lo habrán olvidado.
Pero vosotros no debéis olvidar nada.
Os echarán aguardiente en la garganta,
como a los demás.
Pero vosotros debéis manteneros serenos.
EL FÜHRER OS DIRÁ: LA GUERRA
dura cuatro semanas. Cuando llegue el otoño
estaréis de vuelta. Pero
vendrá el otoño y pasará,
vendrá de nuevo y pasará muchas veces, y vosotros
no estaréis de vuelta.
El pintor de brocha gorda os dirá: las máquinas
lo harán todo por vosotros. Sólo unos pocos
tendrán que morir. Pero
moriréis a cientos de miles, nunca
se habrá visto morir a tantos hombres.
Cuando me digan que estáis en el Cabo Norte,
y en Italia, y en el Transvaal, sabré
dónde encontrar un día vuestras tumbas.
CUANDO EL TAMBOR EMPIECE SU GUERRA,
vosotros debéis continuar la vuestra.
Verá ante sí enemigos, pero,
al volverse, deberá ver también
enemigos detrás;
cuando empiece su guerra
no debe ver sino enemigos en torno.
Todo aquel que avance
empujado por los agentes de las S. S.,
debe avanzar contra él.
Las botas serán malas, pero aunque fueran
del mejor cuero, son sus enemigos
quienes deben marchar dentro de ellas.
Vuestro rancho será poco, pero aunque fuera abundante,
no os debe gustar.
Que los agentes de las S. S. no puedan dormir.
Que tengan que controlar arma a arma
para ver si están cargadas. Y que tengan que controlar
si controlan sus controladores.
Todo lo que vaya hacia él debe ser destruido, y todo
lo que venga de él, contra él hay que volverlo.
Valeroso será quien combata contra él.
Sabio será quien frustre sus planes.
Sólo quien le venza salvará a Alemania.
(1937-38)
Epígrafe para las «Poesías de Svendborg»1
Huido bajo el techo de paja danés, amigos,
sigo vuestra lucha. Os envío desde aquí,
como otras veces, mis versos, perseguidos
por una historia sangrienta de más allá del Sund y de los
bosques.
Lo que os llegue de ellos, utilizadlo con prudencia.
Mi escritorio son libros amarillentos,
informes arrugados. Si volvemos a vernos
quiero ir otra vez a la escuela.
(1939)
1. Svendborg: localidad danesa, junto al Sund, donde Brecht encontró su primer refugio al abandonar la Alemania nazi.
En tiempos de la extrema persecución
Si sois abatidos,
¿qué quedará?
Hambre y lucha,
nieve y viento.
¿De quién aprenderéis?
De aquel que no caiga.
Del hambre y del frío
aprenderéis.
No valdrá decir:
¿No ha pasado ya todo?
Los que soportan la carga
reanudarán sus quejas.
¿Quién les informará
de aquellos que mueren?
Sus cicatrices y muñones
les informarán.
Meditaciones sobre la duración del exilio
No pongas ningún clavo en la pared,
tira sobre una silla tu chaqueta.
¿Vale la pena preocuparse para cuatro días?
Mañana volverás.
No te molestes en regar el arbolillo.
¿Para qué vas a plantar otro árbol?
Antes de que llegue a la altura de un escalón
alegre partirás de aquí.
Cálate el gorro si te cruzas con gente.
¿Para qué hojear una gramática extranjera?
La noticia que te llame a tu casa
vendrá escrita en idioma conocido.
Del mismo modo que la cal cae de las vigas
(no te esfuerces por impedirlo),
caerá también la alambrada de la violencia
erigida en la frontera
contra la justicia.
2
Mira ese clavo que pusiste en la pared.
¿Cuándo crees que volverás?
¿Tú quieres saber lo que crees tú en el fondo?
Día a día
trabajas por la liberación,
escribes sentado en tu cuarto.
¿Quieres saber lo que piensas de tu trabajo?
Mira el pequeño castaño en el rincón del patio
al que un día llevaste una jarra de agua.
Perseguido por buenas razones
He crecido hijo
de gente acomodada. Mis padres
me pusieron un cuello almidonado, me educaron
en la costumbre de ser servido
y me instruyeron en el arte de dar órdenes. Pero
al llegar a mayor y ver lo que me rodeaba,
no me gustó la gente de mi clase,
ni dar órdenes ni ser servido.
Abandoné mi clase y me uní
al pueblo llano.
Así,
criaron a un traidor, le educaron en sus artes, y ahora
él los delata al enemigo.
Sí, divulgo secretos. Entre el pueblo
estoy, y explico
cómo engañan, y predigo lo que ha de venir,
pues he sido iniciado en sus planes.
Descuelgo la balanza de su justicia y muestro
sus pesas falsas.
Y sus espías les informan
de que yo estoy con los robados cuando
preparan la rebelión.
Me han advertido y me han quitado
lo que gané con mi trabajo. Como no me corregí
me han perseguido,
y aún había en mi casa
escritos en los que descubría
sus planes contra el pueblo. Por eso
dictaron contra mí una orden de detención
por la que se me acusa de pensar de un modo bajo, es decir,
el modo de pensar de los de abajo.
Marcado estoy a fuego, vaya a donde vaya,
para todos los propietarios, mas los no propietarios leen la orden de detención
y me conceden refugio. A ti te persiguen,
me dicen,
por buenas razones.
(1939)
Sobre la denominación de emigrantes
Siempre me pareció falso el nombre que nos han dado:
emigrantes.
Pero emigración significa éxodo. Y nosotros
no hemos salido voluntariamente
eligiendo otro país. No inmigramos a otro país
para en él establecernos, mejor si es para siempre.
Nosotros hemos huido. Expulsados somos, desterrados.
Y no es hogar, es exilio el país que nos acoge.
Inquietos estamos, si podemos junto alas fronteras,
esperando el día de la vuelta, a cada recién llegado,
febriles, preguntando, no olvidando nada, a nada
renunciando,
no perdonando nada de lo que ocurrió, no perdonando.
¡Ah, no nos engaña la quietud del Sund! Llegan gritos
hasta nuestros refugios. Nosotros mismos
casi somos como rumores de crímenes que pasaron
la frontera. Cada uno
de los que vamos con los zapatos rotos entre la multitud
la ignominia mostramos que hoy mancha a nuestra tierra.
Pero ninguno de nosotros
se quedará aquí. La última palabra aún no ha sido dicha.
Malos tiempos para la lírica
Ya sé que sólo agrada
quien es feliz. Su voz
se escucha con gusto. Es hermoso su rostro.
El árbol deforme del patio
denuncia el terreno malo, pero
la gente que pasa le llama deforme
con razón.
Las barcas verdes y las velas alegres del Sund
no las veo. De todas las cosas,
sólo veo la gigantesca red del pescador.
¿Por qué sólo hablo
de que la campesina de cuarenta años anda encorvada?
Los pechos de las muchachas
son cálidos como antes.
En mi canción, una rima
me parecería casi una insolencia.
En mí combaten
el entusiasmo por el manzano en flor
y el horror por los discursos del pintor de brocha gorda.
Pero sólo esto último
me impulsa a escribir.
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