En septiembre de 1927 el muralista Diego Rivera llegó a la Unión
Soviética. El artista formaba parte de la delegación mexicana que
emprendió un viaje a Moscú para celebrar el 10º aniversario de la
Revolución de Octubre. Rivera pasó medio año en el país de los soviets
dando conferencias y debatiendo temas artísticos y políticos. En mayo de
1928 Rivera hizo la maleta y salió huyendo de la URSS.
Diego Rivera llegó a la Unión Soviética como miembro de la delegación
oficial mexicana que iba a celebrar el 10º aniversario de la Revolución
de Octubre. El muralista pasó medio año en la capital soviética, entre
septiembre de 1927 y mayo de 1928.
Durante su estancia
participó en debates y conferencias sobre temas artísticos, estrechando
lazos con los comunistas rusos y realizando decenas de dibujos. Lo que
más le impactó fueron las celebraciones en la Plaza Roja. Rivera hizo
una serie de dibujos con acuarela y con lápiz, dedicados a los desfiles
del 1 de mayo. Más tarde, estas obras fueron adquiridas por Abby
Rockfeller y se encuentran actualmente en el Museo de arte moderno de
Nueva York.
Detalle
del fresco de Diego Rivera "El hombre controlador del universo" con
León Trotski, Friedrich Engels y Karl Marx. Fuente: Éclusette (CC BY
3.0)
En realidad, Rivera hacía estos dibujos
pensando en la creación de una obra más imponente: tenía planeado hacer
un fresco que representase las escenas de la vida soviética. Finalmente,
en 1933 por encargo de la familia Rockfeller, Diego Rivera comenzó a
pintar el mural El hombre controlador del universo para el Centro Rockfeller de Nueva York.
Sin embargo, la obra no fue terminada debido a las discrepancias
políticas y artísticas que surgieron entre Rivera y los Rockfeller.
Cuando el mexicano se negó a quitar la figura de Lenin, la familia
millonaria mandó destruir el fresco. Sin embargo, en 1934 Rivera
reprodujo el mural en el Palacio de Bellas Artes de México.
Detalle
de Lenin en la obra El hombre en el cruce de caminos (1934) de Diego
Rivera, mural en exhibición permanente en el Palacio de Bellas Artes de
la Ciudad de México. / Jaontiveros (CC BY-SA 4.0)
Parecía
que Rivera se encontraba muy a gusto en Moscú, donde estuvo rodeado de
comunistas y artistas con los que compartía y debatía sus ideas. Las
cosas le iban tan bien que en noviembre de 1927 el muralista firmó un
contrato con Lunacharski, comisario de Educación y Cultura de la URSS,
para la creación de un fresco en el Palacio del Ejército Rojo. Pero no
era una tarea fácil.
Los asistentes que ayudaban a Rivera eran
amateurs, además, el mexicano discrepó en lo esencial con los
comunistas. Rivera propuso modificar la sala principal del palacio
quitando todas las decoraciones imperiales, que había clasificado como
“basura”. Los expertos soviéticos se opusieron a los cambios, ya que
querían una obra al estilo Imperio. Después llegó un nuevo encargo:
hacer un retrato de Stalin (en aquella época los pintores de renombre se
sentían obligados a retratar al secretario general del Partido
Comunista para poder avanzar en su carrera artística). Pero, al parecer,
esta petición no lo hizo mucha gracia a Rivera.
Llegó el
invierno, duro y frío. Rivera enfermó y tuvo que ser hospitalizado en el
Kremlin. Cuando salió del hospital, se dio cuenta de que las cosas
habían empezado a cambiar muy rápidamente en su ausencia. Su nombre, que
antes provocaba admiración y respeto en los soviéticos, ahora se
recibía con gritos de protesta e indignación. Se enfrentó a una campaña
de difamación. Se le criticaba por todo y por todas partes.
Ideológicamente,
Rivera no encajaba en ningún grupo artístico. Se quedó atrapado entre
los pintores elitistas de la vanguardia rusa y el socialismo real.
Seguía buscando un camino intermedio. En este momento difícil conoció al
grupo “Oktiabr”, pero se llevó una nueva decepción al ver que no
compartía una parte importante de sus ideas.
Al mismo tiempo,
Rivera seguía intentando sacar adelante el freso del Palacio del
Ejército Rojo. Pero sus peticiones diarias de ayuda material para el
proyecto se quedaban sin respuesta.
Al final, no aguantó esta
situación y abandonó Moscú de forma brusca y repentina. Se fue a
mediados de mayo de 1928 sin decir adiós a nadie.
Diego Rivera en la Plaza Roja de Moscú, en 1955. / AP
Sin
embargo, la historia no acaba aquí. Veinte y tantos años después, entre
1955 y 1956, Rivera volvió a Moscú. Hizo una serie de dibujos dedicados
a la URSS, aunque esta obra no fue terminada. Un año más tarde, Rivera
murió en México.
Fuente: Rusia Hoy
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