Anna Seghers y Georg Lukács en un cncuentro en Berlín en 1952.
TESTIMONIOS DE LOS ESCRITORES ALEMANES THOMAS MANN Y ANNA SEGHERS EN ANTERIORES ANIVERSARIOS DE GEORG LUKÁCS
Thomas Mann
Mi felicitación por el ochenta aniversario de Georg Lukács tiene que ser breve: es la felicitación de un anciano agotado. Pero quiero expresar que siento un profundo respeto por la persona de Lukács por el sacrificio que ha realizado a favor de sus convicciones, por la severa vida que se ha impuesto. Y quiero también expresar que siento el mismo respecto hacia su trabajo intelectual, con el que entré en contacto por primera vez a través de la lectura de su ensayo temprano El alma y las formas, obra de extraordinaria sensibilidad artística. Desde entonces he venido siguiendo su quehacer crítico con atención, respeto y gran provecho por mi parte. Lo que más simpatías me ha despertado en ella es ese sentido de la tradición y la continuidad que preside su obra y a la que ésta debe, en gran parte, su existencia. Pues precisamente su análisis del acervo cultural literario más antiguo, en el que está más versado como el historiador más conservador y con el que intenta poner en contacto el nuevo mundo de sus convicciones, despertando un afán científico y de estudios, es válido de pleno derecho. El hecho de que en esta tarea seleccione y subraye particularmente los elementos sociocríticos de los logros de la cultura burguesa es correcto y razonable y no merma en absoluto mi apreciación de una obra mediadora entres esferas y épocas, que me parece inspirada por una idea que hoy en día ha perdido lamentablemente en dignidad: la idea de la cultura.
En “Obras completas”, tomo X, “Discursos y artículos, 2”. Frankfurt a.M. 1960.
Anna Seghers
La fuerza de la atracción que emanaba de los artículos y libros de Lukács procedía de otra fuente, aunque la leyéramos esforzada y lentamente, sin formación o sin capacidad para la reflexión filosófica, a pesar también de sus propios errores. Pues sentíamos lo que este hombre pretendía mostrarnos, esto es, la realidad en su proceso revolucionario.
Desde que conozco personalmente a Lukács, al leerle deseo encontrarle para poder discutir con él. De lo que he oído contar de él ha nacido mi amistad y afecto, pues apenas conozco a ningún escritor que me resulte tan actual y comprensible, precisamente por ese violento deseo que siento al leerle de polemizar con él.
En “A Georg Lukács en su setenta aniversario”. Berlín. 1955.
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