domingo, 18 de septiembre de 2016

“ERIK SATIE EN SU ESTUDIO”, DE SANTIAGO RUSIÑOL, EN EL 150 ANIVERSARIO DEL NACIMIENTO DEL COMPOSITOR COMUNISTA




El bohemio. Erik Satie en su estudio
Santiago Rusiñol
1891
Oleo sobre lienzo
85 x 61 cm
Colección particular (Barcelona)

En El Bohemi, Erik Satie al seu estudi (1891) Rusiñol representa al compositor abstraído en sus pensamientos, en una composición de nuevo influenciada por la composición fotográfica. El músico aparece en un ángulo de su habitación, desplazado a partir de la perspectiva caballera, recurso con el que se aplasta y arrincona  visualmente al personaje. Con ello el artista ha pretendido acentuar la soledad y la melancolía. El músico y poeta vestido de negro en contraste con la pared más clara, aparece como el paradigma del artista bohemio.

Alfred Eric Leslie Satie (Honfleur 1866 - París 1925)

Compositor y pianista francés fue el inventor de la música de mobiliario, lo que hoy se conoce como música ambiental.

Quedó huérfano de madre a una edad muy temprana y fue educado por su abuelo quien estimuló de forma exagerada su fantasía. Ingresó en el Conservatorio de París, donde pronto sus maestros le etiquetaron como "falto de talento" ya que era algo anárquico en su comportamiento y poco dado al trabajo y a la disciplina, posteriormente volvería al Conservatorio a la edad de 40 años.

De conductas transgresoras, con un carácter insoportable e intransigente y de ideas disparatadas y ocurrencias irritantes e incluso paranoicas, se presentaba a sí mismo como “gimnopedista”. Fundó la “Eglise Métropolitaine d'Art de Jésus Conducteur” (Iglesia Metropolitana de Arte de Cristo el Guía) de la cual él era el único miembro.

Fue compositor oficial y maestro de capilla de la Orden Rosacruz, se afilió al Partido Radical-Socialista, perteneció al Partido Socialista y posteriormente al Comunista.

Se ganó la vida como pianista de cabaret y modificó su nombre a Erik Satie (cambiando la c por una k) desde su primera composición. Nunca compuso, óperas ni sinfonías, sus obras suelen ser breves de estilo inclasificable, minimalistas y serialistas.  

La mayor parte de la obra de Satie tiene el piano como protagonista y sus obras más famosas son 3 'Gymnopédies' y 6 'Gnosiennes'.

El filósofo Slavoj Žižek clasifica sus obras para piano como un tipo de comunismo musical, alejado de los coros propagandísticos y de las grandilocuentes cantatas dedicadas al Estado. Se trata de una música donde lo relevante es el fondo: quien la escucha traslada su atención desde el tema hasta ese fondo, igual que la política debe trasladar el interés desde los heroicos individuos al trabajo de la invisible gente ordinaria.

Satie despreciaba la teatralidad desmesurada que detectaba en Wagner y Beethoven. Al final de sus años, afiliado ya al partido comunista, el músico francés llegó incluso a mofarse del patriotismo de Saint-Saëns, resumiéndolo en una máxima: “Todo para mí, nada para los demás”.

Murió el 1 de julio de 1925 en Arcueil, ciudad en la que (mal)vivía desde 1898, en la pobreza más absoluta y con su salud devastada por los excesos alcohólicos. Murió sin reconciliarse con nadie, sin arrepentirse de haber discutido con Debussy (en cierta ocasión le preguntaron sobre La mer y, refiriéndose al primer movimiento, que se titula "Del alba al mediodía en el mar" dijo: "Hay un pasaje, entre las once y media y las doce menos cuarto, que me gusta especialmente"; de todos modos mandó una carta de reconciliación a un Debussy moribundo).

André Breton, sobre Erik  Satie (1955)

«Satie ha dicho que el piano, como el dinero, no resulta agradable más que a quien lo toca: eso tranquiliza a alguien como yo, malquistado de nacimiento con la música instrumental. Eso hace también que lamente haber comprendido demasiado tarde, después de su muerte, al individuo excepcional que fue y al que un telón de espinas -su malicia, sus estudiados tics- me ocultaba… El tránsito del siglo XIX al XX no ha producido ninguna evolución de espíritu tan fascinante como la suya. Tendida entre dos puntos extremos, los místicos y Platón, durante treinta años la fatalidad del espíritu moderno ha consistido en hacer vibrar la cuerda de Satie al unísono con las de su compatriota Alphonse Allais y, más aún, de Alfred Jarry . No conozco mayor escuela de libertad con respecto a todas las convenciones, ni otra sonrisa más traviesa y, a la postre, tan punzante por encima del abismo interior, de negrísima especie, del que se escapa la bandada de sus dibujos e inscripciones caligrafiadas en absoluta soledad -todo de fundición, a la vez tan graciosos y tan inquietantes-, que esperan desde hace tiempo un inventario completo y un análisis riguroso.»

"MISA DE LOS POBRES", DE ERIK SATIE (1895):

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