miércoles, 11 de mayo de 2016

"LA FUENTE CLARA", EL HOMENAJE DE DAVID BOSC A GUSTAVE COURBET

La fuente clara
(Los últimos días de Courbet)

David Bosc
Traducción: Nere Basabe
Editorial Demipage
160 páginas
18 euros

Homenaje a Courbet

Gustave Courbet (Ornans, Francia, 1819 – La Tour-de-Peilz, Suiza, 1877) fue un artista transgresor y un personaje profundamente contestatario. Llamó 'El origen del mundo' al explícito óleo que protagoniza el sexo frontal, en primer plano, de una mujer a la que no vemos el rostro. Jefe de filas de la corriente realista y objeto de intensas filias y fobias, Courbet en los últimos años de su vida y huyendo de la justicia francesa que le reclamaba una astronómica cantidad de dinero, hubo de exiliarse a Suiza. Ese final es el eje de 'La fuente clara' (Editorial Demipage), un libro lleno de luz que firma David Bosc.


En 1873, Courbet, el pintor que tantas pasiones despertó, es acusado, a raíz de su participación activa en la Comuna de París, de ser el principal responsable de la demolición de la Columna Vendôme. La cosa se pone para él cada vez más fea cuando se le condena al pago de una multa a la que no puede hacer frente. Ante la insostenible situación, y para evitar volver a la cárcel que ya conocía, en julio de 1873 atraviesa la frontera suiza y se refugia en un pueblo a orillas del lago Leman, en donde pasará los últimos años hasta su muerte en 1877.

“Con el cuerpo cansado, el pelo como si le hubieran arrojado una palada de ceniza encima, cincuenta y cuatro años y un fardo sobre los hombros, Courbet…”, Así refleja David Bosc el inicio de ese triste viaje, -en el que carga con sus lienzos, sus cajas de colores y su caballete-, una andadura en la que tiene como única compañía la de su joven discípulo Marcel Ordinaire. Los años de exilio que le siguen es el marco que Bosc acota para rendir un homenaje sobrio y vibrante a este gran artista, furibundo defensor de la libertad, anarquista gobernado por sus pasiones y su sed de vida.

Esta biografía novelada, finalista de los premios Goncourt y Decémbre y ganadora del Marcel Aymé y del Premio Suizo de Literatura, nos presenta a un Courbet que se resiste a ser derrotado. Un artista que, sirviéndose con frecuencia de la paleta, sigue trabajando a ritmo trepidante sus delicadas pinturas al óleo. Un hombre cuyo máximo placer era bañarse “en cualquier corriente, arroyo, río o lago que no fueran alcanzados por el hielo o la sequía”. Un ser humano singular con su barrigón y su barba de leñador, “a quien le gustaba reír y hacer reír, opinando de todo y sin relajar en momento alguno su libertad. Amante de la carne y con las venas llenas de sangre, sensual, continuamente maravillado por la alegría de vivir, posaba sobre la naturaleza una mirada certera, a la altura de la existencia, sin escamotear ni cielo ni tierra”.

Fuente: hoyesarte

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