Gustave Courbet (1819-1877)
El taller del pintor, alegoría real que determina una fase de siete años de mi vida artística y moral
Entre 1854 y 1855
Óleo sobre lienzo
361 x 598 cm
Museo de Orsay
El taller del pintor, alegoría real que determina una fase de siete años de mi vida artística y moral
Entre 1854 y 1855
Óleo sobre lienzo
361 x 598 cm
Museo de Orsay
Este cuadro-manifiesto, fue rechazado por el jurado del Salón, siendo la estrella de la exposición particular que Courbet organiza en margen de la Exposición Universal de 1855. Su subtítulo -Alegoría real determinante de una fase de siete años de mi vida artística y moral– proporciona el alcance del ambicioso y un poco enigmático propósito del pintor. "Es el mundo que viene a hacerse pintor a mi casa", precisa Courbet "en la derecha, todos los accionistas, es decir los amigos, los trabajadores, los aficionados del mundo del arte. En la izquierda, el otro mundo de la vida trivial, el pueblo, la miseria, la pobreza, la riqueza, los explotados, los explotadores, la gente que vive de la muerte". En la parte derecha, reconocemos en particular el perfil barbudo de Alfred Bruyas, y detrás de él, de frente, el filósofo Proudhon. El crítico Champfleury está sentado encima de un taburete, mientras que Baudelaire está ensimismado por la lectura. La pareja del primer plano viene para personificar a los aficionados de arte y, cerca de la ventana, dos amantes representan al amor libre. Respecto a la "vida trivial", encontramos a un párroco, un comerciante, un cazador, que podría tener los rasgos de Napoleón III°, o también un obrero inactivo y una mendiga que simbolizan la pobreza. Observamos también la guitarra, la daga y el sombrero que, con el modelo masculino, estigmatizan el arte académico. La identificación de estas figuras sigue siendo sin embargo incierta. En el centro, como un mediador, el artista, en persona, está acompañado por figuras benevolentes: una mujer-musa, desnuda como la Verdad, un niño y un gato. Se emitieron las más diversas especulaciones, en cuanto al sentido real del cuadro. Con El Taller del pintor, Courbet replantea las jerarquías de los géneros, proporcionando a su manifiesto personal el rango y el formato de la más prestigiosa pintura de historia.
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