jueves, 10 de marzo de 2011

EXHIBEN EN LA HABANA OBRAS DONADAS POR LA FUNDACIÓN BROWNSTONE


Obras de significativos creadores de las vanguardias occidentales del arte universal del siglo XX han sido donadas por la Fundación Brownstone al Museo Nacional de Bellas Artes de Cuba —en lo que constituye la donación más trascendente desde que se reinauguró la institución en el año 2001. La colección se halla expuesta en el Centro de arte contemporáneo Wifredo Lam y el edificio del Museo de Arte Universal en La Habana con el título de Mi amor al arte y por Cuba.

Las 108 obras gráficas donadas constituyen una entrega invaluable para la colección de arte internacional de la segunda mitad de la pasada centuria que cuenta en la institución cubana con fondos de un centenar de obras procedentes de Asia, América y Europa, y ahora se amplía con autores esenciales —provenientes del donativo— como Andy Warhol, Marcel Duchamp, Pablo Picasso, Camille Pissarro, Georges Rouault, Donald Judd, Joan Miró, entre otros.

Gilbert Brownstone preside la fundación que lleva su nombre desde 1999, creada en París con el “objetivo esencial de apoyar e impulsar acciones solidarias y sociales a favor del desarrollo cultural y la educación de los pueblos”. De origen norteamericano, radicado en Francia y de nacionalidad suiza, apenas se creería que este hombre de apariencia sencilla y comunicación llana, quien responde en su español levemente afrancesado con agudeza a los periodistas cubanos, es acreedor de una biografía inusual apenas conocida. Crítico de arte, museólogo, especialista y curador, graduado de altos estudios en La Sorbona y de Historia del Arte con el prestigioso Pierre Francastel; comisario en el Museo de Arte Moderno de París, luego director del Museo Picasso en Antibes y poco después conservador del Museo de Israel en Jerusalén. Autor de seis libros de arte, Brownstone ha estado, según precisó en su discurso la directora del Museo Nacional de Bellas Artes de Cuba, “cerca de artistas, intelectuales y contemporáneos excepcionales y ha sido un viajero incansable”. Mas, en especial, es su condición humanista y filantrópica la que le distingue hoy entre otras notables personalidades que pertenecen al mundo del arte internacional.

Sus piezas que enriquecen, desde el 25 de enero de 2010, el patrimonio artístico cubano para ser conservadas y exhibidas, se vinculan íntimamente con el itinerario profesional del coleccionista. Fueron adquiridas en su etapa estudiantil o cuando laboró como curador y director de museos y galerías. Por ello, comparten con los cubanos su “historia de aprendizaje y de trabajo”. Ellas “penetraron mi vida con cariño, y hoy —declaró Brownstone— las pongo en las manos del pueblo cubano, y por todas esas razones, dedico esta donación a Gerardo, Antonio, Ramón, Fernando y René”.

Se trata de una donación factible aún de ampliarse más, y que no solo se verá en la capital; sino también en otros lugares del país. Este patrimonio ha quedado al cuidado de un Comité de Vigilancia que estará al tanto de la entrada de otros donativos artísticos.

Resaltan en la colección la serie 24 Portraites Imaginaires, litografías que regalara la viuda de Picasso al coleccionista, y que datan de un período en que el gran genio del cubismo profundizara en la obra de Velázquez. Se trata de retratos desenfadados que aportan la producción del español al patrimonio insular (http://www.lajiribilla.cu/2010/n470_05/470_18.html).

Indudable mérito comporta la contribución de la serigrafía de Andy Warhol, La vaca, que funcionó como anuncio de la primera muestra del artista pop en Francia, exposición curada por Brownstone.

Y más allá del suceso mismo que comporta la donación, resulta de indudable importancia para la enseñanza de las artes en Cuba la tenencia de piezas de significativos creadores. Entre estos, se halla un retrato de Marcel Duchamp, “Fumeé”, penúltima obra realizada por quien fuera el gran subversivo de la modernidad artística del siglo XX, y que aparece en la litografía fumando un tabaco, una coincidencia surrealista con la estancia actual de la cartulina en Cuba, pues bien pudiera ser uno de nuestros habanos, como le gusta imaginar al donante.

A partir de ahora, las presentes y futuras generaciones de cubanos ya no tendrán que visualizar solo a través de libros o archivos digitales obras de algunos representativos artistas del siglo XX que anteriormente no atesoraba la institución, sino en nuestro propio museo.

Algunas piezas son realmente “queridas” por el coleccionista, quien describió, en ese sentido, una obra de Edward Kienholz con la figura del tío Sam para un cartel antiguerrerista contra la Segunda conflagración Mundial, o un Miró (Sin título, 1975) que calificó de “excelente y muy fuerte”.

El minimalismo se halla en la colección de obras gráficas representado con una calcografía de Donald Judd (“Open Cube”), igualmente resaltan obras de Roberto Matta, Camille Pissarro, Robert Rauschenberg, Georges Rouault, Sol Lewitt o Antonio Tapies cuyos nombres pueden ofrecer una idea de que hay creadores cardinales de la vanguardia artística universal en la ofrenda de la Fundación Brownstone.

Como especialista en la obra de André Masson, Brownstone ha incluido en su donación una serie de litografías de tema erótico que pueden ser vistas en el Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam. Esta serie de Dibujos eróticos serán, me anticipo, una de las series de grabados más gustadas de la exposición. Asimismo, una serie de 12 estampas tituladas La última visita de Mao a Venecia, de Erró Gudmundor que serán disfrutadas en el Museo de Arte Universal.
El propio Gilbert Brownstone cierta vez ha dicho que se siente marcado por los dramas que vive el mundo, y cómo el arte es también una vía de expresión para que los artistas expresen cómo ven al ser humano en este inicio del siglo.

A una personalidad como Gilbert Brownstone, familiares de los Cinco héroes cubanos le obsequiaron, en la apertura de la muestra y luego de su discurso inaugural, un ramo de cinco rosas blancas en gratitud a su amor por Cuba que es lo mismo que decir, en nombre de los cubanos antiterroristas injustamente prisioneros desde hace más de 12 años en cárceles de los EE.UU.



"Mi amor al arte, mi amor a Cuba"

Por Gilbert Brownstone
Fecha: 2 de marzo de 2011

Decía José Martí que “…la felicidad existe sobre la tierra y se le conquista con el ejercicio prudente de la razón, el conocimiento de la armonía del universo y la práctica constante de la generosidad”. Creo sinceramente que el pueblo de Cuba ha hecho, hace y continuará haciendo mucho por su felicidad. Ojalá que las obras donadas por la Fundación Brownstone contribuyan modestamente a abrir mayores espacios de conocimiento, cultura y libertad. Si hubiese que dar un título a la colección donada por la Fundación que lleva mi nombre y el de mi familia, podría ser: Mi amor al arte, mi amor a Cuba.

No serán estas palabras un ejercicio de crítica de arte, ni un ensayo pedagógico sobre la relevancia de los artistas y las obras incluidos en la colección donada por la Fundación Brownstone al pueblo de Cuba, pues se trata de artistas suficientemente reconocidos. Sin embargo, pretendo aprovechar el espacio que me ofrece este material impreso ―memoria de la colección donada― para explicar, en primer lugar, el porqué de mi encantamiento ―no ciego― con Cuba y para compartir los recuerdos sobre cómo llegaron algunas de estas piezas a mis manos.

Nunca tuve el deseo de poseer o retener de manera permanente muchas obras de arte. En ese sentido, mi conducta es la misma respecto a los seres humanos. Convivo con algunas obras porque soy amante de la belleza de las formas elevadas por el pensamiento. Adquirí la mayoría de estas piezas durante mis años de estudiante de historia del arte en París, y mi desempeño como curador y director de museos y galerías. Por tanto, esta donación tiene el valor de estar compartiendo con el pueblo cubano mi historia de aprendizaje y de trabajo.


Ese gran inspirador del arte de su tiempo y del futuro que fue Marcel Duchamp exponía en una importante galería parisina, probablemente una de sus últimas muestras personales en vida. Él y el galerista habían decidido imprimir una obra litográfica que venderían durante la inauguración por el valor de un peso, como si se tratara de un acto surrealista. Casi ningún asistente compró, quizá porque no confiaron en la propuesta, atractiva y sincera, pero también demasiado provocadora pues Duchamp ya valía mucho. La pieza reproducía una de las manos de Duchamp sosteniendo un puro emanante de humo. Quiero pensar que bueno y aromático como los mejores tabacos cubanos.

Siendo nombrado director del Musée Picasso d'Antibes, el director saliente me consultó si quería reunirme con el artista. Pasé toda una noche sin dormir, considerando seriamente la propuesta. Imaginé que una conversación con Picasso implicaría una presentación y discusión del programa esbozado para el funcionamiento vital de esa institución, que contaba con dos pisos de muestra permanente de su obra y un tercero para exposiciones itinerantes de arte contemporáneo. Mi respuesta fue negativa. Unos meses después murió el más grande cubista y uno de los más significativos pintores y artistas del siglo pasado. Ocho años más tarde, conversando con su viuda Jacqueline, le conté mi tormento con el asunto y ella rió porque a Picasso no le gustaba preguntar demasiado y nunca se hubiese cuestionado mi proyecto. Finalmente me regaló todas las obras del maestro que forman parte hoy de esta colección.

A Andy Warhol le organicé su primera exposición personal en Francia durante 1971, cuando era curador del Musée d’ Art Moderne de la Ville de París. “La vaca”, serigrafía incluida en esta colección, promocionó aquella muestra. Con la gran escultora norteamericana Louise Nevelson, quizá menos conocida, entablé una relación de amistad curando algunas de sus exposiciones. La pieza gráfica que dono es una prueba de artista que me dedicara y regalara. Estudié profundamente a ese sensible de los cataclismos y crueldades de su época que fue André Masson, y por eso lego este conjunto de litografías eróticas, más sensuales y menos violentas que otras obras suyas.


Las piezas de Rouault y Vuillard probablemente las compré en las sesiones de la antigua Sala de Subastas de París, aún siendo estudiante. Aprendía con avidez sobre sus obras y me resultaba casi irresistible, teniendo algunos recursos económicos y ahorrando lo que restara, no adquirir alguna de aquellas piezas gráficas que se vendían ―en aquella época― a precios razonables. De la misma manera, fui un buen amigo de Alexander Calder, con sus móviles y stabiles, y de Joan Miró, con sus híbridos de imaginación y realidad.

Ahora quiero expresar en pocas palabras mi amor a Cuba. Llegué a este país por primera vez en julio de 2001 y por sugerencia de un viceministro de Cultura ―quien sin muchos preámbulos me recibió en su despacho― comencé a conocer más profundamente de los avances del arte cubano por sus escuelas insignias en La Habana: la Academia de Arte San Alejandro y el Instituto Superior de Arte (ISA). Fue bueno iniciar la travesía en tales ámbitos educacionales pues quizá desde ningún otro espacio se puede comprender mejor y más rápidamente lo fuerte, valiosa, numerosa, contextual y, al mismo tiempo, universal que es la creación artística en este país–isla, ―relativamentepequeño― con muchas dificultades impuestas a su desarrollo tanto desde el exterior, como surgidas desde dentro.

Hoy en día no sé si soy socialista. En mi juventud fui fundamentalmente anarquista y quizá hoy, ya algo re-visitado y vago, aunque siempre inconforme, soy, sí, humanista. He vivido y viajado lo suficiente como para no formular conceptos tremendos. Pero puedo decir, sin temor a equivocarme, que el pueblo cubano es uno de los más preparados en el mundo para apreciar cualquier forma de arte.

La voluntad educativa de la Revolución fue tan radical y profunda; su determinación de socializar lo mejor de su producción artística, adquiriendo la experiencia estética; su decisión de captar y formar todos los talentos posibles, que, aun con errores y dogmatismos por medio, aun con carencias materiales severas, es notable el entusiasmo popular generado por un buen hecho cultural; son visibles el conocimiento y la sensibilidad con los que se disfruta; son evidentes la libertad, la valentía y la irreverencia de los creadores, su compromiso con la nación y su futuro; es innegable el acto de justicia y de dignidad cultural que significó y significa el proceso revolucionario.

Luego de todos estos años de visitas continuadas a Cuba, comprendiéndola mejor en sus contradicciones y habiendo hecho muchos amigos sinceros, artistas, profesores, promotores de arte y responsables, honestos e incansables, consideré definitivamente que las obras donadas hoy por la Fundación de manera permanente al pueblo de Cuba estarían en buenas manos, en las mejores manos.Estas obras entraron en mi colección y penetraron mi vida con cariño. Hoy las pongo en las manos del pueblo cubano y por todas estas razones, dedico esta donación a Gerardo, Antonio, Ramón, Fernando y René.

Aunque algunos puedan no creerme, no tengo nada sino el tesoro más precioso: dos gardenias y ustedes… A las palabras de José Martí “…tomo a un amigo sincero y pongo a un lado el amor…”, hoy agrego con todo respeto: “y el arte”.

Fuente: La Jiribilla

No hay comentarios:

Publicar un comentario