Li Kunwu narra en un cómic el destino de una China transformada por el Gran Timonel comunista
¡Jamás se debe dudar de Mao Zedong! Las palabras del Gran Timonel son las pautas para crear una gran China. Y la mejor herramienta para llevar a cabo la revolución maoísta es... un pincel. Miembro del Partido Comunista Chino (PCCh) y antiguo dibujante de propaganda, Li Kunwu nació en 1955, cuando el gigante asiático estaba a punto de convertirse de una sociedad feudal en una gran potencia comunista. Li vivió una transformación sólo comparable con la Revolución rusa de 1917.
Li dio su vida a Mao, al PCChy a su país. Una vida marcada por el Pequeño Libro Rojo (conjunto de citas de Mao que los chinos llaman Yu Lu), el Gran Salto Adelante y la Revolución Cultural, una vida entregada a la revolución, aceptando sus éxitos y sus excesos. Un destino personal y el de un país hoy, la segunda potencia económica del mundo después de Estados Unidos que Li narra en Una vida china, una novela gráfica en tres tomos publicada en Francia. La primera parte salió en las librerías españolas este verano y se espera la segunda para esta última semana de noviembre (editorial Astiberri).
A partir de sus recuerdos de niño y de sus experiencias como adulto después, Li muestra el cambio y el desarrollo de China en los últimos 50 años. "Este era el objetivo. Lo más importante es explicar a los jóvenes de dónde viene la sociedad actual; que entiendan su evolución y la situación en la que estábamos ayer, anteayer e incluso antes", explica por correo electrónico Li, en la actualidad administrador de la Asociación de Artistas de Yunan (sur de China) y del Instituto Chino de Estudios de Dibujos de Prensa.
Li no es, sin embargo, el único autor de Una vida china, una obra que necesitó cinco años de trabajo. Para narrar su vida y la historia de su país, contó con la ayuda de un francés instalado en el país asiático y casado con una china, Pascal Ôtié. "Quería buscar una visión de China, desde un punto de vista histórico y cultural, que todo el mundo, tanto chinos como occidentales, pueda aceptar. Porque es muy difícil hablar de China y de satisfacer a todos: cada uno tenemos nuestra visión sobre este país, según nuestras opiniones políticas o nuestra nacionalidad", apunta el francés.
Sueño revolucionario
El primer tomo de Una vida china se llama El tiempo del padre y arranca en 1950, cuando el sueño revolucionario de Mao se hace realidad, y termina en 1976, año de la muerte del líder comunista. Li confía sus recuerdos más íntimos y expresa con toda naturalidad las contradicciones del nuevo orden chino: canta las palabras de Mao y es testigo de la hambruna de los años cincuenta y sesenta causada por el Gan Salto Adelante; admira a su padre, comunista desde la primera hora recluido durante años en un "campo de reeducación" tras la Revolución Cultural, una época de terror cuyo objetivo oficial era acabar con la antigua China.
Porque el sueño de Li era ser miembro del Partido Comunista Chino y "hacer la revolución": fue soldado, voluntario en el campo, propagandista. Había que renunciar a los cuentos de hadas ancestrales y "amar a Mao más que a sus propios padres". La segunda entrega del cómic se titula El tiempo del Partido, cuando el dibujante está dispuesto a sacrificarlo todo por sus ideas políticas, incluso a su familia.
"Había que ayudar a Li a buscar en lo más profundo de sí mismo. Es sólo después de un año y medio de trabajo que recordó haber visitado a su padre en un campo de reeducación. Esos momentos, muy dolorosos para él, fueron difíciles de sacar. Fue una labor lenta y agotadora", explica Ôtié. Para recordar, Li utilizó los bocetos que hace desde niño para comunicarse: "Para decir a mi madre que iba a comer a la cantina, le dejaba el dibujo de un cuenco rodeado de gente".
La fuerza de Una vida china es presentar por primera vez en formato cómic considerado como un género menor en China la historia de una de las actuales mayores potencias del mundo desde la perspectiva de un chino. La obra aún no se ha publicado en China, aunque Li espera que sus compatriotas puedan leerla pronto: "Cuando los jóvenes entran en el mercado del trabajo, sólo piensan en cómo comprarse un coche y un piso. Esto es algo que me preocupa mucho. Recuerdo un viejo dicho de mi país: si una persona no conoce el sufrimiento, no hay esqueleto". Una frase que no aparece en el Pequeño Libro Rojo de Mao.
Fuente: Guillaume Fourmont (Público)
¡Jamás se debe dudar de Mao Zedong! Las palabras del Gran Timonel son las pautas para crear una gran China. Y la mejor herramienta para llevar a cabo la revolución maoísta es... un pincel. Miembro del Partido Comunista Chino (PCCh) y antiguo dibujante de propaganda, Li Kunwu nació en 1955, cuando el gigante asiático estaba a punto de convertirse de una sociedad feudal en una gran potencia comunista. Li vivió una transformación sólo comparable con la Revolución rusa de 1917.
Li dio su vida a Mao, al PCChy a su país. Una vida marcada por el Pequeño Libro Rojo (conjunto de citas de Mao que los chinos llaman Yu Lu), el Gran Salto Adelante y la Revolución Cultural, una vida entregada a la revolución, aceptando sus éxitos y sus excesos. Un destino personal y el de un país hoy, la segunda potencia económica del mundo después de Estados Unidos que Li narra en Una vida china, una novela gráfica en tres tomos publicada en Francia. La primera parte salió en las librerías españolas este verano y se espera la segunda para esta última semana de noviembre (editorial Astiberri).
A partir de sus recuerdos de niño y de sus experiencias como adulto después, Li muestra el cambio y el desarrollo de China en los últimos 50 años. "Este era el objetivo. Lo más importante es explicar a los jóvenes de dónde viene la sociedad actual; que entiendan su evolución y la situación en la que estábamos ayer, anteayer e incluso antes", explica por correo electrónico Li, en la actualidad administrador de la Asociación de Artistas de Yunan (sur de China) y del Instituto Chino de Estudios de Dibujos de Prensa.
Li no es, sin embargo, el único autor de Una vida china, una obra que necesitó cinco años de trabajo. Para narrar su vida y la historia de su país, contó con la ayuda de un francés instalado en el país asiático y casado con una china, Pascal Ôtié. "Quería buscar una visión de China, desde un punto de vista histórico y cultural, que todo el mundo, tanto chinos como occidentales, pueda aceptar. Porque es muy difícil hablar de China y de satisfacer a todos: cada uno tenemos nuestra visión sobre este país, según nuestras opiniones políticas o nuestra nacionalidad", apunta el francés.
Sueño revolucionario
El primer tomo de Una vida china se llama El tiempo del padre y arranca en 1950, cuando el sueño revolucionario de Mao se hace realidad, y termina en 1976, año de la muerte del líder comunista. Li confía sus recuerdos más íntimos y expresa con toda naturalidad las contradicciones del nuevo orden chino: canta las palabras de Mao y es testigo de la hambruna de los años cincuenta y sesenta causada por el Gan Salto Adelante; admira a su padre, comunista desde la primera hora recluido durante años en un "campo de reeducación" tras la Revolución Cultural, una época de terror cuyo objetivo oficial era acabar con la antigua China.
Porque el sueño de Li era ser miembro del Partido Comunista Chino y "hacer la revolución": fue soldado, voluntario en el campo, propagandista. Había que renunciar a los cuentos de hadas ancestrales y "amar a Mao más que a sus propios padres". La segunda entrega del cómic se titula El tiempo del Partido, cuando el dibujante está dispuesto a sacrificarlo todo por sus ideas políticas, incluso a su familia.
"Había que ayudar a Li a buscar en lo más profundo de sí mismo. Es sólo después de un año y medio de trabajo que recordó haber visitado a su padre en un campo de reeducación. Esos momentos, muy dolorosos para él, fueron difíciles de sacar. Fue una labor lenta y agotadora", explica Ôtié. Para recordar, Li utilizó los bocetos que hace desde niño para comunicarse: "Para decir a mi madre que iba a comer a la cantina, le dejaba el dibujo de un cuenco rodeado de gente".
La fuerza de Una vida china es presentar por primera vez en formato cómic considerado como un género menor en China la historia de una de las actuales mayores potencias del mundo desde la perspectiva de un chino. La obra aún no se ha publicado en China, aunque Li espera que sus compatriotas puedan leerla pronto: "Cuando los jóvenes entran en el mercado del trabajo, sólo piensan en cómo comprarse un coche y un piso. Esto es algo que me preocupa mucho. Recuerdo un viejo dicho de mi país: si una persona no conoce el sufrimiento, no hay esqueleto". Una frase que no aparece en el Pequeño Libro Rojo de Mao.
Fuente: Guillaume Fourmont (Público)
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