Martes, 15: 10.00 h. Derechos humanos en el contexto internacional: la crisis del modelo.
21.00 h. Clausura
Si hay algo que caracteriza a la obra de Nolde es la audacia en el uso del color y una libertad absoluta en el tratamiento de las formas. Algo que casa mal con su proximidad al nazismo. Tan mal, que finalmente el nazismo se desprendería de él, acusándole de practicar un arte degenerado.
Cuando Van Gogh deformaba en su pintura la naturaleza y el mundo que le rodeaba, y capturaba, casi a ciegas, los sentimientos y las pasiones del ser humano, anunciaba ya la sensibilidad expresionista que Munch, Ensor, Barlach, incluso Matisse (aunque por otros caminos), acabarían configurando en medio de un ventisquero de inquietudes que, en 1905, empezaron a codificarse en Dresden. Emil Nolde, que se uniría a ese grupo innovador –Kirchner, Schmidt-Rottluff, y sus compañeros– que había coincidido en la capital sajona, se convertiría en uno de los pintores expresionistas más relevantes, y la gran exposición realizada recientemente en el Grand Palais de París ha vuelto a poner de actualidad la figura de este pintor torturado, moderno pese a su conservadurismo, compañero de los nazis, original e insatisfecho, propenso a creer que el mundo conspiraba contra él, condenado por el III Reich al infierno de la degeneración. Esa retrospectiva parisina es una de las más importantes que nunca se han realizado sobre él: hay que retroceder hasta 1969 para encontrar, al menos en Francia, una muestra anterior suya de cierta importancia. En realidad, Emil Nolde se llamaba Emil Hansen, aunque adoptó como apellido la denominación de la pequeña aldea de Schleswig-Holstein donde nació, Nolde, situada en esa zona fronteriza de Dinamarca y Alemania, tantas veces disputada.
Tuvo una larga vida de casi noventa años que le permitió conocer el nacimiento del Deutsches Kaiserreich guillermino, su desaparición, la revolución alemana ahogada en sangre, la llegada de la República de Weimar y del Tercer Reich, el hundimiento del nazismo, y la división de Alemania. El joven vástago de una familia campesina, nacido en 1867, tal vez estaba destinado a continuar el duro trabajo de sus padres, pero se hizo tallista en madera y empezó a trabajar en una mueblería, donde se interesó por la escultura e incluso por la pintura, aunque de una forma intuitiva, inclinación que consolidaría durante sus estudios en Munich y en París. Tenía preocupaciones religiosas, que después se plasmarían en su obra; una inclinación al misticismo y, también, un sentimiento de pertenencia a la nación germánica, pese a ser hijo de una tierra de frontera, equívoca, cuestionada. De hecho, a consecuencia del Tratado de Versalles y de la rectificación de fronteras decidida por los vencedores de la gran guerra, en su región natal de Schleswig-Holstein se celebró un referéndum que convirtió al norte de Schlewig en territorio danés.
Con poco más de veinte años, Nolde había descubierto a Millet y a Whistler, y se instaló en Karlsruhe, donde asistió a la Escuela de Artes Aplicadas. Vivirá después en Saint-Gall, en Suiza, y, en 1899, recala en París, donde continúa asistiendo a academias, prolongando su periodo de aprendizaje, aunque tiene ya treinta y dos años. El museo del Louvre le permitirá estudiar a Tiziano y a Rubens y, también, a Puvis de Chavannes, aunque éste no le interesaba especialmente. Después, merodeó por la pintura de Manet, Degas, Daumier, aunque se reafirmó en sus inclinaciones contrarias al impresionismo, que le llevarían a oponerse a Liebermann, Corinth, Slevogt, exponentes del impresionismo alemán. En su evolución artística había rechazado los moldes de la Sezession berlinesa, y, cuando vuelve a su país (aunque Nolde se siente germánico), vive durante un año en Copenhague: en esa etapa le atrae la peculiar naturaleza del norte de Europa, esa región fría de marinas desbordantes, y estudia a Van Gogh y, después, a Gauguin.
A la capital francesa fue cuando terminaba el siglo, aunque París lo decepcionó, según nos cuenta Nolde en sus memorias. Allí, interroga a Manet (el padre involuntario del impresionismo, que había muerto casi veinte años atrás y cuya Olimpia había causado un escándalo antes de que el propio Nolde naciera), a Degas, a Van Gogh (también muerto diez años antes), aunque Renoir le parece prescindible. Pero el arte occidental está cambiando de una forma vertiginosa: una década después Nolde se interesa por Matisse, que tiene casi su misma edad, y que ya muestra inclinación por el arte primitivo africano, como el joven Picasso. Nolde frecuenta artistas, bebe de la tradición y de los movimientos contemporáneos, pero es un hombre solitario, con tendencia a aislarse de la vida, obsesivo, aunque permanezca muy atento a la evolución del arte en Europa. Tal vez por ello, su relación con la Sezession alemana y con Die Brücke fue circunstancial, y su expresionismo es singular, exaltado, casi fanático. Esa curiosidad por el arte que Europa llama primitivo aumentará en Nolde hacia finales de 1911, cuando frecuenta el Museo etnológico de Berlín (antes de su salida en la expedición alemana que se dirige a los mares del Sur) y, en él, observa con detenimiento máscaras africanas y melanesias, arte egipcio, copto y chino, que influirán en su evolución.
En 1901, Nolde alquila un apartamento en Berlín: observa las noches locas, aunque escribe: “no amo estar aquí”; algo que no le impide decir también que Berlín es una ciudad estimulante. Los primeros años del siglo XX, previos a la gran guerra, son los que denominará en sus memorias “los años de combate”. No sospechaba hasta qué punto iban a cambiar la historia. En la capital alemana observa el espectáculo de la decadencia de la sociedad burguesa, y lo pinta con personajes vestidos con fracs negros que contrastan con los colores brillantes, las luces artificiales, el apogeo de la nueva gran potencia alemana que quiere disputar a Londres y París el secreto de la hegemonía y la gloria del mundo capitalista. Es ya un hombre maduro, y los años corren veloces. En 1906, el grupo Die Brücke (Kirchner, Schmidt-Rottluff, Heckel, Pechstein y otros) invita a Nolde a Dresden. A todos ellos les atraen las tempestades de colores de Nolde, que acepta la invitación del grupo para colaborar. Sin embargo, es un hombre mayor (tiene ya casi cuarenta años) que los pintores de Die Brücke y, poco después, Nolde abandona Dresden y se va a vivir a la isla de Alsen, pegada a la península danesa, una tierra que en ese momento es alemana, aunque volvería a ser danesa después de la gran guerra. Esa dualidad de Alsen puede aplicarse también a Nolde: a veces, es danés; en ocasiones, alemán, aunque acaba predominando el germanismo. Sigue muy interesado en la pintura, pero también en los grabados en madera, en las litografías. Los colores violentos, el primitivismo, son rasgos que le unen a otros expresionistas de principios de siglo, aunque no por ello deja de ser un solitario. En la retrospectiva parisina podían verse obras de su primera etapa: Mar, atmósfera luminosa, de 1901, con la línea del horizonte remarcada en blanco; Claro de luna, de 1903, con una casa en primer término, una claridad en medio del atardecer, que denota soledad, tal vez la que él mismo sentía. También, El huésped de vacaciones (hombre bajo los árboles), de 1904, donde un hombre lee bajo un árbol, y la atmósfera está llena del colorido impresionista, con grumos de pintura por el lienzo; Primavera en la habitación, de 1904, con una mujer ensimismada. De igual forma, podía verse el inquietante Retrato de Ada, de 1903, donde su mujer se sujeta la cabeza y mira al espectador con ojos inquisitivos. En 1906, ya en contacto con Die Brücke, Nolde trabaja el grabado sobre madera, de aspecto rudo y antiburgués, muy querido por los expresionistas. Además, desarrolla la litografía. Dos personajes en el albergue, de 1908, es apenas unas tacas negras en el papel, que perfilan de forma imprecisa a los personajes. Y Los mineros, de 1908, tela que muestra a un grupo de cuatro picadores sentados a la mesa, conversando, donde el personaje de la derecha recuerda vagamente a Bakunin.
Los grabados en madera expresionistas de Nolde son negros, ásperos, deliberadamente “feos”, y las pinturas de 1906 y 1907, con jardines, denotan un abuso del color, un caos abigarrado que confunde objetos y personas para fundirlo todo en una orgía cromática. En esos años, pinta también lienzos con figuras que conversan, que están de pie, en la naturaleza, en jardines, vestidos con largas túnicas hasta los pies. De ese tiempo es El pintor Schmidt-Rottluff, de 1906, donde vemos a su camarada con gorra y un cigarro en la mano, que se confunde en la disposición grandes manchas, en una tela feudataria del fauvismo. Poco después del inicio de la gran guerra, Nolde vuelve a la isla de Alsen, y allí pinta más de ochenta cuadros, aprovechando sus recuerdos del viaje a los mares del Sur iniciado el año anterior. En esos años, trabaja con pasión: Retrato de hombre (Gustav Schiefler), de 1915, donde el personaje está con sombrero de copa, gafas, y una atmósfera mortuoria a la que ayuda una mirada fría, sin ojos apreciables. Su obra religiosa empieza a ser muy importante: hasta el punto de que, entre 1909 y 1951, Nolde pinta cincuenta y cinco cuadros de esa temática. Sin duda, la serie La vida de Cristo, que ilustra en nueve lienzos momentos relevantes de ese profeta y dios, es su trabajo más notable en esa época, considerada por muchos como su obra más importante. La serie, de 1911-1912, tiene nueve episodios, con escenas del nacimiento, y otras que muestran a Jesús con los doctores del templo; a los reyes magos a Cristo y Judas, a las mujeres en la tumba, y al apóstol Tomás. La impresión del conjunto es poderosa, con el estallido de colores y las figuras estilizadas del expresionismo. Antes, había pintado Cristo en Betania, de 1910, con el nazareno y dos mujeres, en ese pueblecito en el monte de los olivos no lejos de donde el resucitado ascendió a los cielos, representados en una actitud equívoca, puesto que parecen más unas amigas conversando que figuras relevantes del cristianismo. El profeta tiene el cabello rojizo, decididamente femenino. También es de esos años La crucifixión, de 1912, con la gran figura del Cristo, esquelética, doliente, y, a sus pies, María Magdalena, María y Juan, y los dos ladrones crucificados, cuadro inspirado en el retablo renacentista de Grünewald, y, abajo, soldados y mujeres. Así como La resurrección, de 1912, con una fantasmal figura de Cristo que surge de las sombras. Y La Ascensión, del mismo año, con el nazareno que semeja una mujer exhibiéndose en medio de un grupo de hombres. Y La incredulidad de Tomás, de 1912, con el personaje bíblico a quien Cristo, también afeminado, enseña sus llagas, pese a parecer una figura que se comporta como si llevase un vestido de noche. Fueron pintadas en Berlín, simplificando la forma de las figuras, con un deliberado primitivismo, que modela toscamente los personajes.
A partir de mediados de los años veinte, Nolde se instala en Seebüll: no tardaría mucho en llegar la época nazi y, con ella, su triunfo fugaz y su desgracia. Nolde había dicho: “No conozco nada de política. Arte y política me parecen opuestos.” Sin embargo, Nolde pasó de una sensibilidad próxima a la izquierda revolucionaria (aunque nunca tuvo el vigor crítico y la aspereza del Beckman posterior a la gran guerra, ni, mucho menos, el rigor y la denuncia ante el espectáculo de la podredumbre del capitalismo que mostraron Grosz o Dix) al apoyo a la causa nacionalista. Nolde tiene 66 años cuando los nazis llegan al poder: ha vivido treinta y tres años en cada uno de los dos siglos. Está viejo, cansado, pero espera grandes cosas del nazismo, sin saber que él mismo pasará del nacionalismo y de la exaltación hitleriana a la infamia del arte degenerado. En abril de 1933, Nolde saluda en una carta el “hermoso levantamiento del pueblo alemán”, el mismo mes en que los nazis cierran la Bauhaus de Berlín, decisión que no parece inquietarle. En ese año en que las olas del peligro llegan a todos los puertos alemanes, la Liga nacional-socialista de estudiantes propone a Nolde como presidente de las Escuelas de arte unidas. Nolde lo rechaza “para preservar su independencia”, pero se ve obligado a dejar la Academia prusiana de bellas
artes. En ese momento, Goebbels era favorable al expresionismo, y compite con el reichsleiter Alfred Rosenberg para conseguir el control de la cultura en el III Reich. El ministro de Propaganda apuesta por autores como Nolde y Munch en la búsqueda de un arte racial que sea una de las expresiones culturales de la nueva Alemania nazi. La ambivalente actitud de los nazis hacia el arte moderno, que se debate en sus inicios entre la inclinación de una parte de la juventud nazi hacia el expresionismo, y el afán de satanizar la pintura moderna como fruto de la conjura bolchevique y de la influencia judía, termina cuando Hitler proclama su aversión hacia el arte moderno. En noviembre de 1933, Nolde, Schmidt Rottluff, Heckel, Barlach, Behrens, entre otros, son invitados a la inauguración oficial de la Cámara de Cultura del Reich, pero no todos responden con el entusiasmo de Nolde, que es también invitado por Himmler a Munich: todo parece sonreírle, y el pintor está fascinado por el discurso de Hitler, a quien califica de “genial hombre de acción”.
Después de la muerte de Hindenburg, en 1934, Goebbels impulsa el culto a Hitler. Una declaración de lealtad, publicada en el Völkischer Beobachter (El observador popular, órgano oficial del partido nazi, NSDAP) lleva las firmas de Furtwängler, Richard Strauss y Nolde, entre otros muchos intelectuales y artistas. En septiembre de ese mismo año, Nolde se afilia al NSAN, National-Sozialistische Arbeitsgemeinschaft Nordshleswig, una cooperativa nazi. Poco después, el NSAN es absorbido por el partido nazi del norte, NSDAP-N. De hecho, desde los años veinte, Nolde había colaborado con grupos que están en el origen del nazismo. En 1934, Nolde es miembro de los grupos nazis de Schleswig-Holstein, que se integrarán en el NSDAP poco después. En esos años, su lenguaje coincide con el discurso del nacionalsocialismo: Nolde califica a los judíos como “hombres diferentes a nosotros”; no acepta la menor crítica a Hitler y quita importancia a la represión nazi, pese a todas las señales de alarma: el dirigente comunista Ernst Thälmann había sido detenido ya en 1933, y el KPD era perseguido con saña, en un momento en que Hitler ensangrentaba a Alemania: no debe olvidarse que Dachau, el primer campo de concentración nazi, se fundó en 1933, y Bergen-Belsen y Sachsenhausen en 1936. Esa actitud de Nolde, oportunista, acomodaticia, cómplice, lleva a que algunos de sus amigos, como Kirchner y Heckel, se distancien de él. Igual que Nolde, Heckel pasará de ser invitado por los nazis en 1933 a formar parte del arte degenerado, pero su evolución política será distinta. Sin embargo, Nolde no se imagina que su vida esté a punto de cambiar.
En 1937, el tribunal de Hamburgo delibera sobre la adhesión de Nolde al NSDAP. Concluye, el 18 de marzo, afirmando que Nolde “no se adhirió” al partido nazi, una forma de situarlo en la marginalidad, pese a las evidentes muestras de adhesión al nazismo que el pintor había manifestado. En julio de 1937, se sella su destino en la Alemania nazi cuando se realiza la exposición de “arte degenerado”, en Munich Nolde está representado en la muestra con cuarenta y ocho pinturas, junto a obras de Chagall, Grosz, Dix, Munch, Beckmann, Klee, Max Ernst, Kandinski, Marc, y sus viejos compañeros Kirchner, Schmidt-Rottluff y Pechstein, entre otros. Nolde ha pasado a ser un pintor degenerado, un exponente del arte que se opone a la pureza racial, que corrompe el ideal de la tradición donde debe mirarse Alemania. Así, más de mil obras de Nolde son retiradas de los museos alemanes. Es aislado por el poder nazi, y el pintor interpreta esa decisión como un eslabón más de la cadena de enemigos que ha tenido a lo largo de su vida y que, según él, siempre han pretendido marginarlo: desde los judíos, hasta los marchantes, pasando por la prensa, por algunos artistas como Max Liebermann (que había fundado junto a Walter Leistikow la Sezession berlinesa, y que fue considerado, junto a Lovis Corinth y Max Slevogt, uno de los más notables impresionistas alemanes), y culminando con los nazis. A quien padece manía persecutoria no hay nada que le reafirme más en su obsesión que una persecución real. Sin embargo, a la hora de las quejas, Nolde no quiere reparar en su inicial acercamiento al nazismo, ni en los éxitos que ha conseguido desde los años veinte. Nolde tiene una salud precaria en ese momento: es operado de un cáncer de estómago, en una curiosa coincidencia con Matisse, que padeció un cáncer de duodeno, también a edad avanzada. En ese 1937, Nolde tiene ya el viento de la historia en contra: sus obras son consideradas un ultraje a la raza aria, pero sigue intentando conseguir los favores del nazismo, hasta el extremo de que, en julio de 1938, intenta ponerse en contacto con Goebbels, y proclama, en la carta que le dirige, su defensa del partido nazi y del régimen nacionalsocialista, además de exaltar la idea de la germanidad y la importancia histórica del nazismo. Solicita, además, que se le devuelvan las obras que están en poder del Estado nazi. Goebbels no le contesta, pero le envía al pintor las obras pedidas. Esa patética sumisión de Nolde, humillante y oportunista, no le servirá de nada.
Algunas de sus etapas artísticas son muy precisas, identificables: las pinturas surgidas durante su viaje a los Mares del Sur, o las que pintó en el Berlín anterior a la gran guerra, documentando los cabarets, como hizo Toulouse-Lautrec en el París finisecular. Las acuarelas sobre figuras exóticas, de Papúa, de las islas del archipiélago de Bismarck, inspiradas durante ese viaje por el océano Pacífico entre 1913 y 1914. O sus obras sobre cuestiones religiosas, tan obsesivas; o sus marinas, tan pertinentes en un hombre nacido en una pequeña península, cerca del mar. En su tierra natal pintó los canales y el Mar del Norte; campesinos y pescadores daneses. La cuestión de la autenticidad, que tanto obsesionó a Gauguin, intentando encontrarla en la naturaleza y en la vida primitiva, está también en Nolde, como puede verse en las obras que pintó durante ese periplo por el Pacífico. Antes de de su viaje a Papúa, ese territorio disputado por británicos, alemanes y holandeses, había descubierto, en el Museo etnográfico berlinés, el arte primitivo, interesándose por objetos africanos, coreanos, chinos. Merece la pena que nos detengamos un momento en ese viaje de Nolde. La aventura se inició en Berlín, el 3 de octubre de 1913, de donde partió con su mujer, Ada. Era una expedición organizada por el Reichskolonialamt (la Oficina imperial para las colonias) y dirigida por los doctores Külz y Leber, que fue quien le ayudó a participar. Llegaron en tren a Moscú, donde permanecieron entre el 4 y el 7 de octubre, en la atmósfera opresiva del zarismo. Atravesaron después Siberia y la Manchuria: pasaron por Omsk, Tomsk, Irkust, Harbin (ya en China), y llegaron a Seúl, en Corea, que en ese momento estaba ocupada y convertida en colonia por el Japón. Alcanzaron después Kioto, Tokio, Nagasaki. De nuevo en China, llegaron a Pekín el 10 de noviembre de 1913, y pudieron admirar la ciudad prohibida y las tumbas Ming, para viajar después a Huangshi, y, en barco, llegar a Shanghai el 20 de noviembre de 1913, donde Nolde realiza una serie de acuarelas, sobre todo de juncos. Continuaron en barco hasta el río de la Perla, para visitar Hong-Kong y Cantón, y desembarcaron en Manila el 2 de diciembre. Después, visitaron las islas Carolinas, que eran colonias alemanas. Finalmente, llegaron a Madang, ya en Papúa, donde permanecieron desde el 10 de diciembre de 1913 hasta el 20 de mayo de 1914.
Ha ido trabajando a lo largo del viaje: a finales de ese 1913, Nolde remite a Alemania unas doscientas cincuenta acuarelas. Después va a otras islas: Manus, Kavieng, Rabaul, aunque la parte más relevante de su viaje es el periodo de enero a abril de 1914, cuando pinta las obras más notables de esa aventura: puede disponer, incluso, de una vieja cárcel (en Käwieng, en la pequeña isla de Nusa) que le facilitan las autoridades coloniales para que la utilice como taller. En la isla de Manus, visita a los que consideran indígenas hostiles y pinta acuarelas teniendo el revólver al alcance de la mano, igual que su mujer, que le acompaña: confiesa en sus memorias que nunca había pintado con una tensión tan extrema. Nolde pinta retratos y paisajes, con pasteles y acuarelas, y unas decenas de óleos. Después, inicia el regreso a Alemania: pasa por Ambón, en las islas Molucas; por Makassar, en las islas Célebes, para llegar a Yakarta el 20 de junio, donde se interesará por el teatro javanés. Alcanza después Singapur, Penang; Rangún, donde admira los templos birmanos, Mandalay; de nuevo, Penang, y de allí salta a Colombo, en la vieja Ceilán colonial. Llegan después a Adén, en el Yemen, y atraviesan el Mar Rojo y el canal de Suez para llegar a Port Said, y, después, a Marsella.
Nolde no pintó muchos óleos durante el viaje, pero sí acuarelas y piezas con la técnica del pastel, y el material que recoge le será útil después. Tuvo algunos percances durante el regreso: el más molesto fue cuando las autoridades británicas le confiscaron las pinturas y los equipajes durante la travesía del canal de Suez y, aunque por un azar, pudo recuperarlas en 1921, en Gran Bretaña, muchas serían destruidas durante los bombardeos de Berlín al final de la Segunda Guerra Mundial. Ese viaje aumentó su gusto por las figuras exóticas, indígenas y máscaras africanas, que ya se había manifestado en 1911, y por siberianos y rusos, en pinturas de los años 1914 y 1915. De sus inclinaciones y apuntes surgirían Familia papúa, de 1914; y Salvajes de Nueva Guinea, de 1915; así como El soberano, de 1914: una pintura orientalista, con un visir ataviado con turbante, con odaliscas desnudas detrás de él. O Desnudos y eunuco, de 1912, donde se aprecian a dos mujeres y el eunuco. Pero sus mejores obras son las expresionistas, anteriores a la gran guerra, como En el hostal del pueblo, de 1912. También algunas, delicadas, como Nadja, de 1919, donde vemos un rostro de mujer, con ojos azules y labios rojos. Algunas pinturas son inquietantes, como Animal y mujer, de 1931-35, donde un enorme animal (¿perro, león?) está sobre una mujer desnuda, sugiriendo un contacto sexual.
Los grandes girasoles que Nolde pinta a final de los años veinte, y los paisajes marinos, a veces encendidos, a veces tenebrosos, muestran su intimidad con la naturaleza y el mar, que pinta antes de la gran guerra con mucha frecuencia, con tendencia a presentarlo como un peligro, un mar bravío. En la muestra de París podía verse Sol de los trópicos, de 1914, un magnífico paisaje, con un sol rojo, en un cielo de cinabrio. Crepúsculo, de 1916, que nos enseña un atardecer moribundo, verde y amarillento, amenazador, donde, como en otras de sus telas de paisajes, parece encerrarse la sabiduría y la tradición que llegaba al siglo XX desde Patinir y Carracci hasta Turner y Constable, pasando por la escuela de Barbizon, sin olvidar la mirada alemana de Philipp Otto Runge y de Caspar David Friedrich (que, curiosamente, iría a morir a Dresden).
Su vejez es amarga. En 1939, obras de Nolde son destruidas. Se convierte en una víctima del nazismo, aunque en ningún momento su vida estará en peligro: recibe un trato de favor, no en vano había colaborado con el régimen hitleriano, comportándose de una forma oportunista. Para justificar esa actitud de Nolde, sus defensores y quienes han intentado ser comprensivos con su trayectoria han hablado de la senectud del pintor, de su ingenuidad, incluso de su inconsciencia, pero lo cierto es que mientras otros intelectuales alemanes arrostraban el exilio, incluso la muerte, Nolde ni siquiera se pronunció contra el nazismo, ni se distanció del régimen. Al contrario.
En 1940, Nolde se instala en Seebüll, junto a la frontera danesa y, en el verano de 1941, le notifican la prohibición de pintar: unos meses antes se había rebajado a enviar a la Cámara de Bellas Artes del Reich sus obras más recientes para que fuesen evaluadas. Muy a su pesar, ha pasado a ser un apestado, un pintor que no acompaña a las glorias del III Reich, un artista que no puede aportar nada al alma heroica que los jerarcas del régimen quieren que exprese el nuevo arte alemán: Nolde está atrapado entre el nazismo y la pintura degenerada. Se ve obligado a pintar clandestinamente y, así, pintará más de mil acuarelas de pequeño formato, que llamará los cuadros no pintados. Muchas, son de una gran sencillez y belleza, como la que tituló Mar claro, costa arbolada y dos veleros. En 1942, Nolde se va a Viena, controlado por la Gestapo. Dos años después, en 1944, su taller en Berlín es bombardeado. Pierde muchas obras, y pinturas de amigos como Klee, Feininger, Kandinski, Kokoschka. La guerra termina, y Berlín se convierte en un océano de ruinas. Nolde está en el final de su vida, aunque vivirá aún una década más. Después, como signo de los nuevos aires de guerra fría que llegan de Washington, es rehabilitado en 1951, y expone en la Biennale de Venecia y en la Documenta de Kasel, pero es ya una sombra del pasado, porque, pese a la fuerza de sus pinturas expresionistas, a la cólera de sus personajes de naufragio, a sus colores rebosantes y airados y al empeño glacial con que quiso triunfar enfangándose con el nazismo, tal vez Nolde no entendió nunca el mundo, ni la vida.
Texto de Higinio Polo (Fuente: El Viejo Topo, n° 256)
Stalin ante el féretro de Andrei Zhdanov (Alexander Gerasimov, 1948)
LA LITERATURA SOVIÉTICA ES LA MÁS IDEOLÓGICA, LA MÁS VANGUARDISTA DEL MUNDO. DISCURSO DE ANDREI ZHDANOV ANTE EL PRIMER CONGRESO DE LA UNIÓN DE ESCRITORES SOVIÉTICOS (1934).
Camaradas, en nombre del Comité Central del Partido Comunista de los Bolcheviques de la Unión Soviética y del Congreso de Comisarios Populares de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, permitidme dar al Primer Congreso de Escritores Soviéticos y, a través de él, a todos los escritores de nuestra Unión Soviética, con el gran escritor proletario Alexej Maximovich Gorkij al frente, un fervoroso saludo bolchevique.
Camaradas, vuestro congreso se reúne en un momento en el que las principales dificultades que obstaculizaban nuestro camino hacia la construcción del socialismo han sido superadas, cuando nuestro país ha asentado ya los cimientos de la economía socialista, gracias a la victoria de la política de industrialización y de creación de granjas estatales y colectivas.
Vuestro congreso se reúne en un periodo en el que, bajo la dirección del Partido Comunista, bajo la conducción genial de nuestro gran jefe y maestro, el camarada Stalin, definitiva e irrevocablemente el régimen socialista ha triunfado en nuestro país. Sucesivamente, de etapa en etapa, de victoria en victoria, del fuego de la Guerra Civil al periodo de reconstrucción y de éste al de reestructuración socialista de toda la economía nacional, nuestro partido ha conducido al país al triunfo sobre los elementos capitalistas, desplazándolos de todas las esferas económicas.
La URSS se ha convertido en un país industrial de vanguardia, en un país con la más importante agricultura socialista del mundo. La URSS se ha convertido en un país de avanzada cultura socialista, un país en el que se desarrolla y crece como una flor exuberante nuestra cultura soviética.
Como resultado del triunfo del régimen socialista, se han llevado a cabo en nuestro país la liquidación de las clases parásitas, la eliminación del desempleo, la erradicación de la miseria en las aldeas, la desaparición de los tugurios urbanos. Ha cambiado la fisonomía entera del país de los soviets. Ha cambiado de forma radical la conciencia de la gente. Para nosotros, los "personajes ilustres" son ahora los constructores del socialismo, los obreros y los campesinos de las granjas colectivas.
En íntima relación con los triunfos del socialismo en nuestro país está la consolidación de la posición externa e interna de la Unión Soviética: crecen su peso y autoridad internacionales, se fortalece su identidad como brigada de choque del proletariado mundial, como poderoso baluarte de la futura revolución proletaria mundial.
El camarada Stalin en el XVII Congreso del partido ha hecho un análisis genial, insuperable, de nuestros triunfos y de las condiciones en que éstos se han producido, así como de nuestra situación en el momento actual, y ha expuesto el programa de trabajo ulterior que pondrá fin a la construcción de la sociedad socialista sin clases. El camarada Stalin ha hecho un análisis concluyente de los aspectos más retrasados de nuestro trabajo y de las dificultades para cuya superación, incansablemente, día tras día, lucha nuestro partido y, bajo su dirección, la masa compuesta por millones de obreros y campesinos de las granjas colectivas.
Necesitamos superar, cueste lo que cueste, el atraso de capítulos tan importantes de la economía nacional como el transporte ferroviario, fluvial y marítimo, la circulación de mercancías, la metalurgia. Necesitamos fomentar el desarrollo de la ganadería, uno de los más importantes sectores de la economía rural socialista.
El camarada Stalin ha revelado hasta el fondo la raíz de nuestras dificultades y carencias. Éstas derivan del atraso en las tareas de organización práctica, que a su vez se debe a las exigencias de la línea política del partido y a las demandas planteadas por la ejecución del segundo plan quinquenal. Es por esto que en el XVII Congreso del partido se ha reconocido en toda su dimensión la importancia de elevar nuestro trabajo organizativo hasta el mismo nivel que las grandes tareas políticas que aún tenemos por delante. El partido, bajo la dirección del camarada Stalin, organizará a las masas en la lucha por la definitiva liquidación de los elementos capitalistas, por la superación de las reminiscencias del capitalismo en la economía y la conciencia de la gente, por la conclusión de la reconstrucción técnica de la economía nacional. Superar las reminiscencias del capitalismo en la conciencia de la gente significa luchar contra todo resto de influencia burguesa en el proletariado, contra la indisciplina, contra la negligencia, contra la holgazanería, contra el desenfreno pequeño-burgués y el individualismo, contra las actitudes rapaces e inconscientes frente a la propiedad común.
Tenemos en nuestras manos un arma fiel para la superación de todas las dificultades que obstaculizan nuestro camino. Este arma no es otra que la gran e invencible doctrina de Marx, Engels, Lenin y Stalin, encarnada en la vida de nuestro partido y a través de los soviets.
La gran bandera de Marx, Engels, Lenin y Stalin ha triunfado. Precisamente a esta victoria debemos el que aquí se haya reunido hoy el Primer Congreso de Escritores Soviéticos. Sin esa victoria no hubiera existido vuestro congreso. Un congreso como éste no lo convoca nadie más que nosotros, los bolcheviques.
Los éxitos de la literatura soviética están determinados por los éxitos de la construcción socialista. Su progreso es la expresión de los éxitos y los logros de nuestro sistema socialista. Nuestra literatura es la más joven de todas las literaturas de todos los pueblos y países. Al mismo tiempo, es la literatura más rica en ideas, más vanguardista y revolucionaria. No existe ni ha existido nunca una literatura, salvo la soviética, que organizara a los trabajadores y a los oprimidos en la lucha por la abolición definitiva de todo tipo de explotación y del yugo de la esclavitud asalariada. No existe ni ha existido nunca una literatura que pusiera como base de la temática de sus obras la vida de la clase obrera y del campesinado y su lucha por el socialismo. No hay en ningún lugar, en ningún país del mundo, una literatura que defienda y salvaguarde la igualdad de derechos de los trabajadores de todas las naciones, que ampare la igualdad de derechos de las mujeres. No hay y no puede haber en un país burgués una literatura que sucesivamente destruya toda manifestación de oscurantismo, misticismo, clericalismo y superstición, como lo hace la nuestra.
Sólo la literatura soviética, sangre de la sangre y carne de la carne de nuestra construcción socialista, podía convertirse y en verdad se ha convertido en una literatura tan vanguardista, tan ideológica, tan revolucionaria.
Los literatos soviéticos han creado hasta ahora no pocas obras llenas de talento, que ilustran con precisión y honestidad la vida de nuestro país soviético. Existe ya una lista de nombres de los que podemos enorgullecernos con motivo. Bajo la dirección del partido, a través de la atenta y cotidiana administración del Comité Central y del apoyo y la ayuda infatigables del camarada Stalin, ha cerrado filas en torno al poder soviético y al propio partido toda la masa de autores soviéticos. Y así, a la luz de los éxitos de nuestra literatura soviética, cada vez más y más ostensiblemente se manifiesta el contraste entre nuestro sistema, el sistema del socialismo triunfante, y el sistema del capitalismo, corrupto y moribundo.
¿Sobre qué puede escribir, con qué puede soñar, con qué entusiasmo puede crear el escritor burgués, de dónde puede tomar prestado ese entusiasmo, si el obrero en los países capitalistas tiene un mañana incierto, si no sabe si trabajará mañana, si el campesino ignora si mañana aún trabajará en su pedazo de tierra o si se arruinará con la siguiente crisis capitalista, si el trabajador intelectual no tiene empleo hoy y no sabe si lo conseguirá mañana?
¿Sobre qué puede escribir el escritor burgués, de qué entusiasmo puede tratarse, si el mundo, si no hoy, mañana, se sumirá de nuevo en la vorágine de una nueva guerra imperialista?
El estado actual de la literatura burguesa es tal que ya no puede crear grandes obras. La decadencia y descomposición de la literatura burguesa, derivadas de la decadencia y corrupción del sistema capitalista, representan el rasgo característico, la particularidad propia de la situación en que se encuentran la cultura y la literatura burguesas en el momento presente. Atrás quedaron irremediablemente los tiempos en los que la literatura burguesa, al expresar el triunfo del sistema burgués sobre el feudalismo, podría crear grandes obras en torno al florecimiento del capitalismo. Ahora asistimos a un empequeñecimiento general, a una creciente mezquindad – también de los talentos, los autores, los héroes.
Con su pánico mortal a la revolución proletaria, el fascismo castiga a la civilización devolviendo al pueblo al periodo más siniestro y salvaje de la historia de la humanidad, reduciendo a cenizas y aniquilando bárbaramente la obra de los mejores seres humanos.
Es característico de la decadencia y la descomposición de la cultura burguesa el desenfreno de misticismo y oscurantismo clerical, la pasión por la pornografía. Los "personajes ilustres" de la literatura burguesa, esa literatura burguesa que vendió su pluma al capital, son ladrones, detectives, prostitutas, golfos.
Todo esto es propio de ese ámbito de la literatura que intenta disimular la descomposición del sistema burgués, que en vano trata de demostrar que nada ha ocurrido, que todo va bien en Dinamarca y que nada se pudre aún en el sistema capitalista. Aquellos representantes de la literatura burguesa que más agudamente perciben el estado de cosas están absorbidos por el pesimismo, la desconfianza en el día de mañana, el elogio de la noche negra, la celebración del pesimismo como teoría y práctica del arte. Y sólo una parte pequeña, los escritores más honestos y clarividentes, intenta encontrar una salida por otros caminos, en otras direcciones, habiendo unido su destino al del proletariado y su lucha revolucionaria.
El proletariado de los países capitalistas ya está forjando un ejército de literatos, de artistas – escritores revolucionarios a cuyos representantes nos complace dar hoy la bienvenida al Primer Congreso de Escritores Soviéticos. El destacamento de escritores revolucionarios en los países capitalistas aún no es numeroso, pero se está ampliando y continuará ampliándose con cada día de intensa lucha de clases, con el incremento de las fuerzas de la revolución proletaria mundial.
Nosotros creemos firmemente que estas pocas decenas de camaradas extranjeros presentes aquí representan el núcleo y el embrión de un poderoso ejército de escritores proletarios que organizará la revolución proletaria mundial más allá de nuestras fronteras.
Así están las cosas en los países capitalistas. No en el nuestro. Nuestro escritor soviético extrae el material para sus obras artísticas, los temas, las imágenes, el lenguaje artístico y el discurso de la vida y la experiencia de la gente de Dneprostroj y Magnetostroj. Nuestro escritor extrae su material de la epopeya heroica de la tripulación del Chelyuskin, de la experiencia de nuestras granjas colectivas, de la febril actividad creadora en todos los rincones de nuestro país.
En nuestro país, los héroes principales de las obras literarias son los activos constructores de una vida nueva: los obreros y las obreras, los hombres y las mujeres de las granjas colectivas, los miembros del partido, los administradores, los ingenieros, los miembros de la Liga de Jóvenes Comunistas, los pioneros. Éstos son los caracteres básicos y los héroes básicos de nuestra literatura soviética. Nuestra literatura destila entusiasmo y heroicidad. Es optimista y no debido a algún instinto interno de origen biológico. Es optimista en esencia puesto que es la literatura de la clase emergente del proletariado, la única clase avanzada y progresista. Nuestra literatura soviética es fuerte porque sirve a una nueva causa, la causa de la construcción socialista.
El camarada Stalin ha llamado a nuestros escritores ingenieros del alma humana. ¿Qué significa esto? ¿Qué deberes os impone esta denominación?
Esto significa, en primer lugar, conocer la vida, para saber representarla fielmente en las obras artísticas, y representarla no de modo escolástico, exánime, no simplemente como "realidad objetiva", sino como realidad en su desarrollo revolucionario.
Así, la veracidad y la concreción histórica de la representación artística deben combinarse con el deber ideológico de reformar y educar a los trabajadores en el espíritu del socialismo. Este método aplicado a la literatura y la crítica literaria es lo que nosotros llamamos método del realismo socialista.
Nuestra literatura soviética no teme a las acusaciones de tendenciosidad. Sí, la literatura soviética es tendenciosa, ya que no hay ni puede haber en una época de lucha de clases una literatura que no sea literatura de clase, tendenciosa o falsamente apolítica.
Y yo creo que cada uno de nuestros escritores soviéticos puede decir a cualquier burgués necio, a cualquier fariseo, a cualquier escritor burgués que hable de la tendenciosidad de nuestra literatura: "Sí, nuestra literatura soviética es tendenciosa y estamos orgullosos de ello, porque el objeto de nuestra tendencia es liberar a los trabajadores, a toda la humanidad, del yugo de la esclavitud capitalista."
Ser ingeniero del alma humana significa tener ambos pies bien plantados sobre el suelo de la vida real. Y esto a su vez significa la ruptura con el romanticismo a la vieja usanza, con el romanticismo que reflejaba una vida inexistente y unos héroes inexistentes, alejando al lector de las contradicciones y la opresión de la vida real hacia un mundo imposible, un mundo de utopías. A nuestra literatura, que está plantada con ambos pies sobre una firme base material, el romanticismo no puede resultarle ajeno, siempre que sea romanticismo de un tipo nuevo, romanticismo revolucionario. Nosotros decimos que el realismo socialista es el método fundamental de la literatura soviética y de la crítica literaria y esto supone que el romanticismo revolucionario debe ser un componente de la creación literaria, ya que la vida entera de nuestro partido, la vida al completo de la clase obrera y su lucha consisten en la combinación del más riguroso y sobrio trabajo práctico con un gran espíritu heroico y unas grandiosas perspectivas de futuro. Nuestro partido siempre ha sido fuerte por el hecho de haber unido y continuar uniendo una particular eficiencia y practicidad con las más amplias perspectivas, con una constante impulso hacia delante, con la lucha por la construcción de la sociedad comunista. La literatura soviética debe saber mostrar a nuestros héroes, debe saber mirar hacia nuestro mañana. Y esto no es una utopía dado que nuestro mañana se prepara ya hoy mediante el trabajo consciente y planificado.
No se puede ser ingeniero del alma humana sin conocer la técnica del trabajo literario y debe señalarse que la técnica de la escritura posee toda una serie de peculiaridades específicas.
Poseéis muchos tipos de armas. La literatura soviética tiene todas las oportunidades para emplear estas armas (géneros, estilos, formas y procedimientos de creación literaria) en toda su diversidad y su alcance, seleccionando lo mejor que se ha creado en este ámbito en épocas precedentes. Desde este punto de vista, el dominio de los aspectos técnicos, la asimilación crítica de la herencia literaria de todas las épocas representan en sí mismos una tarea sin cuyo cumplimiento no llegaréis nunca a ser ingenieros del alma humana.
Camaradas, el proletariado, como en otros ámbitos de la cultura material y espiritual, es el único heredero de lo mejor del acervo literario mundial. La burguesía dilapidó su herencia literaria, nosotros estamos obligados a recogerla con cuidado, estudiarla y, una vez la hayamos asimilado críticamente, avanzar más allá.
Ser ingeniero del alma humana significa luchar activamente por la cultura del lenguaje, por la calidad de las obras. Nuestra literatura todavía no responde a las exigencias de nuestra época. La debilidad de nuestra literatura refleja el desfase de la conciencia con respecto a la economía, el cual, sin duda, afecta también a nuestros literatos. Por ello, la ejercitación constante de uno mismo y del propio bagaje ideológico en el espíritu del socialismo representa esa condición indispensable sin la cual los literatos soviéticos no pueden remodelar la conciencia de sus lectores ni convertirse ellos mismos en ingenieros del alma humana.
Necesitamos alcanzar una elevada maestría en el campo de la creación artística y, en este sentido, resulta inestimable la ayuda que Alexej Maximovich Gorkij presta al partido y al proletariado en la lucha por la calidad literaria, por un lenguaje culto.
Así, los escritores soviéticos cuentan con todas las condiciones necesarias para crear obras, como se dice, consonantes con la época, obras de las que podrán aprender los contemporáneos y que serán el orgullo de futuras generaciones.
Se han creado todas las condiciones necesarias a fin de que la literatura soviética pueda producir obras que respondan a las exigencias culturales de las masas en aumento. Y es que sólo nuestra literatura tiene la posibilidad de estar tan estrechamente ligada a sus lectores, a la vida de los trabajadores, como sucede en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. El presente Congreso es, en este aspecto, especialmente significativo. El Congreso no lo han preparado sólo los literatos, sino, junto a ellos, todo el país. A lo largo de esta preparación se han puesto de manifiesto el amor y la atención con los que el partido, los obreros, los campesinos de las granjas colectivas rodean a los escritores soviéticos, la delicadeza y también el grado de exigencia que demuestran la clase obrera y los campesinos de las granjas colectivas ante los literatos soviéticos. Sólo en nuestro país la literatura y los escritores son alzados hasta esas alturas.
Organizad el trabajo de vuestro Congreso y la labor de la Unión de Escritores Soviéticos para que en el futuro la obra de los escritores responda al esplendor de la victoria socialista.
Lograd creaciones de elevada maestría y elevado contenido ideológico y artístico.
Sed los responsables activos de la remodelación de la conciencia popular en el espíritu del socialismo.
Manteneos en posiciones de vanguardia en la lucha por una sociedad socialista sin clases.
Fuente: Crítica, Tendencia y Propaganda. Textos sobre Arte y Comunismo, 1917-1954. Juan José Gómez (ed.). Ediciones ISTPART. Sevilla, 2004