ARTÍCULO DE ANDREU NIN REPRODUCIDO CON MOTIVO DEL CENTENARIO DE LA "SEMANA TRÁGICA" DE BARCELONA
Sin embargo, los acontecimientos que se produjeron en nuestro país en la última semana de julio del año mencionado merecen ser recordados por las lecciones que encierran y por la enorme influencia que ejercieron en el desarrollo del proceso revolucionario. Bastará señalar, como índice de la importancia de aquel movimiento, que, a partir de 1909, se interrumpió el ‘turno pacífico» de los dos partidos dinásticos que constituía el eje del mecanismo político de la monarquía desde la Restauración y se agravó profundamente la crisis del régimen. La España feudal dio un crujido que hizo tambalear el trono.
La guerra de Marruecos, profundamente impopular, provoca un profundo descontento entre las masas trabajadoras. A principios de julio, el descontento toma formas violentas. Surge la protesta airada en todos los ámbitos del país: en mítines y manifestaciones tumultuosas, durante las cuales son frecuentes las colisiones con la fuerza pública, las masas populares claman su indignación contra la política del gobierno. La movilización de los reservistas es la gota que hace rebosar el vaso. La protesta toma proporciones amenazadoras. En distintos puntos de España se producen graves desórdenes en el momento de embarcar las tropas.
El 26 de julio estalla en Cataluña la huelga general, declarada por la Confederación Regional de Sindicatos "Solidaridad Obrera». El movimiento, que desde los primeros momentos toma un carácter netamente revolucionario, es secundado con admirable unanimidad. Sólo los tranviarios de Barcelona, tradicionalmente reacios a la solidaridad con los demás trabajadores, ofrecen cierta resistencia a sumarse a la huelga; pero la resistencia es fácilmente vencida, aunque cuesta algunas víctimas. Los tranvías que salen de las cocheras en la mañana del 26 son tiroteados por los obreros y convertidos en las primeras barricadas.
¿Qué formas concretas tomó la insurrección? En Barcelona, los revolucionarios, al mismo tiempo que luchaban con la fuerza pública, pegaban fuego a conventos e iglesias. En el resto de Cataluña, en muchas poblaciones se limitaban a impedir, con las armas en la mano, la salida de los reservistas; en otras, destituían a las autoridades y proclamaban la República. Claro está que si en Barcelona, que es la que da la pauta, el levantamiento hubiera tomado formas más concretas, persiguiendo desde su iniciación objetivos bien definidos, las demás poblaciones catalanas hubieran seguido inevitablemente su ejemplo.
Entretanto, ¿qué ocurría en el resto del país? La Cierva, ministro de la Gobernación, lanzaba maquiavélicamente la versión de que el movimiento era separatista; la Unión General de Trabajadores y el partido socialista adoptaban una actitud pasiva. Como resultado de ello, el levantamiento quedó aislado, el gobierno tuvo la posibilidad de mandar considerables refuerzos a Cataluña y de actuar eficazmente, aplastando la insurrección en ese momento crítico en que la resolución con que obren las fuerzas en presencia decide del resultado de la lucha. Las detenciones en masa, la clausura de todos los sindicatos y entidades de carácter obrero, sin excluir los ateneos; las monstruosas condenas de los consejos de guerra y los fusilamientos en Montjuich fueron el coronamiento de aquellos sucesos que han pasado a la historia con el nombre de «semana trágica».
2.ª Por no tener una política propia, la clase obrera de nuestro país, en los momentos decisivos, se libra a acciones estériles, esporádicas y carentes de orientaciones, o se ve obligada a hacer la política de otra clase.
4ª Sin la coordinación, mediante una organización rigurosamente centralizada, de la acción de los trabajadores de toda España, la derrota del proletariado es inevitable.
Desgraciadamente, la mayoría del proletariado español no ha sabido aprovechar todavía las lecciones de la experiencia histórica y sigue dando tumbos entre la democracia pequeñoburguesa y el castrador reformismo socialista, de una parte, y el putschismo histérico del anarquismo, por otra.
Comunismo, n.° 27, agosto de 1933.
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