lunes, 29 de septiembre de 2008

"UNA PROPUESTA PARA ENFOCAR LA POLÍTICA CULTURAL"

ARTÍCULO DE JOSE MARÍA ALFAYA PUBLICADO EN MUNDO OBRERO

Que la Cultura es un ámbito don­de especula el mercado con productos de consumo fácil y distribución masiva no es un secreto ni una situación que genere alarma social. Antes bien, pare­ce que estamos inmersos en lo que algunos afilados comentaristas llaman "la euforia del espectador". Bien es verdad que la Cultura es, también, Comunicación y que lo que nos transmiten como Cultura insiste en los aspec­tos consumistas y superficiales de la distribu­ción de productos, pero elude ante los ciudadanos consumidores el debate sobre otros aspectos importantes como pudieran ser los contenidos y la función social de todo este aje­treo creativo y comunicacional puesto, hoy más que nunca, al servicio de una dominación de clase que, además, te vende y te cobra los instrumentos de dominación.
Es necesario abordar con urgencia una polí­tica cultural que trate, al menos, de corregir los excesos del sistema tan imperante y busque establecer nuevas bases donde apoyar la resis­tencia ciudadana a la situación actual. Una resis­tencia que no se limite a lamentar los males de la patria sino que debe desembocar en una pro­puesta de alternativa.
La Participación Ciudadana. Si queremos ofrecer a los habitantes la posibilidad de sentir­se ciudadanos, como requisito imprescindible y previo para escaparnos de las garras de la Mercadotecnia, tendríamos que aplicar todo tipo de medidas administrativas y de gestión de recur­sos para favorecerla.
La Participación Ciudadana tiene que apo­yarse en la localización de colectivos sociales con la necesidad y/o capacidad de reaccionar frente a la situación dada. Apoyar el funcionamiento de nuevas redes de socialización, de nuevas redes de comunicación y crear espacios de encuentro y relación entre ciudadanos. Fomen­to del asociacionismo a nivel de barrio y trans­parencia en la gestión y participación de los veci­nos en los asuntos públicos. Dotar de conteni­do democrático y político a la descentralización administrativa. Integrar a las asociaciones ciuda­danas a nivel de barrio en la gestión de servi­cios, Realizar la evaluación de todas las iniciati­vas socioculturales que actúan sobre un territorio determinado desde la fase de diseño hasta las últimas consecuencias de la iniciativa.
La Cultura que sirve a los ciudadanos. Fren­te al consumismo cultural tenemos que esfor­zarnos en rescatar y promover la cultura popu­lar, entendiendo por ella la cultura que nos sirve para defendernos de los excesos y alienaciones propuestos y practicados por el sistema imperante y su industria auxiliar. Hay que ofrecer a los ciudadanos los medios para que puedan ela­borar criterios propios sobre sus necesidades culturales y la forma de satisfacerlas. Un viejo objetivo de la Animación Socio Cultural que ha sido arrinconado y sustituido por la propuesta de consumo sin reflexión pero con sus conservantes, colorantes y condicionantes que nos hacen perder autonomía personal y social. Una Cultura que nos abandona o nos confunde cuando tendríamos que recurrir a ella para expli­carnos el mundo en que vivimos.
La Educación para el Consumo Cultural. En el mundo cultural no basta con decir al consu­midor que compruebe la validez de la etiqueta. La Cultura sirve para adquirir los puntos de refe­rencia necesarios para conocer de antemano si lo que nos propone el mercado nos es útil o es superfluo. Por eso, una política cultural de pro­greso debe facilitar a los ciudadanos conoci­mientos y mecanismos para compensar los excesos publicitarios que incitan a consumos sin reflexión previa. Esta Educación también se favorece si potenciamos los consumos a pequeña escala, en grupos previamente organi­zados, huyendo de los macromontajes donde la masificación impera sobre el espectador inteli­gente.
La Cultura en la Calle. Frente al sintomático ejemplo de la Noche Blanca, proponemos una recuperación de la calle como espacio cultural no masificado ocasionalmente sino siste­matizado. Unos espacios públicos donde los espectáculos e iniciativas culturales puedan organizarse para dar sentido democrático y estético a la convivencia y no para fomentar consumos masificados y subculturas escasamente sanas que no promocionan un enriquecimiento socio cultural.
La diversidad cultural y los mestizajes. Esta­mos muchos y no somos todos del mismo club, de la misma etnia, ni hablamos el mismo len­guaje, ni tenemos todas las referencias comu­nes salvo las principales e irrenunciables: vivir en paz, ganarse la vida, compartirla con amigos y familiares, disfrutar de un ocio no alienante...
Debemos tener en cuenta las necesidades cul­turales que se desprenden de la existencia de distintos grupos socio culturales y de las relacio­nes entre esos grupos. Debemos favorecer el contacto cultural entre grupos y debemos ofre­cer a nuestros inmigrantes un fácil acercamien­to a las claves culturales de nuestra sociedad.
Y mientras nos ponemos democráticamen­te de acuerdo en los contenidos de esta nueva política cultural, podemos defendernos de la avasalladora propuesta de nuestros dominado­res. Un poco de contrapublicidad y de sabotaje cultural, tal y como propone Kalle Lasn y difun­de Gemma Galdón, entre otros, sería la prueba de que la izquierda tiene algo que hacer y que decir al margen de las lamentaciones autojustificantes. Por lo menos, que se pueda mantener con vida nuestra lucha ideológica. Y esta vez sin excluir el humor.


Jose María Alfaya es trabajador sociocultural.

Fuente: Mundo Obrero, nº 204. Septiembre de 2008. (http://www.pce.es/mundoobrero/)

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