lunes, 26 de febrero de 2024

DISCURSO DE AIMÉ CÉSAIRE PRONUNCIADO EL 26 DE FEBRERO DE 1987

Discurso de Aimé Césaire pronunciado el 26 de febrero de 1987 (EE.UU.)

La negritud resulta de una actitud activa y ofensiva de la mente. Es un comienzo y un salto de dignidad. Es rechazo, quiero decir rechazo a la opresión. Es una lucha, es decir, una lucha contra la desigualdad. También es rebelión. Pero entonces, me dirás, ¿rebelarte contra qué?
No olvido que estoy aquí en una convención cultural, que es aquí, en Miami, que elijo decirlo. Creo que podemos decir, de manera general, que históricamente la negritud ha sido una forma de rebelión ante todo contra el sistema mundial de cultura tal y como fue constituido durante los últimos siglos y que se caracteriza por un cierto número de prejuicios, de presuposiciones que conducen a una jerarquía muy estricta. En otras palabras, la negritud fue una revuelta contra lo que llamaré reduccionismo europeo.
Me refiero a este sistema de pensamiento o más bien a la tendencia instintiva de una civilización eminente y prestigiosa a abusar de su prestigio incluso para crear un vacío a su alrededor al traer de vuelta abusivamente la noción de universal, querida por Léopold Sédar Senghor, en sus propias dimensiones, en otras palabras para pensar lo universal a partir de sus únicos postulados ya través de sus propias categorías. Vemos y hemos visto muy bien las consecuencias que esto conlleva: separar al hombre de sí mismo, arrancar al hombre de sus raíces, separar al hombre del universo, separar al hombre del humano y aislarlo, en última instancia, en un orgullo suicida, si no en una forma racional y científica de barbarie.
Pero, me dirán, una revuelta que no es más que una revuelta no es más que un callejón sin salida histórico. Si la negritud no era un callejón sin salida, era porque conducía a otra parte. ¿A dónde nos estaba llevando? Ella nos condujo a nosotros mismos. Y, de hecho, fue, después de una larga frustración, la captación por nosotros mismos de nuestro pasado y, a través de la poesía, a través de la imaginación, a través de la novela, a través de las obras de arte, el destello intermitente de nuestro posible futuro.
Temblor de conceptos, terremoto cultural, todas las metáforas del aislamiento son posibles aquí. Pero la conclusión es que con ello se inició un negocio de rehabilitación de nuestros valores para nosotros mismos, profundizando nuestro pasado por nosotros mismos, arraigándonos en una historia, en una geografía y en una cultura, el conjunto se traduce no por un pastismo arcaico, sino por una reactivación del pasado con miras a su propio adelantamiento.
Literatura, digamos?
¿Especulación intelectual?
Sin ninguna duda. Pero ni la literatura ni la especulación intelectual son inocentes o inofensivas. Y, de hecho, cuando pienso en la independencia africana de los años sesenta, cuando pienso en esta oleada de fe y esperanza que despertó, en ese momento, a todo un continente, es cierto, pienso en la negritud, porque creo que la negritud ha jugado su papel y quizás un papel capital, ya que ha sido un papel fermentador o catalizador.
Que esta reconquista de África en sí no fue fácil, que el ejercicio de esta nueva independencia implicó muchas desgracias y a veces desilusiones, haría falta un desconocimiento culpable de la historia de la humanidad, de la historia del surgimiento de las naciones en la propia Europa, en el a mediados del siglo XIX, en Europa y en otros lugares, no entender que también África, inevitablemente, tuvo que pagar su tributo en el momento del gran cambio.
Pero ese no es el punto. La conclusión es que África ha pasado la página del colonialismo y ha ayudado a iniciar una nueva era para toda la humanidad. 

Fuente: Fundación Afrikhepri

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