El Teatro Real estrena en España el próximo día 17 de abril la ópera ‘Nixon in China’, del compositor estadounidense John Adams con libreto de la poeta Alice Goodman. Narra la visita que realizó el presidente estadounidense al gigante asiático comunista en 1972, una ‘semana que cambió el mundo’.
La proclamación de la República Popular China en 1949, bajo control del Partido Comunista Chino presidido por Mao Tse-Tung, supuso la congelación de relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y el gigante asiático. Tras la Segunda Guerra Mundial y con el comienzo de la Guerra Fría, la política estadounidense emprendió una cruzada –también interna– contra todo lo que despidiera el más mínimo aroma a comunismo. Precisamente fue la decidida posición anticomunista de Richard Nixon una de las poderosas razones para que se convirtiera en vicepresidente durante el mandato de Eisenhower. Resulta entonces al menos paradójico que en 1972, tras más de dos décadas de hostilidad entre los dos países, el propio Nixon se convirtiera en el primer presidente de Estados Unidos en visitar la China comunista de Mao.
El director de escena y dramaturgo Peter Sellars es uno de los intelectuales estadounidenses con más olfato para detectar buenas historias que subir a los escenarios. Aunque estas parezcan descabelladas. Suya fue la idea de transformar esa aparentemente anodina visita de una semana de Nixon a China, entre el 21 y el 28 de febrero de 1972, en una ópera. ‘La semana que cambió el mundo’, según la definió el propio presidente estadounidense.
Finalmente, el encuentro entre Mao y Nixon no fue otra cosa que un fabuloso teatro diplomático no exento de tensión y cargado de intereses. Nixon entendió que podía aprovechar en beneficio propio las tensiones entre China y la URSS por sus irreconciliables y contradictorias interpretaciones del marxismo-leninismo, al menos en lo que a política internacional se refería. Cuatro meses después de su viaje a China, unos ladrones irrumpieron en las oficinas del Comité Nacional Demócrata en el complejo Watergate de Washington con el resultado que todos conocemos. Pero esa es otra historia.
Ninguna forma de arte se adapta mejor al espectáculo trascendental que la ópera y así se lo explicó Sellars al músico John Adams para empujarlo a la composición de esta ópera que, pese a unos primeros pasos titubeantes, ha terminado por convertirse en uno de los buques insignia de la ópera americana contemporánea. Desde cualquier punto de vista, aquel encuentro entre Oriente y Occidente resulta fascinante. Convertirlo en una ópera, como hicieron John Adams y la poeta Alice Goodman en 1987, fue inspirador: un momento explosivo de la historia mundial comprimido en tres horas de drama lírico.
En esencia, nada ocurrió realmente durante aquel viaje diplomático. Sin embargo, en términos generales, la visita fue trascendental. Para Estados Unidos, como ha explicado Peter Sellars en varias entrevistas, representó el derrumbamiento de un «muro mental» y el reconocimiento de «una quinta parte del planeta». Pero para Goodman, la libretista, la geopolítica, que investigó exhaustivamente, no fue más que un marco en el que situar un drama en el que lo realmente importante eran unos seres cargados de sueños, esperanzas y miedo a la muerte. La obra finalmente indaga sobre el papel real de los líderes de ambos países en el devenir del orden mundial, a través de un juego dialéctico entre la parafernalia propagandista del poder y las reflexiones íntimas de sus protagonistas.
Nixon in China se vio por primera vez en 1987 en la Houston Grand Opera, con críticas muy dispares. Su estreno en el Reino Unido tuvo lugar en el Festival Internacional de Edimburgo un año después. La producción de Sellars de Houston se transformó en montaje en la English National Opera en 2000, pero no llegó al Met de Nueva York hasta 2011, puesto que, tras Houston, pasó directamente a la Brooklyn Academy of Music, más acostumbrada por aquel entonces a títulos contemporáneos, sin grandes aspiraciones de llegar al Lincoln Center.
Esa espera y ese éxito alargados en el tiempo, como suele corresponder a obras que terminan por convertirse en universales, confieren a esta nueva producción del Teatro Real junto a la Den Kongelige Opera de Copenhague y la Scottish Opera, y firmada por el director de escena John Fulljames, la categoría de acontecimiento musical y teatral en España donde, por fin, se verá por primera vez.
En la dirección musical de la ópera en Madrid se alternarán, al frente del Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real, la coreana Olivia Lee-Gundermann –que acaba de dirigir la partitura en la Ópera de Dortmund– y el griego Kornilios Michailidis, que debutó en el foso del Real con La flauta mágica, en 2020.
«Mi objetivo es que todos los músicos toquen como si fueran uno solo», aseguró Lee-Gundermann en rueda de prensa. «John Adams es conocido por ser un compositor minimalista que emplea multitud de frases y ritmos repetitivos, pero muy cambiantes. Creo que el público no es consciente de la enorme dificultad que tiene esta partitura, llena de continuos cambios de color y ritmos. La orquesta ha de estar concentrada al 100% durante casi tres horas y especialmente los cantantes que pueden verse perdidos en cualquier momento».
Por su parte, Kornilios Michailidis ha explicado: «Esta ópera fue absolutamente innovadora para su época y es muy especial y única en su escritura, pero también tiene una fuerte influencia del pasado. Partiendo del llamado minimalismo americano, contiene grandes influencias del jazz, el neoclasicismo y posromanticismo de compositores como Strauss, Wagner y Stravinsky. Pero también podemos escuchar gestos y ecos del barroco. Por eso podemos decir que es una obra que mira al pasado y también al futuro. Y creo que es algo que Adams hizo a propósito al tratarse de una ópera basada en un hecho histórico».
Para acercar ese momento histórico al público de hoy, 50 años después, el director de escena John Fulljames, junto con el escenógrafo y figurinista Dick Bird, utilizan abundante material documental e iconográfico como génesis y armazón conceptual de la producción. Así, un monumental archivo acoge la trama de la ópera, en la que los protagonistas actúan con trajes similares a los originales, reforzando el hiperrealismo de la propuesta con una sucesión de documentos, fotos, recortes de prensa y filmaciones reales, que van desfilando a lo largo de toda la obra.
Conforman el reparto los barítonos Leigh Melrose, Jacques Imbrailo y Borja Quiza; las sopranos Sarah Tynan y Audrey Luna; el tenor Alfred Kim y las mezzosopranos Sandra Ferrández, Gemma Coma-Alabert y Ekaterina Antípova.
Fuente: El asombrario
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