El estreno de “Argentina, 1985”, la película que representa el
juicio a las juntas del último golpe cívico militar, generó por un lado
un fenómeno masivo y emocionante entre sus espectadores, y por otro un
gran debate en torno a sus interpretaciones políticas.
El
film se convirtió desde su estreno en un fenómeno multitudinario. Las
grandes cadenas de salas de cine no aceptaron la cláusula de que a las
tres semanas (el 21 de octubre) el film comenzara a poder ser
reproducido en una plataforma de internet (Amazon), con lo que la
película protagonizada por Ricardo Darín y Peter Lanzani sólo está
siendo exhibida en las salas nacionales que se ven desbordadas. En su
primera semana, el 47% de todas las entradas que se vendieron en el país
fueron para ver “Argentina, 1985”, con 315.000 espectadores.
Santiago
Mitre dirigió y coescribió junto con Mariano Llinás, un film que estaba
desde el vamos destinado a las grandes competencias del cine
internacional, ya fue premiada en el Festival de Venecia como mejor
película y se encamina ahora hacia el Oscar. Bajo la estructura del
género de “películas de juicios”, y con una ambientación temporal
perfectamente reconstruida en los ‘80 en imagen y banda sonora,
“Argentina, 1985” enfoca el proceso civil único en el mundo que terminó
con los cabecillas del genocidio condenados a prisión perpetua. Este
recorte en el enfoque termina por dejar sin representación aspectos como
las movilizaciones y la intervención clave de las Madres, Abuelas y
organismos de Derechos Humanos. Pero tiene el mérito de no dejar de
señalar las propias contradicciones del fiscal Julio Strassera, con su
rol pasivo durante los años donde arreciaron las desapariciones, y así
mismo, de realizar una reivindicación emocionante de los testimonios que
desnudaron el accionar cobarde y barbárico de los milicos.
Como
reconoció el propio director en entrevistas, la película está
conscientemente dirigida a la juventud, algo que se expresa en la
representación del rol clave que jugaron en el armado de la acusación un
grupo de apenas veinteañeros “sin carrera” en los tribunales, ante la
negativa masiva del funcionariado judicial a involucrarse con la causa. Y
así mismo, con el simpático rol que juega el personaje del hijo menor
de Strassera de comienzo a fin de la historia.
En cada
proyección se dan dos momentos en que las salas imitan lo que pasa en la
película, que a su vez imita lo que pasaba en el tribunal. Primero,
ante el estremecedor testimonio de Adriana Calvo, fundadora de la
Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos, donde en la pantalla y en las
butacas resulta imposible evitar la caída de lágrimas. Y luego, en el
cierre del alegato de Strassera, donde tras replicar el “Nunca Más” de
la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep),
estallan los aplausos. “Una frase que no me pertenece, porque pertenece
ya a todo el pueblo argentino”, dice el fiscal, algo que está siendo hoy
revalidado por miles de espectadores haciendo estruendo con sus manos
frente a la pantalla.
Los debates e interpretaciones
Los
radicales están enojados porque el guión no daría importancia al rol de
Raúl Alfonsín, y kirchneristas porque en sus líneas de
contextualización al principio y final del film, Mitre y Llinás no
incluyeron una mención a Néstor y Cristina. La realidad es que parecen
ser más bien reproches de quienes buscan colgarse del fenómeno
auto-atribuyéndose logros que son de la movilización popular. Como se
canta cada 24 de marzo en las calles de todo el país: “a los milicos los
salvaron sus amigos, la democracia peronista y radical”. “1985” grafica
las presiones que hubieron desde el gobierno alfonsinista para no tocar
a los acusados de la Fuerza Aérea, como así también la nefasta
intervención que hizo el ministro del Interior de entonces, Antonio
Tróccoli, al presentar el informe de la Conadep apuntalando a más no
poder la “teoría de los dos demonios” presente en el prólogo del propio
trabajo. Esos fueron los antecedentes de las leyes de “obediencia
debida” y “punto final” que impuso Alfonsín, y los posteriores indultos
de Carlos Menem. Si en 2003 se consiguió que se apruebe la nulidad de
las leyes del perdón, a partir de un proyecto de Patricia Walsh
(Izquierda Unida), fue fruto de la persistencia de la lucha de los
organismos, de los Hijos, y de espacios como el Encuentro Memoria Verdad
y Justicia que tuvo a su cabeza a la propia Adriana Calvo.
Más
allá de cualquier crítica que podamos realizar, bienvenida una película
que sirva para contrarrestar el negacionismo, y que actualice la
necesidad de luchar contra la impunidad, porque al día de hoy, más allá
de los dobles discursos, la mayor parte de los genocidas siguen sin
recibir sentencia. Por último, será nuestra tarea en el debate explicar
la importancia que tuvo la dura militancia contra la dictadura, y que
sigue teniendo al día de hoy para hacer valer que no olvidamos, no
perdonamos y no nos reconciliamos, y que por eso seguimos luchando
contra la impunidad y la represión de ayer y de hoy.
Nicolás Núñez
Fuente: Izquierda Socialista
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