Alexander Nevsky
- Duración: 112 min.
- Año: 1938
- País: Unión Soviética (URSS)
- Dirección: Sergei M. Eisenstein
- Guión: Sergei M. Eisenstein, Piotr A. Pavlenko
- Música: Sergei Prokofiev
- Fotografía: Eduard Tissé (B&W)
- Reparto: Nikolai Cherkasov, Nikolai Okhlopkov, Andrei Abrikosov, Dmitri Orlov, Anna Danilova, Vasili Novikov, Varvara Massalitinova, Valentina Ivashova, Nikolai Arsky
"Es a partir de elementos estáticos, de datos imaginarios y de su yuxtaposición, como nace una emoción surgida dinámicamente"
Serguei M. Eisenstein
Rodada 10 años después de su última gran película muda (Octubre, 1928), Alexander Nevsky es
el primer trabajo de Eisenstein en el cine sonoro y supone una
"naturalización" del estilo del cineasta sin por ello abandonar una
metodología de trabajo a partir de una estudiadísima puesta en escena en
la que cada plano opera dinámicamente con el plano anterior, obteniendo
a través de su interacción (su "yuxtaposición") una "emoción surgida
dinámicamente". Esta técnica, que en sus célebres títulos mudos fue
llevada hasta sus últimas consecuencias (llegando para muchos a
anteponer los aspectos formales por encima de los temáticos), se ve
sensiblemente alterada con la llegada del sonoro, lo que lleva a
Eisenstein (minucioso teórico del lenguaje cinematográfico) a una
profunda revisión los principales preceptos de sus teorías artísticas a
fin de adaptarlas a las nuevas posibilidades del cinematógrafo. Un
proceso de revisión metodológica que explica en parte (existen también
motivos políticos) el largo período de diez años que transcurrió entre
su último trabajo y el estreno de Alexander Nevsky, en 1938.
Película "de encargo" (casi toda la obra de Eisenstein lo fue, aunque,
como veremos más adelante, ello no implicara necesariamente una actitud
dócil del director para con el poder) para ensalzar las virtudes del
pueblo ruso frente a las ansias expansionistas de la Alemania nazi, Alexander Nevsky narra
la épica batalla del lago de Hudskoye, en 1242, en la que el príncipe
Alexander, al mando del ejército de Novgorod (formado básicamente por
gente del pueblo) derrotó a las tropas teutónicas que pretendían
conquistar la ciudad. A partir de este acontecimiento histórico, la
película traza un paralelismo de los hechos narrados con la situación
política del momento con una doble finalidad propagandista: por un lado,
como advertencia al enemigo exterior; y por otro, para exaltar a la
población ante la perspectiva de un conflicto bélico que habría de
requerir grandes sacrificios del pueblo soviético. Pero lo que hace de Alexander Nevsky una
obra única no es lógicamente su voluntad propagandista, sino la
potencia de sus imágenes y su extraordinaria puesta en escena (fruto de
la depuración formal a la que ha sido sometida por Eisenstein) que logra
trascender el proyecto de encargo para convertir la película en una de
las cimas de la filmografía de su autor.
Las primeras imágenes de la película son absolutamente ejemplares en
este sentido: tras unos títulos que nos sitúan en el momento histórico
concreto, con una Rusia que acaba de librar una batalla contra los
mongoles y asediada ahora por las tropas teutónicas, Eisenstein nos
muestra en apenas cuarto planos las consecuencias de la guerra recién
finalizada (fotograma 1). Son cuatro tomas con imágenes
de esqueletos humanos y de animales sobre un campo de batalla, que van
del plano general hasta un plano corto con dos calaveras que destacan,
blanquísimas, entre la hierba, un casco y una flecha (indemnes estos
últimos al paso del tiempo), para finalizar con un quinto y último plano
de una extensa pradera: la tierra rusa ansiada por los invasores. Es
difícil expresar con palabras la potencia simbólica de estas imágenes.
Baste decir que con total economía de recursos y un absoluto dominio de
la composición, Eisenstein obra el milagro de hacer 'sentir' al
espectador, en solo cinco planos, las consecuencias de la guerra y la
incertidumbre ante la posibilidad de una nueva contienda.
Tras este excepcional inicio, Eisenstein nos presenta al príncipe
Alexander como un sencillo pescador, identificando al héroe como un
"hombre del pueblo" (fotograma 2). La llegada de unos
tátaros que exigen a los pescadores muestras de su vasallaje, y la
orgullosa reacción del príncipe Alexander, obligando a deponer la altiva
actitud de los tátaros únicamente con su nombre (y las gestas ligadas a
éste: "el que venció a los suecos en el Neva"), nos demuestra que nos
encontramos ante la figura de un líder que infunde respeto con su sola
presencia.
Esta idea de 'líder del pueblo' es importante, por cuanto en la
siguiente escena Eisenstein nos muestra la ciudad de Novgorod sometida a
los intereses de la élite política rusa, partidaria de pactar con el
enemigo mediante concesiones económicas (fotograma 3).
Actitud que choca directamente con la voluntad del pueblo, dispuesto a
defender la nación ante el invasor y que reclama la necesidad de
"grandes hombres" que lideren la resistencia. Vemos aquí, como la obra
de exaltación de los valores del pueblo ruso se convierte también en una
dura crítica a las élites del poder, más preocupadas en salvaguardar
sus intereses que en la defensa de la nación rusa, en lo que no es
difícil ver una clara carga de profundidad del director contra el
régimen político soviético (no en vano, parece ser que el propio Stalin
ordenó suprimir un rollo entero del metraje de la película, descontento
con la visión del poder que en él se ofrecía).
Una vez al mando de un ejército formado por el pueblo de Novgorod, el
príncipe Alexander se dirige al encuentro de las tropas teutónicas para
librar la famosa batalla del hielo que ocupa el último tercio de la
película (fotograma 4). Apoyado en la espléndida
partitura que Prokofiev compuso para la película, el director plantea
una puesta en escena que dialoga literalmente con la banda sonora,
adecuándose al ritmo de la música unas veces y marcándolo mediante el
montaje en otras, tal como explica el mismo Eisenstein: "A Prokofiev y a
mí nos gusta entregarnos a interminables regateos para ver 'a quién le
toca', si hay que escribir la música a partir de fragmentos de la
película que se montarán luego siguiendo la partitura, o bien efectuar
primero el montaje de la escena y componerla después. La dificultad
recae, en efecto, sobre quien debe abrir el fuego: hallar el ritmo de la
escena"(Reflexiones de un cineasta).
Sea como sea, la larguísima secuencia de la batalla en el hielo supone
la culminación formal de la obra cinematográfica de Eisenstein, gracias a
una puesta en escena que sigue al pie de la letra una minuciosa
planificación (no existen segundas unidades para tomas 'de relleno' en
Eisenstein) en la que cada plano funciona como una unidad mínima de
significado que, al interaccionar con los planos anterior y posterior,
adquiere un nuevo sentido y genera esa 'emoción dinámica' a la que
aludía el realizador. Una emoción que hace de esta secuencia una de las
más sublimes escenas bélicas jamás filmadas, cuya influencia se puede
percibir en posteriores obras tan dispares como Espartaco (Stanley Kubrick, 1960), El imperio contraataca (Richard Marquand, 1980) o Enrique V (Kenneth
Branagh, 1989), aunque ninguna de ellas alcanzara ni mucho menos la
excelencia que el maestro Eisenstein imprimió a sus imágenes.
David Vericat
Fuente: Cinema esencial
No hay comentarios:
Publicar un comentario