viernes, 25 de junio de 2021

UN INÉDITO DE GRAMSCI: EL PARTIDO COMUNISTA DE ITALIA Y "LA MARCHA SOBRE ROMA"

Este breve escrito gramsciano, recuperado hace poco, fue publicado en ruso algunos días después de la «marcha sobre Roma» y traducido del ruso al italiano por Natalia Terekhova.

Introducción por Guido Liguori y Natalia Terekhova

En noviembre de 1922, Gramsci se encuentra en la República de los Soviets, donde llegó a inicios de junio con Amadeo Bordiga y Antonio Graziadei para participar del segundo pleno ampliado del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista. Está allí como representante del PCd’I, tanto en el Ejecutivo como en Presidium de la Komintern, concebida entonces como un verdadero partido mundial compuesto de «secciones nacionales».

Al volver a Italia, Bordiga –que en ese entonces domina el PCd’I con su vigorosa personalidad– le confía al comunista sardo la ingrata tarea de convencer a la Internacional de que acepte la posición de la organización nacional respecto a la política de «frente único», definida por el IIIer Congreso de la Komintern (1921) y las reuniones sucesivas de sus máximos órganos de dirección.

Se suponía que Gramsci volvería a entrar a Italia a inicios de 1923, luego de haber participado de las actividades del IV° Congreso de la Internacional, que comenzó el 5 de noviembre en Petrogrado. Cuna de la Revolución de Octubre, la antigua capital del imperio ruso fue sede de grandes festejos conmemorativos, reuniones multitudinarias y desfiles en las calles y en las plazas, que continuaron en Moscú. Con todo, el pedido de captura emitido en Italia impidió el regreso de Gramsci, que logró ingresar al país recién en 1924 luego de ser elegido diputado y hacer uso de su inmunidad parlamentaria.

Gramsci en Rusia

A fines de junio, Gramsci se involucra en las diversas actividades de la Internacional y del Partido Comunista Ruso, tanto en Moscú como en otras ciudades [2]. Cuando su salud empeora, reposa en un sanatorio del Serebrjanyj bor («Bosque de plata»), en los alrededores de Moscú. Con el fin de no interrumpir completamente su actividad política, comparte una cabaña con Clara Zetkin [3]. A mediados de octubre, Gramsci debe retomar su trabajo: se avecina el IV° Congreso. El 25 de octubre lo recibe Lenin, ya enfermo: el encuentro dura dos horas [4]. De esto escribe ampliamente Camilla Ravera en una carta dirigida a Giuliano Gramsci del 20 de diciembre de 1972, publicada cuarenta años después como apéndice a un libro del hijo de Giuliano, Antonio [5]. Ravera, amiga cercana de Gramsci desde los años de Turín y dirigente de primer nivel del PCd’I –donde arribó como delegada al IV° Congreso con algo de anticipación, para participar de una reunión de mujeres comunistas– escucha en Moscú las confidencias de su compañero, entre las que aparece evidentemente la de su encuentro con Lenin. Pero no deja huellas de esto en su autobiografía de comienzos de los años setenta [6], apenas posterior a la carta, aun cuando allí se explaya sobre su estadía moscovita y sobre la relación con su viejo amigo de los años de L’Ordine Nuovo [7]. Bordiga –que llegó a Moscú pocos días después de Ravera– también fue recibido por Lenin a comienzos de noviembre y quiso que lo acompañe la joven dirigente italiana [8].

Ni Gramsci ni ninguno de los protagonistas de este acontecimiento volvieron a escribir sobre el encuentro con Lenin. No se menciona en 1922, ni en la correspondencia de 1923-1924 entre Gramsci y otros dirigentes comunistas –sobre todo ordenovistas, que empiezan a abordar la formación del nuevo grupo dirigente del PCd’I [9]–, ni en el curso de la lucha por el establecimiento de la nueva dirección gramsciana apoyada por la Komintern en los años 1925-1926.

Interesantes son las memorias y las opiniones de Camilla Ravera (aunque deben ser sopesadas con prudencia, dado el tiempo transcurrido) contenidas en la carta de 1972, destinada a permanecer durante tantos años en el ámbito de su vida privada. En ella Ravera recuerda la preocupación que le generaban a Gramsci las divergencias entre Bordiga y la Internacional y afirma que el comunista sardo manifestó a Lenin su desacuerdo con la posición de Bordiga en varios puntos, entre ellos el análisis del fascismo. En ese momento, Bordiga se había encargado de llevar a Moscú las recientes y trágicas noticias de la «marcha sobre Roma». A propósito de esto, la dirigente comunista escribe:

A interrumpir mis charlas con Gramsci, llegó a Moscú la noticia de la denominada «marcha sobre Roma» y del gobierno instaurado en Italia por Mussolini; Bordiga trajo el testimonio directo. Estos acontecimientos se convirtieron en el tema principal de todas nuestras conversaciones. En torno a ellos se manifestó la insuperable diferencia de pensamiento político que existía entre Gramsci y Bordiga. Bordiga subestimaba las consecuencias de la llegada del fascismo al poder; preveía la posibilidad para el nuevo gobierno de una convergencia socialdemócrata; y se limitaba a reafirmar la contraposición indistinta y esquemática: Estado burgués-Estado proletario. [10]

El análisis gramsciano del fascismo

Como se sabe, Gramsci fue un atento observador y analista del movimiento fascista desde sus primeras manifestaciones hasta su desarrollo a comienzos de los años veinte. En primer lugar, en el documento Por una renovación del partido socialista (explícitamente elogiado por Lenin durante el II° Congreso de la Internacional de 1920), escribió:

La fase actual de la lucha de clases en Italia es la fase que precede a la conquista del poder político por el proletariado revolucionario, mediante el paso a nuevos modos de producción y de distribución que permitan una recuperación de la productividad, o bien a una tremenda reacción de la clase propietaria y de la casta de gobierno. Ninguna violencia dejará de aplicarse para someter al proletariado industrial y agrícola a un trabajo de siervos; se intentará quebrar inexorablemente los organismos de lucha política de la clase obrera (Partido Socialista) e incorporar los organismos de resistencia económica (los sindicatos y las cooperativas) a los engranajes del Estado burgués. [11]

Durante los meses siguientes, Gramsci monitorea el fascismo, lo analiza directamente a medida que se desarrolla (cosa muy difícil) en su periódico L’Ordine Nuovo y formula –junto a opiniones que inevitablemente se revelaron equivocadas– algunas definiciones que se volvieron clásicas. Evidentemente, tiene una opinión radicalmente negativa de la democracia liberal y giolittiana que existe en Italia, opinión que podría conllevar una subestimación del fenómeno y que parece confirmada por el acuerdo inicial entre el estadista piamontés y el «aventurero» Mussolini: los Fasci italiani di combattimento –no debemos olvidarlo– fueron integrados en los Blocchi Nazionali, coalición electoral propuesta por Giolitti con ocasión de las elecciones de 1921.

No obstante, Gramsci comprende la novedad del fascismo y articula un análisis en términos de clase, es decir, marxista, sin caer en una óptica reduccionista ni economicista, que busca identificar la especificidad del fenómeno. Evoca el «pueblo de los simios» del Libro de la selva de Kipling para indicar el rol de la «pequeña burguesía urbana», cuyo «proceso de disolución» había iniciado «en la última década del siglo pasado», a partir de la cual, «con el desarrollo de la gran industria y del capital financiero», empezó a perder poco a poco «toda importancia y dejó de cumplir una función vital en el campo de la producción» [12]. Es entonces cuando «imita a la clase obrera y desciende a las plazas». La desmovilización de los oficiales del ejército [13] está llamada a formar los cuadros de esta «rebelión» y a dirigirla hacia la «defensa directa de la propiedad industrial y agrícola ante los asaltos de la clase revolucionaria de los obreros y los campesinos pobres».

La afirmación del squadrismo, no obstante, se debe principalmente a «la necesidad de los grandes agricultores de establecer una guardia blanca». Gramsci analiza en detalle la contraposición entre el fascismo urbano y el fascismo agrario, que explota con ocasión del «pacto de pacificación» sellado entre Mussolini y los socialistas en el verano de 1921. Es cierto que se equivoca al afirmar que el «fascismo saldrá de la crisis escindiéndose». Pero la conclusión de que «el fascismo, el verdadero», el más violento, «es el conocen los campesinos y obreros emilianos, venecianos, toscanos» y que estaba destinado a continuar a cualquier costo, «aunque sea cambiando de nombre» –lo que no finalmente no fue necesario–, se reveló verdadera.

Entonces, cuando tiene lugar la «marcha sobre Roma», Gramsci cuenta desde hace tiempo con una idea propia del fascismo, aunque sea provisional y esté en desarrollo. No subestima el fenómeno ni lo simplifica. Obviamente con la «marcha sobre Roma» (28-30 de octubre de 1922) y el afianzamiento del nuevo gobierno de Mussolini, el análisis precisa ser actualizado.

El número especial de Pravda

Consideremos ahora el breve artículo localizado por Natalia Terekhova, que se presenta aquí por primera vez, y el contexto en que fue publicado. Apareció en el órgano del Comité Central y del Comité de Moscú del Partido Comunista bolchevique —Pravda— el 7 de noviembre de 1922, hecho por sí mismo de enorme interés dado su contenido y la particularidad del número editado durante el quinto aniversario de la Revolución de Octubre. Que se trata de un número conmemorativo está claro desde la primera página, donde se lee un breve saludo escrito por Lenin yuxtapuesto a la consigna del momento, que con letras grandes dice como si gritara: «¡Viva el Cuartel General del Octubre mundial, el IV Congreso de la Internacional Comunista!», y luego, «Saludamos al Occidente obrero: ¡ustedes sostienen la República obrera de Rusia!» [14]. En el centro de la página domina una ilustración imponente: un puño que quiebra con fuerza el arma de un agresor.

La segunda página del periódico muestra una cronología de la victoria del nuevo poder a partir de noviembre de 1917. Ocupan la parte central de la página noticias del extranjero, entre ellas de Polonia (La lucha de clases en Polonia) y de Italia (Los fascistas al poder). En este último escrito se leen comunicados escuetos, tomados de agencias de prensa francesas y alemanas, que informan las primeras medidas diplomáticas de Mussolini, la situación del partido católico popular y no mucho más. Lo importante es que no incluye ninguna valoración, ni negativa ni positiva, del nuevo gobierno instaurado en Italia. Toda la mitad inferior de la página está dedicada a las operaciones militares del Ejército Rojo de 1919 a 1922, bajo el llamativo título: «¡Fuego-sangre-victoria!».

La página siguiente se titula Guiamos al proletariado mundial y contiene escritos de exponentes importantes de la dirección bolchevique. Grigori Zinóviev firma un artículo donde sostiene que «la inmortalidad de la revolución rusa consiste en que es el comienzo de la revolución mundial». Nikolái Bujarin remarca en cambio el rol del partido bolchevique en la victoria de la revolución, que puede parecer «un milagro». Según el teórico bolchevique, la explicación es sencilla: este «milagro advino gracias a la preparación marxista del partido, que logró mantenerla firme, viva y apegada a sus principios». Luego, Bujarin escribe: «Nuestro marxismo fue siempre el arma viva de una praxis. Este marxismo vivo es un marxismo realmente capaz de hacer milagros. De aquí la enorme ductilidad de nuestra praxis».

Toda la página 5 del periódico está dedicada a los problemas de la organización científica del trabajo. Es notable el gran interés que tenían los bolcheviques en el método Taylor aplicado por el industrial estadounidense Henry Ford. Se imprimieron cinco tiradas en tres años de un libro soviético dedicado al tema. Hasta se tradujo la autobiografía de Ford casi inmediatamente después de que apareció en inglés y se imprimieron miles de copias en dos tiradas sucesivas. La propaganda que se hizo del método fordista en el país de los soviets alcanzó magnitudes considerables [15].

En las páginas sucesivas no faltan algunos artículos sarcásticos sobre los mencheviques [16] ni los versos del poeta más famoso de la época, Damián Bedny (seudónimo que significa «pobre» en ruso). Tampoco faltan noticias sobre la derrota sufrida por la «burguesía» en el Cáucaso y en Asia Central.

Llegamos así a la página 8, donde se encuentra el escrito de Gramsci. En las páginas siguientes no puede menos que sorprender, dado que se trata de una revista comunista, la enorme sección de publicidad (son los años de la NEP), que iguala en volumen toda la parte anterior dedicada a la política. Se leen allí anuncios comerciales de lo más variados, desde masajes a la cura de enfermedades venéreas. Domina la gigantesca publicidad (que ocupa toda la última página) de dos empresas petrolíferas de Grozni y Bakú, zonas del Cáucaso ricas en yacimientos [17].

Si nos concentramos en la octava página del periódico ruso, notamos al final un pequeño anuncio pago, contratado por los obreros locales para expresar su alegría con ocasión de la celebración del aniversario de la Revolución y saludar a sus vozhdi (líder) más queridos. Es sorprendente descubrir que se dirigen personalmente solo a uno de ellos. Los obreros de la gran fábrica «Dinamo» lo tratan de «tú», como si fuese una persona realmente cercana y amada. No se trata de Lenin, sino del «dorogoj tovarishc Trozkij», es decir, el querido compañero Trotski.

El escrito de Gramsci

El artículo gramsciano recuperado recientemente está firmado solo con el apellido Gramsci, seguido entre paréntesis del país de proveniencia del autor. Se encuentra entre una decena de colaboraciones escritas por representantes de los distintos partidos comunistas, precedidos por la lista de las cincuenta y cinco organizaciones que en esa época adherían a la Komintern. El escrito gramsciano no es largo. La longitud de todos los escritos es equivalente y están impresos en la misma página bajo el gran título estilizado Rost Kominterna («El crecimiento de la Komintern»). La contribución sobre Italia sigue a los textos firmados por compañeros de Alemania, Francia [18] e Inglaterra, y está seguida a su vez por contribuciones de Suiza, Estados Unidos, Hungría [19], Bulgaria, India, etc.

Al igual que el resto de los comunistas extranjeros, Gramsci se dirige al público ruso, al Partido Comunista Ruso, pero también al grupo dirigente de la Komintern. Informa sobre el desarrollo del Partido Comunista Italiano y busca explicar la «marcha sobre Roma» ocurrida pocos días antes.

En primer lugar, parece dar testimonio de la situación difícil con la que está destinado a lidiar el PCd’I, que en algunas zonas del país fue reducido a un movimiento conspirativo. La violencia fascista comenzó hace tiempo. La conquista del poder gubernamental y de buena parte del aparato estatal parece autorizar las anticipaciones gramscianas. De hecho, poco tiempo después, a comienzos de enero, se emitirá una orden de captura de todos los dirigentes comunistas, entre ellos Gramsci, que firmaron una declaración antifascista en el marco del IV Congreso de la Internacional. El 3 de febrero de 1923 arrestarán a Bordiga.

En contraste con la subestimación bordighiana de la «marcha sobre Roma» y del fascismo en general (de la cual da cuenta Camilla Ravera en el pasaje evocado), Gramsci afirma que «en Italia se abre un nuevo período histórico». De esto daría cuenta la pérdida de poder de la facción industrial de la burguesía capitalista, que cede el poder político a los «estratos agrícolas medios y grandes, guiados ideológicamente por la pequeña burguesía urbana». Por lo tanto, es la prevalencia del fascismo agrario la que condujo a Mussolini a intentar el golpe de fuerza. Según Gramsci, esta victoria de los agrarios impulsará «un período inmediato de lucha feroz», pues es predecible que la burguesía industrial no esté dispuesta a aceptar la pérdida de poder ni a dejarse guiar por ese «aventurero» de bajo perfil que percibe en la figura de Mussolini.

Pocos días después, el fascismo será objeto, si bien no prioritario, del IV° Congreso de la Internacional en virtud de dos informes confiados a Karl Rádek y Amadeo Bordiga. Dijimos antes que los análisis del segundo no convencieron en absoluto a Lenin [20]. En cambio, según Spriano –autor de la Storia del Partito comunista italiano–, Rádek «busca llegar a una valoración social más precisa del advenimiento del fascismo y sostiene que su matriz principal está en la inquietud de la pequeña burguesía». Por este motivo, «es indudable –escribe Spriano– que Rádek refleja en este informe, aunque sea esquemáticamente, las sugerencias y observaciones de Gramsci», por ejemplo, en cuanto al rol de la pequeña burguesía y las alusiones a la problemática relación entre el movimiento obrero y los excombatientes [21]. En el mensaje del Congreso a los trabajadores italianos, a su vez, la opinión sobre el fascismo parece recoger el punto de vista del artículo gramsciano, sobre todo cuando afirma: «Los fascistas son, antes que nada, un arma en manos de los grandes terratenientes. La burguesía industrial y comercial sigue con preocupación este experimento de reacción feroz al que considera como un bolchevismo negro» [22].

Como es sabido, el reforzamiento del poder fascista y mussoliniano deberá atravesar todavía muchas turbulencias antes de establecerse definitivamente. Esto confirma la opinión –que no deja de ser demasiado optimista– expresada por Gramsci en el artículo del 7 de noviembre. La crisis que abrió el asunto Matteotti es el ejemplo más evidente de que la situación todavía no estaba definida. Evidentemente, la afirmación gramsciana de que en Italia «las perspectivas futuras no son particularmente negativas ni para el proletariado ni para su partido» probó ser errada. El deseo de Gramsci es que el PCd’I –gracias a la experiencia de la Internacional– sabrá adoptar «una táctica adecuada a la realidad social italiana», con lo cual logrará agravar las contradicciones creadas por el golpe de Estado fascista. El inciso entre paréntesis contenido en el artículo («teniendo en cuenta la experiencia del movimiento comunista internacional») parece hacer referencia a la diferencia de posiciones, tanto entre él y Bordiga como entre Lenin, la Komintern y Bordiga. En última instancia, se trata de la expectativa de que la Internacional será capaz de «corregir» la lectura bordighiana y su subestimación del fascismo. Sabemos que en el encuentro con Lenin del 25 de octubre se habló del fascismo, de las formas de explicarlo y combatirlo. Y, en efecto, las diferencias entre Bordiga y la Internacional se agravaron con ocasión del IV° Congreso, a propósito del tema del «frente único», que era en ese momento la política de la Komintern y que Bordiga rechazaba. Lo que no significa que Gramsci haya puesto fin en ese momento a su vacilación y decidido oponerse al dirigente más influyente de su partido (todavía no existía la figura de Secretario). Deberá pasar más agua bajo el puente antes de que llegue lentamente al redde rationem, entre la segunda mitad de 1923 y la primera de 1924. Sin embargo, el debate da cuenta de que la división en torno a la lectura del fenómeno fascista será un elemento de peso en el progresivo desacuerdo de los dos dirigentes.

Durante los meses que siguieron al IV° Congreso, los comunistas italianos, guiados por Bordiga, serán duramente golpeados por el aparato represivo del Estado italiano. Además, perderán mucha energía en sus intentos de oponerse a la línea política no sectaria de la Komintern y evitar la reunificación con el PSI, que en octubre de 1922, pocos días después de la «marcha sobre Roma», había expulsado al ala reformista dirigida por Filippo Turati y Giacomo Matteotti [23].

Gramsci volverá a Italia en abril de 1924 después de haber pasado algunos meses en Viena. Luego de convertirse, con el apoyo decisivo de la Internacional, en el principal dirigente del PCd’I, deberá enfrentar rápidamente el asunto Matteotti [24]. Fueron meses durante los cuales el fascismo mussoliniano parecía estar a punto de colapsar. Pero esta es otra historia, una situación muy distinta de aquella que definió el quinto aniversario de la Revolución de Octubre, la «marcha sobre Roma» y la posición que Gramsci manifestó en Pravda el 7 de noviembre de 1922.

El artículo de Gramsci en Pravda del 7 de noviembre de 1922:

La toma del poder por parte de los fascistas reduce la actividad del Partido Comunista Italiano a la de un movimiento puramente conspirativo. En Italia se abre un nuevo período histórico, que podría ser definido del modo siguiente: el poder político, de las manos de la burguesía capitalista, está pasando probablemente a los estratos agrícolas medios y grandes, guiados ideológicamente por una parte de la pequeña burguesía urbana.

Las contradicciones de la sociedad italiana, disfrazadas desde la creación del Reino unitario surgido de las guerras por la reconstrucción de Italia, quedaron en completa evidencia durante estos últimos dos años, luego de que el Partido Socialista demostró su incapacidad a la hora de conducir al proletariado al poder.

El resultado fue la victoria de los propietarios agrarios sobre el proletariado y también sobre la burguesía, debilitada a causa de la crisis financiera e industrial. Es fácil predecir que Italia enfrenta un período inmediato de lucha feroz, pues hasta a la burguesía le costará aceptar el dominio duro y tiránico de los agrarios y la demagogia irresponsable de un aventurero mediocre como Mussolini. Por lo tanto, a pesar de la gravedad de la situación actual, las perspectivas futuras no son particularmente negativas ni para el proletariado ni para su partido.

En el curso de los últimos dos años, el Partido Comunista afrontó las condiciones de la clandestinidad en casi tres cuartos del territorio nacional y, sin embargo, su membresía, que en febrero de 1921, después de la escisión de Livorno, era de 42 000 afiliados, al momento del golpe de Estado fascista contaba todavía con 35 000, sin considerar a cerca de 20 000 jóvenes comunistas. El Partido Socialista, que luego del congreso de Livorno tenía 150 000 miembros, durante el mismo período redujo sus filas hasta llegar a los 32 000 afiliados, que se manifestaron a favor de la Komintern, pero que en realidad no están suficientemente preparados para afrontar los desafíos de la clandestinidad.

Si en esta nueva fase el Comité Central del Partido Comunista es capaz (y probablemente lo será, teniendo en cuenta la experiencia del movimiento comunista internacional) de desarrollar una táctica adecuada a la realidad social italiana y de precipitar las contradicciones abiertas por el golpe de Estado fascista, el proletariado volverá a ocupar de nuevo con bastante rapidez su posición histórica perdida luego del fracaso de la campaña de ocupaciones fabriles de septiembre de 1920.

Gramsci (Italia)

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Notas

[1] Aparecido en Critica Marxista, N°3, mayo-junio 2021, pp. 46-53.

[2] Sobre su estadía, véase el artículo de M. L. Righi, «»Sulle rive dell’ampia Moscova»: Gramsci nella Russia di Lenin», en P. Capuzzo, S. Pons (ed.), Gramsci nel movimiento comunista internazionale, Roma, Carocci, 2019. Cfr. también A. Carlucci, C. Balistreri, «I primi mesi di Gramsci in Russia. Giugno-agosto 1922», en Belfagor, 2011, N° 6; N. Terekhova, «Gramsci e la Russia», en Gramsciana, 2015, N° 1; N. Ghetti, La cartolina di Gramsci. A Mosca, tra amori e política, 1922-1924, Roma, Donzelli, 2016.

[3] Clara Zetkin se opuso a la escisión de Livorno y le escribió inmediatamente después una célebre carta a Lenin donde criticaba la política de la Komintern en Italia. La carta fue publicada en alemán y en ruso luego del colapso de la URSS, momento hasta el que fue considerada material «clasificado». No obstante, en el IIIer Congreso, Zetkin cambió de opinión. Sobre este período, véase el recuerdo de A. Gramsci en su carta del 1° de marzo de 1924, en A. Gramsci, Lettere 1908-1926, edición de A. A. Santucci, Torino, Einaudi, 1922, p. 262.

[4] Cfr. V. I. Lenin. Biograficheskaya khronika 1870-1924 gg. [Crónica biográfica de V. I. Lenin, 1870-1924], Moscú, Politzdat, 1970-1972, vol. XII, p. 435, donde se encontrará un breve informe del encuentro. Sobre el tema tratado, véase N. Terekhova, art. cit., p. 156.

[5] Cfr. A. Gramsci jr., La storia di una famiglia rivoluzionaria, Roma, Editori Riuniti university press, 2014, pp. 122 y ss.

[6] C. Ravera, Diario di trent’anni 1913-1943, Roma, Editori Riuniti, 1973.

[7] Ibíd., pp. 122 y ss.

[8] Ibíd., p. 126.

[9] Cfr. P. Togliatti, La formazione del grupo dirigente del Partito comunista italiano nel 1923-1924, Roma Editori Riuniti, 1962.

[10] Camilla Ravera a Giuliano Gramsci, in A. Gramsci jr., La storia di una famiglia rivoluzionaria, ob. cit., p. 196.

[11] Publicado por primera vez en L’Ordine Nuovo, 8 de mayo de 1920. Sobre la preparación y el desarrollo del II° Congreso de la Komintern, véase la contribución de Alexander Vatlin, basada en las fuentes del archivo de la Komintern accesibles desde 1991: A. Vatlin, Vtoroj kongress Kominterna: tochka otscheta istorii mirovogo kommunisma [El Segundo Congreso de la Komintern: punto de referencia en la historia del comunismo mundial], Moscú, Rosspen, 2019.

[12] El artículo fue publicado por primera vez en L’Ordine Nuovo, 2 de enero de 1921 bajo el título Il popolo delle scimmie.

[13] Gramsci volverá a analizar este acontecimiento en 1922, en Le origini del gabinetto Mussolini, en La Correspondance Internationale, 20 de noviembre de 1922: «En julio [1920], el Departamento de Guerra, con Bonomi a la cabeza, inició la desmovilización de alrededor de 60 000 oficiales del siguiente modo: los oficiales desmovilizados conservaban cuatro quintos de su salario; en su gran mayoría, fueron enviados a los centros políticos más importantes, con la obligación de adherir a los «Fasci di combattimento»» (V. Gerratana y A. A. Santucci, (eds.), Socialismo e fascismo. L’Ordine Nuovo 1921-1922, Torino, Einaudi, 1966, pp. 9 y ss.).

[14] A propósito de la gran solidaridad del proletariado italiano, que forzó al gobierno de Francesco Nitti a detener la intervención italiana durante la guerra civil rusa, véase A. Cernobaev, N. Terekhova, «»La nostra amicizia rafforzata dal sangue versato». Gli italiani e la Guerra civile in Russia», en Russia-Italia. Un dialogo accademico, M. Talalay (ed.), San Petersburgo, Aleteya, 2021 (en prensa).

[15] Sobre la fama del fordismo en la Rusia de los soviets, véase N. Terekhova, «Togliattigrad. Città-laboratorio del lavoro comunista e del fordismo all’italiana», en Citta&Storia, 2017, N° 1, pp. 89-106.

[16] Sobre los mencheviques, cfr. N. Terekhova «Alla riscoperta del 1917. La storiografia post-sovietica sulla rivoluzione d’Ottobre», en Nuova Storia Contemporanea, 2016, N° 2, pp. 113-136.

[17] No pasó mucho tiempo hasta que estas regiones pasaron a formar parte de la URSS, constituida el 29 de diciembre de 1922.

[18] El artículo titulado Francia está firmado con nombre completo por Boris Souvarine. Poco tiempo después fue uno los primeros dirigentes comunistas extranjeros que protestó contra la represión de la oposición en los debates al interior del partido bolchevique. Apoyó abiertamente la posición de Trotski y en 1924 fue expulsado de los órganos de dirección de la Komintern, al igual que del PCF.

[19] El escrito lleva el título Hungría y está firmado con las iniciales M. R., que son las de Matias Rakosi, figura bien conocida por los dirigentes del PCd’I dada su actividad de representante de la Komintern en Italia durante el período 1920-1921. Pésimas fueron las relaciones de los italianos con este miembro húngaro del Ejecutivo de la Komintern, e inútiles las quejas y los pedidos enviados a Zinoviev para que lo sustituyera por otro dirigente. A diferencia de Chiarini (Anton Geller), se lo dejó trabajar en Italia y fue considerado en la Komintern como el experto más confiable en el país. Su libro Il fascismo italiano fue editado en 1925 en Leningrado y se imprimió un número considerable de ejemplares. Para más detalles, véase I. Grigorjeva, «Pagine biografiche russe di Antonio Gramsci (1922-1926) nelle carte dell’archivio Comintern», en Rusia e Italia. XX secolo, vol. 3. Moscú, Nauka, 1998 (la traducción al inglés del artículo está en prensa en el Reino Unido).

[20] Véase también C. Ravera, Diario di trent’anni, ob. cit., pp. 126-127.

[21] Cfr. P. Spriano, Storia del Partito comunista italiano. I. Da Bordiga a Gramsci, Torino, Einaudi, 1967, p. 240. Véase también A. Gagliardi, «Di frronte al fascismo. Gramsci e il dibattio nel movimiento comunista internazionale», en P. Capuzzo, S. Pons (eds.), Gramsci nel movimiento comunista internazionale, ob. cit. El carácter masivo del fascismo queda también en evidencia en un informe escrito por Togliatti sobre el tema redactado para el IV° Congreso (aunque no llegó a tiempo). Cfr. P. Togliatti, «Rapporto sul fascismo per il IV Congreso dell’Internazionale», en Ibíd., La política nel pensiero e nell’azione, M Ciliberto y G. Vacca (eds.), Milán, Bompiani, 2014, pp. 43 y ss.

[22] Citado en P. Spriano, Storia del Partito comunista italiano, ob. cit., p. 239.

[23] Los artículos y ensayos publicados recientemente con ocasión del centenario del Congreso de Livorno, que en su mayoría intentan responsabilizar a los comunistas por haber debilitado la lucha contra el fascismo con la escisión de 1921, suelen pasar por alto el hecho de que esta división entre socialistas (bien recibida hasta por los reformistas turattianos) tuvo lugar justo antes de la «marcha sobre Roma».

[24] Durante la «crisis Matteotti» Gramsci tuvo que enfrentar la desafortunada actitud de Yurenev, embajador soviético en Italia, que durante esos días dramáticos invitó a Mussolini a un almuerzo oficial en la embajada. Muchas cartas de crítica al comportamiento de los representantes soviéticos en Roma, enviadas al Ejecutivo de la Komintern durante el período 1923-1924, fueron recopiladas, traducidas y publicadas por Natalia Terekhova en la revista Istoriceskij Arkhiv [Archivo histórico] Moscú, 2019, N° 3, pp. 115-132.

Fuente: Contrainformación

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