En primer lugar, quiero agradecer a cada uno y cada una de ustedes, los artistas que se movilizaron de todas la maneras posible para que hoy pudiera estar de vuelta en contacto con el pueblo brasileño
Mi eterna gratitud a los trabajadores de la cultura, desde los más famosos hasta los más anónimos, como también a los intelectuales comprometidos con la construcción de un Brasil mejor. Otra vez prestaron su arte y su oficio a una causa justa, como tantas otras veces lo hicieron en nuestra historia.
Soy consciente de que su lucha no fue solo por la libertad de Lula. Su lucha fue, y siempre será, por la Libertad, que en la definición de Cecilia Meireles “el sueño humano alimenta, y no hay nadie que explique y nadie que no entienda”.
La democracia tiene una deuda impagable con los artistas de este país. He sido testigo de su resistencia a la dictadura implantada por el golpe de estado civico militar de 1964 y el infame AI-5 (Acto institucional N° 5), que el gobierno actual habla de resucitar. Estuvimos juntos en las inolvidables campañas por la amnistía y las Directas Ya.
Unimos nuestras fuerzas en el intento de detener el golpe contra el presidente Dilma. Todos y cada uno dio una buena batalla, pero hoy quiero resaltar el nombre de un artista que hizo de su canto la canción del pueblo brasileño, y que seguramente estaría aquí con nosotros, como siempre estuvo cuando era necesario: nuestra querida y añorada Beth Carvalho .
Hoy acompaño, con inmensa admiración, la lucha que dan diariamente contra el surgimiento del fascismo en Brasil. Cada pelea tiene un precio, y ustedes la están pagando caro con la extinción del Ministerio de Cultura, la reducción brutal de los recursos para el área, la destrucción de programas que hicieron que la cultura fuera accesible para sectores diversos de la población brasileña y también con el regreso de censura, este monstruo que creíamos extinguido en nuestro país.
Doce meses después de su asunción ya se puede decir que este gobierno está tratando de implementar un proyecto que destruya la rica y diversa cultura brasileña.
Fabio Porchat dijo recientemente que “Bolsonaro no gobierna, se venga”. Tengan la certeza de que el intento de desmantelar la cultura promovida por el gobierno actual es, en primer lugar, una venganza contra todos y cada uno de ustedes, que se atrevieron a cantar, escribir, actuar, filmar, pintar, bailar y gritar “Ele Nao” (“Él no”)
También es venganza contra todo lo que la cultura representa para el ser humano, y eso es precisamente lo que este gobierno más odia y teme.
La cultura es vida, y el gobierno actual vive de promover la muerte al insistir en poner las armas de fuego en manos de la población, liberar indiscriminadamente el uso de agrotóxicos, estímular la devastación ambiental, fomentar el desempleo que lleva a millones a la desesperación y naturalizar el asesinato de mujeres, negros, indígenas y LGBTs.
La cultura es liberación, y el gobierno de Bolsonaro está en contra de todas las formas de libertad, de pensamiento y de expresión. La libertad que defiende este gobierno es la libertad de los millonarios para hacerse cada vez más ricos con la quita de los derechos de los trabajadores y la destrucción de la Seguridad Social.
La libertad que defiende este gobierno es la libertad de exterminio de la juventud negra, que Moro intentó legalizar con el pomposo nombre de “ilícito excluyente”, que no es más que la licencia para elegir el objetivo de la condena de acuerdo con el domicilio o el color de la piel.
Solo el arraigado racismo institucional brasileño, el desprecio más profundo por las vidas de los negros, y la criminalización de la cultura de la periferia pueden explicar la masacre de nueve jóvenes que abandonaron sus hogares para divertirse en un baile, en Paraisópolis; o de tantos otros hombres y mujeres jóvenes que son asesinados diariamente en las comunidades de Rio y en todo Brasil.
Este país carga con la vergüenza de haber criminalizado en el pasado el Samba y la Capoeira, que fueron tratadas como cuestiones policiales, al igual que hoy criminaliza expresiones artísticas populares como el funk y el graffiti.
La élite brasileña siempre ha dado la espalda a la inmensa riqueza cultural que ha brotado y continúa surgiendo de las periferias de este país. Ignora todo lo que pudo el genio de Cartola, doña Ivone Lara, Elza Soares, Lia de Itamaracá, Clementina y Carolina de Jesús. Se niega a escuchar las nuevas voces, especialmente negras, de indignación y afirmación que hoy se manifiestan en el ritmo del rap y en los slams de poesía que se consolidan en todo el país.
Nosotros, por el contrario, siempre creímos e invertimos en la diversidad cultural brasileña. Tuve el honor de tener dos ministros de la talla de Gilberto Gil y Juca Ferreira. Nosotros vemos la cultura en tres dimensiones: como un derecho de todos los brasileños, como un promotor del desarrollo social y económico, y como una expresión de la rica y diversa identidad brasileña.
Asumimos, y cumplimos, el compromiso de combatir la exclusión cultural de millones de brasileños. Garantizamos la participación de artistas, gestores, productores y toda la sociedad en la formulación y gestión de políticas culturales.
Nunca le pedimos un certificado ideológico a ningún artista.
Multiplicamos el presupuesto del área por cinco. Fue de solo R$ 770 millones en 2002 y alcanzamos R$ 4 mil millones en 2015.
Creamos el programa Cultura Viva, que identificó e invirtió en alrededor de 4.500 sitios culturales, apoyando las expresiones artísticas más diversas, ya sea en las afueras de las grandes ciudades o en comunidades distantes, indígenas y quilombolas.
Creamos el Sistema Nacional de Cultura, basado en la articulación del gobierno federal con los estados y municipios para construir planes, consejos, conferencias y fondos de cultura.
Creamos el Plan Nacional del Libro y la Lectura, implementando acciones como la formación de mediadores de lectura y la instalación de bibliotecas públicas en cada municipio brasileño.
Creamos el Instituto Brasileiro de Museus –Ibram- para cuidar los museos. Desarrollamos el PAC de ciudades históricas para defender el patrimonio histórico nacional.
Creamos Vale Cultura, para que el trabajador tuviera también derecho a alimentar su espíritu, comprar libros y entradas para el cine, teatro y conciertos, entre otros bienes culturales. Porque, como dice la canción de los Titãs, “La gente no solo quiere comida, la gente quiere comida, diversión y arte”.
Hemos creado una política eficiente y exitosa para el audiovisual brasileño, apoyando desde la producción hasta la proyección de películas y series de televisión, contando historias de Brasil al mundo y generando miles de empleos.
Financiamos nada menos que 306 largometrajes y 433 series o telefilms. Promovimos el talento y la cultura de nuestro país sin ningún tipo de censura o filtro ideológico. Por cierto, quien más se benefició de esos mecanismos de fomento audiovisual fue la Globo, sin reconocer jamás que fueron creados en los gobiernos del PT.
El audiovisual sufre ahora el destrato de este gobierno. El talento inagotable de nuestros cineastas continúa produciendo buenas noticias, como el reconocimiento internacional de “La vida invisible de Eurídice Gusmão”, el éxito de “Bacurau” tanto en Brasil como en el extranjero, y la preselección de “Democracia em Vertigem”” para los Premios Oscar al Mejor documental. Sin embargo miles de trabajadores altamente calificados son víctimas del intento de desmantelar un sector vital para la economía y para la construcción de la identidad brasileña.
Enemigo de la diversidad, el gobierno actual trata de censurar la producción y difusión de obras cuyos temas no están en consonancia con el conservadurismo hipócrita que predica.
Inventa todo tipo de dificultades para el lanzamiento de la película “Marighella”, que cuenta un capítulo importante de nuestra historia y hasta el día de hoy no ha podido estrenarse en nuestro país.
Mandaron a arrancar carteles de películas brasileñas de la sede de Ancine, en una absurda muestra de odio contra las obras de arte que nuestro cine ha producido a lo largo de la historia.
Incluso llegó a insultar a una de las mayores artistas de nuestro país, ignorando el hecho de que Fernanda Montenegro mirando 30 segundos a una cámara hizo mucho más por Brasil que Bolsonaro en 30 años sentado en la banca de diputado.
Llenando al país de vergüenza ante los ojos del mundo, Bolsonaro tomó la increíble decisión de no firmar junto con el Presidente de Portugal el diploma otorgado a Chico Buarque al ser reconocido con el Premio Camões, el más importante otorgado a un autor de habla portuguesa.
No satisfecho con su intención de herir el alma del pueblo brasileño, ofendió a algunos de nuestros artistas más queridos, como Caetano Veloso, Gilberto Gil, Martinho da Vila y muchos otros.
Tales actitudes autoritarias no dejan dudas de que este gobierno invierte las cosas. Convoca para cuidar la cultura de los enemigos de la cultura. Para cuidar el medio ambiente, a los enemigos del medio ambiente. Para cuidar las relaciones exteriores, los enemigos de la diplomacia. Para cuidar la educación, los enemigos de la educación, especialmente de las universidades, estas fuentes de conocimiento extraordinarias e inagotables.
Nombra machistas para encargarse de las políticas para las mujeres y racistas para dirigir la fundación que tiene como objetivo promover los valores culturales, sociales y económicos derivados de la influencia negra en la formación de la sociedad brasileña.
Instituciones queridas para nuestra memoria, como la Casa de Rui Barbosa, una herencia nacional con 90 años de historia, son entregadas a representantes de la derecha más atrasada y fundamentalista que Brasil haya conocido.
Son enemigos de todo lo que es bueno en este país. Son solo amigos de ellos mismos. Y ni siquiera eso, porque no dejan de pelear entre ellos, maldiciéndose, denunciando las estafas uno del otro.
El odio que sienten por el pueblo brasileño hizo que yo pasase 580 días encarcelado como preso político, por un crimen que hasta mi más feroz adversario sabe que no cometí. En estos casi 600 días, sentí en la piel la importancia de la cultura en la vida de un ser humano.
Yo renovaba mi fuerza al escuchar los “Buenos días, Buenas tardes, Buenas noches Presidente Lula” que los compañeros de la Vigilia Lula Libre me cantaban todos los días. Pero hubo momentos de silencio. Y en el silencio, como enseña Guimarães Rosa, ” somos realmente nosotros “. Y el silencio en la prisión resuena aún más fuerte dentro nuestro.
Entonces yo leía para mantener alejado el silencio y la soledad. Leía para aprender, para salir de allí mejor de lo que entré. Leí para ser libre. Porque cuando vuelas con las alas de un libro, cuando tienes un arma en la mano tan poderosa como una obra de arte, no hay una celda o pared que pueda atarte.
Quiero que sepan que siempre estaré al lado de ustedes. Me siento parte de la valiente resistencia que ustedes, cineastas, músicos, dramaturgos, artistas visuales, escritores, actores y actrices, personas de todas las artes, sostienen contra esta verdadera organización para la destrucción.
Es necesario recordar que la censura impuesta por el gobierno actual no es solo sobre la cultura. También es el conocimiento, lo que explica el ataque permanente a las universidades. Es una censura sobre la ciencia, como fue explícito en la renuncia del presidente del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales –Inpe-, Ricardo Galvão, quien demostró con base en datos sólidos el tremendo avance de la deforestación en la Amazonía.
Aprovecho para felicitar a Ricardo Galvão, quien fue elegido la semana pasada por la revista británica Nature como una de las diez personas más destacadas de la ciencia en el mundo.
Por lo tanto, no se rindan, no bajen la cabeza, no se desanimen. Estamos juntos. Un país que le ha dado al mundo el Samba, el Cinema Novo, la Bossa Nova, la Tropicália, el Teatro del Oprimido y la arquitectura de Oscar Niemeyer nunca estará de rodillas.
Como en la Alemania nazi, quieren destruir a Brasil comenzando por la cultura. No lo permitiremos. Resistámos, como hemos resistido a otras pesadillas. Me tomo de la mano con todos ustedes para defender juntos el legado de la música, el cine, el teatro, la literatura y todas las expresiones artísticas de este país.
Antes de concluir, me gustaría agradecer especialmente a los intelectuales brasileños, honrando a uno de los mejores pensadores que este país ha tenido y que hoy es venerado en todo el mundo. Paulo Freire nos dejó hace mucho tiempo, pero sus ideas revolucionarias y amorosas para la educación y la construcción de un mundo mejor continúan iluminando nuestros caminos, haciendo perder el sueño a aquellos que en el siglo XXI todavía creen que la tierra es plana.
Contra el odio al arte y al conocimiento, nosotros estamos armados con las luces de la civilización. Estoy convencido, mis amigas y mis amigos: una vez más, nosotros venceremos. Cuentan conmigo.
Viva la Cultura. Y viva la Libertad.
Taducción: Nodal Cultura.
Soy consciente de que su lucha no fue solo por la libertad de Lula. Su lucha fue, y siempre será, por la Libertad, que en la definición de Cecilia Meireles “el sueño humano alimenta, y no hay nadie que explique y nadie que no entienda”.
La democracia tiene una deuda impagable con los artistas de este país. He sido testigo de su resistencia a la dictadura implantada por el golpe de estado civico militar de 1964 y el infame AI-5 (Acto institucional N° 5), que el gobierno actual habla de resucitar. Estuvimos juntos en las inolvidables campañas por la amnistía y las Directas Ya.
Unimos nuestras fuerzas en el intento de detener el golpe contra el presidente Dilma. Todos y cada uno dio una buena batalla, pero hoy quiero resaltar el nombre de un artista que hizo de su canto la canción del pueblo brasileño, y que seguramente estaría aquí con nosotros, como siempre estuvo cuando era necesario: nuestra querida y añorada Beth Carvalho .
Hoy acompaño, con inmensa admiración, la lucha que dan diariamente contra el surgimiento del fascismo en Brasil. Cada pelea tiene un precio, y ustedes la están pagando caro con la extinción del Ministerio de Cultura, la reducción brutal de los recursos para el área, la destrucción de programas que hicieron que la cultura fuera accesible para sectores diversos de la población brasileña y también con el regreso de censura, este monstruo que creíamos extinguido en nuestro país.
Doce meses después de su asunción ya se puede decir que este gobierno está tratando de implementar un proyecto que destruya la rica y diversa cultura brasileña.
Fabio Porchat dijo recientemente que “Bolsonaro no gobierna, se venga”. Tengan la certeza de que el intento de desmantelar la cultura promovida por el gobierno actual es, en primer lugar, una venganza contra todos y cada uno de ustedes, que se atrevieron a cantar, escribir, actuar, filmar, pintar, bailar y gritar “Ele Nao” (“Él no”)
También es venganza contra todo lo que la cultura representa para el ser humano, y eso es precisamente lo que este gobierno más odia y teme.
La cultura es vida, y el gobierno actual vive de promover la muerte al insistir en poner las armas de fuego en manos de la población, liberar indiscriminadamente el uso de agrotóxicos, estímular la devastación ambiental, fomentar el desempleo que lleva a millones a la desesperación y naturalizar el asesinato de mujeres, negros, indígenas y LGBTs.
La cultura es liberación, y el gobierno de Bolsonaro está en contra de todas las formas de libertad, de pensamiento y de expresión. La libertad que defiende este gobierno es la libertad de los millonarios para hacerse cada vez más ricos con la quita de los derechos de los trabajadores y la destrucción de la Seguridad Social.
La libertad que defiende este gobierno es la libertad de exterminio de la juventud negra, que Moro intentó legalizar con el pomposo nombre de “ilícito excluyente”, que no es más que la licencia para elegir el objetivo de la condena de acuerdo con el domicilio o el color de la piel.
Solo el arraigado racismo institucional brasileño, el desprecio más profundo por las vidas de los negros, y la criminalización de la cultura de la periferia pueden explicar la masacre de nueve jóvenes que abandonaron sus hogares para divertirse en un baile, en Paraisópolis; o de tantos otros hombres y mujeres jóvenes que son asesinados diariamente en las comunidades de Rio y en todo Brasil.
Este país carga con la vergüenza de haber criminalizado en el pasado el Samba y la Capoeira, que fueron tratadas como cuestiones policiales, al igual que hoy criminaliza expresiones artísticas populares como el funk y el graffiti.
La élite brasileña siempre ha dado la espalda a la inmensa riqueza cultural que ha brotado y continúa surgiendo de las periferias de este país. Ignora todo lo que pudo el genio de Cartola, doña Ivone Lara, Elza Soares, Lia de Itamaracá, Clementina y Carolina de Jesús. Se niega a escuchar las nuevas voces, especialmente negras, de indignación y afirmación que hoy se manifiestan en el ritmo del rap y en los slams de poesía que se consolidan en todo el país.
Nosotros, por el contrario, siempre creímos e invertimos en la diversidad cultural brasileña. Tuve el honor de tener dos ministros de la talla de Gilberto Gil y Juca Ferreira. Nosotros vemos la cultura en tres dimensiones: como un derecho de todos los brasileños, como un promotor del desarrollo social y económico, y como una expresión de la rica y diversa identidad brasileña.
Asumimos, y cumplimos, el compromiso de combatir la exclusión cultural de millones de brasileños. Garantizamos la participación de artistas, gestores, productores y toda la sociedad en la formulación y gestión de políticas culturales.
Nunca le pedimos un certificado ideológico a ningún artista.
Multiplicamos el presupuesto del área por cinco. Fue de solo R$ 770 millones en 2002 y alcanzamos R$ 4 mil millones en 2015.
Creamos el programa Cultura Viva, que identificó e invirtió en alrededor de 4.500 sitios culturales, apoyando las expresiones artísticas más diversas, ya sea en las afueras de las grandes ciudades o en comunidades distantes, indígenas y quilombolas.
Creamos el Sistema Nacional de Cultura, basado en la articulación del gobierno federal con los estados y municipios para construir planes, consejos, conferencias y fondos de cultura.
Creamos el Plan Nacional del Libro y la Lectura, implementando acciones como la formación de mediadores de lectura y la instalación de bibliotecas públicas en cada municipio brasileño.
Creamos el Instituto Brasileiro de Museus –Ibram- para cuidar los museos. Desarrollamos el PAC de ciudades históricas para defender el patrimonio histórico nacional.
Creamos Vale Cultura, para que el trabajador tuviera también derecho a alimentar su espíritu, comprar libros y entradas para el cine, teatro y conciertos, entre otros bienes culturales. Porque, como dice la canción de los Titãs, “La gente no solo quiere comida, la gente quiere comida, diversión y arte”.
Hemos creado una política eficiente y exitosa para el audiovisual brasileño, apoyando desde la producción hasta la proyección de películas y series de televisión, contando historias de Brasil al mundo y generando miles de empleos.
Financiamos nada menos que 306 largometrajes y 433 series o telefilms. Promovimos el talento y la cultura de nuestro país sin ningún tipo de censura o filtro ideológico. Por cierto, quien más se benefició de esos mecanismos de fomento audiovisual fue la Globo, sin reconocer jamás que fueron creados en los gobiernos del PT.
El audiovisual sufre ahora el destrato de este gobierno. El talento inagotable de nuestros cineastas continúa produciendo buenas noticias, como el reconocimiento internacional de “La vida invisible de Eurídice Gusmão”, el éxito de “Bacurau” tanto en Brasil como en el extranjero, y la preselección de “Democracia em Vertigem”” para los Premios Oscar al Mejor documental. Sin embargo miles de trabajadores altamente calificados son víctimas del intento de desmantelar un sector vital para la economía y para la construcción de la identidad brasileña.
Enemigo de la diversidad, el gobierno actual trata de censurar la producción y difusión de obras cuyos temas no están en consonancia con el conservadurismo hipócrita que predica.
Inventa todo tipo de dificultades para el lanzamiento de la película “Marighella”, que cuenta un capítulo importante de nuestra historia y hasta el día de hoy no ha podido estrenarse en nuestro país.
Mandaron a arrancar carteles de películas brasileñas de la sede de Ancine, en una absurda muestra de odio contra las obras de arte que nuestro cine ha producido a lo largo de la historia.
Incluso llegó a insultar a una de las mayores artistas de nuestro país, ignorando el hecho de que Fernanda Montenegro mirando 30 segundos a una cámara hizo mucho más por Brasil que Bolsonaro en 30 años sentado en la banca de diputado.
Llenando al país de vergüenza ante los ojos del mundo, Bolsonaro tomó la increíble decisión de no firmar junto con el Presidente de Portugal el diploma otorgado a Chico Buarque al ser reconocido con el Premio Camões, el más importante otorgado a un autor de habla portuguesa.
No satisfecho con su intención de herir el alma del pueblo brasileño, ofendió a algunos de nuestros artistas más queridos, como Caetano Veloso, Gilberto Gil, Martinho da Vila y muchos otros.
Tales actitudes autoritarias no dejan dudas de que este gobierno invierte las cosas. Convoca para cuidar la cultura de los enemigos de la cultura. Para cuidar el medio ambiente, a los enemigos del medio ambiente. Para cuidar las relaciones exteriores, los enemigos de la diplomacia. Para cuidar la educación, los enemigos de la educación, especialmente de las universidades, estas fuentes de conocimiento extraordinarias e inagotables.
Nombra machistas para encargarse de las políticas para las mujeres y racistas para dirigir la fundación que tiene como objetivo promover los valores culturales, sociales y económicos derivados de la influencia negra en la formación de la sociedad brasileña.
Instituciones queridas para nuestra memoria, como la Casa de Rui Barbosa, una herencia nacional con 90 años de historia, son entregadas a representantes de la derecha más atrasada y fundamentalista que Brasil haya conocido.
Son enemigos de todo lo que es bueno en este país. Son solo amigos de ellos mismos. Y ni siquiera eso, porque no dejan de pelear entre ellos, maldiciéndose, denunciando las estafas uno del otro.
El odio que sienten por el pueblo brasileño hizo que yo pasase 580 días encarcelado como preso político, por un crimen que hasta mi más feroz adversario sabe que no cometí. En estos casi 600 días, sentí en la piel la importancia de la cultura en la vida de un ser humano.
Yo renovaba mi fuerza al escuchar los “Buenos días, Buenas tardes, Buenas noches Presidente Lula” que los compañeros de la Vigilia Lula Libre me cantaban todos los días. Pero hubo momentos de silencio. Y en el silencio, como enseña Guimarães Rosa, ” somos realmente nosotros “. Y el silencio en la prisión resuena aún más fuerte dentro nuestro.
Entonces yo leía para mantener alejado el silencio y la soledad. Leía para aprender, para salir de allí mejor de lo que entré. Leí para ser libre. Porque cuando vuelas con las alas de un libro, cuando tienes un arma en la mano tan poderosa como una obra de arte, no hay una celda o pared que pueda atarte.
Quiero que sepan que siempre estaré al lado de ustedes. Me siento parte de la valiente resistencia que ustedes, cineastas, músicos, dramaturgos, artistas visuales, escritores, actores y actrices, personas de todas las artes, sostienen contra esta verdadera organización para la destrucción.
Es necesario recordar que la censura impuesta por el gobierno actual no es solo sobre la cultura. También es el conocimiento, lo que explica el ataque permanente a las universidades. Es una censura sobre la ciencia, como fue explícito en la renuncia del presidente del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales –Inpe-, Ricardo Galvão, quien demostró con base en datos sólidos el tremendo avance de la deforestación en la Amazonía.
Aprovecho para felicitar a Ricardo Galvão, quien fue elegido la semana pasada por la revista británica Nature como una de las diez personas más destacadas de la ciencia en el mundo.
Por lo tanto, no se rindan, no bajen la cabeza, no se desanimen. Estamos juntos. Un país que le ha dado al mundo el Samba, el Cinema Novo, la Bossa Nova, la Tropicália, el Teatro del Oprimido y la arquitectura de Oscar Niemeyer nunca estará de rodillas.
Como en la Alemania nazi, quieren destruir a Brasil comenzando por la cultura. No lo permitiremos. Resistámos, como hemos resistido a otras pesadillas. Me tomo de la mano con todos ustedes para defender juntos el legado de la música, el cine, el teatro, la literatura y todas las expresiones artísticas de este país.
Antes de concluir, me gustaría agradecer especialmente a los intelectuales brasileños, honrando a uno de los mejores pensadores que este país ha tenido y que hoy es venerado en todo el mundo. Paulo Freire nos dejó hace mucho tiempo, pero sus ideas revolucionarias y amorosas para la educación y la construcción de un mundo mejor continúan iluminando nuestros caminos, haciendo perder el sueño a aquellos que en el siglo XXI todavía creen que la tierra es plana.
Contra el odio al arte y al conocimiento, nosotros estamos armados con las luces de la civilización. Estoy convencido, mis amigas y mis amigos: una vez más, nosotros venceremos. Cuentan conmigo.
Viva la Cultura. Y viva la Libertad.
Taducción: Nodal Cultura.
Fuente (de la traducción): https://www.nodal.am/2019/12/lula-ante-artistas-brasilenos-lo-que-este-gobierno-mas-odia-y-teme-es-la-cultura/
Fuente (del original): https://lula.com.br/leia-a-integra-do-manifesto-de-lula-a-cultura/?fbclid=IwAR283CA4wJF1Kxk7Z9oNe0K7Mcf1eJNDxKmdlFfw9mD43ecZI4_hV9E62lU
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