El bunker soviético de Barcelona en la casa del doctor Andreu
Existen varios refugios antiaéreos en la capital catalana, pero sin duda uno de los más curiosos es el de la antigua embajada de la Unión Soviética.
Esta situado en la casa de Salvador Andreu, el farmaceútico inventor de las famosas Pastillas del Doctor Andreu para la tos, las cuales junto con otros productos fabricados por su laboratorio le hicieron amasar a finales del siglo XIX una considerable fortuna.
Gracias a ello se convirtió en uno de los principales inversores en bienes inmuebles de la Barcelona de la época, promoviendo la urbanización de grandes zonas de la ciudad, entre ellas la rambla de Cataluña o la montaña del Tibidabo.
Será en la misma Avenida del Tibidabo, en el número 17, donde en 1926 encarga la construcción de una mansión al arquitecto Enric Sagnier, uno de los más prolíficos arquitectos de la época, con cerca de 300 edificios levantados en Barcelona. El propio Sagnier ya había realizado la ampliación de la Torre Andreu, la casa familiar del farmaceútico, en la misma avenida ocho años antes.
No tendría mucho tiempo de disfrutar de la nueva residencia, pues Salvador moriría en 1928. Ocho años más tarde estalla la Guerra Civil y el palacete es confiscado a sus herederos por las autoridades republicanas, que lo ceden a la Unión Soviética para el establecimiento de su consulado. Hasta ese momento se ubicaba en el hotel Majestic, en el paseo de Gracia.
La delegación soviética estaba encabezada por Vladímir Antónov-Ovséyenko, periodista y diplomático que se hizo famoso por dirigir el asalto al Palacio de Invierno durante la Revolución de Octubre. Héroe de la Unión Soviética, ello no le libró de la Gran Purga estalinista del 13 de octubre de 1937.
Durante el año que ejerció como cónsul en Barcelona (de 1936 a 1937) prestó servicio como consejero militar al ejército republicano y Negrín llegó a decir de él que era más catalán que los catalanes. Fue precisamente por desavenencias con éste y con el embajador soviético, que tuvo que dimitir, siendo arrestado a su regreso a la URSS, y fusilado en 1939.
Mientras estuvo al frente del consulado organizó la llegada de armas y alimentos en apoyo del gobierno republicano. El traslado de éste a la capital catalana motivó que el consulado se convirtiera en embajada de facto, y es en este momento cuando se inicia la construcción del bunker (aunque se desconoce la fecha exacta) en los subterráneos del palacete. El objetivo era proteger la embajada de los bombardeos de los aviones italianos desde Mallorca.
Con unos 50 metros cuadrados de superficie y paredes de hormigón de 40 centímetros de grosor, está sellado con dos puertas blindadas de hierro fundido que se abren y cierran desde dentro. Tiene un largo pasillo a los lados del cual se abren cuatro habitaciones, un servicio y una pequeña habitación donde todavía se pueden ver conmutadores, instalaciones eléctricas y un generador de gasolina, así como el sistema de ventilación.
Desde el bunker los miembros de la delegación soviética podían seguir trabajando durante los bombardeos, de ahí la presencia de la instalación eléctrica.
Hoy en día todavía se conserva en el la placa original que antiguamente estuvo a la entrada de la embajada, y el bunker se puede visitar dentro de la ruta guiada Mansiones de la Barcelona Señorial. El edificio aloja en la actualidad las oficinas de una compañía de seguros.
Fuente: La Brújula Verde
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