Título original: El violín
Año: 2006
Duración: 98 min.
País: México
Dirección: Francisco Vargas
Guión: Francisco Vargas
Música: Cuauhtémoc Tavira, Armando Rosas
Fotografía: Martín Boege Paré (B&W)
Reparto: Ángel Tavira, Dagoberto Gama, Fermín Martínez, Gerardo Taracena, Silverio Palacios
Sinopsis: Don Plutarco, su hijo Genaro y su nieto Lucio llevan una doble vida. Por una parte, son humildes músicos rurales y, por otra, apoyan activamente al movimiento guerrillero campesino contra el gobierno opresor cuyo significado militares violan y torturan a la población. Cuando el ejército invade el pueblo, los rebeldes deben huir y abandonar las municiones. Haciendo valer su apariencia de inofensivo violinista, Don Plutarco tiene un plan: recuperar las municiones escondidas en su maizal. Su música embelesa al capitán, pero falta recoger las municiones.
El violín (2006), película escrita y dirigida por Francisco Vargas, es probablemente el mejor filme mexicano de los últimos diez años y el más premiado. Esta cinta tiene como ejes temáticos la violación de los derechos humanos, la represión, la injusticia y la miseria, así como también echa una mirada al ejército como brazo armado de un Estado y de un gobierno que en lugar de cambiar las condiciones de vida de los pueblos las provocan. El filme sufrió el enlatamiento comercial y sólo logró exhibirse después de haber obtenido premios y distinciones en países europeos y en festivales estadounidenses.
La película de Francisco Vargas narra la historia de don Plutarco, un anciano violinista, y de su nieto Zacarías, que mientras recorren los pueblos de su comarca montañosa también son correos de la guerrilla. La historia puede ubicarse en el México actual o suceder en otro país en circunstancias similares, donde los pobres y el ejército son fuerzas antagónicas.
Francisco Vargas, director de El violín señala en entrevista realizada por el periodista Pablo Goldbarg, en el estreno de esta cinta, en Nueva York: la película no tiene un tiempo y un espacio definido. Lo que yo no quería que sucediera era que se ubicara en un momento histórico específico -en Guerrero, Chiapas o Oaxaca, Guatemala, Salvador, Honduras, tal década, tal año, tal comunidad-, porque entonces sería muy triste que la gente después de ver esta película pudiera pensar: Si eso se ubica en el pasado, es que ya no sucede. Los discursos oficiales son tan poderosos y tan dominantes que bien pueden hacernos creer que ese tipo de cosas ya no suceden, que están en el pasado, y que nuestros países han sido pobres, pero están ahora en vías de desarrollo.
El hecho de que esta cinta se filmara en blanco y negro contribuye a lograr la ausencia como presencia absoluta. No hay violencia visual ni gráfica. Está sugerida. No hay balas, armas, sangre, enfrentamientos. Y sin embargo hay una guerra que no se ve. Todo el tiempo prevalece una violencia silenciosa.
La utilización del blanco y negro fue también para que el filme tuviese una apariencia documental afirma su director-escritor, en la entrevista con Pablo Goldbarg-, junto con la cámara en mano, los actores profesionales y no profesionales y la gente de las comunidades. La idea fue un poco buscar que la gente, cuando saliera de ver la película, tuviera la sensación de haber visto algo documental, que es una sensación diferente a la que uno tiene al ver ficción, reacciones como “bueno, es una película, ya está, se acabó”. Cuando uno termina de ver un documental y abre la puerta para salir a la calle, uno sabe que eso ha sucedido, o está sucediendo, o viene.
Cuando el ejército ocupa el pueblo donde vive don Plutarco, su nieto se interna en la montaña para sumarse a la guerrilla. El viejo sigue sus recorridos, pero también se acerca al sitio donde el ejército ha instalado su cuartel, con el fin de exterminar a la guerrilla. El viejo sabe lo que quiere. La música de su violín logra atraer a un militar, y poco a poco se gana la confianza de éste, no sin antes vencer los recelos del soldado.
El eje central de la película es la música, señala el director de El Violín, y agrega: La música como elemento que queda, a pesar de todo lo que pueda suceder. A pesar de que puedan aparecer o desaparecer los personajes, o morir, o perderse, lo que queda es la música, como símbolo de tradición oral, memoria, cultura y espíritu libertario de los pueblos. Todo lo que tenga que ver con esto y lo que sucede en la película, está dicho y tratado a partir de la música del violín. La herencia que tiene el nieto hacia el final de la película, además de otras cosas es la música, lo que le queda. Con todo lo que significa.
Por su parte, Eduardo Sabugal, crítico y estudioso de cine, afirma: Harto de comedias urbanas, de guapos actores y de enredos de pareja, al espectador mexicano le estaba vedado ver en pantalla grande algo que realmente le tocara de cerca y le dijera cómo era, quién era, cómo podría ser. El cerco informativo, la autocensura, el miedo a politizar lo que se supone está más allá de lo político (arte por el arte), habían sumido al público mexicano en una oscuridad miserable. Si uno admiraba Los olvidados de Buñuel o sufría levemente con Pedro Infante y Nosotros los pobres, era sólo para mirar de reojo el pasado petrificado. Pareciera que imágenes de la actualidad, imágenes de los verdaderos problemas políticos, económicos y sociales que desgarran el tejido social, fueran imposibles de ver en el cine actual. Por desgracia las pocas imágenes contemporáneas que muestra la televisión en evidente parcialidad sólo exhiben el país oficialista, el país que existe en la mente de reporteros vendidos, empresarios derechistas, mafiosos, y guionistas de telenovelas.
Sabugal continúa: La dureza de la represión militar, el ataque a comunidades en resistencia, la batalla desigual entre la guerrilla y el Ejército, son temas que aborda Vargas sin rodeos ni concesiones. La secuencia inicial del film es la violación de una mujer por parte de un soldado; el público mexicano no puede asistir a esa toma sin tener en mente lo sucedido en Atenco o el reciente caso de la anciana campesina Ernestina Ascensión, presuntamente violada por elementos del Ejército. Nunca se dice en qué lugar geográfico se encuentran situados los personajes pero bien pudiera ser Chiapas, Guerrero o Oaxaca.
El crítico y estudioso de cine concluye: La secuencia final de El Violín incluye una de las tomas más bellas de la historia del cine nacional, por su forma y por su contenido. Al igual que Rojo Amanecer, el film termina con un niño caminando después de una masacre, pero la diferencia es que este niño está armado.
Reseña de Guadalupe Ortega
Fuente: El Comunista
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