Con el final de la Primera Guerra Mundial se desintegra el Imperio austro-húngaro y se proclama la república de Austria. El mundo había cambiado y el vals burgués dio paso a nuevos ritmos populares.
La capital se convirtió también en estado federal de la nueva república democrática. La victoria en las elecciones de Viena del Partido Socialdemócrata Obrero Austriaco dio inicio al periodo conocido como la “Viena Roja” (Rotes Wien). Esta etapa finalizará en 1933 con la instauración en Austria de una dictadura de corte fascista.
Una de las prioridades del gobierno socialista vienés fue resolver el grave problema de la vivienda, para lo cual desarrolló un ambicioso Plan de Vivienda Pública que, entre 1923 y 1933, construyó más de 65.000. El principal modelo seleccionado para ello fue el de los grandes complejos multifamiliares de vivienda social pública (höfe).
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Una nueva generación de arquitectos, que habían estudiado bajo el magisterio de Otto Wagner (Wagner Schule), abordará la tarea de dar imagen a esta nueva etapa vienesa. No obstante, las höfe buscaron trascender los límites de la arquitectura pretendiendo ser la expresión de un nuevo orden social. Fueron muchas las höfe que se construyeron durante la Viena Roja, algunas tan impresionantes como la Karl Marx-Hof, verdadero manifiesto ideológico construido.
El contexto histórico de la Viena Roja
Con el final de la Gran Guerra, en 1918, el Imperio Austro-húngaro se desintegra y sus fragmentos sufrirán evoluciones diversas. El caso de Austria es particularmente agitado. La inicial declaración de la república austriaca (Austria Germana), marcada por su vocación de integración con Alemania, será rechazada por la Sociedad de Naciones, que forzó una nueva composición territorial y política denominada I República de Austria (con la prohibición expresa de cualquier posibilidad de unión con Alemania).
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Tras la guerra, Viena se enfrentaba a una situación catastrófica. La desastrosa situación económica sacó a la luz los desequilibrios sociales acumulados, especialmente en la última fase imperial. Con una población de dos millones de personas y su territorio drásticamente reducido, Viena se encontraba arruinada y desconcertada, con unos elevadísimos índices de desempleo, muchos refugiados de guerra errantes, una burguesía desorientada y con unos agitados y conflictivos movimientos obreros que reclamaban los derechos de una clase trabajadora muy numerosa.
Las necesidades eran muchas, pero una de las más urgentes era solucionar el problema de la vivienda, particularmente el del alojamiento de la masa obrera que se encontraba en unas condiciones infrahumanas. Hasta entonces la respuesta a la demanda de viviendas estaba en manos de la especulación inmobiliaria privada que construyó numerosos y execrables Mietkasernen (Cuarteles de alquiler). Casi el 95% de las viviendas carecían de lo más esencial (agua, aseo) y solían limitarse a una habitación de unos 5 metros cuadrados con una pequeña cocina incorporada. Largas y angostas galerías, mal iluminadas y peor ventiladas, daban acceso a estas infraviviendas.
En este contexto, las elecciones llevaron al gobierno de Viena al Partido Socialista (entonces denominado SDAPÖ: Sozialdemokratischen Arbeiterpartei Österreichs, con una referencia explícita a los trabajadores). Se iniciaba así el periodo conocido como la Viena Roja (Rotes Wien). El hecho de ser un estado federal otorgó al gobierno municipal una autonomía importante (sobre todo en soberanía fiscal) para desarrollar sus políticas. Viena se convirtió en una isla política ya que el resto del estado austriaco estaba gobernado por el conservador Partido Social-Cristiano, sustentado por la burguesía y el campesinado. Viena era, en ese momento, la única metrópoli gobernada por la socialdemocracia y ese hecho, hizo recaer en ella el foco de la atención internacional. Los gobernantes vieneses eran conscientes de que su ciudad era un escaparate para mostrar las posibilidades de una nueva forma política, el “austromarxismo”.
Este periodo finalizará en 1933 cuando el canciller Engelbert Dollfuss disolvió el parlamento, prohibió los partidos, e instauró en Austria una dictadura fascista (austrofascismo).
Las primeras respuestas al problema de la vivienda fueron insuficientes: la expropiación de viviendas desocupadas, el bloqueo de rentas o la prohibición de desahucios, fueron acciones de emergencia que no atajaron las dificultades. Como solución, se puso en marcha un programa de intervención pública para la construcción de numerosas viviendas sociales.
Para ello, en 1923, el gobierno vienés instauró un conjunto de impuestos especiales (hasta dieciocho diferentes) que le permitiría financiar sus políticas y la construcción de esas viviendas sociales. Los conocidos como Impuestos Breitner, Breitner-Steuern, en referencia al entonces concejal de finanzas Hugo Breitner, gravaron la propiedad de viviendas (Wohnbausteuer) y, sobre todo, el lujo (que afectaba a muchas cuestiones, como determinados productos, la posesión de coches de caballos, el número de criados en las residencias, e incluso algunos espectáculos)
Con esta importante aportación económica, Viena contó con los recursos económicos necesarios y se lanzó un plan de vivienda social absolutamente revolucionario para la época. El municipio no necesitó endeudarse ya que los nuevos impuestos permitieron la financiación de todo el programa de construcción (que, además, logró reducir el desempleo).
Los ingresos procedentes de los arrendamientos de las nuevas viviendas no fueron significativos. Hay que tener en cuenta que los criterios de selección de inquilinos favorecían a las clases de menor poder adquisitivo y con mayores problemas. El alquiler que se cobraba rondaba el 4% de los ingresos familiares (que en viviendas privadas se encontraba en torno al 30%).
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La palabra Gemeindebauten se refiere a los edificios públicos, tanto a viviendas como a otras tipologías que también fueron abordadas por el gobierno vienés (hospitales, instituciones o incluso alguna iglesia). No obstante el gran referente del periodo serán los Wohnhausanlage, los edificios residenciales. Por eso, las höfe recuerdan en su fachada principal el nombre del conjunto acompañado del texto “Wohnhausanlage der Gemeinde Wien” (edificio residencial de la ciudad-comunidad de Viena) aludiendo a su carácter público. Todo ello escrito con unas personalísimas letras rojas.
El concepto de vivienda planteado fue más allá de la necesidad de dar alojamiento a la clase obrera. Se pretendió crear comunidades que fueran núcleos de la nueva sociedad naciente, con inclusión de una amplia gama de infraestructuras de salud, educación o cultura. Y la arquitectura debía potenciar esta idea. Debía ser el escaparate de la nueva sociedad frente al capitalismo. Los nombres otorgados a las diferentes comunidades son toda una declaración de intenciones.
El ejemplo más conocido, auténtico paradigma de la época, es la Karl Marx-Hof, construida entre 1927 y 1930 según el proyecto de Karl Ehn, que proponía 1.382 viviendas de entre 30 y 60 metros cuadrados. Sus impresionantes dimensiones (su longitud alcanza los 1.100 metros), su dotación de equipamientos y una baja ocupación que liberaba amplios jardines interiores (la edificación solamente ocupa el 18,5% de las 15,6 hectáreas totales), marcaron la pauta de una nueva fórmula de producción urbana que caracterizó la periferia vienesa.
Innovaciones urbanas y arquitectónicas de las höfe de la Viena Roja
Las höfe redefinen la noción de manzana como estrategia de construcción de ciudad. Son grandes complejos de viviendas públicas en alquiler, que siguiendo el modelo de manzana urbana, albergaban comunidades muy numerosas y que se caracterizaron por la propuesta de un gran patio comunitario (hof). Este patio, conectado con el exterior por medio de accesos, generalmente monumentales, es la expresión de una nueva utopía social, donde se compartían un buen número de dotaciones para la comunidad residencial que allí habitaba. Los apartamentos contaban con los adelantos técnicos de la época (cocina, cuarto de baño y agua corriente)
Las höfe vienesas suponen una evolución particular sobre la renovación de la manzana urbana propuesta en el Plan Sur de Amsterdam por H.P. Berlage. Si las manzanas holandesas tendieron a la unificación de proyectos e imagen, liberaron el patio de manzana proponiendo un jardín interior privado y adelgazaron la edificación perimetral con viviendas de doble orientación, en Viena se aportaron nuevos matices:
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La Arquitectura como utopía social. En primer lugar, las höfe vienesas son un modelo que experimenta un nuevo tipo de comunidad sobrepasando las atribuciones de la arquitectura. Teñidas de utopía social, las grandes agrupaciones de vivienda pretenden sustentar una nueva forma de vida. Las höfe se convierten en un manifiesto ideológico construido que pretende dignificar sobre todo la forma de vida de la clase obrera.
Aunque se realizaron colonias de viviendas unifamiliares, estás, con su marcada individualidad, no eran coherentes con el carácter colectivo que subyacía en las ideas sociales del “austromarxismo”. Por esto, las höfe fueron la tipología privilegiada y mayoritaria.
Por otra parte, el propio proceso inmobiliario también apuntaba un camino diferente. Como se ha comentado, la financiación de la operación se realizó con la implantación de los impuestos Breitner a las clases burguesas y nobles. En muchas de las edificaciones todavía se puede leer Erbaut aus den Mitteln der Wohnbausteuer (construido con los fondos procedentes del impuesto sobre las viviendas). Y además, el deseo de ofertar viviendas asequibles lleva a constituir arrendamientos mínimos.
El tamaño y la “monumentalidad”. Las höfe eran una propuesta social y como tal respondieron a ello. Las clases obreras, principales receptoras de las viviendas, cuyo poder adquisitivo era muy reducido, se agruparon en comunidades muy grandes, para facilitar la organización del colectivo y la gestión de los servicios.
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Las höfe se plantearon como “palacios obreros” y en el intento de dignificar las edificaciones se recurrió a una monumentalidad que se basó en el tamaño y en la singularidad de la arquitectura que con un renovado lenguaje estilístico, que mezclaba tradición y modernidad, consiguió dotar a las manzanas de una personalidad muy relevante.
En este sentido, algunas höfe presentan gestos simbólicos como la gran exedra de la Karl-Seitz-Hof en un guiño a la del Neue Hofburg del Ring. E incluso los grandes jardines pueden tener un recuerdo de los que acompañan a los grandes palacios (Schönbrunn, Belvedere, etc.)
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Su relación con la ciudad. Así como las manzanas de épocas anteriores se plegaban a la configuración de las calles con docilidad, las höfe lo hacen solo relativamente. De hecho en muchos casos, el interés en dotar de significación a algún lugar singular (entrada, esquinas, etc.) modifica el trazado de la edificación olvidándose de la relación directa con la calle. Se vislumbran ciertos intentos de otorgar autonomía y predominio a la arquitectura sobre el trazado urbano, anticipando algunas de la claves que triunfarán con el naciente Movimiento Moderno
Uno de los patios interiores de la Karl-Marx-Hof |
La dotación mixta. El jardín de la manzana holandesa era un espacio comunitario de convivencia. En las höfe, la extensión del jardín interior es mucho mayor dando cabida a nuevos usos de carácter no residencial para complementar muchos aspectos vitales de la comunidad.
Los patios (hof) debían convertirse en verdaderos centros sociales. Su amplitud permite la incorporación de un programa complementario variado. La idea era dotar de infraestructuras que facilitaran la vida diaria a los habitantes de la comunidad. Cada conjunto disponía de una amplia, e insólita para la época, dotación de equipamientos que incluían guarderías infantiles, lavaderos públicos, bibliotecas o teatros en una mezcla que pretendía atender tanto las necesidades más perentorias como una oferta recreativa y social para el hombre/mujer del colectivo obrero.
El diseño de las höfe fue realizado por un conjunto de arquitectos que, en su mayoría, habían estudiado en la Akademie der bildenden Künste Wien (Academia de Bellas Artes de Viena) bajo el magisterio de Otto Wagner, quien había comenzado su enseñanza arquitectónica en 1894. Por ello suelen ser reconocidos como la “Escuela de Wagner”, Wagner Schule. Esta nueva generación de arquitectos abordó la transición hacia la primera modernidad espoleados por la personalidad de su maestro.
La lista presentada a continuación, que recoge algunas de las höfe más relevantes y los arquitectos que participaron en su realización, no es exhaustiva.
Más allá de los ácidos ataques de la burguesía vienesa del momento al odiado concejal Breitner y sus impuestos, la experiencia de la Viena Roja y las höfe recibieron numerosas críticas. Muchas de ellas se centraron en temas sociales, cuestionando el realismo de sus revolucionarios planteamientos y relativizando los logros obtenidos. Otras, más formalistas, atacaron el modelo urbano-arquitectónico tildándolo de obsoleto e inadecuado para el mundo moderno.
Las primeras, recelaban de la ambición de los programas de las höfe que se asentaban en un sistema de relaciones inédito hasta entonces, proponiendo una nueva organización social. Sin llegar al extremo colectivista de algunas de las utopías socialistas del siglo XIX, las höfe querían expresar el protagonismo de un nuevo colectivo, convirtiendo a cada individuo en un “working class hero”. Las circunstancias políticas posteriores imposibilitaron buena parte de las intenciones iniciales, reduciendo los logros, excusa que permitió a los críticos cuestionar la fortaleza de los ideales para vencer la inercia de la realidad social.
Algunos de estos críticos comparaban las grandes höfe con el Panóptico, aquel centro penitenciario imaginario diseñado por Jeremy Bentham en 1791, y citando ejemplos como el hecho de que el juego de los niños se realizara habitualmente fuera de los grandes patios, en los espacios exteriores y libres de la periferia.
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El segundo grupo estaba abanderado por los apóstoles del Movimiento Moderno. Estos reivindicaban la autonomía arquitectónica respecto de la ciudad, cuya expresión se centró en la edificación de bloques abiertos y exentos. Su triunfo posterior relegaría a la manzana como solución urbana, dejando las propuestas de la Viena Roja en un discreto olvido.
No obstante, experiencias como las höfe de la Viena Roja volverán a ser referentes en el renacimiento de la manzana como estrategia de desarrollo urbano, que se producirá en las últimas décadas del siglo XX. La revisión de estos años perderá el carácter social, pero muchas de las aportaciones formales y programáticas serán recuperadas y revisadas a la luz de los criterios de una sociedad y una tecnología diferentes. Uno de esos ejemplos se producirá en la Barcelona Olímpica.
Las höfe fueron una experiencia controvertida. Pero más allá de las aspiraciones y los logros, de las críticas y de sus valores, es un hecho incuestionable que las propuestas de la Viena Roja mejoraron la vida de muchos ciudadanos. Fueron 65.000 viviendas que aliviaron y dignificaron a más de doscientos mil vieneses que antes residían en infraviviendas.
Publicado por José Antonio Blasco en Urban Networks
Publicado por José Antonio Blasco en Urban Networks
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