Vulgar lengua
Pier Paolo Pasolini
Prólogos de Salvador Cobo y Antonio Piromalli
Editorial El Salmón
Traducción de Salvador Cobo
136 páginas
14x20cm
P.V.P.: 13€
ISBN: 978-84-943217-8-8
El 21 de octubre de 1975, apenas unos días antes de morir asesinado, Pier Paolo Pasolini participó en una conferencia en la ciudad de Lecce sobre las culturas y lenguas minoritarias de Italia, en lo que sería su última intervención pública. Dialogando con profesores y estudiantes de instituto, Pasolini discute sus dudas y preguntas desplegando los motivos principales de su herejía desesperada: el genocidio consumista, el trágico destino de los dialectos italianos, el rol de la escuela y la paradoja de la desescolarización, la censura y la tolerancia, o el conformismo de la figura emergente del nuevo clérigo progresista.
Vulgar lengua recoge, por primera vez en castellano, la transcripción del debate. Contiene, además, el prólogo de la edición original escrito por el organizador del encuentro, Antonio Piromalli; el prólogo escrito por el traductor y miembro de Ed. El Salmón, Salvador Cobo; una pormenorizada bibliografía sobre la relación entre Pasolini y los dialectos, elaborada por Fabio Francione, responsable de la edición italiana y autor a la sazón de la Nota a la edición italiana; así como un apéndice fotográfico que ilustra la jornada de Pasolini en la Grecìa, zona de la provincia de Lecce donde se conserva el dialecto griko o grecánico.
«Todo lo que ha hecho el capitalismo hasta hace diez años, es decir, la centralización clérico-fascista, no ha hecho un solo rasguño a la diversidad cultural de los italianos. Antropológicamente, un siciliano era un siciliano, un albanés era un albanés y un friulano era un friulano. Nada los había transformado. La llegada de la cultura de masas, de los mass media, de la televisión, del nuevo tipo de escuela, del nuevo tipo de información y, sobre todo, de las nuevas infraestructuras, es decir, el consumismo, ha llevado a cabo una aculturación, una centralización que ningún gobierno que se declarara centralista había conseguido jamás. El consumismo, que se declara tolerante, abierto a la posibilidad de una descentralización, es, por el contrario, terriblemente centralista. Ha conseguido perpetrar ese genocidio que el capitalismo perpetró en Francia o en Inglaterra tal vez ya en tiempos de Marx, y del que hablara el propio Marx».
Pier Paolo Pasolini (1922-1975), fue un escritor y cineasta italiano. Alcanzó notoriedad tras la publicación de sus primeras novelas y poemarios, que desataron diversas polémicas: Chavales del arroyo (1955), Las cenizas de Gramsci (1957) y Una vida violenta (1960). Su labor como director de cine multiplicó su fama por todo el globo, con películas como Accattone, El evangelio según san Mateo, Teorema o Saló. Comunista y antimoderno, Pasolini fue un marxista profundamente heterodoxo, amante de la cultura preindustrial y enemigo de la civilización tecnológica, como lo demuestran sus numerosos artículos críticos con el «neocapitalismo», la televisión o el consumo ya desde finales de los años cincuenta, opiniones heréticas que alcanzarían su culmen en sus libros Escritos corsarios y Cartas luteranas, así como en el debate-conferencia Vulgar lengua.
EXTRACTO DEL LIBRO: https://edicioneselsalmon.files.wordpress.com/2017/05/vulgar-lengua-pasolini-extracto.pdf
RESEÑA DE "VULGAR LENGUA", DE LUIS REGUERO
“El éxito es la otra cara de la persecución. Puede exaltar en un primer momento, dar cierta satisfacción, cierta vanidad. Pero apenas lo has obtenido, se entiende que es algo horrible para un hombre”.
Fue siempre Pasolini un intelectual provocador, desafiante, un apasionado de la cultura, un incómodo escritor, poeta, cineasta que se vio marginado, despreciado por la maquinaria de picar carne del poder, no sólo por sus interlocutores afines de la izquierda sino también por todo ese arco que formaban la derecha democristiana, la extrema derecha y la Iglesia Católica. Se opuso con dureza a todo el falso bienestar que traía el poder neocapitalista, el consumismo, la unificación del pensamiento o de la lengua en detrimento de toda la riqueza dialectal que, en su opinión, hacían de Italia un espacio de convivencia más plural, alegre y diverso.
El monstruo es el poder. Y el poder es el crimen, que decía Shakespeare. Lo sabe bien quien ha rondado alguna vez por sus entrañas. Quien se ha asomado al precipicio de su estómago y ha visto toda esa inmensa oscuridad, toda ciénaga violenta donde se pica en silencio la carne. Donde se tritura voluntades e ideas.
Al monstruo, al poder, dile siempre la verdad. Dile a la cara la verdad. Eso fue lo que hizo toda su vida, con sus aciertos y errores, el escritor, poeta y director de cine, Pier Paolo Pasolini (Quartiere Santo Stefano, Bolonia, 1922 – Ostia, Roma, 1975). Un hombre incómodo, provocador, insubordinado irredento, crítico, reaccionario contra el neocapitalismo, contra la antropofagia de la tecnología y el consumismo que estaba, allá por los 60, deshumanizando Italia, vampirizando, a su juicio, el mundo feliz de los arrabales de Roma, del mundo rural donde la gente era pobre pero alegre y aún sonreía, y todo ello con la televisión como principal instrumento de adocenamiento, dominación, mercantilización y homogeneización social.
Pasolini ama un mundo que está desmoronándose. Una vida que se está tambaleando, que se está agrietando como consecuencia de la fuerza imparable de ese proceso de “aculturación neocapitalista”, que también ha golpeado de lleno a los distintos dialectos que conferían a Italia una bella diversidad, porque, para el cineasta, representaban “la aproximación más carnal a los hombres de la tierra”. Los dialectos, por entonces, aún sobrevivían, pero ven cómo van siendo arrastrados y sustituidos por la lengua italiana, cómo toda esa pureza, toda esa riqueza sagrada y dialectal, lingüística y mística de los pueblos italianos, está siendo profanada y extinguida por un poder feroz, centralista, globalizador, que unifica, que olvida las periferias y la cultura plural.
Un nuevo libro, titulado Vulgar lengua (Ediciones El Salmón), recupera ahora la última conferencia-coloquio de Pasolini, un encuentro con profesores y alumnos del Instituto Giuseppe Palmieri de Lecce y que se celebró el 21 de octubre de 1975, dos semanas antes del asesinato del escritor italiano, que se produjo el 2 de noviembre de ese mismo año, y que se enmarcaba en el desarrollo de unas jornadas denominadas Dialecto y escuelas. Esta obra, que abren dos textos del escritor y traductor Salvador Cobo y el moderador de aquel debate, Antonio Piromalli, que sirven para contextualizar la figura, la trayectoria y la esencia del pensamiento de Pasolini, recoge al detalle el intenso coloquio que el autor de Saló o los 120 días de Sodoma mantuvo con un auditorio incisivo, punzante, osado y nada condescendiente con el cineasta, al que rebate sus ideas y le plantea cuestiones e inquietudes sobre la escuela, las perspectivas de la educación, sobre la cultura popular o la vuelta a la época anterior a la implosión del neocapitalismo…, aspectos que el poeta responde fiel a su estilo provocador y con milimétrica claridad. “Todas las conclusiones a las que llegáis sobre que querría volver atrás son unos disparates, porque, decidme, ¿dónde he escrito yo que hace falta volver atrás? ¿Dónde? Id punto por punto, y yo punto por punto os diré: no, me habéis entendido mal, os habéis equivocado, yo no quiero en absoluto volver atrás, precisamente porque los problemas que me planteo son muy actuales, yo intuyo los problemas del momento”, asegura.
En este coloquio también hay espacio para el cine y Pasolini hace referencia a la intencionalidad final de tres de sus películas más importantes en su filmografía: la Trilogía de la vida, formada por El Decamerón, Los cuentos de Canterbury y Las mil y una noches. En ellas, según el poeta, hay una oposición firme a la contaminación que supone el consumismo, además de una clara defensa de la libertad de expresión y la libertad sexual, todos esos derechos individuales que hay que proteger, que hay que cuidar frente a los abusos que no cesan, los abusos de ese monstruo que siempre tenemos soplando detrás de las orejas.
Fuente: El Asombrario
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