Título: Pasolini
Dirección: Abel Ferrara
Guion: Maurizio Braucci y Abel Ferrara
Intérpretes: Willem Dafoe, Ninetto Davoli, Riccardo Scamarcio, Valerio Mastandrea, Adriana Asti y Maria de Medeiros
Fotografía: Stéfano Falivene
Francia-Italia-Bélgica
2014
86 minutos
Pier Paolo Pasolini (Bolonia, 5 de marzo de 1922-Ostia, 2 de noviembre de 1975) merecía más de lo que el cineasta estadounidense Abel Ferrara ha dejado sobre la pantalla. 'Pasolini' no es una mala película, pero es fría, distante, y eso es antagónico con la pasión que en vida encarnó el escritor, pintor, poeta y director de cine italiano a la que está dedicada.
Niño prodigio que empezó a escribir poemas con menos de diez años, Pasolini fue un transgresor, si por tal se entiende aquella persona que se sale o se salta la normas para defender y ejercitar el “yo” fuera de los convencionalismos y las ideas establecidas. Esa personalidad le provocó no pocos problemas en una Italia y en una época fuertemente encorsetadas.
Tras ser reclutado para combatir en la Segunda Guerra Mundial, fue capturado por los alemanes, pero logró escapar. Acabada la contienda se alistó en Ferrara al Partido Comunista Italiano, del que sería expulsado en 1949.
Con fecha 26 de octubre de aquel año, el PCI comunicó que “se ha resuelto expulsar del partido por indignidad moral a Pier Paolo Pasolini, de Casarsa. Los hechos que han determinado tan graves medidas disciplinarias contra el poeta Pasolini nos dan la ocasión de denunciar una vez más las deletéreas influencias de determinadas corrientes ideológicas y filosóficas, como las de los Gide, Sartre y demás celebrados poetas y literatos que se las dan de progresistas cuando, en realidad, adoptan los aspectos más deletéreos de la generación burguesa”.
Curioso y significativo pero, sobre todo y como queda apuntado, representativo en relación con alguien que no se atuvo a consignas y no dudó en denunciar aquello que creía, viniera de quien viniese, denunciable.
En esa línea, su obra poética, como su obra ensayística y periodística, polemiza al tiempo con el marxismo oficial y el catolicismo, a los que denominaba “las dos iglesias”, y les reprochaba no entender la cultura de sus propias bases proletarias y campesinas. Juzgaba, asimismo, que el sistema cultural dominante, sobre todo a través de la televisión, creaba un modelo unificador que destruía las culturas más ingenuas y valiosas de las tradiciones populares.
Con todo ese bagaje, lógico era aguardar un potente Pasolini cinematográfico y, ahí, en esa pasión esperada, en gran medida la película de Ferrara, sin llegar a descarrilar, pierde fuelle.
No es un problema de intérprete, pues una vez más Willem Dafoe deja sobre la pantalla una actuación llena de convicción y sentido, logrando que incluso el físico se asemeje al del personaje que representa de una forma extraordinaria. Ves a Defoe y estás viendo al Pasolini que reflejan las imágenes reales que nos quedan de aquella figura irrepetible.
Pese a los vaivenes, se nota a lo largo de la hora y media de proyección la admiración del cineasta norteamericano afincado en Italia por la personalidad de aquel al que retrata. “El cine, la poesía y la obra de Pasolini”, ha afirmado Ferrara, “están a la altura de la Capilla Sixtina. Y su ética y su compromiso con sus ideas son conmovedoramente ejemplares”.
Pasolini, la película, recoge las supuestas 24 horas últimas del escritor que fue asesinado el 2 de noviembre de 1975. Y de esas 24 horas son las dos últimas las que cobran mayor fuerza en pantalla, acaso porque Ferrara se centra en aquello en lo que ha demostrado arte y oficio: capacidad para retratar y transmitir la húmeda sordidez hacia la que derivan algunos de sus personajes cuando las circunstancias los acorralan; el sabor de la sangre y de las vísceras cuando la vida deviene imposible.
En ese punto de la noche romana, cuando Pasolini se encuentra brutalmente con su final a la orilla del mar de Ostia, remonta la propuesta de un Abel Ferrara que no escatima ni imagen ni intención para acercarnos al brutal final del escritor.
Se desconocen aspectos precisos de lo sucedido entonces, pero la autopsia reveló que había sufrido una salvaje agresión en la que, además de varios golpes muy violentos en la cabeza, una patada materialmente le había reventado los testículos. Después el agredido fue embestido con su propio coche. Su cuerpo quedó reducido a un amasijo de huesos y carne. María Teresa Lollobrigida, la persona que descubrió su cadáver, en un primer momento pensó que se hallaba ante un montón de basura.
En el fondo, la película deja en el aire el gran interrogante de lo que Pasolini pudo haber sido. Como el propio director apostilla: “Él estaba en la plenitud de su vida, como García Lorca cuando lo asesinaron. Nada indica que quisiera desaparecer. Esa es la gran tragedia de mi película. Todo lo que dejó por hacer”. Sin duda interesante, pero, lo dicho, este Pasolini de Ferrara nos sabe a poco.
Fuente: hoyesarte
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