domingo, 19 de enero de 2014

"FONDOS CONGELADOS", DE DIEGO RIVERA


Fondos congelados
Diego Rivera
Fresco sobre cemento reforzado en estructura de acero galvanizado
239 x 188.5 cm
Museo Dolores Olmedo, Xochimilco, México.


En Fondos congelados, Rivera conjugó su admiración por la arquitectura vertical característica de Nueva York con una vigorosa crítica a las desigualdades económicas de la ciudad. El extremo superior del tablero muestra una secuencia dramática de rascacielos en gran medida identificables, la mayoría terminados a pocos años de la llegada de Rivera a Nueva York. En la sección media, una bodega de acero y cristal sirve de refugio a hileras de hombres que duermen, destacando así a los trabajadores desposeídos que hicieron posible el crecimiento extraordinario de la urbe durante un periodo de crisis económica. En el extremo inferior, la sala de espera de un banco alberga a un guardia, un empleado y un trío de figuras ansiosas por inspeccionar sus bienes crecientes depositados en la bóveda que se encuentra atrás. La visión penetrante de Rivera sobre la ciudad —en la cual las masas avanzan pesadamente al trabajo, los desposeídos son embodegados y los ricos acumulan su dinero— tocó una fibra sensible en 1932, en plena era de la Gran Depresión.

El horizonte de Fondos congelados muestra un panteón de los iconos arquitectónicos más recientes del momento. Detonada por la mano de obra disponible a raíz del extenso desempleo durante la Depresión, la fiebre constructiva levantó estructuras gigantes por toda la ciudad a una velocidad vertiginosa, transformando con rapidez la topografía de Nueva York. Rivera se aleja de la ubicación real de los edificios en Manhattan: esta es una imagen compuesta, realizada mediante el traslado de hitos urbanos de su enclave real en la cuadrícula de la ciudad para crear una secuencia densa, casi ininterrumpida de edificios modernos que se yerguen a gran altura.

En la época en que Rivera visitó Nueva York, el sistema de trenes elevados aún funcionaba en la ciudad. Tal vez esta sea una parada de la línea de la Tercera Avenida. Los pasajeros que pinta Rivera, una masa anónima apiñada en la plataforma de la estación, están empequeñecidos bajo los enormes edificios que se yerguen a sus espaldas.

La sección central de Fondos congelados capta una bodega de acero y cristal —identificada por la revista Fortune como el Muelle Municipal en la Calle 25 Este— abarrotada por hombres dormidos bajo la mirada vigilante de un guardia. Es muy posible que el impacto de la Depresión se hiciera patente de inmediato a los ojos de Rivera en aquel invierno de 1931-1932: las colas ante los comedores públicos que servían decenas de miles de comidas al día; alrededor de la mitad de las fábricas de manufactura en Nueva York habían cerrado; y en toda la ciudad brotaban casuchas improvisadas para albergar a veintenas de hombres y mujeres que habían perdido sus hogares debido a la crisis.

Las instituciones financieras de Wall Street figuran de manera prominente en el horizonte imaginario de esta obra, creando una constelación de edificios que se vinculan al tema de las riquezas ocultas. The New Yorker informó que, para crear la bóveda que aparece en la sección inferior del fresco, Rivera se inspiró en una visita al Edificio Irving Trust, el cual por esa época se jactaba de tener el depósito subterráneo "más inexpugnable jamás construido".

Al parecer, en el extremo inferior de Fondos congelados, Rivera incluyó un golpe algo taimado a los Rockefeller, patrocinadores clave de su exposición en el MoMA y futuros mecenas de su desafortunado mural en el Rockefeller Center. El hombre que aguarda para examinar su caja de seguridad muestra un parecido más que casual con John D. Rockefeller, Jr., y el perfil ajado del empleado en el extremo izquierdo recuerda a John D. Rockefeller, Sr. Ya pocos años antes, Rivera había incluido el retrato del viejo Rockefeller en uno de los tableros de la Secretaría de Educación Pública en México, donde criticó abiertamente el capitalismo estadounidense.

Fuente: MoMA

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