Ensayo del Desfile de la Victoria de 2013 en Moscú
Hace 68 años, el 9 de Mayo de 1945, terminó la II Guerra Mundial, una conflagración que se desarrolló en lo fundamental en el frente soviético-alemán, donde se libraron las más importantes y decisivas batallas que significaron el viraje radical de la guerra y que resquebrajaron la espina dorsal de la Werhmacht, las Fuerzas Armadas de la Alemania Nazi, la más poderosa fuerza militar de la historia.
En la antigua URSS es muy difícil dar con personas que no tengan nada que ver con la Gran Guerra Patria. Todas las familias tienen algún pariente relacionado con ella, lo cual da una idea de lo popular de la fiesta. El Estado cuida a sus veteranos y les paga una pensión con unos privilegios especiales. La gente los respeta y los admira. Y todavía hoy su figura conserva aureola heroica forjada por el poder soviético. El 9 de mayo es su día y salen orgullosos a la calle vestidos con sus mejores galas y condecoraciones... En el recuerdo queda lo ocurrido tras la capitulación de Alemania en el lejano 1945: alegría y felicidad, entusiasmo en las calles de las ciudades y de los pueblos, para celebrar entre abrazos, con risas y con lágrimas el final de una de las peores tragedias de la humanidad.
Es obvio que la mayoría de los veteranos tiene cerca de los noventa años. Son los últimos representantes de una generación que pudo repeler la brutal agresión nazi y que decantó la victoria final para las fuerzas aliadas. En medio de un mar de sangre demostraron un arrojo infinito. Una victoria que se forjó en las terroríficas batallas de Stalingrado y Kursk.
El Día de la Victoria es, sin duda, una fiesta que debe permanecer para siempre. Es la quintaesencia del tesón y la voluntad de un pueblo que se exprimió para salir de una situación de máxima exigencia. Que venció cuando parecía imposible. Es la fiesta del orgullo, de la superación, una exaltación de la vida.
Monumento al Mariscal Georgi Zhúkov, en Moscú
El Monumento al destacado comandante, primer mariscal de la Unión Soviética y mariscal de la Victoria, Georgi Konstantínovich Zhúkov (1896 — 1974) fue erigido en el año 1995 en frente del Museo Histórico en la Plaza Roja, para conmemorar el 50 aniversario de la Victoria en la Gran Guerra Patria de 1941 — 1945.
La escultura fue modelada por el escultor Viacheslav Klikov (1939 — 2006), autor de los monumentos: al poeta Konstantín Batiushkov en Vologda, a San Sergio de Rádonezh en Rádonezh, a los ilustradores eslavos Cirilo y Metodio (plaza Slavíanskaya), a la gran duquesa Isabel Feódorovna (Convento Marfo-Marinskaya) en Moscú. El arquitecto del monumento: Yuri Grigoriev. La escultura ecuestre de cinco metros, en bronce, está instalada en un pedestal de granito rojo de 100 toneladas de peso. Zhúkov se presenta ante el espectador en el cenit de su gloria, en el momento en que pasó revista a las tropas de la Victoria del 24 de junio 1945, cuando él, montado en un caballo blanco, da la bienvenida a los soldados libertadores. La imagen del Mariscal de la victoria se asocia con la imagen de San Jorge el Victorioso, cuya imagen se ubica en la base del monumento. Sin embargo, siguiendo la tradición de la escultura monumentalista en el mundo, el autor, como tema principal, destacó en la plástica del solemne monumento equino, la naturaleza humana.
Uno de los principales méritos del monumento, constituye el retrato documental, en el que se refleja exactamente el carácter del jefe militar. El comandante en jefe estadounidense, general Dwight Eisenhower, mientras estuvo en el verano del 45 en Moscú inmediatamente después de la victoria, declaró: «Justamente los nombres de Zhúkov y otros comandantes soviéticos serán glorificados en el futuro, como los grandes maestros de su oficio.»
En reconocimiento del escultor, el monumento al Mariscal Zhúkov fue realizado sin encargo previo. En este trabajo Viacheslav Klikov, continuó con el tema de lo sagrado de la victoria, erigiendo a Zhúkov en la misma fila con lo sagrados caudillos de la tierra rusa: Alexander Nevski y Dmitri Donskói. El desfile de la Victoria y el gran jefe militar Zhúkov cabalgando en un corcel blanco, fue la más fuerte impresión de la infancia del escultor Viacheslav Klikov. Lo que formó la base de las soluciones plásticas del monumento.
Fuente: Portal Internacional de Moscú
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