Javier Reverte.
El tiempo de los héroes
Plaza y Janés.
Barcelona, 2013.
Aquel mediodía de marzo de 1939, bajo un cielo de fango, el mar
escupía un oleaje furioso y el viento golpeaba con saña las palmeras del
paseo del puerto de Alicante, obligando a sus largas hojas a simular
aplausos, como si se burlaran del dolor de la multitud que, herida por
el miedo, se agolpaba en los muelles.
Así comienza El tiempo de los héroes, la novela que Javier Reverte publica en Plaza y Janés y que llega hoy a las librerías.
Esa naturaleza agresiva e inhóspita recibe a varios miles de personas
que esperan un barco para salir de España con el signo de la derrota en
los días anteriores al final inminente de la guerra civil.
Son los restos de un ejército diezmado y roto, a los que se suman
miles de civiles: ancianos, mujeres y niños sin esperanza en medio del
paisaje insolidario de esos muelles del dolor.
Desde ese punto de partida, Javier Reverte elabora en El tiempo de
los héroes una biografía novelada del general Juan Modesto, uno de los
mandos más admirables y peculiares del ejército republicano.
Nacido en el Puerto de Santa María, Modesto fue el único general de
la República que alcanzó ese grado desde la condición de miliciano, por
su talento para las operaciones militares, y cuando empieza la novela
acaba de llegar a Alicante para organizar la evacuación a la vez que
rememora los tres años de guerra, su infancia y su trayectoria personal,
y asume su derrota, que sabe inevitable, aunque no se rinde nunca.
Porque Modesto tiene la grandeza joven del héroe de la epopeya
clásica o de la tragedia griega, su misma valentía en el enfrentamiento
desigual contra el destino que había elegido en un ejercicio de libertad
que, junto con la esperanza, es el motor fundamental de ese tipo de
tramas.
Las citas de autores clásicos que encabezan cada capítulo marcan el
tono elevado, épico y trágico, con que Javier Reverte quiere rodear la
figura de Juan Modesto, un hombre que pertenecía al destino, no a la
vida.
Un destino cuyos momentos cruciales recuerda el protagonista desde
ese lugar de la derrota en que se ha convertido el puerto de Alicante
esos días de marzo de 1939.
Desde el 19 de julio del 36 en Getafe y en el cuartel de la Montaña,
en medio de la furia popular contra los sublevados, primer acto de una
tragedia que duraría años, se recuerdan las malas relaciones con El
Campesino, con Cipriano Mera y con Líster, se suceden los episodios de
guerra –el Quinto Regimiento, la batalla de Madrid, el frente de
Guadarrama, la defensa de una capital del caos abandonada por el
gobierno, las batallas del Jarama y Guadalajara, Belchite y Brunete,
Teruel y el Ebro, la caída de Cataluña y la traición de Casado en
Madrid-, se evoca a figuras públicas -Alberti, Koltsov, Negrín, un
Hemingway borracho y violento, el prudente general Rojo, el aviador
comunista Hidalgo de Cisneros, Miaja, Capa o Miguel Hernández- o a
personajes de su vida privada como sus amantes -la norteamericana
Jeannette Cohen, la condesa de Valdearce y María Díaz-, su intendente
Cachalote, el comisario político Luis Delage o el sargento Lavalle, uno
de los personajes centrales de El tiempo de los héroes.
Una amplia documentación está en la base de esta novela que sin
embargo se lee como un relato fluido en el que el rigor histórico no
empaña nunca los valores narrativos de El tiempo de los héroes, una
espléndida reconstrucción de la figura de Juan Modesto, al que Juan
Negrín le decía al despedirse para salir al exilio estas palabras que
resumen el sentido de la novela:
-Usted es un héroe antiguo, quizás el último de todos. Si hubiera
ganado esta guerra, le cantarían los poetas del futuro. Sin embargo, ya
no habrá versos esperándole…, tal vez, únicamente, alguien escriba una
tragedia sobre su vida y su lucha.
http://encuentrosconlasletras.blogspot.com.es/2013/04/el-tiempo-de-los-heroes.html
En cuanto la vea la compraré-MD
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