Catedral del Socialismo
Lyonel
Feininger
1919
Xilografía
19,7
x 32 cm
Archivo
de la Bauhaus
de Berlín
Gestada por Walter Gropius, la Bauhaus fue la “Nueva
Academia” producto de la fusión en Weimar entre la Academia de Bellas Artes
y la Escuela
Kunstegewerbe fundada años atrás por Van de Velde; ésta
recogía, en su mayoría, a reconocidos artistas de la época cuyo interés y buena
voluntad estaban orientados a la reivindicación de la utopía civilizatoria de
la modernidad a través de un arte que dignificaba las necesidades del hombre
común extendiéndose a su vida cotidiana y ordinaria. A finales de 1919 nacía
el primer manifiesto llamado “Proclama de la Bauhaus” que se convertiría en la postura
programática de una naciente escuela que propendía por una formación en todas
las ramas del diseño distinguiendo, como integrador y gran arte, a la
arquitectura. Decía el manifiesto:
“El objetivo último de las artes
visuales es el edificio total. (…) Arquitectos, pintores y escultores, todos
debemos volvernos hacia la artesanía. (…) Vamos a concebir, a considerar y a
crear juntos el nuevo edificio del futuro que reunirá en una sola creación
integrada: arquitectura, pintura y escultura elevándose al cielo, saliendo de
las manos de un millón de artesanos, símbolo cristalino de la nueva fe del
futuro”.
Inicialmente, la idea del “edificio
total” que permeó el pensamiento de la Bauhaus para aquel entonces, parecía hacer una
analogía con la manera en que siglos atrás cientos de artesanos medievales
habían logrado consumar el anhelo y la voluntad general del pueblo, en la
mística catedral. El gótico se convirtió en la proclama de la imagen unificada
del nuevo tiempo y, no en vano, este manifiesto fundacional de la Bauhaus incorporó la Catedral del Socialismo del Lyonel Feininger en la
cubierta de su proclama. Una imagen expresionista que recuerda el interior
espiritualizado de las catedrales, diáfanas y cristalinas, que gracias a la
“inmaterialidad” de los traslucidos vitrales, la luz penetraba en el espacio
casi celestial de un edificio de esbelta estructura que más parecía ser una osatura, facilitando el elevar las
intenciones humanas hacia los cielos. La catedral era, entonces, la consumación
de la anhelo del pueblo redimido, liberado y reivindicado, era el verdadero
espacio de participación colectiva donde no había distinción de raza o de
condición política o económica, la catedral era, simplemente, de todos y para
todos.
Fuente: Valentina Mejía Amézquita
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