jueves, 10 de mayo de 2012

EL OJO DE REUTER EN EL INSTITUTO OBRERO DE VALENCIA


La Asociación Instituto Obrero expone las instantáneas de este fotógrafo comprometido con el antifascismo y la II República

Walter Reuter (Berlín 1906-México 2005) llegó a España en 1933 huyendo del nazismo. Un año después participó en las Misiones Pedagógicas, que trataban de propalar la cultura por los pueblos de la España profunda. Al estallar la guerra civil, se enroló en las Juventudes Socialistas Unificadas. Pero el aporte más valioso de Reuter provino de sus fotografías, unas fotografías militantes y manchadas de barro democrático. El reportero alemán participó activamente, con su obra gráfica, en las campañas de propaganda lanzadas por el gobierno de la II República. Captó, por ejemplo, la actividad de los alumnos del Instituto Obrero de Valencia, uno de los legados de la gran apuesta educativa que encarnó la República.

La Asociación Cultural Instituto Obrero de Valencia expone hasta el 30 de mayo, en colaboración con la Sociedad Coral El Micalet, una serie de fotografías de Reuter en el Instituto valenciano; la reproducción de cuatro carteles de propaganda sobre los institutos de Madrid, Barcelona y Valencia (tres de Mauricio Amster y uno de Eduardo Vicente) y tres paneles: sobre “el ideario” de estos centros educativos; Walter Reuter, “maestro de la fotografía”; y otro panel sobre el rol, muy avanzado para la época, de las mujeres del instituto.

La muestra fotográfica capta momentos de la vida estudiantil en el Instituto Obrero de Valencia. Los visitantes pueden apreciar la maestría y el oficio de Reuter en las fotografías de alumnos jugando al ajedrez; tres alumnas jugando al baloncesto; en clase de dibujo, con material técnico; a la hora del descanso; o una alumna con uniforme deportivo leyendo al aire libre “La Ilíada”. Pero no sólo captura Reuter la vida cotidiana, la normalidad del Instituto. Algunas fotos nos acercan a la politización de estos centros que, por lo demás, estaba en la calle y en la época. Por ejemplo, la fotografía de alumnos en el aula distraídos por la presencia de Reuter, y con pinturas de la revolución mejicana al fondo; o en el comedor, con un retrato de Bakunin al fondo de la imagen.

No se inició pronto Walter Reuter en el mundo de la fotografía. A los 24 años empezó a adentrarse en el periodismo gráfico y en las prestaciones de las modernas cámaras. Pero de lo que no cabe duda es de su compromiso; se posiciona, abraza el ideario antifascista, no es neutral, como reclama Pascual Serrano de los buenos periodistas. Realiza numerosas fotografías para el Ministerio de Instrucción Pública de la II República y fue uno de los grandes fotógrafos que reveló, armado con una cámara, la guerra civil española.

A pesar de estos méritos, de embadurnarse en la contienda ideológica y poner su cámara al servicio de la democracia, “aproximarse a su obra no ha resultado fácil”, confiesa Cristina Escrivà, comisaria de la exposición y autora de la “Guía Didáctica. Los Institutos para Obreros 1936-1939”. “A Walter Reuter no se le da actualmente la misma repercusión que a grandes reporteros como Robert Capa y Agustí Centelles, pero a mi juicio habría de figurar junto a ellos; de hecho, se trata del único fotógrafo extranjero, entre los reporteros bélicos, que antes del inicio de la guerra civil ya conocía las costumbres y el idioma; esto era decisivo para desarrollar el oficio y cumplir con los fines propagandísticos de la II República”.

Reuter puso el objetivo de su cámara sobre el Instituto Obrero de Valencia. ¿Por qué? ¿Qué representaban los institutos obreros en el contexto de la II República? “El gran reto de conseguir una universidad al servicio de todos”, responde Cristina Escrivà. En otras palabras, facilitar el acceso de los trabajadores a los estudios superiores. El 1 de febrero de 1937, seis meses después de la asonada militar, arrancaron las clases en el Instituto Obrero de Valencia. Fue el valenciano el primero (después se inauguraron otros en Sabadell, Barcelona y Madrid) y el más relevante. En una época en que no era nada fácil, casi 900 jóvenes, de parecidas características, pudieron iniciar sus estudios (en los cuatro centros) siguiendo una misma metodología.

Escrivà resalta el papel de las mujeres en esta experiencia precursora: “su meta era la misma que la de sus compañeros: conseguir el progreso de una España justa y solidaria; Las enseñanzas se basaban en el principio de la Coeducación; ellas y ellos demostraban diariamente que estaban a la altura de las duras exigencias que implicaba estudiar en guerra. Sin embargo, la ilusión murió con el triunfo del franquismo”, explica la comisaria de la exposición.

Por lo demás, la muestra no descuida el contexto, el ambiente en el que brotan estas iniciativas pedagógicas. Un panel recoge el Decreto de la “Gaceta de la República” del 21 de noviembre de 1936 (con las rúbricas de Manuel Azaña y el ministro Jesús Hernández) en el que se declaran los principios que regirán los institutos y, sobre todo, se proclama “el acceso a los estudios superiores con independencia de los recursos económicos”. Una parte del articulado puede parecer más bien administrativa y regulatoria: se establece “una prueba eliminatoria de aptitud y cultura general”; se dice que la enseñanza “durará dos años, divididos cada uno de ellos en dos cursos semestrales”; o que se impartirán Lengua y Literatura españolas; Francés, Inglés, Historia, Economía, Matemáticas o Ciencias Físico-Químicas, entre otras materias.

Pero otros apartados del Decreto contienen una profunda carga ideológica. Por ejemplo, al afirmar que los alumnos contarán con representación en los órganos rectores; o que la matrícula no sólo será gratuita, sino que el estado facilitará a los alumnos todos los libros y material de enseñanza necesarios; y el estado también “proveerá los gastos de manutención de los alumnos y abonará una indemnización adecuada a los que, para cursar estos estudios, se vean obligados a abandonar un trabajo productivo con el que sostuviesen a su familia”. Este Decreto se firmó en Valencia en noviembre de 1936. Hoy, con la educación pública en almoneda, se elevan las tasas universitarias, aumentan las ratios de alumnos por aula y se recargan los horarios de los docentes. Otras medidas, también llenas de metralla ideológica.

Fuente: Enric Llopis (Rebelión)

Más información: http://www.institutoparaobreros.org/reuter/


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