Henry Wallis
El Picapedrero
1857
Óleo sobre tabla
65,3 x 79 cm
Birmingham City Museum and Art Gallery
Los artistas politizados del siglo XIX han tendido a representar la vida de la clase trabajadora en términos de injusticia y martirio. Se dirigían principalmente a la conciencia o a los sentimientos caritativos del público de clase media. Un ejemplo temprano de ello, el cuadro de Henry Wallis (1830-1916), El Picapedrero debió de sorprender al público victoriano de Inglaterra sobre todo en comparación con otras representaciones más convencionales de trabajadores rurales, que generalmente se mostraban como accesorios pintorescos de pinturas de paisaje. En los paisajes de John Constable, por ejemplo, el tratamiento naturalista de los árboles y las nubes tiende a oscurecer la apariencia vagamente arcaica de los granjeros, cuyas vidas están trazadas sin muestra de conflicto social. El picapedrero de Wallis no está retratado como ejemplo de armonía humana con la naturaleza, ni como símbolo de la dignidad del trabajo ni de la nobleza del pobre. El trabajo pesado y el aislamiento miserable del campesino sin tierra lo han reducido al mismo estado inanimado de sus herramientas y de las piedras trabajadas. Su cuerpo encogido contrasta misteriosamente con el tranquilo entorno pastoril, e indica que no está descansando, sino que ha muerto. Para dejar claro este mensaje, la pintura fue expuesta en la Royal Academy en 1858 con una cita del historiador escocés Thomas Carlyle (1795-1881): “Por nosotros está tu espalda tan inclinada, por nosotros están rígidos tus miembros y tan deformados tus dedos; sé nuestro recluta por los que cayeron, y lucha en nuestras batallas, porque en ti reside una forma creada por Dios, pero no ha sido revelada…”. La atención de la pintura hacia los más pequeños detalles –las botas rozadas, los remiendos de la camisa- anuncia una obligación ética a la hora de ver y representar la vida con una claridad absoluta. En el siglo XX, este planteamiento recibió el nombre de realismo social.
El Picapedrero
1857
Óleo sobre tabla
65,3 x 79 cm
Birmingham City Museum and Art Gallery
Los artistas politizados del siglo XIX han tendido a representar la vida de la clase trabajadora en términos de injusticia y martirio. Se dirigían principalmente a la conciencia o a los sentimientos caritativos del público de clase media. Un ejemplo temprano de ello, el cuadro de Henry Wallis (1830-1916), El Picapedrero debió de sorprender al público victoriano de Inglaterra sobre todo en comparación con otras representaciones más convencionales de trabajadores rurales, que generalmente se mostraban como accesorios pintorescos de pinturas de paisaje. En los paisajes de John Constable, por ejemplo, el tratamiento naturalista de los árboles y las nubes tiende a oscurecer la apariencia vagamente arcaica de los granjeros, cuyas vidas están trazadas sin muestra de conflicto social. El picapedrero de Wallis no está retratado como ejemplo de armonía humana con la naturaleza, ni como símbolo de la dignidad del trabajo ni de la nobleza del pobre. El trabajo pesado y el aislamiento miserable del campesino sin tierra lo han reducido al mismo estado inanimado de sus herramientas y de las piedras trabajadas. Su cuerpo encogido contrasta misteriosamente con el tranquilo entorno pastoril, e indica que no está descansando, sino que ha muerto. Para dejar claro este mensaje, la pintura fue expuesta en la Royal Academy en 1858 con una cita del historiador escocés Thomas Carlyle (1795-1881): “Por nosotros está tu espalda tan inclinada, por nosotros están rígidos tus miembros y tan deformados tus dedos; sé nuestro recluta por los que cayeron, y lucha en nuestras batallas, porque en ti reside una forma creada por Dios, pero no ha sido revelada…”. La atención de la pintura hacia los más pequeños detalles –las botas rozadas, los remiendos de la camisa- anuncia una obligación ética a la hora de ver y representar la vida con una claridad absoluta. En el siglo XX, este planteamiento recibió el nombre de realismo social.
Fuente: Toby Clark
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