Lima, Septiembre de 1924
Tras volver de Europa, Mariátegui se encarga de editar la revista Claridad, publicación donde vuelca todas sus ideas y pensamientos. Pero su enfermedad se agrava y le amputan la pierna. Desde su convalecencia, no quiere estar lejos de sus compañeros. Sus palabras de ánimo son enfervecedoras. Aun postrado, apuesta por el futuro.
Queridos compañeros:
No quiero estar ausente de este número de “Claridad”. Si nuestra revista reapareciese sin mi firma, yo sentiría más, mucho más mi quebranto físico. Mi mayor anhelo actual es que esta enfermedad que ha interrumpido mi vida no se bastante fuerte para desviarla ni debilitarla. Que no deje en mí ninguna huella moral. Que no deposite en mi pensamiento ni en mi corazón ningún germen de amargura ni de desesperanza. Es indispensable para mí que mi palabra conserve el mismo acento optimista de antes. Quiero defenderme de toda influencia triste, de toda sugestión melancólica. Y siento más que nunca necesidad de nuestra fe común.
Estas líneas escritas en la estancia donde paso mis largos días de convaleciente aspiran, pues, a ser al mismo tiempo que un saludo cordial a mis compañeros de "Claridad" una reafirmación de mi fervor y de sus esperanzas.
Os felicito por el noble ardimento con que os dais a la empresa de reorganizar “Claridad".
Nuestra causa es la gran causa humana. A despecho de los espíritus escépticos y negativos, aliados inconscientes e impotentes de los intereses y de los privilegios burgueses, un nuevo orden social está en formación. La perspectiva mundial es hoy más confortante que ayer. La reacción retrocede vencida en los mayores países del mundo, a cuya irradiación están sujetos los pueblos menores, branda, cada día más purgada cíe la intoxicación de la victoria, rectifica literalmente su orientación política. En Alemania declina la corriente nacionalista y reaccionaria y sus marciales caudillos han perdido definitivamente en un complot de cervecería la esperanza de conquistar y acaparar el poder. El fascismo italiano, malgrado todas las jactancias de su condottiero, se encuentra en un período de descomposición. El tartarinesco directorio —cuya historia dará tal vez asunto a alguna opereta del futuro— ofrece un grotesco espectáculo de incapacidad y de impotencia. El método reaccionario ha fracasado en todas partes. El régimen capitalista se ha visto constreñido a aceptar la convivencia pacífica con el régimen comunista. Los soviets han sido reconocidos como una forma de gobierno legítima. Se constata que el mundo marcha hacia el socialismo. Signos inequívocos anuncian que el porvenir pertenece a la revolución.
Nuestra burguesía no comprende ni advierte nada de esto. Tanto peor para ella. Según todas las probabilidades, el destino de la generación que la representa actualmente es ahogarse en su estupidez y en su obscenidad. Dejemos que ese destino se cumpla. Obedezcamos la voz de nuestro tiempo. Y preparémonos a ocupar nuestro puesto en la historia.
Fuente: José Carlos Mariátegui (Juan Marchena, 1987)
Fuente: José Carlos Mariátegui (Juan Marchena, 1987)
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