Título original: Antonio Gramsci. I giorni del carcere
Dirección: Lino del Fra.
Año: 1977.
País: Italia.
Duración: 127 minutos.
Drama biográfico que realiza un recorrido por el complejo devenir personal e ideológico de este teórico político italiano. El filme se detiene concretamente en los años que Gramsci estuvo recluido en prisión a causa de su praxis política desarrollada hasta su muerte en abril de 1937.
Tras colaborar en el movimiento de ocupación de fábricas y en los consejos obreros de Turín, fundó junto con otros el Partido Comunista italiano en 1921 y fue miembro de su comité central. Posteriormente fue detenido por la policía fascista y condenado a veinte años, cuatro meses y cinco días de reclusión.
Con el transcurrir de los años su pensamiento político se fue alejando cada vez más de las ideas autoritarias que empezaban a regir la Unión Soviética hacia una forma de pensar que apostaba por la disminución del poder del Estado a favor de la hegemonía del proletariado.
VER PELÍCULA CON SUBTÍTULOS EN CASTELLANO: http://video.google.es/videoplay?docid=-5212179366147622794&ei=EnllS7jSFaDk2gLYjKC-CA&q=Antonio+Gramsci%2C+giorni+del+carcere&hl=es&client=firefox-a#
domingo, 31 de enero de 2010
viernes, 29 de enero de 2010
"SOCIALISMO Y CULTURA", DE ANTONIO GRAMSCI
ARTÍCULO PUBLICADO EL 29 DE ENERO DE 1916 EN IL GRIDO DEL POPULO
Nos cayó a la vista hace algún tiempo un artículo en el cual Enrico Leone, de esa forma complicada y nebulosa que le es tan a menudo propia, repetía algunos lugares comunes acerca de la cultura y el intelectualismo en relación con el proletariado, oponiéndoles la práctica, el hecho histórico, con los cuales la clase se está preparando el porvenir con sus propias manos. No nos parece inútil volver sobre ese tema, ya otras veces tratado en el Grido y que ya se benefició de un estudio más rigurosamente doctrinal, especialmente en la Avanguardia de los jóvenes, en ocasión de la polémica entre Bordiga, de Nápoles, y nuestro Tasca.
Vamos a recordar dos textos: uno de un romántico alemán, Novalis (que vivió de 1772 a 1801), el cual dice: "El problema supremo de la cultura consiste en hacerse dueño del propio yo trascendental, en ser al mismo tiempo el yo del yo propio. Por eso sorprende poco la falta de percepción e intelección completa de los demás. Sin un perfecto conocimiento de nosotros mismos, no podremos conocer verdaderamente a los demás".
El otro, que resumiremos, es de G. B. Vico. Vico (en el Primer corolario acerca del habla por caracteres poéticos de las primeras naciones, en la Ciencia Nueva) ofrece una interpretación política del famoso dicho de Solón que luego adoptó Sócrates en cuanto a la filosofía, "Conócete a ti mismo", y sostiene que Solón quiso con ello exhortar a los plebeyos --que se creían de origen animal y pensaban que los nobles eran de origen divino-- a que reflexionaran sobre sí mismos para reconocerse de igual naturaleza humana que los nobles, y, por tanto, para que pretendieran ser igualados con ellos en civil derecho. Y en esa conciencia de la igualdad humana de nobles y plebeyos pone luego la base y la razón histórica del origen de las repúblicas democráticas de la Antigüedad.
No hemos reunido esos dos textos por capricho. Nos parece que en ellos se indican, aunque no se expresen ni definan por lo largo, los límites y los principios en los cuales debe fundarse una justa comprensión del concepto de cultura, también respecto del socialismo.
Hay que perder la costumbre y dejar de concebir la cultura como saber enciclopédico en el cual el hombre no se contempla más que bajo la forma de un recipiente que hay que rellenar y apuntalar con datos empíricos, con hechos en bruto e inconexos que él tendrá luego que encasillarse en el cerebro como en las columnas de un diccionario para poder contestar, en cada ocasión, a los estímulos varios del mundo externo. Esa forma de cultura es verdaderamente dañina, especialmente para el proletariado. Sólo sirve para producir desorientados, gente que se cree superior al resto de la humanidad porque ha amontonado en la memoria cierta cantidad de datos y fechas que desgrana en cada ocasión para levantar una barrera entre sí mismo y los demás. Sólo sirve para producir ese intelectualismo cansino e incoloro tan justa y cruelmente fustigado por Romain Rolland y que ha dado a luz una entera caterva de fantasiosos presuntuosos, más deletéreos para la vida social que los microbios de la tuberculosis o de la sífilis para la belleza y la salud física de los cuerpos. El estudiantillo que sabe un poco de latín y de historia, el abogadillo que ha conseguido arrancar una licenciatura a la desidia y a la irresponsabilidad de los profesores, creerán que son distintos y superiores incluso al mejor obrero especializado, el cual cumple en la vida una tarea bien precisa e indispensable y vale en su actividad cien veces más que esos otros en las suyas. Pero eso no es cultura, sino pedantería; no es inteligencia, sino intelecto, y es justo reaccionar contra ello.
La cultura es cosa muy distinta. Es organización, disciplina del yo interior, apoderamiento de la personalidad propia, conquista de superior conciencia por la cual se llega a comprender el valor histórico que uno tiene, su función en la vida, sus derechos y sus deberes, Pero todo eso no puede ocurrir por evolución espontánea, por acciones y reacciones independientes de la voluntad de cada cual, como ocurre en la naturaleza vegetal y animal, en la cual cada individuo se selecciona y específica sus propios órganos inconscientemente, por la ley fatal de las cosas. El hombre es sobre todo espíritu, o sea, creación histórica, y no naturaleza. De otro modo no se explicaría por qué, habiendo habido siempre explotados y explotadores, creadores de riqueza y egoístas consumidores de ella, no se ha realizado todavía el socialismo. La razón es que sólo paulatinamente, estrato por estrato, ha conseguido la humanidad conciencia de su valor y se ha conquistado el derecho a vivir con independencia de los esquemas y de los derechos de minorías que se afirmaron antes históricamente. Y esa conciencia no se ha formado bajo el brutal estímulo de las necesidades fisiológicas, sino por la reflexión inteligente de algunos, primero, y, luego, de toda una clase sobre las razones de ciertos hechos y sobre los medios mejores para convertirlos, de ocasión que eran de vasallaje, en signo de rebelión y de reconstrucción social. Eso quiere decir que toda revolución ha sido precedida por un intenso trabajo de crítica, de penetración cultural, de permeación de ideas a través de agregados humanos al principio refractarios y sólo atentos a resolver día a día, hora por hora, y para ellos mismos su problema económico y político, sin vínculos de solidaridad con los demás que se encontraban en las mismas condiciones. El último ejemplo, el más próximo a nosotros y, por eso mismo, el menos diverso del nuestro, es el de la Revolución francesa. El anterior período cultural, llamado de la Ilustración y tan difamado por los fáciles críticos de la razón teorética, no fue --o no fue, al menos, completamente-- ese revoloteo de superficiales inteligencias enciclopédicas que discurrían de todo y de todos con uniforme imperturbabilidad, que creían ser hombres de su tiempo sólo una vez leída la Gran enciclopedia de D'Alembert y Diderot; no fue, en suma, sólo un fenómeno de intelectualismo pedante y árido, como el que hoy tenemos delante y encuentra su mayor despliegue en las Universidades populares de ínfima categoría. Fue una revolución magnífica por la cual, como agudamente observa De Sanctis en la Storia della letteratura italiana, se formó por toda Europa como una conciencia unitaria, una internacional espiritual burguesa sensible en cada una de sus partes a los dolores y a las desgracias comunes, y que era la mejor preparación de la rebelión sangrienta luego ocurrida en Francia.
En Italia, en Francia, en Alemania se discutían las mismas cosas, las mismas instituciones, los mismos principios. Cada nueva comedia de Voltaire, cada pamphlet nuevo, era como la chispa que pasaba por los hilos, ya tendidos entre Estado y Estado, entre región y región, y se hallaban los mismos consensos y las mismas oposiciones en todas partes y simultáneamente. Las bayonetas del ejército de Napoleón encontraron el camino ya allanado por un ejército invisible de libros, de opúsculos, derramados desde París a partir de la primera mitad del siglo XVIII y que habían preparado a los hombres y las instituciones para la necesaria renovación. Más tarde, una vez que los hechos de Francia consolidaron de nuevo la conciencia, bastaba un movimiento popular en París para provocar otros análogos en Milán, en Viena, y en los centros más pequeños. Todo eso parece natural, espontáneo, a los facilones, pero en realidad sería incomprensible si no se conocieran los factores de cultura que contribuyeron a crear aquellos estados de ánimo dispuestos a estallar por una causa que se consideraba común.
El mismo fenómeno se repite hoy para el socialismo. La conciencia unitaria del proletariado se ha formado o se está formando a través de la crítica de la civilización capitalista, y crítica quiere decir cultura, y no ya evolución espontánea y naturalista. Crítica quiere decir precisamente esa conciencia del yo que Novalis ponía como finalidad de la cultura. Yo que se opone a los demás, que se diferencia y, tras crearse una meta, juzga los hechos y los acontecimientos, además de en sí y por sí mismos, como valores de propulsión o de repulsión. Conocerse a si mismos quiere decir ser lo que se es, quiere decir ser dueños de sí mismo, distinguirse, salir fuera del caso, ser elemento de orden, pero del orden propio y de la propia disciplina a un ideal. Y eso no se puede obtener si no se conoce también a los demás, su historia, el decurso de los esfuerzos que han hecho los demás para ser lo que son, para crear la civilización que han creado y que queremos sustituir por la nuestra. Quiere decir tener noción de qué es la naturaleza, y de sus leyes, para conocer las leyes que rigen el espíritu. Y aprenderlo todo sin perder de vista la finalidad última, que es conocerse mejor a sí mismos a través de los demás, y a los demás a través de sí mismos.
Si es verdad que la historia universal es una cadena de los esfuerzos que ha hecho el hombre por liberarse de los privilegios, de los prejuicios y de las idolatrías, no se comprende por qué el proletariado, que quiere añadir otro eslabón a esa cadena, no ha de saber cómo, y por qué y por quién ha sido precedido, y qué provecho puede conseguir de ese saber.
Fuente: Scritti giovanili, Torino, 1958. 22-26
Nos cayó a la vista hace algún tiempo un artículo en el cual Enrico Leone, de esa forma complicada y nebulosa que le es tan a menudo propia, repetía algunos lugares comunes acerca de la cultura y el intelectualismo en relación con el proletariado, oponiéndoles la práctica, el hecho histórico, con los cuales la clase se está preparando el porvenir con sus propias manos. No nos parece inútil volver sobre ese tema, ya otras veces tratado en el Grido y que ya se benefició de un estudio más rigurosamente doctrinal, especialmente en la Avanguardia de los jóvenes, en ocasión de la polémica entre Bordiga, de Nápoles, y nuestro Tasca.
Vamos a recordar dos textos: uno de un romántico alemán, Novalis (que vivió de 1772 a 1801), el cual dice: "El problema supremo de la cultura consiste en hacerse dueño del propio yo trascendental, en ser al mismo tiempo el yo del yo propio. Por eso sorprende poco la falta de percepción e intelección completa de los demás. Sin un perfecto conocimiento de nosotros mismos, no podremos conocer verdaderamente a los demás".
El otro, que resumiremos, es de G. B. Vico. Vico (en el Primer corolario acerca del habla por caracteres poéticos de las primeras naciones, en la Ciencia Nueva) ofrece una interpretación política del famoso dicho de Solón que luego adoptó Sócrates en cuanto a la filosofía, "Conócete a ti mismo", y sostiene que Solón quiso con ello exhortar a los plebeyos --que se creían de origen animal y pensaban que los nobles eran de origen divino-- a que reflexionaran sobre sí mismos para reconocerse de igual naturaleza humana que los nobles, y, por tanto, para que pretendieran ser igualados con ellos en civil derecho. Y en esa conciencia de la igualdad humana de nobles y plebeyos pone luego la base y la razón histórica del origen de las repúblicas democráticas de la Antigüedad.
No hemos reunido esos dos textos por capricho. Nos parece que en ellos se indican, aunque no se expresen ni definan por lo largo, los límites y los principios en los cuales debe fundarse una justa comprensión del concepto de cultura, también respecto del socialismo.
Hay que perder la costumbre y dejar de concebir la cultura como saber enciclopédico en el cual el hombre no se contempla más que bajo la forma de un recipiente que hay que rellenar y apuntalar con datos empíricos, con hechos en bruto e inconexos que él tendrá luego que encasillarse en el cerebro como en las columnas de un diccionario para poder contestar, en cada ocasión, a los estímulos varios del mundo externo. Esa forma de cultura es verdaderamente dañina, especialmente para el proletariado. Sólo sirve para producir desorientados, gente que se cree superior al resto de la humanidad porque ha amontonado en la memoria cierta cantidad de datos y fechas que desgrana en cada ocasión para levantar una barrera entre sí mismo y los demás. Sólo sirve para producir ese intelectualismo cansino e incoloro tan justa y cruelmente fustigado por Romain Rolland y que ha dado a luz una entera caterva de fantasiosos presuntuosos, más deletéreos para la vida social que los microbios de la tuberculosis o de la sífilis para la belleza y la salud física de los cuerpos. El estudiantillo que sabe un poco de latín y de historia, el abogadillo que ha conseguido arrancar una licenciatura a la desidia y a la irresponsabilidad de los profesores, creerán que son distintos y superiores incluso al mejor obrero especializado, el cual cumple en la vida una tarea bien precisa e indispensable y vale en su actividad cien veces más que esos otros en las suyas. Pero eso no es cultura, sino pedantería; no es inteligencia, sino intelecto, y es justo reaccionar contra ello.
La cultura es cosa muy distinta. Es organización, disciplina del yo interior, apoderamiento de la personalidad propia, conquista de superior conciencia por la cual se llega a comprender el valor histórico que uno tiene, su función en la vida, sus derechos y sus deberes, Pero todo eso no puede ocurrir por evolución espontánea, por acciones y reacciones independientes de la voluntad de cada cual, como ocurre en la naturaleza vegetal y animal, en la cual cada individuo se selecciona y específica sus propios órganos inconscientemente, por la ley fatal de las cosas. El hombre es sobre todo espíritu, o sea, creación histórica, y no naturaleza. De otro modo no se explicaría por qué, habiendo habido siempre explotados y explotadores, creadores de riqueza y egoístas consumidores de ella, no se ha realizado todavía el socialismo. La razón es que sólo paulatinamente, estrato por estrato, ha conseguido la humanidad conciencia de su valor y se ha conquistado el derecho a vivir con independencia de los esquemas y de los derechos de minorías que se afirmaron antes históricamente. Y esa conciencia no se ha formado bajo el brutal estímulo de las necesidades fisiológicas, sino por la reflexión inteligente de algunos, primero, y, luego, de toda una clase sobre las razones de ciertos hechos y sobre los medios mejores para convertirlos, de ocasión que eran de vasallaje, en signo de rebelión y de reconstrucción social. Eso quiere decir que toda revolución ha sido precedida por un intenso trabajo de crítica, de penetración cultural, de permeación de ideas a través de agregados humanos al principio refractarios y sólo atentos a resolver día a día, hora por hora, y para ellos mismos su problema económico y político, sin vínculos de solidaridad con los demás que se encontraban en las mismas condiciones. El último ejemplo, el más próximo a nosotros y, por eso mismo, el menos diverso del nuestro, es el de la Revolución francesa. El anterior período cultural, llamado de la Ilustración y tan difamado por los fáciles críticos de la razón teorética, no fue --o no fue, al menos, completamente-- ese revoloteo de superficiales inteligencias enciclopédicas que discurrían de todo y de todos con uniforme imperturbabilidad, que creían ser hombres de su tiempo sólo una vez leída la Gran enciclopedia de D'Alembert y Diderot; no fue, en suma, sólo un fenómeno de intelectualismo pedante y árido, como el que hoy tenemos delante y encuentra su mayor despliegue en las Universidades populares de ínfima categoría. Fue una revolución magnífica por la cual, como agudamente observa De Sanctis en la Storia della letteratura italiana, se formó por toda Europa como una conciencia unitaria, una internacional espiritual burguesa sensible en cada una de sus partes a los dolores y a las desgracias comunes, y que era la mejor preparación de la rebelión sangrienta luego ocurrida en Francia.
En Italia, en Francia, en Alemania se discutían las mismas cosas, las mismas instituciones, los mismos principios. Cada nueva comedia de Voltaire, cada pamphlet nuevo, era como la chispa que pasaba por los hilos, ya tendidos entre Estado y Estado, entre región y región, y se hallaban los mismos consensos y las mismas oposiciones en todas partes y simultáneamente. Las bayonetas del ejército de Napoleón encontraron el camino ya allanado por un ejército invisible de libros, de opúsculos, derramados desde París a partir de la primera mitad del siglo XVIII y que habían preparado a los hombres y las instituciones para la necesaria renovación. Más tarde, una vez que los hechos de Francia consolidaron de nuevo la conciencia, bastaba un movimiento popular en París para provocar otros análogos en Milán, en Viena, y en los centros más pequeños. Todo eso parece natural, espontáneo, a los facilones, pero en realidad sería incomprensible si no se conocieran los factores de cultura que contribuyeron a crear aquellos estados de ánimo dispuestos a estallar por una causa que se consideraba común.
El mismo fenómeno se repite hoy para el socialismo. La conciencia unitaria del proletariado se ha formado o se está formando a través de la crítica de la civilización capitalista, y crítica quiere decir cultura, y no ya evolución espontánea y naturalista. Crítica quiere decir precisamente esa conciencia del yo que Novalis ponía como finalidad de la cultura. Yo que se opone a los demás, que se diferencia y, tras crearse una meta, juzga los hechos y los acontecimientos, además de en sí y por sí mismos, como valores de propulsión o de repulsión. Conocerse a si mismos quiere decir ser lo que se es, quiere decir ser dueños de sí mismo, distinguirse, salir fuera del caso, ser elemento de orden, pero del orden propio y de la propia disciplina a un ideal. Y eso no se puede obtener si no se conoce también a los demás, su historia, el decurso de los esfuerzos que han hecho los demás para ser lo que son, para crear la civilización que han creado y que queremos sustituir por la nuestra. Quiere decir tener noción de qué es la naturaleza, y de sus leyes, para conocer las leyes que rigen el espíritu. Y aprenderlo todo sin perder de vista la finalidad última, que es conocerse mejor a sí mismos a través de los demás, y a los demás a través de sí mismos.
Si es verdad que la historia universal es una cadena de los esfuerzos que ha hecho el hombre por liberarse de los privilegios, de los prejuicios y de las idolatrías, no se comprende por qué el proletariado, que quiere añadir otro eslabón a esa cadena, no ha de saber cómo, y por qué y por quién ha sido precedido, y qué provecho puede conseguir de ese saber.
Fuente: Scritti giovanili, Torino, 1958. 22-26
jueves, 28 de enero de 2010
65 ANIVERSARIO DE LA LIBERACIÓN DEL CAMPO DE CONCENTRACIÓN DE AUSCHWITZ POR EL EJÉRCITO ROJO
Supervivientes de Auschwitz en la ceremonia del 65 aniversario de la liberación del campo.
EL PRESIDENTE RUSO MEDVEDEV DECLINÓ LA INVITACIÓN POLACA PESE A SER EL EJÉRCITO SOVIÉTICO QUIEN LIBERÓ EL CAMPO DE CONCENTRACIÓN
Un centenar de sobrevivientes de Auschwitz-Birkenau se vuelven a encontrar con soldados del Ejército rojo que hace 65 años liberaban el campo de exterminio situado en la Polonia ocupada.
Este lugar situado en la ciudad polaca de Oswiecim, rebautizada Auschwitz por los alemanes, es el símbolo de la barbarie nazi y en él hubo más de un millón de víctimas mortales, gaseadas, fusiladas o muertas de hambre.
A las 14h30 volverán a sonar las sirenas que marcarán el inicio de las conmemoraciones. El campo estuvo abierto entre 1940 y 1945, año en el que el Ejército rojo consiguió liberar a los presos.
En ese momento quedaban 7.000 presos porque ante el avance del ejército soviético, los nazis obligaron a cerca de 60.000 personas retenidas en el campo de exterminio a iniciar una marcha a pie hacia el oeste, que se llamaría marcha de la muerte en la que sólo sobrevivía el más fuerte.
Se trata del campo más mortífero de todos los que instalaron los nazis y ha sido conservado tal y como lo abandonaron, convertido en museo, las instalaciones están cada vez más viejas y se necesitan 120 millones de euros para conservar el lugar que apareció más que vulnerable después de que a mitades de diciembre pasado robaran el cartel de "Arbeit macht frei", en español "El trabajo os hará libres".
El gobierno alemán ya ha anunciado que asumirá la mitad de los gastos pero hacen falta aún 60 millones de euros para preservar el lugar, símbolo mundial del genocidio de judíos y que cada año atrae a cientos de miles de visitantes. En 2009, se registró un record con 1,3 millones de visitas.
DESCARGAR EL LIBRO "SI ESTO ES UN HOMBRE", DE PRIMO LEVI, SOBRE SU EXPERIENCIA EN EL INTERNAMIENTO DE AUSCHWITZ: www.generaciones-shoa.org.ar/espanol/textos/si_esto_es_un_hombre.pdf
EL PRESIDENTE RUSO MEDVEDEV DECLINÓ LA INVITACIÓN POLACA PESE A SER EL EJÉRCITO SOVIÉTICO QUIEN LIBERÓ EL CAMPO DE CONCENTRACIÓN
Un centenar de sobrevivientes de Auschwitz-Birkenau se vuelven a encontrar con soldados del Ejército rojo que hace 65 años liberaban el campo de exterminio situado en la Polonia ocupada.
Este lugar situado en la ciudad polaca de Oswiecim, rebautizada Auschwitz por los alemanes, es el símbolo de la barbarie nazi y en él hubo más de un millón de víctimas mortales, gaseadas, fusiladas o muertas de hambre.
A las 14h30 volverán a sonar las sirenas que marcarán el inicio de las conmemoraciones. El campo estuvo abierto entre 1940 y 1945, año en el que el Ejército rojo consiguió liberar a los presos.
En ese momento quedaban 7.000 presos porque ante el avance del ejército soviético, los nazis obligaron a cerca de 60.000 personas retenidas en el campo de exterminio a iniciar una marcha a pie hacia el oeste, que se llamaría marcha de la muerte en la que sólo sobrevivía el más fuerte.
Se trata del campo más mortífero de todos los que instalaron los nazis y ha sido conservado tal y como lo abandonaron, convertido en museo, las instalaciones están cada vez más viejas y se necesitan 120 millones de euros para conservar el lugar que apareció más que vulnerable después de que a mitades de diciembre pasado robaran el cartel de "Arbeit macht frei", en español "El trabajo os hará libres".
El gobierno alemán ya ha anunciado que asumirá la mitad de los gastos pero hacen falta aún 60 millones de euros para preservar el lugar, símbolo mundial del genocidio de judíos y que cada año atrae a cientos de miles de visitantes. En 2009, se registró un record con 1,3 millones de visitas.
DESCARGAR EL LIBRO "SI ESTO ES UN HOMBRE", DE PRIMO LEVI, SOBRE SU EXPERIENCIA EN EL INTERNAMIENTO DE AUSCHWITZ: www.generaciones-shoa.org.ar/espanol/textos/si_esto_es_un_hombre.pdf
miércoles, 27 de enero de 2010
SE CUMPLEN 50 AÑOS DEL VI CONGRESO DEL PCE CELEBRADO EN PRAGA
Imagen del VI Congreso del PCE, celebrado en Praga en 1960. En primer término, Santiago Carrillo, que se convirtió entonces en el secretario general del partido. Cerca de él, la presidenta, Dolores Ibárruri, 'Pasionaria'. -FOTO DEL ARCHIVO HISTÓRICO DEL PCE
Del 28 al 31 de enero de 1960 se reunió el VI Congreso del PCE, con asistencia de delegados del interior y de la emigración.
El Congreso se reunió en una situación internacional sensiblemente distinta a la que existía en el anterior. 1959 había sido el año inicial de un gran viraje en las relaciones internacionales; el retroceso de la guerra fría, el aminoramiento de la tensión y los progresos de la coexistencia pacífica entre el sistema socialista y el sistema capitalista eran los rasgos característicos del viraje. Diversos acontecimientos, y singularmente el viaje a EE.UU. del primer secretario del PCUS y jefe del Gobierno de la URSS, camarada N.S. Jruschov, habían puesto de relieve la evolución operada.
La propuesta de desarme presentada por el Gobierno soviético ante la Asamblea General de la ONU, conmovió a la opinión mundial, estimulando las corrientes en pro del desarme y de la paz. A comienzos de 1960, la URSS dio una nueva prueba de su voluntad de paz al reducir en un tercio sus efectivos militares.
Al presentar su proyecto de desarme total y general, la URSS no expresaba un simple deseo; reflejaba con ella una posibilidad concreta, real, derivada de la nueva situación que se estaba gestando en el mundo.
Desde que la URSS, en octubre de 1957, lanzó el primer satélite artificial de la Tierra, su superioridad en ramas decisivas de la ciencia, de la técnica, de la industria y de la economía en general, ha ido afirmándose de un modo cada vez más patente. El primer país del socialismo ha abierto la era de la conquista del cosmos por el hombre.
Los éxitos de la URSS en el terreno de los cohetes cósmicos y en otras ramas han sido la expresión concentrada del impetuoso avance de las fuerzas productivas de la sociedad soviética, la cual ha entrado en la fase de la construcción del comunismo.
En todos los países del campo socialista, la economía se ha desarrollado a ritmo incomparablemente superior al de los países capitalistas. En 1958 y 1959, China dio grandes saltos adelante en la edificación del socialismo.
La superioridad del socialismo sobre el capitalismo ha elevado el poder de atracción del socialismo sobre las masas trabajadoras y la población de los países capitalistas. Los progresos del socialismo en todos los ámbitos han asestado un golpe al anticomunismo.
En 1959 el movimiento de liberación de los pueblos subyugados alcanzó nuevos éxitos. África era teatro de una gran lucha anticolonialista. El movimiento liberador y democrático cobraba nuevo ímpetu en América Latina; a las puertas mismas de Estados Unidos, Cuba realizaba una revolución agraria, antifeudal y antimperialista.
La potencia alcanzada en todos los órdenes por la URSS y por los demás Estados del sistema socialista mundial –potencia que está totalmente al servicio de la causa de la paz– y el grado de desarrollo de la ciencia y de la técnica contemporáneas, imponen la necesidad de asentar las relaciones entre los países con diferentes sistemas sociales sobre el principio de la coexistencia pacífica.
Algunos políticos burgueses de EE.UU., Inglaterra, Francia y otros países han empezado a comprender la necesidad de tener en cuenta las nuevas realidades de la situación mundial. Otros, como Adenauer y Franco han seguido colocando minas en el camino de la paz, tratando de hacer del occidente de Europa un foco agresivo, una fortaleza de la reacción.
Las perspectivas alentadoras de paz mundial abiertas ante la humanidad por las iniciativas y los éxitos del campo socialista fueron examinadas en una Conferencia celebrada en Roma en Noviembre de 1959, y en la que tomaron parte los representantes de 17 partidos comunistas de los países capitalistas de Europa, entre los que figuraba el Partido Comunista de España.
En el llamamiento dirigido a los trabajadores y demócratas europeos, la Conferencia insistía en que la eliminación para siempre de la guerra es hoy un objetivo accesible para los pueblos, si bien ello exige que las masas intensifiquen su lucha por aislar y maniatar a los más peligrosos enemigos de la coexistencia pacífica.
Sintetizando la experiencia de diversos partidos comunistas, la Conferencia subrayó la existencia de posibilidades cada vez mayores para la lucha por la democratización de los países, resaltando que uno de los objetivos esenciales de esa lucha tiene que ser la limitación del poder de los monopolios capitalistas. «La marcha hacia el socialismo –afirmaba en su llamamiento– se inscribe en una perspectiva de desarrollo democrático».
La Conferencia llamó a la unidad de todas las fuerzas obreras y democráticas en la lucha por la paz, por la defensa de los intereses de los trabajadores, por el progreso y la renovación de la democracia.
La Conferencia de Roma consideró que uno de los deberes de las fuerzas obreras y democráticas era incrementar su solidaridad con la lucha del pueblo español y llamó a intensificar la acción internacional en pro de la amnistía para los presos antifranquistas.
«La causa de los pueblos de España y de Portugal así como la del pueblo de Grecia, decía el llamamiento de los 17 partidos, es la causa común de todos los hombres libres».
También en la situación interior de España se habían producido cambios sensibles.
La crisis cíclica del capitalismo, iniciada en el mundo en los años 1957-1958, adquirió en nuestro país mayor agudeza que en otras partes. Todas las consecuencias nefastas de la política económica que había venido practicando la dictadura durante veinte años en beneficio de la oligarquía se exacerbaban entonces. El mercado interno se contrajo aún más, las reservas de divisas se agotaron, la desconfianza en el régimen provocó la huida de capitales y el retraimiento de las inversiones. Al borde del colapso económico, el Gobierno franquista concertó en Washington, el 17 de julio de 1959, los convenios de estabilización, aceptando todas las condiciones licitadas por los monopolios internacionales. El plan de estabilización, que comenzó a ser aplicado inmediatamente, comportó el ingreso de España en la Organización Europea de Cooperación Económica (OECE) y la probable perspectiva de integración en el Mercado Común. Mediante este plan, el capital monopolista pretendía echar sobre los hombros del pueblo las consecuencias del caos económico que ese mismo capital había provocado e impedir que la bancarrota virtual de la política económica de la dictadura desembocara en una quiebra declarada.
En el curso de pocos meses, dicho plan había lesionado gravemente a todas las capas de la población, descontando a los grupos oligárquicos que eran sus promotores. Habían sido suprimidas las horas «extra», las primas y los pluses para la mayoría de los obreros, lo que implicaba un descenso de los salarios del 40 al 50 por 100. Decenas de miles de trabajadores, sobre todo los «eventuales», habían sido despedidos; la amenaza del paro se generalizaba. La situación de una parte de la burguesía no monopolista se hacía cada vez más difícil.
A las calamidades económicas se unían los fenómenos de descomposición aguda de la dictadura. Ya no se trataba sólo de que la Falange y el mismo «Movimiento», de hecho, habían dejado de existir. La descomposición afectaba ahora a los órganos vitales del Estado.
En el Ejército empezaban a aparecer síntomas de descontento. El mismo fenómeno, más acentuado aún por razones de su mayor contacto con el pueblo, se daba entre las fuerzas de orden público.
En la Magistratura y en los Colegios de Abogados el descontento tomaba a veces formas abiertas, dando lugar incluso a acciones colectivas de cese del trabajo por parte de los magistrados, como había ocurrido en Sevilla. La aparición en un Estado fascista de hechos de esta índole –insólitos en cualquier país capitalista– atestiguaba el grado de descomposición del régimen encabezado por el general Franco.
Frente al debilitamiento de la dictadura destacaba el incremento del movimiento de masas y el creciente influjo de la política de Reconciliación Nacional. Los progresos unitarios, logrados durante la preparación de la huelga nacional de junio de 1959, se habían consolidado, y en cierto modo ampliado, en el período ulterior.
Tales eran los principales rasgos de la situación al reunirse el VI Congreso. Ellos atestiguaban la existencia de condiciones incuestionablemente más favorables para la lucha contra la dictadura.
El VI Congreso ratificó la política de Reconciliación Nacional; sus decisiones tendieron a desarrollarla en las nuevas condiciones, a convertirla en patrimonio de las masas, en el arma capaz de llevar al pueblo a la victoria sobre el fascismo.
En el informe del C.C., presentado por el camarada Santiago Carrillo, se abordaba la siguiente cuestión. ¿Cómo puede la dictadura en una situación económica tan desastrosa y en un estado tan avanzado de descomposición interna, mantenerse aún en el Poder?
El Congreso dio respuesta a esta pregunta: Si la dictadura subsistía no era sólo por las asistencias externas ni tampoco por su fuerza propia. La razón radicaba principalmente en que no existía un acuerdo entre las fuerzas de oposición para una acción conjunta capaz de desplazar a Franco del Poder. Las vacilaciones, la pasividad de una gran parte de las fuerzas de la oposición burguesa y del PSOE, su negativa a entenderse con los comunistas: he ahí lo que retrasaba la liberación de España.
El Congreso consideró, pues, que era preciso centrar la actividad del Partido en dos direcciones fundamentales, muy ligadas entre sí: la intensificación de sus esfuerzos en pro de la unidad y la elevación a un nivel superior de la lucha de las masas.
El Congreso dirigió una carta a todas las fuerzas de la oposición insistiendo en la propuesta que ya había formulado en julio de 1959 de celebrar una Conferencia de «mesa redonda» para contrastar las opiniones y determinar los puntos en que la coincidencia era posible. La carta precisaba la plataforma que podría servir de base a un acuerdo de todas las fuerzas de oposición, y cuyos puntos eran:
1) Lucha unida contra la dictadura hasta conseguir su derrocamiento por la huelga nacional pacífica.
2) Restablecimiento de las libertades democráticas sin discriminación.
3) Amnistía para los presos y exiliados políticos, extensiva todas las responsabilidades derivadas de la guerra civil en limbos campos contendientes. Abolición de la pena de muerte.
4) Mejoramiento de las condiciones de vida de la población.
5) Política exterior favorable a la coexistencia pacífica.
6) Elecciones constituyentes que permitan al pueblo escoger democráticamente el régimen de su preferencia.
El Partido Comunista no hacía cuestión cerrada de estos puntos: declaraba estar dispuesto a examinar otras sugerencias,
El Congreso advirtió claramente que una persistente negativa del PSOE y de la oposición burguesa a actuar contra la dictadura se traduciría en la reducción de la influencia de dichas fuerzas a la hora de determinar los futuros destinos de España.
Ante la extrema agudización de la situación económica, el Congreso destacó, como la tarea más urgente del Partido, la de volcar, en la lucha contra el plan de estabilización, las energías de la clase obrera y de todas las capas dañadas por la oligarquía.
Esta tarea tenía una importancia decisiva por cuanto significaba defender los intereses vitales de los obreros, de los campesinos, de las capas medias, de la burguesía no monopolista. Tenía además un alcance nacional, pues oponerse al plan de estabilización y a la «integración europea» de España, representaba luchar contra la colonización del país por los monopolios extranjeros, contra la ruina de su industria, contra la despoblación de extensas zonas rurales, por evitar un desastre económico sin precedentes.
El VI Congreso llamó a los comunistas a marchar, a través de múltiples acciones parciales de los obreros y de otros sectores, hacia la preparación de un gran movimiento nacional de protesta, de una gran huelga nacional. Si ésta se llevaba efectivamente a cabo con la simpatía y el apoyo de las masas con la benevolencia o neutralidad de una parte del aparato represivo, la dictadura no podría sostenerse y se vendría abajo.
El Congreso reelaboró el Programa del Partido. Los cambios producidos en la situación exterior y nacional, los progresos del movimiento comunista internacional en la aplicación de los principios marxistas-leninistas a las condiciones contemporáneas y el subsiguiente estudio por el Partido de los problemas fundamentales de la revolución española, determinaron la introducción de substanciales modificaciones en el Programa.
En el curso del año 1959, las organizaciones del Partido habían discutido los cambios a introducir en el Programa sobre la base del documento del C.C. «Balance de 20 años de la dictadura franquista». Los debates y decisiones del VI Congreso sobre este punto fueron la culminación y el resultado de ese estudio.
El programa aprobado por el VI Congreso abarca, además de las medidas inmediatas para el derrocamiento del franquismo, una parte relativa a los objetivos del Partido en el período democrático ulterior, y otra a sus objetivos finales, es decir, al paso de España al socialismo.
La primera comprende un conjunto de medidas encaminadas a consolidar y desarrollar la democracia en los diversos ámbitos de la sociedad española sin romper los moldes de la estructura burguesa.
La principal reforma de estructura que el Programa preconiza es la reforma agraria tendente a suprimir las supervivencias feudales en el campo español. En esta cuestión, el VI Congreso ratificó la posición elaborada por el C.C. en septiembre de 1957 sobre la base de un informe del camarada Juan Gómez. La lucha por la reforma agraria no se podía llevar a cabo en este período sin tener en cuenta una serie de condiciones peculiares como las siguientes: fusión de la aristocracia terrateniente absentista y del capital monopolista; profunda penetración de éste en la agricultura en detrimento, no sólo de los braceros y campesinos pobres, sino de los campesinos ricos y medios, incluso de ciertos sectores de terratenientes; extraordinaria amplitud, a consecuencia de los factores citados más arriba, de la oposición antifranquista, en el campo. Estos hechos llevaron al PCE a modificar ciertos aspectos de su posición anterior en cuanto a las formas de efectuar la reforma agraria. En el Programa aprobado por el VI Congreso se propone que los latifundios de la aristocracia absentista sean expropiados con indemnización y entregados a los campesinos y jornaleros; de la expropiación quedarían exentos los propietarios que llevan personal y racionalmente la explotación de sus fincas, cualquiera que sea la extensión de estas. Estas propuestas tienden esencialmente a propiciar la creación en el campo de una amplia coincidencia de intereses, a fin de centrar la lucha contra la dictadura franquista, contra la aristocracia absentista y el capital monopolista, y a facilitar así que España emprenda cuanto antes, y con un mínimo de conmociones, el camino de su efectiva democratización.
El Programa incluye asimismo otras reformas de estructura tendentes a limitar el poder de los grandes monopolios en la industria y en la vida económica y política en general.
La parte del Programa referente al paso al socialismo contribuye a disipar equívocos y falsificaciones y a despejar el camino a las alianzas con otras fuerzas en la lucha por la democracia y el progreso.
El Programa traza las grandes líneas del avance hacia el socialismo en una perspectiva de desarrollo democrático: la gran mayoría del país, interesada en el triunfo del socialismo, con la clase obrera a la cabeza, podrá utilizar el Parlamento con el apoyo de un fuerte movimiento de masas, para transformar el carácter de los órganos del Poder, convirtiéndoles en instrumentos que actúen al servicio del pueblo y de la causa socialista. De esa misma forma, se podrá llevar a efecto la socialización de los principales medios de producción.
El paso a formas cooperativas socialistas en el campo se realizará de un modo gradual y sobre la base de la libre voluntad de los campesinos. La integración en una economía socialista de las empresas de la pequeña burguesía y de la burguesía no monopolista, se efectuará de una forma progresiva y teniendo en cuenta los intereses de dichos sectores sociales.
En esa perspectiva, la clase obrera podrá ejercer el Poder y construir el socialismo sobre la base de una democracia parlamentaria con pluralidad de partidos políticos. El Partido Comunista desempeñará el papel dirigente en el avance hacia el socialismo en alianza con otros partidos.
El Programa proclama el propósito de los comunistas de hacer cuanto esté de su parte para que España vaya al socialismo por esa vía parlamentaria y pacífica. Cierto, ello no depende sólo de la voluntad de la clase obrera; depende de que las fuerzas reaccionarias se vean imposibilitadas de recurrir a la violencia, de que un poderoso frente de las fuerzas progresivas sea capaz de aislar y maniatar a quienes intentasen utilizar la violencia contra la voluntad de la mayoría del país.
El VI Congreso abordó ampliamente los problemas de organización del Partido.
La inmensa atracción que el socialismo ejerce hoy permite, y a la vez reclama, que los partidos comunistas, en los países capitalistas, sean grandes partidos de masas, que agrupen en sus filas no sólo a una vanguardia reducida, sino a extensos sectores de la clase obrera, los campesinos, la intelectualidad, la juventud trabajadora y estudiantil y otras capas; partidos capaces de desplegar su actividad y su influencia sobre el conjunto de la sociedad.
El Partido Comunista de España, reducido a la clandestinidad por la dictadura fascista, ¿podía o no plantearse la tarea de convertirse en un Partido de masas? El VI Congreso respondió afirmativamente. Incluso en las condiciones de la clandestinidad, era necesario formar un partido de masas, de decenas de miles de militantes. Tal era el contenido del viraje que el VI Congreso consideraba necesario dar en el terreno de la organización.
Esta posición era producto del análisis de las condiciones políticas generales y del desarrollo interno del Partido.
La extrema descomposición de la dictadura de un lado, y de otro el movimiento de masas, creaban en España una situación original. La dictadura fascista era considerablemente mas débil que en años anteriores. Los comunistas habían adquirido más experiencia de trabajo clandestino, lo que les permitía desplegar mayor actividad entre las masas.
Desde el punto de vista del desarrollo interno del Partido, éste había logrado, sobre todo desde 1956, grandes éxitos en la lucha contra el sectarismo y el dogmatismo. Este era otro factor esencial que le permitía abordar con garantías de éxito la tarea de convertirse en un Partido de masas.
La necesidad de este viraje en la organización del Partido era planteada además por las propias masas, ya que, sobre todo después de la huelga de junio de 1959, los nuevos militantes habían afluido al Partido por decenas, por centenares, por grupos enteros. La tarea de organización esencial planteada por el VI Congreso, fue crear comités del Partido en todos los lugares, empresas, centros docentes, aldeas, barriadas, &c., comités que debían ser el alma y la osamenta del Partido. Y en torno a esos comités, decenas, cientos, miles de comunistas debían organizarse utilizando formas variadas.
El Congreso decidió introducir ciertas modificaciones en los Estatutos del Partido para facilitar su transformación en un Partido de decenas de miles de militantes.
El VI Congreso eligió el C.C. del Partido. Este, en su primera reunión plenaria, eligió los otros órganos dirigentes con la siguiente composición:
Comité Ejecutivo: Santiago Álvarez, Santiago Carrillo, Fernando Claudín, Manuel Delicado, Ignacio Gallego, Juan Gómez, Dolores Ibárruri, Enrique Líster, Ramón Mendezona, Antonio Mije, José Moix, Simón Sánchez Montero, Federico Sánchez. Como miembros suplentes: Gregorio López Raimundo y Francisco Romero Marín.
Presidente del Partido: Dolores Ibárruri.
Secretario General: Santiago Carrillo.
Para el Secretariado fueron elegidos: Santiago Carrillo, Fernando Claudín, Ignacio Gallego, Antonio Mije y Eduardo García.
El VI Congreso, por su composición misma, por sus debates, fue un testimonio vivo de la profunda renovación que el Partido había experimentado; demostró que éste había sabido vencer la inclinación sectaria –inevitablemente acusada en un largo período de ilegalidad– a encerrarse en sí mismo, limitándose a organizar a los camaradas más firmes y probados. El Partido se había abierto a las nuevas generaciones; había promovido centenares de nuevos cuadros, había combinado armoniosamente, en sus órganos responsables, las fuerzas veteranas y las fuerzas jóvenes, fundidas en una idéntica entrega a la causa de la clase obrera y del pueblo.
Fuente: Historia del Partido Comunista de España, Éditions Sociales, París, 1960
DESCARGAR PROGRAMA DEL PCE APROBADO EN EL VI CONGRESO: www.manifiestoprograma.es/media/0/1960_vicongreso_programa.pdf
Del 28 al 31 de enero de 1960 se reunió el VI Congreso del PCE, con asistencia de delegados del interior y de la emigración.
El Congreso se reunió en una situación internacional sensiblemente distinta a la que existía en el anterior. 1959 había sido el año inicial de un gran viraje en las relaciones internacionales; el retroceso de la guerra fría, el aminoramiento de la tensión y los progresos de la coexistencia pacífica entre el sistema socialista y el sistema capitalista eran los rasgos característicos del viraje. Diversos acontecimientos, y singularmente el viaje a EE.UU. del primer secretario del PCUS y jefe del Gobierno de la URSS, camarada N.S. Jruschov, habían puesto de relieve la evolución operada.
La propuesta de desarme presentada por el Gobierno soviético ante la Asamblea General de la ONU, conmovió a la opinión mundial, estimulando las corrientes en pro del desarme y de la paz. A comienzos de 1960, la URSS dio una nueva prueba de su voluntad de paz al reducir en un tercio sus efectivos militares.
Al presentar su proyecto de desarme total y general, la URSS no expresaba un simple deseo; reflejaba con ella una posibilidad concreta, real, derivada de la nueva situación que se estaba gestando en el mundo.
Desde que la URSS, en octubre de 1957, lanzó el primer satélite artificial de la Tierra, su superioridad en ramas decisivas de la ciencia, de la técnica, de la industria y de la economía en general, ha ido afirmándose de un modo cada vez más patente. El primer país del socialismo ha abierto la era de la conquista del cosmos por el hombre.
Los éxitos de la URSS en el terreno de los cohetes cósmicos y en otras ramas han sido la expresión concentrada del impetuoso avance de las fuerzas productivas de la sociedad soviética, la cual ha entrado en la fase de la construcción del comunismo.
En todos los países del campo socialista, la economía se ha desarrollado a ritmo incomparablemente superior al de los países capitalistas. En 1958 y 1959, China dio grandes saltos adelante en la edificación del socialismo.
La superioridad del socialismo sobre el capitalismo ha elevado el poder de atracción del socialismo sobre las masas trabajadoras y la población de los países capitalistas. Los progresos del socialismo en todos los ámbitos han asestado un golpe al anticomunismo.
En 1959 el movimiento de liberación de los pueblos subyugados alcanzó nuevos éxitos. África era teatro de una gran lucha anticolonialista. El movimiento liberador y democrático cobraba nuevo ímpetu en América Latina; a las puertas mismas de Estados Unidos, Cuba realizaba una revolución agraria, antifeudal y antimperialista.
La potencia alcanzada en todos los órdenes por la URSS y por los demás Estados del sistema socialista mundial –potencia que está totalmente al servicio de la causa de la paz– y el grado de desarrollo de la ciencia y de la técnica contemporáneas, imponen la necesidad de asentar las relaciones entre los países con diferentes sistemas sociales sobre el principio de la coexistencia pacífica.
Algunos políticos burgueses de EE.UU., Inglaterra, Francia y otros países han empezado a comprender la necesidad de tener en cuenta las nuevas realidades de la situación mundial. Otros, como Adenauer y Franco han seguido colocando minas en el camino de la paz, tratando de hacer del occidente de Europa un foco agresivo, una fortaleza de la reacción.
Las perspectivas alentadoras de paz mundial abiertas ante la humanidad por las iniciativas y los éxitos del campo socialista fueron examinadas en una Conferencia celebrada en Roma en Noviembre de 1959, y en la que tomaron parte los representantes de 17 partidos comunistas de los países capitalistas de Europa, entre los que figuraba el Partido Comunista de España.
En el llamamiento dirigido a los trabajadores y demócratas europeos, la Conferencia insistía en que la eliminación para siempre de la guerra es hoy un objetivo accesible para los pueblos, si bien ello exige que las masas intensifiquen su lucha por aislar y maniatar a los más peligrosos enemigos de la coexistencia pacífica.
Sintetizando la experiencia de diversos partidos comunistas, la Conferencia subrayó la existencia de posibilidades cada vez mayores para la lucha por la democratización de los países, resaltando que uno de los objetivos esenciales de esa lucha tiene que ser la limitación del poder de los monopolios capitalistas. «La marcha hacia el socialismo –afirmaba en su llamamiento– se inscribe en una perspectiva de desarrollo democrático».
La Conferencia llamó a la unidad de todas las fuerzas obreras y democráticas en la lucha por la paz, por la defensa de los intereses de los trabajadores, por el progreso y la renovación de la democracia.
La Conferencia de Roma consideró que uno de los deberes de las fuerzas obreras y democráticas era incrementar su solidaridad con la lucha del pueblo español y llamó a intensificar la acción internacional en pro de la amnistía para los presos antifranquistas.
«La causa de los pueblos de España y de Portugal así como la del pueblo de Grecia, decía el llamamiento de los 17 partidos, es la causa común de todos los hombres libres».
También en la situación interior de España se habían producido cambios sensibles.
La crisis cíclica del capitalismo, iniciada en el mundo en los años 1957-1958, adquirió en nuestro país mayor agudeza que en otras partes. Todas las consecuencias nefastas de la política económica que había venido practicando la dictadura durante veinte años en beneficio de la oligarquía se exacerbaban entonces. El mercado interno se contrajo aún más, las reservas de divisas se agotaron, la desconfianza en el régimen provocó la huida de capitales y el retraimiento de las inversiones. Al borde del colapso económico, el Gobierno franquista concertó en Washington, el 17 de julio de 1959, los convenios de estabilización, aceptando todas las condiciones licitadas por los monopolios internacionales. El plan de estabilización, que comenzó a ser aplicado inmediatamente, comportó el ingreso de España en la Organización Europea de Cooperación Económica (OECE) y la probable perspectiva de integración en el Mercado Común. Mediante este plan, el capital monopolista pretendía echar sobre los hombros del pueblo las consecuencias del caos económico que ese mismo capital había provocado e impedir que la bancarrota virtual de la política económica de la dictadura desembocara en una quiebra declarada.
En el curso de pocos meses, dicho plan había lesionado gravemente a todas las capas de la población, descontando a los grupos oligárquicos que eran sus promotores. Habían sido suprimidas las horas «extra», las primas y los pluses para la mayoría de los obreros, lo que implicaba un descenso de los salarios del 40 al 50 por 100. Decenas de miles de trabajadores, sobre todo los «eventuales», habían sido despedidos; la amenaza del paro se generalizaba. La situación de una parte de la burguesía no monopolista se hacía cada vez más difícil.
A las calamidades económicas se unían los fenómenos de descomposición aguda de la dictadura. Ya no se trataba sólo de que la Falange y el mismo «Movimiento», de hecho, habían dejado de existir. La descomposición afectaba ahora a los órganos vitales del Estado.
En el Ejército empezaban a aparecer síntomas de descontento. El mismo fenómeno, más acentuado aún por razones de su mayor contacto con el pueblo, se daba entre las fuerzas de orden público.
En la Magistratura y en los Colegios de Abogados el descontento tomaba a veces formas abiertas, dando lugar incluso a acciones colectivas de cese del trabajo por parte de los magistrados, como había ocurrido en Sevilla. La aparición en un Estado fascista de hechos de esta índole –insólitos en cualquier país capitalista– atestiguaba el grado de descomposición del régimen encabezado por el general Franco.
Frente al debilitamiento de la dictadura destacaba el incremento del movimiento de masas y el creciente influjo de la política de Reconciliación Nacional. Los progresos unitarios, logrados durante la preparación de la huelga nacional de junio de 1959, se habían consolidado, y en cierto modo ampliado, en el período ulterior.
Tales eran los principales rasgos de la situación al reunirse el VI Congreso. Ellos atestiguaban la existencia de condiciones incuestionablemente más favorables para la lucha contra la dictadura.
El VI Congreso ratificó la política de Reconciliación Nacional; sus decisiones tendieron a desarrollarla en las nuevas condiciones, a convertirla en patrimonio de las masas, en el arma capaz de llevar al pueblo a la victoria sobre el fascismo.
En el informe del C.C., presentado por el camarada Santiago Carrillo, se abordaba la siguiente cuestión. ¿Cómo puede la dictadura en una situación económica tan desastrosa y en un estado tan avanzado de descomposición interna, mantenerse aún en el Poder?
El Congreso dio respuesta a esta pregunta: Si la dictadura subsistía no era sólo por las asistencias externas ni tampoco por su fuerza propia. La razón radicaba principalmente en que no existía un acuerdo entre las fuerzas de oposición para una acción conjunta capaz de desplazar a Franco del Poder. Las vacilaciones, la pasividad de una gran parte de las fuerzas de la oposición burguesa y del PSOE, su negativa a entenderse con los comunistas: he ahí lo que retrasaba la liberación de España.
El Congreso consideró, pues, que era preciso centrar la actividad del Partido en dos direcciones fundamentales, muy ligadas entre sí: la intensificación de sus esfuerzos en pro de la unidad y la elevación a un nivel superior de la lucha de las masas.
El Congreso dirigió una carta a todas las fuerzas de la oposición insistiendo en la propuesta que ya había formulado en julio de 1959 de celebrar una Conferencia de «mesa redonda» para contrastar las opiniones y determinar los puntos en que la coincidencia era posible. La carta precisaba la plataforma que podría servir de base a un acuerdo de todas las fuerzas de oposición, y cuyos puntos eran:
1) Lucha unida contra la dictadura hasta conseguir su derrocamiento por la huelga nacional pacífica.
2) Restablecimiento de las libertades democráticas sin discriminación.
3) Amnistía para los presos y exiliados políticos, extensiva todas las responsabilidades derivadas de la guerra civil en limbos campos contendientes. Abolición de la pena de muerte.
4) Mejoramiento de las condiciones de vida de la población.
5) Política exterior favorable a la coexistencia pacífica.
6) Elecciones constituyentes que permitan al pueblo escoger democráticamente el régimen de su preferencia.
El Partido Comunista no hacía cuestión cerrada de estos puntos: declaraba estar dispuesto a examinar otras sugerencias,
El Congreso advirtió claramente que una persistente negativa del PSOE y de la oposición burguesa a actuar contra la dictadura se traduciría en la reducción de la influencia de dichas fuerzas a la hora de determinar los futuros destinos de España.
Ante la extrema agudización de la situación económica, el Congreso destacó, como la tarea más urgente del Partido, la de volcar, en la lucha contra el plan de estabilización, las energías de la clase obrera y de todas las capas dañadas por la oligarquía.
Esta tarea tenía una importancia decisiva por cuanto significaba defender los intereses vitales de los obreros, de los campesinos, de las capas medias, de la burguesía no monopolista. Tenía además un alcance nacional, pues oponerse al plan de estabilización y a la «integración europea» de España, representaba luchar contra la colonización del país por los monopolios extranjeros, contra la ruina de su industria, contra la despoblación de extensas zonas rurales, por evitar un desastre económico sin precedentes.
El VI Congreso llamó a los comunistas a marchar, a través de múltiples acciones parciales de los obreros y de otros sectores, hacia la preparación de un gran movimiento nacional de protesta, de una gran huelga nacional. Si ésta se llevaba efectivamente a cabo con la simpatía y el apoyo de las masas con la benevolencia o neutralidad de una parte del aparato represivo, la dictadura no podría sostenerse y se vendría abajo.
El Congreso reelaboró el Programa del Partido. Los cambios producidos en la situación exterior y nacional, los progresos del movimiento comunista internacional en la aplicación de los principios marxistas-leninistas a las condiciones contemporáneas y el subsiguiente estudio por el Partido de los problemas fundamentales de la revolución española, determinaron la introducción de substanciales modificaciones en el Programa.
En el curso del año 1959, las organizaciones del Partido habían discutido los cambios a introducir en el Programa sobre la base del documento del C.C. «Balance de 20 años de la dictadura franquista». Los debates y decisiones del VI Congreso sobre este punto fueron la culminación y el resultado de ese estudio.
El programa aprobado por el VI Congreso abarca, además de las medidas inmediatas para el derrocamiento del franquismo, una parte relativa a los objetivos del Partido en el período democrático ulterior, y otra a sus objetivos finales, es decir, al paso de España al socialismo.
La primera comprende un conjunto de medidas encaminadas a consolidar y desarrollar la democracia en los diversos ámbitos de la sociedad española sin romper los moldes de la estructura burguesa.
La principal reforma de estructura que el Programa preconiza es la reforma agraria tendente a suprimir las supervivencias feudales en el campo español. En esta cuestión, el VI Congreso ratificó la posición elaborada por el C.C. en septiembre de 1957 sobre la base de un informe del camarada Juan Gómez. La lucha por la reforma agraria no se podía llevar a cabo en este período sin tener en cuenta una serie de condiciones peculiares como las siguientes: fusión de la aristocracia terrateniente absentista y del capital monopolista; profunda penetración de éste en la agricultura en detrimento, no sólo de los braceros y campesinos pobres, sino de los campesinos ricos y medios, incluso de ciertos sectores de terratenientes; extraordinaria amplitud, a consecuencia de los factores citados más arriba, de la oposición antifranquista, en el campo. Estos hechos llevaron al PCE a modificar ciertos aspectos de su posición anterior en cuanto a las formas de efectuar la reforma agraria. En el Programa aprobado por el VI Congreso se propone que los latifundios de la aristocracia absentista sean expropiados con indemnización y entregados a los campesinos y jornaleros; de la expropiación quedarían exentos los propietarios que llevan personal y racionalmente la explotación de sus fincas, cualquiera que sea la extensión de estas. Estas propuestas tienden esencialmente a propiciar la creación en el campo de una amplia coincidencia de intereses, a fin de centrar la lucha contra la dictadura franquista, contra la aristocracia absentista y el capital monopolista, y a facilitar así que España emprenda cuanto antes, y con un mínimo de conmociones, el camino de su efectiva democratización.
El Programa incluye asimismo otras reformas de estructura tendentes a limitar el poder de los grandes monopolios en la industria y en la vida económica y política en general.
La parte del Programa referente al paso al socialismo contribuye a disipar equívocos y falsificaciones y a despejar el camino a las alianzas con otras fuerzas en la lucha por la democracia y el progreso.
El Programa traza las grandes líneas del avance hacia el socialismo en una perspectiva de desarrollo democrático: la gran mayoría del país, interesada en el triunfo del socialismo, con la clase obrera a la cabeza, podrá utilizar el Parlamento con el apoyo de un fuerte movimiento de masas, para transformar el carácter de los órganos del Poder, convirtiéndoles en instrumentos que actúen al servicio del pueblo y de la causa socialista. De esa misma forma, se podrá llevar a efecto la socialización de los principales medios de producción.
El paso a formas cooperativas socialistas en el campo se realizará de un modo gradual y sobre la base de la libre voluntad de los campesinos. La integración en una economía socialista de las empresas de la pequeña burguesía y de la burguesía no monopolista, se efectuará de una forma progresiva y teniendo en cuenta los intereses de dichos sectores sociales.
En esa perspectiva, la clase obrera podrá ejercer el Poder y construir el socialismo sobre la base de una democracia parlamentaria con pluralidad de partidos políticos. El Partido Comunista desempeñará el papel dirigente en el avance hacia el socialismo en alianza con otros partidos.
El Programa proclama el propósito de los comunistas de hacer cuanto esté de su parte para que España vaya al socialismo por esa vía parlamentaria y pacífica. Cierto, ello no depende sólo de la voluntad de la clase obrera; depende de que las fuerzas reaccionarias se vean imposibilitadas de recurrir a la violencia, de que un poderoso frente de las fuerzas progresivas sea capaz de aislar y maniatar a quienes intentasen utilizar la violencia contra la voluntad de la mayoría del país.
El VI Congreso abordó ampliamente los problemas de organización del Partido.
La inmensa atracción que el socialismo ejerce hoy permite, y a la vez reclama, que los partidos comunistas, en los países capitalistas, sean grandes partidos de masas, que agrupen en sus filas no sólo a una vanguardia reducida, sino a extensos sectores de la clase obrera, los campesinos, la intelectualidad, la juventud trabajadora y estudiantil y otras capas; partidos capaces de desplegar su actividad y su influencia sobre el conjunto de la sociedad.
El Partido Comunista de España, reducido a la clandestinidad por la dictadura fascista, ¿podía o no plantearse la tarea de convertirse en un Partido de masas? El VI Congreso respondió afirmativamente. Incluso en las condiciones de la clandestinidad, era necesario formar un partido de masas, de decenas de miles de militantes. Tal era el contenido del viraje que el VI Congreso consideraba necesario dar en el terreno de la organización.
Esta posición era producto del análisis de las condiciones políticas generales y del desarrollo interno del Partido.
La extrema descomposición de la dictadura de un lado, y de otro el movimiento de masas, creaban en España una situación original. La dictadura fascista era considerablemente mas débil que en años anteriores. Los comunistas habían adquirido más experiencia de trabajo clandestino, lo que les permitía desplegar mayor actividad entre las masas.
Desde el punto de vista del desarrollo interno del Partido, éste había logrado, sobre todo desde 1956, grandes éxitos en la lucha contra el sectarismo y el dogmatismo. Este era otro factor esencial que le permitía abordar con garantías de éxito la tarea de convertirse en un Partido de masas.
La necesidad de este viraje en la organización del Partido era planteada además por las propias masas, ya que, sobre todo después de la huelga de junio de 1959, los nuevos militantes habían afluido al Partido por decenas, por centenares, por grupos enteros. La tarea de organización esencial planteada por el VI Congreso, fue crear comités del Partido en todos los lugares, empresas, centros docentes, aldeas, barriadas, &c., comités que debían ser el alma y la osamenta del Partido. Y en torno a esos comités, decenas, cientos, miles de comunistas debían organizarse utilizando formas variadas.
El Congreso decidió introducir ciertas modificaciones en los Estatutos del Partido para facilitar su transformación en un Partido de decenas de miles de militantes.
El VI Congreso eligió el C.C. del Partido. Este, en su primera reunión plenaria, eligió los otros órganos dirigentes con la siguiente composición:
Comité Ejecutivo: Santiago Álvarez, Santiago Carrillo, Fernando Claudín, Manuel Delicado, Ignacio Gallego, Juan Gómez, Dolores Ibárruri, Enrique Líster, Ramón Mendezona, Antonio Mije, José Moix, Simón Sánchez Montero, Federico Sánchez. Como miembros suplentes: Gregorio López Raimundo y Francisco Romero Marín.
Presidente del Partido: Dolores Ibárruri.
Secretario General: Santiago Carrillo.
Para el Secretariado fueron elegidos: Santiago Carrillo, Fernando Claudín, Ignacio Gallego, Antonio Mije y Eduardo García.
El VI Congreso, por su composición misma, por sus debates, fue un testimonio vivo de la profunda renovación que el Partido había experimentado; demostró que éste había sabido vencer la inclinación sectaria –inevitablemente acusada en un largo período de ilegalidad– a encerrarse en sí mismo, limitándose a organizar a los camaradas más firmes y probados. El Partido se había abierto a las nuevas generaciones; había promovido centenares de nuevos cuadros, había combinado armoniosamente, en sus órganos responsables, las fuerzas veteranas y las fuerzas jóvenes, fundidas en una idéntica entrega a la causa de la clase obrera y del pueblo.
Fuente: Historia del Partido Comunista de España, Éditions Sociales, París, 1960
DESCARGAR PROGRAMA DEL PCE APROBADO EN EL VI CONGRESO: www.manifiestoprograma.es/media/0/1960_vicongreso_programa.pdf
martes, 26 de enero de 2010
LA EXPOSICIÓN "ARTE SALVADO" ACAMPA JUNTO AL MUSEO DEL PRADO DE MADRID
Milicianos visitando la exposición de las obras salvadas del Palacio de Liria, celebrada en el Colegio del Patriarca. Diciembre de 1936. Donación J. Vaamonde Horcada. IPCE. Ministerio de Cultura.
RELATO VISUAL DEL SALVAMENTO DEL PATRIMONIO ARTÍSTICO ESPAÑOL DURANTE LA GUERRA CIVIL
Arte Salvado" es una apasionante muestra que ofrece las coordenadas necesarias para comprender visualmente la política de protección y salvamento llevada a cabo por el Gobierno de la República durante la Guerra Civil, gracias a la intervención del “Comité Internacional para el Salvamento de los Tesoros de Arte Españoles” en febrero de 1939.
La exposición, organizada por la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales (SECC) y comisariada por Arturo Colorado Castellary, se instalará al aire libre frente al Museo del Prado (bulevar central del Paseo del Prado) y permanecerá abierta al público desde el 25 de enero al 21 de marzo de 2010. Su programación se incluye dentro del ciclo "La Europa de la cultura" -también compuesto por un acto institucional y un congreso- y forma parte de la oferta cultural impulsada con motivo de la Presidencia española de la UE.
La exposición está planteada con un diseño creativo e innovador para que el visitante se sienta inmerso en las dramáticas circunstancias que rodearon esta labor y los peligros y dificultades que tuvieron que afrontar los miembros de la Junta del Tesoro Artístico y del Comité Internacional. Una serie de embalajes de diferentes formas y tamaños se distribuyen en el espacio expositivo, que recrea el ambiente y el paisaje de guerra, con vehículos y carteles de época, sacos terreros, etc., además del sonido ambiente y canciones de la época.
Contenidos y próximos destinos de la exposición
Estos embalajes dejan entrever reproducciones a tamaño real de las obras salvadas más representativas y forman, a su vez, los soportes para la exposición de información gráfica y documental que reúne un centenar de fotografías de la época acompañadas por planos, mapas, carteles y diverso material documental. La muestra se completa con un puesto interactivo sobre las fases de la evacuación y con la proyección de secuencias de vídeo y de diapositivas digitales que muestran una selección de las obras salvadas.
El visitante podrá seguir cronológicamente los pormenores del salvamento de las obras de arte -primero de Madrid al Ampurdán pasando por Valencia, gracias a la política de protección de la Junta del Tesoro Artístico de la República-, así como la gestación del Comité Internacional para el Salvamento de los Tesoros de Arte Españoles, las dramáticas circunstancias de la firma del Acuerdo de Figueras -mediante el cual, el 3 de febrero de 1939 se autorizaba el traslado de las obras a Ginebra y la custodia de la Sociedad de Naciones- con el bombardeo sobre la zona y el difícil paso a Francia desde el Ampurdán.
La tercera parte recrea el traslado de Perpiñán a Ginebra, el inventario de las obras salvadas -la aduana suiza registró un cargamento de 1.868 cajas y 139.890 kilogramos-, la exposición que se celebró en esta ciudad suiza y el regreso a España en septiembre de 1939. La muestra se cierra con un epílogo sobre la deuda histórica contraída con todos aquellos que, españoles o extranjeros, lucharon durante la guerra por poner a salvo el patrimonio artístico español.
"Arte Salvado" adquiere rango de exposición itinerante al estar programada igualmente en Valencia (abril-mayo), Barcelona (junio-julio) y Figueras (Agosto-septiembre).
RELATO VISUAL DEL SALVAMENTO DEL PATRIMONIO ARTÍSTICO ESPAÑOL DURANTE LA GUERRA CIVIL
Arte Salvado" es una apasionante muestra que ofrece las coordenadas necesarias para comprender visualmente la política de protección y salvamento llevada a cabo por el Gobierno de la República durante la Guerra Civil, gracias a la intervención del “Comité Internacional para el Salvamento de los Tesoros de Arte Españoles” en febrero de 1939.
La exposición, organizada por la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales (SECC) y comisariada por Arturo Colorado Castellary, se instalará al aire libre frente al Museo del Prado (bulevar central del Paseo del Prado) y permanecerá abierta al público desde el 25 de enero al 21 de marzo de 2010. Su programación se incluye dentro del ciclo "La Europa de la cultura" -también compuesto por un acto institucional y un congreso- y forma parte de la oferta cultural impulsada con motivo de la Presidencia española de la UE.
La exposición está planteada con un diseño creativo e innovador para que el visitante se sienta inmerso en las dramáticas circunstancias que rodearon esta labor y los peligros y dificultades que tuvieron que afrontar los miembros de la Junta del Tesoro Artístico y del Comité Internacional. Una serie de embalajes de diferentes formas y tamaños se distribuyen en el espacio expositivo, que recrea el ambiente y el paisaje de guerra, con vehículos y carteles de época, sacos terreros, etc., además del sonido ambiente y canciones de la época.
Contenidos y próximos destinos de la exposición
Estos embalajes dejan entrever reproducciones a tamaño real de las obras salvadas más representativas y forman, a su vez, los soportes para la exposición de información gráfica y documental que reúne un centenar de fotografías de la época acompañadas por planos, mapas, carteles y diverso material documental. La muestra se completa con un puesto interactivo sobre las fases de la evacuación y con la proyección de secuencias de vídeo y de diapositivas digitales que muestran una selección de las obras salvadas.
El visitante podrá seguir cronológicamente los pormenores del salvamento de las obras de arte -primero de Madrid al Ampurdán pasando por Valencia, gracias a la política de protección de la Junta del Tesoro Artístico de la República-, así como la gestación del Comité Internacional para el Salvamento de los Tesoros de Arte Españoles, las dramáticas circunstancias de la firma del Acuerdo de Figueras -mediante el cual, el 3 de febrero de 1939 se autorizaba el traslado de las obras a Ginebra y la custodia de la Sociedad de Naciones- con el bombardeo sobre la zona y el difícil paso a Francia desde el Ampurdán.
La tercera parte recrea el traslado de Perpiñán a Ginebra, el inventario de las obras salvadas -la aduana suiza registró un cargamento de 1.868 cajas y 139.890 kilogramos-, la exposición que se celebró en esta ciudad suiza y el regreso a España en septiembre de 1939. La muestra se cierra con un epílogo sobre la deuda histórica contraída con todos aquellos que, españoles o extranjeros, lucharon durante la guerra por poner a salvo el patrimonio artístico español.
"Arte Salvado" adquiere rango de exposición itinerante al estar programada igualmente en Valencia (abril-mayo), Barcelona (junio-julio) y Figueras (Agosto-septiembre).
lunes, 25 de enero de 2010
EL POETA MARCOS ANA RECIBE EL PREMIO ABOGADOS DE ATOCHA 2010 EN EL HOMENAJE A LOS ABOGADOS LABORALISTAS ASESINADOS EN LA CALLE ATOCHA HACE 33 AÑOS
Ofrenda floral en el monumento "El Abrazo", obra de Juan Genovés, erigido en recuerdo a los abogados asesinados
El homenaje, llevado a cabo ayer, por las cinco personas asesinadas -cuatro abogados y un sindicalista- el 24 de enero de 1977 en un despacho de CCOO en el número 55 de la calle Atocha, se inició con una ofrenda floral en el monumento "El abrazo" de Juan Genovés, levantado en memoria de los fallecidos y a escasos metros del despacho laboralista.
Casi un centenar de personas se dieron cita al pie del monumento "por la restauración de la libertad", según reza en una placa, y guardaron un minuto de silencio por las víctimas.
Además del presidente del Congreso, José Bono, estuvieron presentes en el acto el secretario general del PCE, José Luis Centella; el decano del Colegio de Abogados de Madrid, Antonio Hernández Gil; el secretario general de CCOO de Madrid, Javier López; el presidente de la Fundación Abogados de Atocha, Alejandro Ruiz-Huertas; la abogada laboralista Francisca Sauquillo y el secretario general del PCE de Madrid, José Ramón Sanz, entre otros.
También se ha aprovechado el acto para otorgar "un pequeño homenaje" a la quiosquera de la plaza, Rosario Heredero, cuyo puesto de periódicos se ubica al pie del monumento y que durante años ha ido explicando a quien le preguntaba el porqué del mismo y la historia de los abogados laboralistas asesinados.
Un segundo homenaje tuvo lugar en la sede de CCOO de Madrid, en el auditorio Marcelino Camacho, donde se hizo un acto de reconocimiento a cuantas personas han contribuido a la defensa de los derechos y las libertades.
Así, se otorgó un reconocimiento a los abogados que ejercieron la acusación particular: Jaime Sartorius, Antonio Rato, Cristina Almeida, José María Mohedano, José Luis Núñez y José Bono, quienes recibieron una placa con la reproducción de la simbólica escultura "El abrazo", de manos de la familia a la que representaron.
Asimismo se entregó el Premio Abogados de Atocha 2010 al poeta Marcos Ana, que pasó 23 años en cárceles franquistas, y al "falsificador del PCE" Domingo Malagón, a quien se le reconoce su contribución a que muchos implicados en la lucha contra la dictadura pudieran contar con documentación falsificada.
El acto también se planteó con vocación de futuro y de legado histórico, para que no se pierda la memoria de los abogados asesinados: Luis Javier Benavides, Enrique Valdevira, Serafín Holgado y Francisco Javier Sauquillo, así como el sindicalista Ángel Rodríguez Leal.
Previamente, políticos y sindicalistas habían visitado los cementerios de Carabanchel y San Isidro donde los abogados se encuentran enterrados.
Fuente: Rebelión
Casi un centenar de personas se dieron cita al pie del monumento "por la restauración de la libertad", según reza en una placa, y guardaron un minuto de silencio por las víctimas.
Además del presidente del Congreso, José Bono, estuvieron presentes en el acto el secretario general del PCE, José Luis Centella; el decano del Colegio de Abogados de Madrid, Antonio Hernández Gil; el secretario general de CCOO de Madrid, Javier López; el presidente de la Fundación Abogados de Atocha, Alejandro Ruiz-Huertas; la abogada laboralista Francisca Sauquillo y el secretario general del PCE de Madrid, José Ramón Sanz, entre otros.
También se ha aprovechado el acto para otorgar "un pequeño homenaje" a la quiosquera de la plaza, Rosario Heredero, cuyo puesto de periódicos se ubica al pie del monumento y que durante años ha ido explicando a quien le preguntaba el porqué del mismo y la historia de los abogados laboralistas asesinados.
Un segundo homenaje tuvo lugar en la sede de CCOO de Madrid, en el auditorio Marcelino Camacho, donde se hizo un acto de reconocimiento a cuantas personas han contribuido a la defensa de los derechos y las libertades.
Así, se otorgó un reconocimiento a los abogados que ejercieron la acusación particular: Jaime Sartorius, Antonio Rato, Cristina Almeida, José María Mohedano, José Luis Núñez y José Bono, quienes recibieron una placa con la reproducción de la simbólica escultura "El abrazo", de manos de la familia a la que representaron.
Asimismo se entregó el Premio Abogados de Atocha 2010 al poeta Marcos Ana, que pasó 23 años en cárceles franquistas, y al "falsificador del PCE" Domingo Malagón, a quien se le reconoce su contribución a que muchos implicados en la lucha contra la dictadura pudieran contar con documentación falsificada.
El acto también se planteó con vocación de futuro y de legado histórico, para que no se pierda la memoria de los abogados asesinados: Luis Javier Benavides, Enrique Valdevira, Serafín Holgado y Francisco Javier Sauquillo, así como el sindicalista Ángel Rodríguez Leal.
Previamente, políticos y sindicalistas habían visitado los cementerios de Carabanchel y San Isidro donde los abogados se encuentran enterrados.
Fuente: Rebelión
sábado, 23 de enero de 2010
SE PERDIÓ EN HAITÍ LA MEJOR COLECCIÓN NAIF DEL MUNDO
SÓLO SE HAN PODIDO SALVAR 400 OBRAS DE LAS MÁS DE 15.000 QUE COMPONÍAN LA COLECCIÓN DEL MUSEO NADER
Haití perdió también lo mejor de su patrimonio cultural en el terremoto del 12 de enero. Buen ejemplo de ello es el Museo Nader de Arte Naif, donde se exponía la mejor colección del mundo de esa especialidad caribeña. Apenas 400 de los 15.000 óleos integrados en el conjunto han podido ser rescatados de los escombros. El resto se perdió para siempre.
Era el principal tesoro cultural de Haití, “la memoria artística de todo un pueblo", en palabras de Georges Nader, director del museo y heredero de su fundador. Nader ha declarado al diario español La Vanguardia que, al ver el derrumbamiento del centro, su padre ni siquiera quiso los resultados de la catástrofe. “Ve y rescata lo que puedas”, le dijo con gran amargura. Lo único que sobrevivió fue una mínima parte de la obra de grandes artistas nacionales como Philomé Obin, Valcin, Hector Hyfolite, Benoit, Wilson Bigaud y Bernard Sejourné. Pero el legado de otros creadores importantes se ha perdido para siempre.
El Arte haitiano era la pasión de George S. Nader, quien dedicó toda su vida a apoyar a artistas ahora reconocidos en las mejores galerías del mundo. La Nader Art Gallery ha colaborado para ello con museos tan prestigiosos como el Grand Palais der París, el de Arte Moderno de Río de Janeiro, la Galería Bunkamura de Tokio y Oas de Washington.
Los pintores y escultores haitianos también consiguieron fama internacional gracias a las obras vendidas por la familia Nader a los turistas que llegaban a la capital del país, donde también comenzaron numerosas vocaciones como nuevos coleccionistas de Arte.
La pintura naif nació en Haití durante el siglo XIX como una síntesis del Arte francés y el estilo popular que evolucionó en ese país desde sus orígenes africanos. Ya en el siglo XX, ese estilo se perfiló como propiamente haitiano, destacando en los motivos indígenas y nacionales, con vivos colores y escenas costumbristas.
Muy impresionado por su belleza, el norteamericano Dewitt Peters decidió fundar en Puerto Príncipe el Centro de Arte que lleva su nombre y de ahí partió una fértil historia creativa que a principios de 2010 ha quedado truncada para siempre.
Tras el terremto, tampoco se sabe nada de la suerte corrida por numerosos artistas haitianos y por la obra guardada para siempre en sus talleres. Los directores de las galerías locales que han sido interrogados por el enviado especial de La Vanguardia dicen que han perdido el contacto con la mayoría de ellos y manifiestan su preocupación por lo que haya podido sucederles.
Ahora el mundo entero se moviliza para tratar de aminorar los resultados de la catástrofe, aunque obviamente, el Arte no es una prioridad.
Haití perdió también lo mejor de su patrimonio cultural en el terremoto del 12 de enero. Buen ejemplo de ello es el Museo Nader de Arte Naif, donde se exponía la mejor colección del mundo de esa especialidad caribeña. Apenas 400 de los 15.000 óleos integrados en el conjunto han podido ser rescatados de los escombros. El resto se perdió para siempre.
Era el principal tesoro cultural de Haití, “la memoria artística de todo un pueblo", en palabras de Georges Nader, director del museo y heredero de su fundador. Nader ha declarado al diario español La Vanguardia que, al ver el derrumbamiento del centro, su padre ni siquiera quiso los resultados de la catástrofe. “Ve y rescata lo que puedas”, le dijo con gran amargura. Lo único que sobrevivió fue una mínima parte de la obra de grandes artistas nacionales como Philomé Obin, Valcin, Hector Hyfolite, Benoit, Wilson Bigaud y Bernard Sejourné. Pero el legado de otros creadores importantes se ha perdido para siempre.
El Arte haitiano era la pasión de George S. Nader, quien dedicó toda su vida a apoyar a artistas ahora reconocidos en las mejores galerías del mundo. La Nader Art Gallery ha colaborado para ello con museos tan prestigiosos como el Grand Palais der París, el de Arte Moderno de Río de Janeiro, la Galería Bunkamura de Tokio y Oas de Washington.
Los pintores y escultores haitianos también consiguieron fama internacional gracias a las obras vendidas por la familia Nader a los turistas que llegaban a la capital del país, donde también comenzaron numerosas vocaciones como nuevos coleccionistas de Arte.
La pintura naif nació en Haití durante el siglo XIX como una síntesis del Arte francés y el estilo popular que evolucionó en ese país desde sus orígenes africanos. Ya en el siglo XX, ese estilo se perfiló como propiamente haitiano, destacando en los motivos indígenas y nacionales, con vivos colores y escenas costumbristas.
Muy impresionado por su belleza, el norteamericano Dewitt Peters decidió fundar en Puerto Príncipe el Centro de Arte que lleva su nombre y de ahí partió una fértil historia creativa que a principios de 2010 ha quedado truncada para siempre.
Tras el terremto, tampoco se sabe nada de la suerte corrida por numerosos artistas haitianos y por la obra guardada para siempre en sus talleres. Los directores de las galerías locales que han sido interrogados por el enviado especial de La Vanguardia dicen que han perdido el contacto con la mayoría de ellos y manifiestan su preocupación por lo que haya podido sucederles.
Ahora el mundo entero se moviliza para tratar de aminorar los resultados de la catástrofe, aunque obviamente, el Arte no es una prioridad.
viernes, 22 de enero de 2010
ARTÍCULOS DE 1950 SOBRE LA POLÉMICA DEL LIBRO "LOS DÍAS TERRENALES", DEL ESCRITOR COMUNISTA JOSÉ REVUELTAS
José Revueltas (México, 1914-1976): Escritor mexicano miembro del Partido Comunista Mexicano (PCM) desde 1938 a 1943, año en el que fue expulsado por sus diferencias con la dirección del partido. En 1948 se había adherido al Partido Popular recién fundado. En el momento de la publicación de Los días terrenales (1949) era candidato a diputado por ese partido. Posteriormente, pidió el reingreso en el PCM en el que fue readmitido hasta abandonarlo en 1961 para fundar la Liga Leninista Espartaco.
A raíz de la publicación de Los días terrenales se suscitó un intenso debate público, en el que muchos intelectuales, muchos de ellos antiguos compañeros del PCM y amigos, criticaron con dureza la obra a través de artículos y cartas abiertas, hasta que el propio Revueltas mandó retirar la obra del mercado.
EL ESCRITOR JOSÉ REVUELTAS HACE IMPORTANTE ACLARACIÓN*
A raíz de la publicación de Los días terrenales se suscitó un intenso debate público, en el que muchos intelectuales, muchos de ellos antiguos compañeros del PCM y amigos, criticaron con dureza la obra a través de artículos y cartas abiertas, hasta que el propio Revueltas mandó retirar la obra del mercado.
EL ESCRITOR JOSÉ REVUELTAS HACE IMPORTANTE ACLARACIÓN*
Como escritor, como trabajador literario cuya obra ha sido objeto en los últimos tiempos de una amplia discusión, dirijo a cuantos hayan podido interesarse en mi actividad artística esta declaración:
Casi desde mi infancia he sido un militante de la causa del pueblo y, más aún, de la causa del proletariado internacional. A la actividad revolucionaria, tendiente a transformar, en el más alto sentido progresista, las condiciones de la vida humana, he dedicado por largos años mis esfuerzos más decididos y sinceros. Realicé de esta manera, con total entrega de mis posibilidades y capacidades, mi unión con el pueblo, del que soy hijo y en quien reconozco la fuente de todas las energías creadoras y superadoras de la existencia. Al obrar así, supe siempre que no hacía sino cumplir estrictamente con mi deber —el deber de todo hombre— y satisfacer mi natural y más íntima vocación.
En el curso de esta lucha, pude relacionarme honda y estrechamente con mi pueblo, compartir a menudo sus penalidades y tomar de su caudal experiencias profundas y nuevas energías. Fue así como, siendo fundamentalmente un hombre de lucha, concebí la esperanza de expresar, mediante el lenguaje de la creación artística, la vida profunda, generosa y heroica de mi pueblo, que es sustancialmente igual a la de todos los pueblos del mundo.
Mis primeros trabajos literarios fueron el relato de la prisión de los obreros, campesinos e intelectuales revolucionarios —entre los cuales tuve la honra de contarme— en el penal de las Islas Marías.
Más tarde, dedicando mayor empeño a la tarea comenzada, publiqué varios libros —novelas, cuentos— y ensayos dispersos, en los que pretendí mostrar la vasta imagen del mundo mexicano de nuestro tiempo, en su dramática y muchas veces trágica profundidad contradictoria.
Con la publicación de mi más reciente libro, Los días terrenales, que fue motivo en el círculo de mis amigos y compañeros más cercanos, desde antes que se imprimiera, de un sostenido debate, se ha planteado para mí un problema de conciencia ideológica y artística. La presentación de mi obra de teatro El cuadrante de la soledad ha vuelto más apremiante los términos de ese problema.
Soy —he sido siempre— un hombre de principios y de convicciones. No he sido jamás un amateur o un diletante de nada, menos de la política. Mis actitudes en determinados casos podrán ser falsas o erróneas, pero nunca producto de una tendencia al oportunismo o la demagogia, que por naturaleza rechazo. Por otra parte, como escritor reconozco plenamente —como lo demuestra mi producción literaria— que no es siquiera concebible una obra literaria o artística sin tendencia y sin relación inmediata con la realidad.
Por eso —desde el principio—, me preocuparon hondamente las opiniones adversas a mi obra. Máxime cuando esas opiniones —las primeras, más meditadas y objetivas— partían precisamente de aquellos amigos y compañeros de lucha que durante muchos años me han dado pruebas de su amistad y cuyo juicio, por tanto, no podía ser sospechoso de móviles turbios o mal intencionados.
Por esto —y porque soy un partidario convencido de la discusión, como método, el más adecuado, para poner en práctica la crítica y la autocrítica a la que deben estar sujetas todas las actividades humanas y, muy particularmente, las de carácter científico o cultural— decidí pedir a esas personas una discusión detenida y profunda de mi propio trabajo literario, que ampliara y detallara las críticas que hasta entonces se habían hecho.
Esta discusión —solicitada espontáneamente por mí— tuvo lugar durante los primeros días de junio con la participación de mis compañeros y amigos a quienes antes aludí —Vicente Lombardo Toledano y Enrique Ramírez y Ramírez entre ellos— y se desarrolló en un ambiente de clara objectividad, de rigor crítico y de seria preocupación por esclarecer los problemas relativos a la naturaleza de la actividad cultural creadora, en nuestro país y en nuestro tiempo.
En el curso de esta discusión he tenido oportunidad de examinar mi trabajo a la luz del pensamiento más avanzado de nuestro tiempo, el pensamiento crítico por excelencia, que es el de los grandes maestros universales del marxismo, y de cotejar mi producción literaria con las enseñanzas y los anuncios de la realidad.
Como consecuencia de este examen, he llegado a la firme conclusión de que las objeciones que en forma sistemática y objetiva fueron hechas a Los días terrenales y a El cuadrante de la soledad, se apoyan en razones fundamentales y ameritan la necesidad de que proceda yo inmediatamente a una revisión radical y exhaustiva de mi obra como escritor.
Es éste, sin duda alguna, el único camino que puedo y debo seguir, una vez que la consideración serena y precisa de las razones críticas sobre mi obra me parecieron dignas de la mayor y más responsable atención de mi parte.
Este es —a mi modo de ver— el único camino que debe seguir todo artista honrado.
En consecuencia, incapaz como soy de una actitud ambigua o vergonzante, deseo manifestar abiertamente mi propósito de llevar a cabo la revisión más escrupulosa y rigurosa de mi trabajo literario, para corregir en él cuanto sea necesario y justo corregir —de acuerdo con las más estrictas normas de honestidad intelectual— y hacerlo digno de las grandes y más lúcidas tradiciones culturales de mi pueblo.
Me propongo analizar a fondo mi obra literaria para ajustaría también —tanto como sea preciso dentro de las normas peculiares del arte, y sin turbación oportunista, demagógica o formulista de ninguna especie— a mi condición de hombre que ha sido, es y seguirá siendo un partidario consciente de la gran causa humana de nuestra época: la causa de la liberación de nuestras patrias oprimidas y de la liberación del hombre en un régimen socialista.
Al obrar así, no tengo interés alguno en acallar las críticas a mi trabajo literario. Al contrario; he acogido esas críticas —las que han sido rectas y autorizadas por la capacidad y la honestidad de quienes las han hecho— con verdadero interés y deseo que se sigan produciendo y publicando, pues estimo que la crítica —cuando es de verdad crítica y no juego de pequeñas pasiones más o menos encubiertas al calor de una fácil oportunidad— constituye un auxiliar insuperable e indispensable del trabajo artístico. Ojalá que el debate en torno a mi obra literaria contribuya a colocar sobre un plano superior el ambiente de la creación artística en México y a establecer para siempre la verdad de que el escritor sólo nace y se desarrolla en vinculación viva y recíproca con el juicio público.
Yo hago frente a la revisión de mi obra con el júbilo de quien no teme a la verdad, sino la desea; y con la absoluta confianza en mi propia voluntad de proseguir, a través de la prueba que hoy afronto, mi aportación a la vida cultural de mi país.
Por todas estas razones, he resuelto rogar a los editores de mi novela Los días terrenales que en atención a mis deseos aquí claramente expresados se sirvan retirar de la circulación comercial los ejemplares de dicho libro.
He resuelto también suplicar a la empresa que puso en escena El cuadrante de la soledad que suspenda las exhibiciones de esa obra.
Por lo mismo, ruego a las personas que se disponían a participar de algún modo en la función especial que iba a llevarse a cabo con motivo del centenar de representaciones del Cuadrante de la soledad, que acepten mis excusas así como mi petición de no llevar a cabo ningún acto de esa índole.
A unos y a otros —pero muy especialmente a los actores de teatro que pusieron tanto fervor en la representación de mi obra— les expreso mi inacabable gratitud. Ellos han triunfado plena, maravillosamente como artistas, aunque yo, en prosecución de la verdad humana, social y artística, deba revisar mi obra.
Pero tengan también unos y otros —y todos— la certeza de que este incidente, que sólo podría parecer anormal a quienes no comprenden que el ejercicio de la vida y del arte impone responsabilidades de tipo superior, será saludable.
José Revueltas México, D.F., 15 de junio de 1950
* El Nacional, 16 de junio de 1950. Apareció el mismo día en El Popular, y el 20 de junio en el Foro de Excélsior.
ACERCA DE LA DECLARACIÓN DE REVUELTAS SOBRE SU OBRA*
El viernes 16 de junio apareció en el diario El Popular una declaración pública de José Revueltas, con la que responde a las reiteradas críticas enderezadas anteriormente sobre su obra, especial¬mente sobre las dos últimas producciones que ha presentado: Los días terrenales y El cuadrante de la soledad.
No obstante que las críticas expresadas alrededor de su obra lo ponían ya en posibilidades de hacerse una profunda y seria autocrítica, aceptando el sentido negativo de la parte fundamental de su producción, Revueltas evade esa obligación y ofrece una revisión que a nada lo compromete, excepto a considerar como un mero incidente desgraciado la producción de las dos obras mencionadas.
Ello se debe a que el escritor toma en cuenta solamente las críticas más benévolas —o sea, aquellas que critican solamente a Los días terrenales y a El cuadrante de la soledad.
Y toda vez que en su declaración Revueltas hace profesión de fe marxista, es necesario hacer notar que, aun con el valor de aceptar algunas de las críticas y de haber abandonado en cierto modo la actitud arrogante de la infalibilidad que antes había adoptado, tal declaración y el carácter que a ella le imprime, no corresponde de manera alguna a un marxista.
La primera crítica seria sobre la obra de Revueltas fue hecha públicamente por el gran poeta comunista Pablo Neruda en el Congreso Continental Americano por la Paz. Entonces Neruda dijo: «Pocas veces como en los casos de Jorge Amado, José Mancisidor o Rómulo Gallegos, esta literatura enraizada en la profundidad de nuestros pueblos ha logrado mostrar el camino de la liberación... Y grandes escritores profundamente nuestros como Graciliano Ramos, del Brasil; como Jorge Icaza, de Ecuador; como José Revueltas, de México..., insisten en destacar la tenebrosa selva de nuestra América negra, sin mostrar la salida a la luz, que, sin embargo, nuestros pueblos conocen».
Cuando esta crítica fue dicha por el autor de «Canto General de Chile», acompañada de una recia y certera autocrítica, Revueltas estaba a punto de poner al mercado Los días terrenales. Las observaciones de Neruda hubieran bastado para que el escritor meditara antes de poner ese libro en circulación. Sin embargo, la respuesta fue manifiestamente arrogante: se puso en circulación Los días terrenales y escribió, posteriormente, El cuadrante de la soledad, obra teatral también regida por el tipo literario de la anterior.
A la crítica de Neruda siguieron otras. Casi todas, sin embargo, pecaban de parcialidad y daban de lado al sentido general de la crítica de Pablo Neruda. Eso sucedió, especialmente, con las críticas enunciadas por las personas cercanas en cuanto a amistad y a militancia política a Revueltas, como la carta abierta de Rafael Carrillo [no se ha podido localizar] v la conferencia «Una literatura de extravío» de Enrique Ramírez y Ramírez, las que solamente se referían a Los días terrenales.
Revueltas tomó el camino fácil, no sin antes dudarlo mucho, de aceptar esta crítica parcial con algunas reticencias y por ello su posición es la de considerar como un mero incidente desgraciado la producción de Los días terrenales y El cuadrante de la soledad, característica acentuada cuando justifica su obra anterior, al señalar que su producción literaria tiene «una relación inmediata con la realidad».
Pero lo que Revueltas olvida es que no solamente sus últimas obras están en discusión, sino toda su producción literaria. Que la ofensiva de la burguesía ha hecho más urgente la vigilancia de los sectores revolucionarios sobre los artistas. Y no es extraño que ahora se encuentra que obras de Revueltas que antes parecieron positivas o revolucionarias, resultan hoy, precisamente, trabajos de un contenido profundamente reaccionario y decadente, apegado en forma precisa a la filosofía más reaccionaria de la burguesía: el existencialismo.
Precisamente hoy, cuando la ofensiva de la burguesía se recrudece, es cuando Revueltas presenta como producciones suyas Los días terrenales y El cuadrante de la soledad, que se amoldan perfectamente a los gustos y a las tendencias que pretende imponer el capitalismo en podredumbre y descomposición. No cabe duda que Revueltas responde en estas obras a la influencia de la burguesía, a su presión ideológica, hacia la cual ya mostraba, no solamente inclinación, sino afiliación, en sus obras anteriores.
Y no solamente en sus obras queda demostrado que Revueltas estaba ya dentro de las tendencias filosóficas y sociales de la burguesía, sino aun en sus intervenciones de tipo político, desde mucho antes de la producción de Los días terrenales y El cuadrante de la soledad. Escuchémosle hablando en la Conferencia de Mesa Redonda, convocada por el licenciado Lombardo Toledano, en 1947: «Es evidente así que mientras la burguesía no se convierta en una burguesía antinacional, el proletariado no puede plantearse el arrebatarle la dirección de la revolución democrática, pues el que la burguesía no haya abandonado sus posiciones nacionales, indicará que el antagonismo entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción, aún no han llegado al punto crítico y la madurez indispensable para que se produzca un cambio».
Aquí está Revueltas combatiendo la tesis marxista de que la revolución democrática debe ser dirigida por el proletariado, y pasando abiertamente al campo de la burguesía. Eso, naturalmente, era ya una posición ideológica, que también se reflejaba en sus obras, llenas de desesperanza y reflejando la «inmadurez del proletariado» y del pueblo mexicano, presentándolos como un conjunto degenerado de hipócritas, perversos, fatalistas, homosexuales, lesbianas, y con todo lo sucio, asqueroso y perverso de la humanidad concentrado en sus personajes de los que quería hacer Revueltas reflejos de nuestro pueblo. A ese pueblo que presenta Revueltas, a esos obreros y campesinos, es natural que los tiene que dirigir la burguesía, pues ellos no son capaces, no ya de dirigir, ni siquiera de actuar en ninguna forma positiva.
Pero ni ése es nuestro pueblo, ni ésos los obreros y campesinos de México. Y sobre todo, los comunistas que presenta Revueltas no son, desde luego, los miembros de nuestro Partido. Revueltas nos calumnia; esos degenerados no son ni fueron nunca comunistas, son simples degenerados.
Es claro que el escritor no produce obras iguales en el curso de su trabajo artístico. Por ello Revueltas presenta hoy Los días terrenales y El cuadrante de la soledad, que son la culminación del proceso de degeneración ideológica, artística y política.
Desde Los muros de agua, El luto humano, hasta Los días terrenales y El cuadrante de la soledad, todo es una misma línea filosófica y artística, una sola corriente literaria: aquella que usa del cieno para pintar sus imágenes; que hurga entre lo más podrido de la humanidad para extraer sus personajes; que remueve las llagas de la sociedad capitalista para forjar sus escenas; que presenta un panorama cerrado v oscuro, sin ninguna posibilidad de cambio; que presenta a los comunistas como seres abyectos, receptáculo de todas las bajas pasiones, las miserias físicas y morales de la sociedad capitalista. Esta escuela se llama existencialismo, es la ideología de la burguesía decadente, utilizada magníficamente por los mercaderes de la guerra para envenenar a las masas y aplastar todo espíritu de lucha.
Si Revueltas tiene una actitud sincera ante la crítica, en primer lugar habrá de reconocer que su obra, lejos de ser revolucionaria, es opuesta totalmente a las necesidades, a los principios y a los objetivos de las fuerzas revolucionarias, y especialmente del proletariado mexicano. Debe rechazar la ideología de la burguesía, de la cual se encuentra impregnada su obra, y que lo ha hecho pasar del materialismo dialéctico y del realismo socialista a la metafísica reaccionaria y al existencialismo.
El deber de todo artista revolucionario de México es comprender que las masas quieren ver en sus obras la encamación de sus luchas y aspiraciones; que no puede ir a remolque de los acontecimientos, sino encontrarse en las primeras filas de la clase obrera y del pueblo, y que servir a éstos es el elevado propósito y la primordial tarea de todo artista democrático y revolucionario.
El deber de todo artista revolucionario de México es nutrir su arte con la rica tradición artística de nuestro pueblo, tradición que se expresa de manera directa en lo valioso de la plástica moderna de México.
El deber de todo artista revolucionario de México es combatir las influencias del arte de la burguesía decadente que tienden a deformar la conciencia de clase de los trabajadores y el sentido artístico del pueblo.
El deber de todo artista revolucionario de México es oír y expresar la voz de la clase obrera y del pueblo; expresar cómo es la vida de las masas y cómo debe ser, cómo luchan y cómo deben luchar.
* La Voz de México (órgano del PCM), 30 de julio de 1950 (artículo no firmado).
Fuente: Ediciones UNESCO, 1996
Casi desde mi infancia he sido un militante de la causa del pueblo y, más aún, de la causa del proletariado internacional. A la actividad revolucionaria, tendiente a transformar, en el más alto sentido progresista, las condiciones de la vida humana, he dedicado por largos años mis esfuerzos más decididos y sinceros. Realicé de esta manera, con total entrega de mis posibilidades y capacidades, mi unión con el pueblo, del que soy hijo y en quien reconozco la fuente de todas las energías creadoras y superadoras de la existencia. Al obrar así, supe siempre que no hacía sino cumplir estrictamente con mi deber —el deber de todo hombre— y satisfacer mi natural y más íntima vocación.
En el curso de esta lucha, pude relacionarme honda y estrechamente con mi pueblo, compartir a menudo sus penalidades y tomar de su caudal experiencias profundas y nuevas energías. Fue así como, siendo fundamentalmente un hombre de lucha, concebí la esperanza de expresar, mediante el lenguaje de la creación artística, la vida profunda, generosa y heroica de mi pueblo, que es sustancialmente igual a la de todos los pueblos del mundo.
Mis primeros trabajos literarios fueron el relato de la prisión de los obreros, campesinos e intelectuales revolucionarios —entre los cuales tuve la honra de contarme— en el penal de las Islas Marías.
Más tarde, dedicando mayor empeño a la tarea comenzada, publiqué varios libros —novelas, cuentos— y ensayos dispersos, en los que pretendí mostrar la vasta imagen del mundo mexicano de nuestro tiempo, en su dramática y muchas veces trágica profundidad contradictoria.
Con la publicación de mi más reciente libro, Los días terrenales, que fue motivo en el círculo de mis amigos y compañeros más cercanos, desde antes que se imprimiera, de un sostenido debate, se ha planteado para mí un problema de conciencia ideológica y artística. La presentación de mi obra de teatro El cuadrante de la soledad ha vuelto más apremiante los términos de ese problema.
Soy —he sido siempre— un hombre de principios y de convicciones. No he sido jamás un amateur o un diletante de nada, menos de la política. Mis actitudes en determinados casos podrán ser falsas o erróneas, pero nunca producto de una tendencia al oportunismo o la demagogia, que por naturaleza rechazo. Por otra parte, como escritor reconozco plenamente —como lo demuestra mi producción literaria— que no es siquiera concebible una obra literaria o artística sin tendencia y sin relación inmediata con la realidad.
Por eso —desde el principio—, me preocuparon hondamente las opiniones adversas a mi obra. Máxime cuando esas opiniones —las primeras, más meditadas y objetivas— partían precisamente de aquellos amigos y compañeros de lucha que durante muchos años me han dado pruebas de su amistad y cuyo juicio, por tanto, no podía ser sospechoso de móviles turbios o mal intencionados.
Por esto —y porque soy un partidario convencido de la discusión, como método, el más adecuado, para poner en práctica la crítica y la autocrítica a la que deben estar sujetas todas las actividades humanas y, muy particularmente, las de carácter científico o cultural— decidí pedir a esas personas una discusión detenida y profunda de mi propio trabajo literario, que ampliara y detallara las críticas que hasta entonces se habían hecho.
Esta discusión —solicitada espontáneamente por mí— tuvo lugar durante los primeros días de junio con la participación de mis compañeros y amigos a quienes antes aludí —Vicente Lombardo Toledano y Enrique Ramírez y Ramírez entre ellos— y se desarrolló en un ambiente de clara objectividad, de rigor crítico y de seria preocupación por esclarecer los problemas relativos a la naturaleza de la actividad cultural creadora, en nuestro país y en nuestro tiempo.
En el curso de esta discusión he tenido oportunidad de examinar mi trabajo a la luz del pensamiento más avanzado de nuestro tiempo, el pensamiento crítico por excelencia, que es el de los grandes maestros universales del marxismo, y de cotejar mi producción literaria con las enseñanzas y los anuncios de la realidad.
Como consecuencia de este examen, he llegado a la firme conclusión de que las objeciones que en forma sistemática y objetiva fueron hechas a Los días terrenales y a El cuadrante de la soledad, se apoyan en razones fundamentales y ameritan la necesidad de que proceda yo inmediatamente a una revisión radical y exhaustiva de mi obra como escritor.
Es éste, sin duda alguna, el único camino que puedo y debo seguir, una vez que la consideración serena y precisa de las razones críticas sobre mi obra me parecieron dignas de la mayor y más responsable atención de mi parte.
Este es —a mi modo de ver— el único camino que debe seguir todo artista honrado.
En consecuencia, incapaz como soy de una actitud ambigua o vergonzante, deseo manifestar abiertamente mi propósito de llevar a cabo la revisión más escrupulosa y rigurosa de mi trabajo literario, para corregir en él cuanto sea necesario y justo corregir —de acuerdo con las más estrictas normas de honestidad intelectual— y hacerlo digno de las grandes y más lúcidas tradiciones culturales de mi pueblo.
Me propongo analizar a fondo mi obra literaria para ajustaría también —tanto como sea preciso dentro de las normas peculiares del arte, y sin turbación oportunista, demagógica o formulista de ninguna especie— a mi condición de hombre que ha sido, es y seguirá siendo un partidario consciente de la gran causa humana de nuestra época: la causa de la liberación de nuestras patrias oprimidas y de la liberación del hombre en un régimen socialista.
Al obrar así, no tengo interés alguno en acallar las críticas a mi trabajo literario. Al contrario; he acogido esas críticas —las que han sido rectas y autorizadas por la capacidad y la honestidad de quienes las han hecho— con verdadero interés y deseo que se sigan produciendo y publicando, pues estimo que la crítica —cuando es de verdad crítica y no juego de pequeñas pasiones más o menos encubiertas al calor de una fácil oportunidad— constituye un auxiliar insuperable e indispensable del trabajo artístico. Ojalá que el debate en torno a mi obra literaria contribuya a colocar sobre un plano superior el ambiente de la creación artística en México y a establecer para siempre la verdad de que el escritor sólo nace y se desarrolla en vinculación viva y recíproca con el juicio público.
Yo hago frente a la revisión de mi obra con el júbilo de quien no teme a la verdad, sino la desea; y con la absoluta confianza en mi propia voluntad de proseguir, a través de la prueba que hoy afronto, mi aportación a la vida cultural de mi país.
Por todas estas razones, he resuelto rogar a los editores de mi novela Los días terrenales que en atención a mis deseos aquí claramente expresados se sirvan retirar de la circulación comercial los ejemplares de dicho libro.
He resuelto también suplicar a la empresa que puso en escena El cuadrante de la soledad que suspenda las exhibiciones de esa obra.
Por lo mismo, ruego a las personas que se disponían a participar de algún modo en la función especial que iba a llevarse a cabo con motivo del centenar de representaciones del Cuadrante de la soledad, que acepten mis excusas así como mi petición de no llevar a cabo ningún acto de esa índole.
A unos y a otros —pero muy especialmente a los actores de teatro que pusieron tanto fervor en la representación de mi obra— les expreso mi inacabable gratitud. Ellos han triunfado plena, maravillosamente como artistas, aunque yo, en prosecución de la verdad humana, social y artística, deba revisar mi obra.
Pero tengan también unos y otros —y todos— la certeza de que este incidente, que sólo podría parecer anormal a quienes no comprenden que el ejercicio de la vida y del arte impone responsabilidades de tipo superior, será saludable.
José Revueltas México, D.F., 15 de junio de 1950
* El Nacional, 16 de junio de 1950. Apareció el mismo día en El Popular, y el 20 de junio en el Foro de Excélsior.
ACERCA DE LA DECLARACIÓN DE REVUELTAS SOBRE SU OBRA*
El viernes 16 de junio apareció en el diario El Popular una declaración pública de José Revueltas, con la que responde a las reiteradas críticas enderezadas anteriormente sobre su obra, especial¬mente sobre las dos últimas producciones que ha presentado: Los días terrenales y El cuadrante de la soledad.
No obstante que las críticas expresadas alrededor de su obra lo ponían ya en posibilidades de hacerse una profunda y seria autocrítica, aceptando el sentido negativo de la parte fundamental de su producción, Revueltas evade esa obligación y ofrece una revisión que a nada lo compromete, excepto a considerar como un mero incidente desgraciado la producción de las dos obras mencionadas.
Ello se debe a que el escritor toma en cuenta solamente las críticas más benévolas —o sea, aquellas que critican solamente a Los días terrenales y a El cuadrante de la soledad.
Y toda vez que en su declaración Revueltas hace profesión de fe marxista, es necesario hacer notar que, aun con el valor de aceptar algunas de las críticas y de haber abandonado en cierto modo la actitud arrogante de la infalibilidad que antes había adoptado, tal declaración y el carácter que a ella le imprime, no corresponde de manera alguna a un marxista.
La primera crítica seria sobre la obra de Revueltas fue hecha públicamente por el gran poeta comunista Pablo Neruda en el Congreso Continental Americano por la Paz. Entonces Neruda dijo: «Pocas veces como en los casos de Jorge Amado, José Mancisidor o Rómulo Gallegos, esta literatura enraizada en la profundidad de nuestros pueblos ha logrado mostrar el camino de la liberación... Y grandes escritores profundamente nuestros como Graciliano Ramos, del Brasil; como Jorge Icaza, de Ecuador; como José Revueltas, de México..., insisten en destacar la tenebrosa selva de nuestra América negra, sin mostrar la salida a la luz, que, sin embargo, nuestros pueblos conocen».
Cuando esta crítica fue dicha por el autor de «Canto General de Chile», acompañada de una recia y certera autocrítica, Revueltas estaba a punto de poner al mercado Los días terrenales. Las observaciones de Neruda hubieran bastado para que el escritor meditara antes de poner ese libro en circulación. Sin embargo, la respuesta fue manifiestamente arrogante: se puso en circulación Los días terrenales y escribió, posteriormente, El cuadrante de la soledad, obra teatral también regida por el tipo literario de la anterior.
A la crítica de Neruda siguieron otras. Casi todas, sin embargo, pecaban de parcialidad y daban de lado al sentido general de la crítica de Pablo Neruda. Eso sucedió, especialmente, con las críticas enunciadas por las personas cercanas en cuanto a amistad y a militancia política a Revueltas, como la carta abierta de Rafael Carrillo [no se ha podido localizar] v la conferencia «Una literatura de extravío» de Enrique Ramírez y Ramírez, las que solamente se referían a Los días terrenales.
Revueltas tomó el camino fácil, no sin antes dudarlo mucho, de aceptar esta crítica parcial con algunas reticencias y por ello su posición es la de considerar como un mero incidente desgraciado la producción de Los días terrenales y El cuadrante de la soledad, característica acentuada cuando justifica su obra anterior, al señalar que su producción literaria tiene «una relación inmediata con la realidad».
Pero lo que Revueltas olvida es que no solamente sus últimas obras están en discusión, sino toda su producción literaria. Que la ofensiva de la burguesía ha hecho más urgente la vigilancia de los sectores revolucionarios sobre los artistas. Y no es extraño que ahora se encuentra que obras de Revueltas que antes parecieron positivas o revolucionarias, resultan hoy, precisamente, trabajos de un contenido profundamente reaccionario y decadente, apegado en forma precisa a la filosofía más reaccionaria de la burguesía: el existencialismo.
Precisamente hoy, cuando la ofensiva de la burguesía se recrudece, es cuando Revueltas presenta como producciones suyas Los días terrenales y El cuadrante de la soledad, que se amoldan perfectamente a los gustos y a las tendencias que pretende imponer el capitalismo en podredumbre y descomposición. No cabe duda que Revueltas responde en estas obras a la influencia de la burguesía, a su presión ideológica, hacia la cual ya mostraba, no solamente inclinación, sino afiliación, en sus obras anteriores.
Y no solamente en sus obras queda demostrado que Revueltas estaba ya dentro de las tendencias filosóficas y sociales de la burguesía, sino aun en sus intervenciones de tipo político, desde mucho antes de la producción de Los días terrenales y El cuadrante de la soledad. Escuchémosle hablando en la Conferencia de Mesa Redonda, convocada por el licenciado Lombardo Toledano, en 1947: «Es evidente así que mientras la burguesía no se convierta en una burguesía antinacional, el proletariado no puede plantearse el arrebatarle la dirección de la revolución democrática, pues el que la burguesía no haya abandonado sus posiciones nacionales, indicará que el antagonismo entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción, aún no han llegado al punto crítico y la madurez indispensable para que se produzca un cambio».
Aquí está Revueltas combatiendo la tesis marxista de que la revolución democrática debe ser dirigida por el proletariado, y pasando abiertamente al campo de la burguesía. Eso, naturalmente, era ya una posición ideológica, que también se reflejaba en sus obras, llenas de desesperanza y reflejando la «inmadurez del proletariado» y del pueblo mexicano, presentándolos como un conjunto degenerado de hipócritas, perversos, fatalistas, homosexuales, lesbianas, y con todo lo sucio, asqueroso y perverso de la humanidad concentrado en sus personajes de los que quería hacer Revueltas reflejos de nuestro pueblo. A ese pueblo que presenta Revueltas, a esos obreros y campesinos, es natural que los tiene que dirigir la burguesía, pues ellos no son capaces, no ya de dirigir, ni siquiera de actuar en ninguna forma positiva.
Pero ni ése es nuestro pueblo, ni ésos los obreros y campesinos de México. Y sobre todo, los comunistas que presenta Revueltas no son, desde luego, los miembros de nuestro Partido. Revueltas nos calumnia; esos degenerados no son ni fueron nunca comunistas, son simples degenerados.
Es claro que el escritor no produce obras iguales en el curso de su trabajo artístico. Por ello Revueltas presenta hoy Los días terrenales y El cuadrante de la soledad, que son la culminación del proceso de degeneración ideológica, artística y política.
Desde Los muros de agua, El luto humano, hasta Los días terrenales y El cuadrante de la soledad, todo es una misma línea filosófica y artística, una sola corriente literaria: aquella que usa del cieno para pintar sus imágenes; que hurga entre lo más podrido de la humanidad para extraer sus personajes; que remueve las llagas de la sociedad capitalista para forjar sus escenas; que presenta un panorama cerrado v oscuro, sin ninguna posibilidad de cambio; que presenta a los comunistas como seres abyectos, receptáculo de todas las bajas pasiones, las miserias físicas y morales de la sociedad capitalista. Esta escuela se llama existencialismo, es la ideología de la burguesía decadente, utilizada magníficamente por los mercaderes de la guerra para envenenar a las masas y aplastar todo espíritu de lucha.
Si Revueltas tiene una actitud sincera ante la crítica, en primer lugar habrá de reconocer que su obra, lejos de ser revolucionaria, es opuesta totalmente a las necesidades, a los principios y a los objetivos de las fuerzas revolucionarias, y especialmente del proletariado mexicano. Debe rechazar la ideología de la burguesía, de la cual se encuentra impregnada su obra, y que lo ha hecho pasar del materialismo dialéctico y del realismo socialista a la metafísica reaccionaria y al existencialismo.
El deber de todo artista revolucionario de México es comprender que las masas quieren ver en sus obras la encamación de sus luchas y aspiraciones; que no puede ir a remolque de los acontecimientos, sino encontrarse en las primeras filas de la clase obrera y del pueblo, y que servir a éstos es el elevado propósito y la primordial tarea de todo artista democrático y revolucionario.
El deber de todo artista revolucionario de México es nutrir su arte con la rica tradición artística de nuestro pueblo, tradición que se expresa de manera directa en lo valioso de la plástica moderna de México.
El deber de todo artista revolucionario de México es combatir las influencias del arte de la burguesía decadente que tienden a deformar la conciencia de clase de los trabajadores y el sentido artístico del pueblo.
El deber de todo artista revolucionario de México es oír y expresar la voz de la clase obrera y del pueblo; expresar cómo es la vida de las masas y cómo debe ser, cómo luchan y cómo deben luchar.
* La Voz de México (órgano del PCM), 30 de julio de 1950 (artículo no firmado).
Fuente: Ediciones UNESCO, 1996
jueves, 21 de enero de 2010
"EL MOVIMIENTO DE LA FOTOGRAFÍA OBRERA. HACIA UNA HISTORIA POLÍTICA DEL ORIGEN DE LA MODERNIDAD FOTOGRÁFICA"
SEMINARIO EN EL MUSEO NACIONAL CENTRO DE ARTE REINA SOFÍA DE MADRID
En marzo de 1926 la revista AIZ (Arbeiter Illustrierte Zeitung [Periódico Ilustrado de los Trabajadores]) publicó una convocatoria para que su público, la clase obrera movilizada, se convirtiera en proveedor de imágenes de la vida cotidiana proletaria, de las condiciones objetivas del trabajo industrial y de las organizaciones y actividad política de los trabajadores. Las luchas por la imagen empezaban a aparecer como parte central de la lucha política.
Esta convocatoria constituye el arranque de todo un movimiento fotográfico que se expande por el centro y norte de Europa y llega a Norteamérica, aunque su eje permanezca en Alemania y la Unión Soviética, o más bien en los intercambios foto-políticos entre las organizaciones comunistas de ambos países hasta el final del Primer Plan Quinquenal y la caída de la República de Weimar. Si la URSS constituía el centro de la vanguardia política, Alemania era el centro de las industrias y tecnologías de la nueva cultura visual. Las redes se extienden mucho más allá de forma no homogénea o incluso con contradicciones, según las singularidades locales de los movimientos sociales.
Diferentes núcleos de documentalismo o fotografía social vinculados a los movimientos comunistas se producen a finales de los años veinte en Hungría, Austria, Checoslovaquia, Polonia, Holanda, Inglaterra, Francia, Estados Unidos, México y más allá. Grupos amplios y prácticas documentales complejas se desarrollan en ciudades como Praga, Bratislava, Budapest, Zúrich o Ámsterdam, promoviendo exposiciones y publicaciones de fotografía social y obrera entre 1932 y 1936. Un número destacado de fotógrafos participantes en el movimiento se ven obligados a sucesivas migraciones o exilios políticos en la expansión de los regímenes fascistas en Europa Central, sobre todo a partir de 1933. La propia revista AIZ se traslada ese año a Praga, y más adelante a París, hasta que deja de publicarse en 1938.
El tipo de fotografía que promueven los fotógrafos obreros amateurs y sus editores estaba en relativa oposición al fotomontaje y la abstracción, no sólo se encontraba vinculada a la factografía soviética, sino también a los más amplios movimientos documentales en el cine y la fotografía que emergen hacia 1930 a escala internacional. La principal misión de éstos es la representación de la crisis económica y sus efectos sociales, particularmente entre las clases desfavorecidas. La pobreza, la explotación y la desesperación eran algunas de las condiciones estructurales de la vida proletaria que debían ser mostradas. En este sentido, el crítico alemán Edwin Hoernle definía un ojo proletario específico, antagónico al humanismo burgués, en el que compasión es la expresión de superioridad de clase. Hoernle escribía: “Debemos proclamar la realidad proletaria en toda su repugnante fealdad, con su denuncia a la sociedad y su exigencia de venganza (…) Debemos presentar las cosas como son, con una luz dura, sin compasión”.
Hacia mitad de la década de los treinta la estrategia política del movimiento comunista internacional cambia para aceptar una nueva forma de alianza amplia de partidos de izquierda, como medio para frenar el gran avance del fascismo en Europa, lo que favorece las experiencias de gobiernos del Frente Popular en Francia y en España a partir de 1935. Aunque por poco tiempo. La Guerra Civil española, iniciada en julio de 1936, constituye la fase final del movimiento, tanto en el sentido político, la derrota definitiva del impulso revolucionario, como en el sentido estético y generacional, en tanto que en ella confluyen buena parte de fotógrafos procedentes del movimiento europeo, como Walter Reuter, Tina Modotti, Robert Capa, Joris Ivens o Mijail Koltsov, citando sólo algunos de los mas conocidos.
El movimiento de la fotografía obrera constituye aún hoy un difícil capítulo pendiente en la historia de la fotografía del siglo XX. Este seminario forma parte de la investigación y publicación de la exposición Una luz dura, sin compasión. El movimiento de la fotografía obrera, 1926-1939 (Museo Reina Sofía, 2011), que contribuye a subsanar esa carencia y proporcionar elementos para una historia del movimiento por primera vez en un museo central de arte moderno.
Fecha: 21, 22 y 23 de enero de 2010
Entrada: Gratuita. Hasta completar aforo
Matriculación: 2 créditos de libre configuración y 1 crédito ECTS en Universidad Autónoma de Madrid, Universidad de Castilla la Mancha y Universidad de Salamanca; 1 crédito de libre configuración y 1 crédito ECTS en Universidad Complutense y Universidad Carlos III.
Inscripción: programasculturales2@mcu.es
VER PROGRAMA: http://www.museoreinasofia.es/programas-publicos/pensamiento-y-debate/2010/fotografia-obrera.html
El programa incluye estudios de caso, que combinan la atención a los núcleos geográficos de las varias escenas con los ejes temáticos que las atraviesan. La tensión entre el movimiento social y la política institucional, entre las subjetividades y los movimientos de masas son algunas de las cuestiones que se abordaran de cara a trazar las continuidades y discontinuidades del movimiento.
Trabajadores de la industria del metal en Magnitogorsk (1930). AFP
miércoles, 20 de enero de 2010
RESULTA QUE EL POETA MIGUEL HERNÁNDEZ ERA COMUNISTA
EN EL CENTENARIO DEL NATALICIO DEL POETA MIGUEL HERNÁNDEZ
El poeta granadino Javier Egea, que dedicó un gran esfuerzo a la producción de una poesía por fin materialista, al margen de la subjetividad burguesa, puso el siguiente pórtico a su concepción literaria: “Sólo hay dos formas de enfrentar la poesía. Y éstas no son otras que dejar claro desde el discurso poético que la propia poesía o está con la explotación o está contra ella”.
En el caso de Miguel Hernández Gilabert, nacido en Orihuela en octubre de 1910, su poesía y teatro tienen su asiento más definitorio en la delimitación marcada por Egea. Una definición que adquiere un discurso poético de primera magnitud, que no se rebaja por su popularidad: la gente “entiende” a Miguel Hernández no porque sea un poeta simple, sino porque es un poeta pleno; es, en todo caso, un poeta sencillo, es decir, un poeta que no oculta su entrega incondicional a una lucha sin cuartel, donde su poesía y teatro no buscan ningún balneario de neutralidad, ningún prestigio al margen de la apuesta poética (y vital) por otro mundo y por la defensa de la libertad hasta las últimas consecuencias. Se trata precisamente de eso: una literatura hasta sus últimas consecuencias. Sobra, pues, toda protección “paternalista” y académica a este poeta del pueblo en lucha. No sólo, pues, un poeta del pueblo, sino un poeta del pueblo en lucha. Y esa es su enorme “calidad”, aparte de la plenitud de su lenguaje.
E inmediatamente es preciso agregar algo que explica la apuesta: Miguel Hernández era comunista. Resulta que Miguel Hernández era comunista. ¿Se entendería su poesía sin aclarar este punto? Posiblemente sí. ¿Hubiera sido posible elaborarla sin la apuesta histórica concreta? Quizás no. Pero en todo caso es éticamente imposible ocultar algo que no es una etiqueta, ni “reduce” al escritor o lo “politiza”, tal como pueden enfocar su centenario los poetas y críticos postmodernos, de los que tan sobrados estamos en estos días: resulta que hay demasiados seguidores de Fukuyama, pero resulta también que vamos a celebrar, sin ningún intento de reducción, el centenario de un comunista: de un comunista poeta y de un poeta comunista; de alguien donde se funden, cosa que no siempre ocurre, una vida que no debemos olvidar y una obra que no envejece y se defiende perfectamente a sí misma, y a los intentos de reinterpretación y digestión desde el sistema.
La poesía y la vida de Miguel Hernández adquieren su sentido total en el frente (“El 18 de julio de 1936… entro yo, poeta, y conmigo mi poesía, en el trance más doloroso y trabajoso, pero más glorioso, al mismo tiempo, de mi vida”). Y es, a veces, una poesía a dentelladas. Dentelladas rojas y republicanas, dentelladas siempre desde la paz anhelante y la persona como amor y dignidad. Por eso muere, y ahí radica la “pequeña” historia de una resistencia final: “No me perdonarán nunca los señoritos que haya puesto mi poca, o mi mucha inteligencia, mi poco o mi mucho corazón, desde luego las dos cosas más grandes que todos ellos juntos, al servicio del pueblo de una manera franca y noble. Ellos preferirían que fuera un sinvergüenza. No lo han conseguido ni lo conseguirán”. Así, después de varios intentos fracasados por hacerle renegar de su poesía (y sus ideas) a cambio de libertad, muere en la prisión de Alicante, como si se cumpliera de todas formas la ejecución dictada. Murió con 31 años, enfermo de un tifus que degeneró en tuberculosis, dejando inacabado su libro “Cancionero y Romancero de ausencias”.
Esa ausencia inolvidable, es la que vamos a explicar, disputándole a las opciones postmodernas, neutrales, el sentido real de su vida y obra, y pretendiendo, desde el principio, que se anulen los procedimientos judiciales contra él. Es decir: no vamos a celebrar el centenario de un gran poeta, que lo era, aislando sus textos y deshuesándolos de historia e ideología. Vamos a defender y celebrar otra cosa: esa lucha que también se da en literatura, sin que por ello descienda un escalón técnico-artístico la obra, y que tiene su matriz en esa compresión del mundo desde el punto de vista, y contra, la explotación y el dominio. Una lucha durísima, sin componendas, pero que a veces se da de manera enteriza, como en el caso de Miguel Hernández.
Precisamente esta lucha, muchas veces a contracorazón (“Tristes guerras/ si no es amor la empresa.//Tristes, tristes”.), es la que necesita disfrazar u ocultar el sistema. Y esto es así porque ese sistema, pertrechado de los argumentos normalizadores de lo políticamente correcto, no resiste la mirada (literaria) de los perdedores, sobre todo si son perdedores pero no vencidos; y más todavía: si son perdedores pero no arrepentidos. Y como resulta claro que este no es el caso de Miguel Hernández, van a intentar por todos los medios digerir su figura, salvarla del “sectarismo de sus camaradas”. Porque en el fondo no quieren remediar su ausencia, sino trucarla, ya que no pueden construir el olvido. Y a esta nueva batalla, para salvar el rostro verdadero de Miguel, estamos convocados los comunistas.
Artículo de Felipe Alcaraz publicado en Mundo Obrero, nº 220, de enero de 2010
martes, 19 de enero de 2010
145 ANIVERSARIO DE LA MUERTE DEL SOCIALISTA FRANCÉS PIERRE-JOSEPH PROUDHON
PROUDHON, PIERRE-JOSEPH (15 de enero de 1809 - 19 de enero de 1865)
Socialista francés, de orientación pequeñoburguesa, teórico del anarquismo. En el libro “¿Qué es la propiedad?” (1840), afirmaba que “la propiedad es el robo”. Sin embargo, Proudhon, en esencia, únicamente sometió a dura crítica la gran propiedad capitalista. Defendía la pequeña propiedad vinculada al trabajo, y consideraba que el fortalecimiento de este tipo de propiedad constituía la única salvación frente al capitalismo. Proudhon explicaba la explotación capitalista por el cambio no equivalente que existe en la sociedad burguesa. Los poseedores monopolistas de los medios de circulación, debido a la alteración de la ley del valor por el trabajo, expolian a todas las clases trabajadoras, incluida la burguesía “trabajadora”.
Partiendo de esta teoría, Proudhon formuló planes para la transformación pacífica de la sociedad burguesa sobre la base de la colaboración entre los obreros y los burgueses, conservando la producción mercantil fundada en la propiedad privada. Afirmaba Proudhon que es posible eliminar la explotación de clase organizando el cambio equivalente y directo de las mercancías, —sin emplear dinero— y el crédito gratuito; de este modo, según él, surge un régimen justo en el que todos se convierten en trabajadores. Proudhon elaboró un proyecto de asociación para unir, partiendo de los principios de ayuda mutua y de cambio equivalente, a artesanos, comerciantes, obreros y dueños de pequeñas empresas. Expuso su teoría en un libro confuso y presuntuoso: “Sistema de las contradicciones económicas o Filosofía de la Miseria” (1846) en el que ofreció una interpretación idealista de las categorías económicas. Marx, en 1847, en su libro “Miseria de la filosofía” así como en otros trabajos, sometió a una crítica demoledora las concepciones teóricas y políticas de Proudhon. En los años siguientes, Proudhon hizo propaganda de diversos proyectos para fundar un “banco de cambio”, un banco popular de crédito de trabajo” con el fin de establecer la colaboración económica entre las clases. Considerando la propiedad privada como bastión de la independencia y de la libertad del individuo”, Proudhon se manifestó en contra de que se limitara. Marx y Engels pusieron de relieve el carácter reaccionario de la utopía de Proudhon, reflejo de la doble condición del pequeño burgués bajo el capitalismo, e incluyeron el sistema proudhoniano en el “socialismo burgués”.
Fuente: Diccionario de economía política, de Borisov, Zhamin y Makárova
ACCESO A “¿QUÉ ES LA PROPIEDAD?”: http://eumed.net/cursecon/textos/proudhon/index.html
"SOBRE PROUDHON", Carta a J. B. Schweitzer de Karl Marx [1]
Londres, 24 de enero de 1865.
Muy señor mío:
Ayer recibí su carta en la que me invita usted a dar un juicio detallado sobre Proudhon. La falta de tiempo no me permite atender a su deseo. Además, no tengo a mano ni un solo trabajo de Proudhon. Sin embargo, y en prueba de mi buena voluntad, he trazado a toda prisa un breve esbozo. Puede usted completarlo, alargarlo o reducirlo; en una palabra, puede usted hacer con él lo que mejor le parezca [*]*** [2].
No recuerdo ya cuáles fueron los primeros ensayos de Proudhon. Su trabajo de escolar sobre "La lengua universal" [3] demuestra la falta de escrúpulo con que trataba problemas para cuya solución le faltaban los conocimientos más elementales.
Su primera obra "Qu' est-ce que la propiété?" [*]**** es indudablemente la mejor de todas. Aunque no por la novedad de su contenido, sí por la forma nueva y audaz de decir lo viejo, el trabajo marca una época. En las obras de los socialistas y comunistas franceses conocidas por él, la «propiété» no sólo había sido, como es natural, criticada desde varios puntos de vista, sino también utópicamente «abolida». Con este libro, Proudhon se coloca con respecto a Saint-Simon y Fourier aproximadamente en el mismo [21] plano en que Feuerbach se encuentra con respecto a Hegel. Comparado con Hegel, Feuerbach es extremadamente pobre. Sin embargo, después de Hegel señala una época, ya que realza algunos puntos desagradables para la conciencia cristiana e importantes para el progreso de la crítica y que Hegel dejó en una mística penumbra.
En esta obra de Proudhon predomina aún, permítaseme la expresión, un estilo de fuerte musculatura, el cual, a mi juicio, constituye su principal mérito. Se ve que, incluso en los lugares donde Proudhon se limita a reproducir lo viejo, dicha reproducción constituye para él un descubrimiento propio; cuanto dice es para él algo nuevo y lo considera como tal. La audacia provocativa con que ataca el sancta santorum de la Economía política, las ingeniosas paradojas con que se burla del sentido común burgués, la crítica demoledora, la ironía mordaz, ese profundo y sincero sentimiento de indignación que manifiesta de cuando en cuando contra las infamias del orden existente, su convicción revolucionaria, todas estas cualidades contribuyeron a que el libro "¿Qué es la propiedad?" electrizase a los lectores y produjese una gran impresión desde el primer momento de su salida a la luz. En una historia rigurosamente científica de la Economía política, dicho libro apenas hubiese merecido los honores de ser mencionado. Pero, lo mismo que en la literatura, las obras sensacionales de este género juegan su papel en la ciencia. Tómese, por ejemplo, el libro de la "Población" de Malthus. En su primera edición no constituyó más que un «sensational pamphlet», y, por añadidura, un plagio desde la primera hasta la última línea. Y a pesar de todo, ¡cómo impresionó este libelo contra el género humano!.
De tener a mano el libro de Proudhon me hubiese sido fácil demostrar con algunos ejemplos su modalidad inicial. En los párrafos considerados por él mismo como los más importantes, imita a Kant —el único filósofo alemán que conocía en aquella época a través de las traducciones— en la manera de tratar las antinomias, dejándonos la firme impresión de que para él, lo mismo que para Kant, la solución de las antinomias es algo situado «más allá» de la razón humana, es decir, algo que para su propio entendimiento permanece en la oscuridad.
A pesar de todo su carácter aparentemente archirrevolucionario, en "¿Qué es la propiedad?" nos encontramos ya con la contradicción de que Proudhon, de una parte, critica la sociedad a través del prisma y con los ojos del campesino parcelario francés (más tarde del petit bourgeois [*]), y de otra, le aplica la escala que ha tomado prestada a los socialistas.
El propio título indica ya las deficiencias del libro. El problema había sido planteado de un modo tan erróneo, que la solución no podía ser acertada. Las «relaciones de propiedad» de los tiempos antiguos fueron destruidas por las feudales, y éstas por las «burguesas». Así pues, la propia historia se encargó de someter a crítica las relaciones de propiedad del pasado. De lo que trata en el fondo Proudhon es de la moderna propiedad burguesa, tal como existe hoy día. A la pregunta ¿qué es esa propiedad? sólo se podía contestar con un análisis crítico de la «Economía política», que abarcase el conjunto de esas relaciones de propiedad, no en su expresión jurídica, como relaciones volitivas, sino en su forma real, es decir, como relaciones de producción. Mas como Proudhon vinculaba todo el conjunto de estas relaciones económicas al concepto jurídico general de «propiedad», «la propiété» no podía ir más allá de la contestación que ya Brissot había dado en una obra similar [4], antes de 1789, repitiéndola con las mismas palabras: «La propiété c'est le vol» [*]*.
En el mejor de los casos, de aquí se puede deducir únicamente que el concepto jurídico burgués del «robo» es aplicable también a las ganancias «bien habidas» del propio burgués. Por otro lado, en vista de que el «robo» como violación de la propiedad, presupone la propiedad, Proudhon se enredó en toda clase de sutiles razonamientos, oscuros hasta para él mismo, sobre la verdadera propiedad burguesa.
Durante mi estancia en París, en 1844, trabé conocimiento personal con Proudhon. Menciono aquí este hecho porque, en cierto grado, soy responsable de su «sophistication», como llaman los ingleses a la adulteración de las mercancías. En nuestras largas discusiones, que con frecuencia duraban toda la noche, le contagié, para gran desgracia suya, el hegelianismo, que por su desconocimiento del alemán no pudo estudiar a fondo. Después de mi expulsión de París, el señor Karl Grün continuó lo que yo había iniciado. Como profesor de filosofía alemana me llevaba la ventaja de no entender una palabra en la materia.
Poco antes de que apareciese su segunda obra importante, "Filosofía de la miseria", etc., me anunció él mismo su próxima publicación en una carta muy detallada, donde, entre otras cosas, me decía lo siguiente: «J'attends votre férule critique» [*]. En efecto, mi crítica cayó muy pronto sobre él (en mi libro «Miseria de la Filosofía», etc., París, 1847) en tal forma que puso fin para siempre a nuestra amistad.
Por lo que acabo de decir verá usted que en su libro «Filosofía de la miseria o Sistema de las contradicciones económicas» Proudhon responde realmente por vez primera a la pregunta «¿Qué es la propiedad?". De hecho, tan sólo después de la publicación de su primer libro fue cuando Proudhon inició sus estudios económicos; y descubrió que a la pregunta que había planteado no se podía contestar con invectivas, sino únicamente con un análisis de la «Economía política» moderna. Al mismo tiempo, hizo un intento de exponer dialécticamente el sistema de las categorías económicas. En lugar de las insolubles «antinomias» de Kant, ahora tenía que aparecer la «contradicción» hegeliana como medio de desarrollo.
En el libro que escribí como réplica hallará usted la crítica de los dos gruesos volúmenes de su obra. Allí demuestro entre otras cosas lo poco que ha penetrado Proudhon en los secretos de la dialéctica científica y hasta qué punto, por otro lado, comparte las ilusiones de la filosofía especulativa, cuando, en lugar de considerar las categorías económicas como expresiones teóricas de relaciones de producción formadas históricamente y correspondientes a una determinada fase de desarrollo de la producción material, las convierte en un modo absurdo en ideas eternas, existentes de siempre, y cómo, después de dar este rodeo, retorna al punto de vista de la Economía burguesa [*]*.
Más adelante demuestro también lo insuficiente que es su conocimiento -a veces digno de un escolar- de la «Economía política», a cuya crítica se dedica, y cómo, al igual que los utopistas, corre en pos de una pretendida «ciencia», con ayuda de la cual se puede elucubrar a priori una fórmula para la «solución del problema social», en lugar de ir a buscar la fuente de la ciencia en el conocimiento crítico del movimiento histórico, de ese movimiento que crea por sí mismo las condiciones materiales de la emancipación. Demuestro allí, sobre todo, lo confusas, erróneas e incompletas que siguen siendo las concepciones de Proudhon sobre el valor de cambio, base de todas las cosas, y cómo, incluso, ve en la interpretación utópica de la teoría del valor de Ricardo la base de una nueva ciencia. Mi juicio sobre su punto de vista general lo resumo en las siguientes palabras:
«Toda relación económica tiene su lado bueno y su lado malo; éste es el único punto en que el Sr. Proudhon no se ha refutado a sí mismo. En su opinión, el lado bueno lo exponen los economistas, y el lado malo lo denuncian los socialistas. De los economistas toma la necesidad de relaciones eternas, y de los socialistas, esa ilusión que no les permite ver en la miseria nada más que miseria (en lugar de ver en ella el lado revolucionario destructivo que ha de acabar con la vieja sociedad [*]). Proudhon está de acuerdo con unos y otros, tratando así de apoyarse en el prestigio de la ciencia. En él, la ciencia se reduce a las magras proporciones de una fórmula científica; es un hombre a la caza de fórmulas. De este modo, el Sr. Proudhon se envanece con la idea de haber sometido a crítica la Economía política y el comunismo, cuando en realidad está muy por debajo de los dos. Está por debajo de los economistas, pues se imagina que como filósofo detentador de una fórmula mágica se halla libre de entrar en detalles puramente económicos; está por debajo de los socialistas, pues carece de valor y perspicacia suficiente para situarse, aunque sólo sea especulativamente, por encima del horizonte intelecual burgués....
Quiere remontarse, como hombre de ciencia, por encima de los burgueses y de los propietarios, pero no es más que un pequeño burgués que oscila constantemente entre el capital y el trabajo, entre la Economía política y el comunismo». [*]*
Por severo que pueda parecer este juicio, suscribo hoy día cada una de sus palabras. Al mismo tiempo, es preciso tener presente que en la época en que yo afirmé y demostré teóricamente que el libro de Proudhon era el código del socialismo del petit bourgeois, los economistas y los socialistas excomulgaban a Proudhon por ultra-archirrevolucionario. Esta es la razón de que después jamás haya unido mi voz a la de los que gritaban su «traición» a la revolución. Y no es culpa suya si, mal comprendido en un principio tanto por los demás como por él mismo, no ha justificado las inmerecidas esperanzas.
En comparación con "¿Qué es la propiedad?", en la "Philosophie de la misère" [*]** todos los defectos del modo de exposición proudhoniano resaltan con particular desventaja. El estilo es a cada paso ampoulè [*]***, como dicen los franceses. Siempre que le falla la agudeza gala aparece una pomposa jerga especulativa que pretende ser el estilo filosófico alemán. Dan verdadera grima sus alabanzas a sí mismo, su tono chillón de pregonero y, sobre todo, los alardes que hace de una supuesta «ciencia» y toda su cháchara en torno a ella. El sincero calor que anima su primera obra, aquí, en determinados pasajes, se sustituye de un modo sistemático por el ardor febril de la declamación. A todo esto viene a sumarse ese afán impotente y repulsivo por hacer gala de erudición, afán propio de un autodidacta, cuyo orgullo nato por su pensamiento original e independiente ya está quebrantado, y que en su calidad de parvenu [*]**** de la ciencia se considera obligado a presumir de lo que no es y de lo que no tiene. Y, por añadidura, esa mentalidad de pequeño burgués, que le impulsa a atacar de un modo indigno, grosero, torpe, superficial y hasta injusto a un hombre como Cabet —merecedor de respeto por su actividad práctica en el movimiento del proletariado francés—, mientras extrema su amabilidad, por ejemplo, con Dunoyer (consejero de Estado, ciertamente), a pesar de que toda la significación de este Dunoyer se reduce a la cómica seriedad con que en tres gruesos volúmenes [5], insoportablemente tediosos, predica el rigorismo, caracterizado por Helvetius en los términos siguientes: «On veut que les malheureux soient parfaits.» (Se quiere que los desgraciados sean perfectos.)
La revolución de Febrero [6] fue realmente muy inoportuna para Proudhon, pues tan sólo unas semanas antes había demostrado de un modo irrefutable que «la era de las revoluciones» había pasado para siempre. Su intervención en la Asamblea Nacional merece todos los elogios, a pesar de haber puesto de manifiesto lo poco que comprendía todo lo que estaba ocurriendo [7]. Después de la insurrección de Junio [8] constituyó un acto de gran valor. Su intervención tuvo, además, resultados positivos: en el discurso [9] que pronunció para oponerse a las proposiciones de Proudhon, y que fue editado más tarde en folleto aparte, el Sr. Thiers demostró a toda Europa cuán mísero e infantil era el catecismo que servía de pedestal a ese pilar espiritual de la burguesía francesa. Comparado con el Sr. Thiers, Proudhon adquiría ciertamente las dimensiones de un coloso antediluviano.
El descubrimiento del «crédit gratuit» y el «banque du peuple», basado en él, son las últimas «hazañas» económicas de Proudhon. En mi "Contribución a la crítica de la Economía Política, fasc. I", Berlín, 1859 (págs. 59-64), se demuestra que la base teórica de sus ideas tiene su origen en el desconocimiento de los principios elementales de la «Economía política» burguesa, a saber, la relación entre la mercancía y el dinero, mientras que la superestructura práctica no es más que una simple reproducción de esquemas mucho más viejos y mejor desarrollados. No cabe duda y es de por sí evidente que el crédito, como ocurrió en Inglaterra a principios del siglo XVIII, y como volvió a ocurrir en ese mismo país a principios del XIX, ha contribuido a que las riquezas pasen de manos de una clase a las de otra, que, en determinadas condiciones económicas y políticas, puede ser un factor que acelere la emancipación del proletariado. Pero es una fantasía genuinamente filistea considerar que el capital que produce interés es la forma principal del capital y tratar de convertir una aplicación particular del crédito -una supuesta abolición del interés- en la base de la transformación de la sociedad. En efecto, esa fantasía ya había sido minuciosamente desarrollada por los portavoces económicos de la pequeña burguesía inglesa del siglo XVII. La polémica de Proudhon con Bastiat (1850) sobre el capital que produce interés [10] está muy por debajo de la "Filosofía de la miseria". Proudhon llega al extremo de ser derrotado hasta por Bastiat, y entra en un cómico furor cada vez que el adversario le asesta algún golpe.
Hace unos cuantos años, Proudhon escribió para un concurso organizado, si mal no recuerdo, por el Gobierno de Lausana, un trabajo sobre "Los impuestos". Aquí desaparecen por completo los últimos vestigios del genio y no queda más que el petit bourgeois tout pur [*].
Por lo que respecta a las obras políticas y filosóficas de Proudhon, todas ellas demuestran el mismo carácter doble y contradictorio que en sus trabajos sobre Economía. Además, su valor es puramente local; se refieren únicamente a Francia. Sin embargo, sus ataques contra la religión, la Iglesia, etc. tienen un gran mérito por haber sido escritos en Francia en una época en que los socialistas franceses creían oportuno hacer constar que sus sentimientos religiosos les situaban por encima del volterianismo burgués del siglo XVIII y del ateísmo alemán del siglo XIX. Si Pedro el Grande había derrotado la barbarie rusa recurriendo a la barbarie, Proudhon hizo todo lo que pudo para derrotar con la frase la fraseología francesa.
Su libro sobre el "Coup d'état" [*] no debe ser considerado simplemente como una obra mala, sino como una verdadera villanía que, por otra parte, corresponde plenamente a su punto de vista pequeñoburgués. En este libro coquetea con Luis Bonaparte y trata de hacerle aceptable para los obreros franceses. Otro tanto ocurre con su última obra contra Polonia [11], en la que, para mayor gloria del zar, demuestra el cinismo propio de un cretino.
Proudhon ha sido frecuentemente comparado con Rousseau. Nada más erróneo. Más bien se parece a Nic. Linguet, cuyo libro, "La teoría de las leyes civiles", es, dicho sea de paso, una obra de talento.
Proudhon tenía una inclinación natural por la dialéctica. Pero como nunca comprendió la verdadera dialéctica científica, no pudo ir más allá de la sofística. En realidad, esto estaba ligado a su punto de vista pequeñoburgués. Al igual que el historiador Raumer, el pequeño burgués consta de «por una parte» y de «por otra parte». Como tal se nos aparece en sus intereses económicos, y por consiguiente, también en su política y en sus concepciones religiosas, científicas y artísticas. Así se nos aparece en su moral e in everything [*]*. Es la contradicción personificada. Y si por añadidura es, como Proudhon, una persona de ingenio, pronto aprenderá a hacer juegos de manos con sus propias contradicciones y a convertirlas, según las circunstancias, en paradojas inesperadas, espectaculares, ora escandalosas, ora brillantes. El charlatanismo en la ciencia y la contemporización en la política son compañeros inseparables de semejante punto de vista. A tales individuos no les queda más que un acicate: la vanidad; como todos los vanidosos, sólo les preocupa el éxito momentáneo, la sensación. Y aquí es donde se pierde indefectiblemente ese tacto moral que siempre preservó a un Rousseau, por ejemplo, de todo compromiso, siquiera fuese aparente, con los poderes existentes.
Tal vez la posteridad distinga este reciente período de la historia de Francia diciendo que Luis Bonaparte fue su Napoleón y Proudhon su Rousseau-Voltaire.
Ahora hago recaer sobre usted toda la responsabilidad por haberme impuesto tan pronto después de la muerte de este hombre el papel de juez póstumo.
Sinceramente suyo
Karl Marx
Escrito por K. Marx el 24 de enero de 1865. Publicado en el "Social-Demokrat", en los núms. 16, 17 y 18 del 1, 3 y 5 de febrero de 1865.
NOTAS
[1] Con motivo de la muerte de Proudhon, Marx escribió el artículo "Sobre Proudhon" a petición de Schweitzer, redactor del periódico "Social-Demokrat". Como si hiciese un resumen de la crítica de las concepciones filosóficas, económicas y políticas de Proudhon, expuesta en los trabajos "Miseria de la Filosofía" y otros, Marx pone al descubierto todo lo insostenible que es la ideología del proudhonismo. Al referirse a los proyectos prácticos de Proudhon de «solución de la cuestión social», Marx somete a una crítica demoledora la idea de Proudhon acerca del «crédito gratuito» y la del «banco del pueblo» basado en el primero, esa, según expresión de Marx, «fantasía genuinamente pequeñoburguesa», de la que hace tanta propaganda la escuela de Proudhon. Marx califica a Proudhon de típico ideólogo de la pequeña burguesía.
[**]** Hemos considerado lo más oportuno publicar la carta sin cualquier cambios. (Nota de la Redacción del periódico «Social-Demokrat».)
[2] El "Social-Demokrat" («Socialdemócrata») era órgano de la lassalleana Asociación General de Obreros Alemanes. Con ese título, el periódico se publicó en Berlín desde el 15 de diciembre de 1864 hasta el año de 1871; en el período de 1864 a 1867 su redactor fue J. B. Schweitzer.
[3] Alusión al trabajo de Proudhon "Essai de grammaire générale" («Ensayo de gramática general») insertado en el libro: Bergier. "Les éléments primitifs des langues". Besançon, 1837.
[**]*** ¿Qué es la propiedad? (N. de la Edit.)
[*] Pequeño burgués. (N. de la Edit.)
[4] Trátase del trabajo de J. P. Brissot de Warville "Recherches philosophiques. Sur le droit de propiété et sur le vol, considérés dans la nature et dans la société" («Investigaciones filosóficas. Del derecho de propiedad y del robo, considerados en la naturaleza y en la sociedad»).
[**] «La propiedad es un robo». (N. de la Edit.)
[*] «Espero la férula de su crítica». (N. de la Edit.)
[**] "Al decir que las actuales relaciones —las de la producción burguesa— son unas relaciones naturales, los economistas dan a entender que se trata precisamente de unas relaciones bajo las cuales la creación de la riqueza y el desarrollo de las fuerzas productivas se producen de acuerdo con las leyes de la naturaleza. Por consiguiente, estas relaciones son en sí leyes naturales, independientes de la influencia del tiempo. Son leyes eternas que deben regir siempre la sociedad. De este modo, hasta ahora ha habido historia, pero ahora ya no la hay» (pág. 113 de mi libro).
[*] La frase entre paréntesis está añadida por Marx en el presente artículo. (N. de la Edit.)
[**] Lugar citado, págs. 119 y 120.
[***] "Filosofía de la miseria" (N. de la Edit.)
[****] Ampuloso. (N. de la Edit.)
[*****] Advenedizo. (N. de la Edit.)
[5] Ch. Dunoyer. "De la liberté du travail, ou Simple exposé des conditions dans lesquelles les forces humaines s'exercent avec le plus de puissance" («De la libertad del trabajo o Simple exposición de las condiciones en que las fuerzas humanas se manifiestan con la mayor eficacia»). T. I-III, París, 1845.
[6] Trátase de la revolución de Febrero de 1848 en Francia.
[7] Se alude al discurso de Proudhon pronunciado el 31 de julio de 1848 en la Asamblea Nacional de Francia. Tras de hacer varias propuestas concebidas en el espíritu de las doctrinas utópicas pequeñoburguesas (crédito gratuito, etc.), Proudhon calificó de violencia y arbitrariedad las represiones emprendidas por las autoridades contra los participantes en la insurrección proletaria de París el 23-26 de junio de 1848.
[8] La insurrección de Junio, heroica insurrección de los obreros de París el 23-26 de junio de 1848, reprimida con inaudita crueldad por la burguesía francesa, fue la primera gran guerra civil entre el proletariado y la burguesía.- 25, 172, 190, 212, 219, 331
[9] Trátase del discurso de Thiers pronunciado el 26 de julio de 1848 contra las propuestas de Proudhon presentadas a la comisión financiera de la Asamblea Nacional de Francia.
[10] "Gratuité du crédit. Discussion entre M. Fr. Bastiat et M. Proudhon" («Crédito gratuito. Discusión entre el señor Fr. Bastiat y el señor Proudhon»). París, 1850.
[*] Pequeño burgués puro y simple. (N. de la Edit.)
[*] Golpe de Estado. (N. de la Edit.)
[11] 22. P. J. Proudhon. "Si les traités de 1815 ont cessé d'exister? Actes du futur congrès" («¿Han dejado de regir los tratados de 1815? Actas del futuro congreso».). París, 1863. En esta obra, Proudhon se opone a la revisión de los acuerdos del Congreso de Viena sobre Polonia y a que la democracia europea apoye el movimiento de liberación nacional de Polonia, justificando de esta manera la política opresora aplicada por el zarismo ruso.
[**] En todo. (N. de la Edit.)